La leyenda cuenta que el célebre Uncle Sam se llamaba en realidad Sam Wilson (176-1854). En 1812, este buen hombre trabajaba en la empresa que preparaba las raciones de carne para los soldados americanos, inspeccionando el envío de paquetes. Tras un riguroso control, sellaba concienzudamente cada caja con las letras “E.A.-U.S.”, es decir, las iniciales de la empresa (Elbert Anderson) y United States.
Los operarios de Elbert Anderson habrían manifestado su sorpresa por las cuatro letras que ponía Wilson con tanto empeño. Sabían sin problemas que E.A. correspondía a la empresa en la que trabajaban, pero se preguntaban sobre el significado de U.S. Al aparecer, más de 30 años después de la declaración de independencia americana (1776), el nombre de la joven Confederación (y con más motivo su sigla) no estaba en todas las mentes. Es posible, porque en ese principio del siglo XIX la noción de identidad nacional todavía no preocupaba a los emigrantes, y menos en un país en expansión que entonces sólo llegaba desde la costa atlántica al Mississippi. Sea como fuere, Sam Wilson les habría dicho en broma que las misteriosas U.S. eran sus propias iniciales, Uncle Sam (Tío Sam) Seguros o no, convencidos más o menos, los compañeros de Wilson siguieron la broma y, al cabo de algunos meses, todos conocían la carne con el sello Uncle Sam.
En 1961, el Congreso reconoció a Wilson como el original Tío Sam. Pero numerosos historiadores pusieron en duda la veracidad de esa encantadora historia. Es verdad que un tal Sam Wilson vio la luz en 1766 en Troy, un pueblecito situado a unos 20 km al norte de Albany (al lado del Hudson y actual capital del estado de Nueva York). Pero a la muerte de Sam en 1854, nadie parecía acordarse del héroe de Elbert Andreson. Ni una línea en ningún periódico local, ni sobre Sam ni sobre la historia de las iniciales.
Hubo que esperar algunos años para que un diario de Albany reprodujera con orgullo los orígenes del Tío Sam, elevado ya a la categoría de emblema del país, hasta tal punto que el símbolo ya había atravesado el Atlántico. En efecto, desde 1830, los dibujantes de la revista satírica inglesa Punch utilizaban al Tío Sam como un personaje alto, delgado, con sombrero americano y barba blanca. En 1870, el ingenioso Thomas Nast inmortalizó la imagen definitiva del Tío Sam tal como la conocemos todavía hoy.
En realidad, muchos se inclinan hoy por que esta rocambolesca historia no es más que un invento puro y simple de un soldado bromista que, con el apoyo de algunos amigos, la habría popularizado alrededor de 1812 para divertirse. Dotado de los ingredientes propios para convertirse en historia, Uncle Sam habría ascendido así a la categoría de personaje emblemático.
Subrayemos de paso que el padre del dibujo del Tío Sam, Thomas Nast, fue el que creó la figura del elefante como emblema del partido republicano y la del burro para el partido demócrata. Pero la idea se la debe a Andrew Jackson, séptimo presidente de Estados Unidos (1829-1837). En efecto, durante la campaña electoral de 1828, sus adversarios trataron de hundir a Jackson con el moto de jackass (burro). Tras su elección, Jackson se apoderó astutamente del insulto y lo convirtió en símbolo de su victoria y después en el emblema del partido. El burro y el elefante siguen representando hoy a las dos grandes formaciones políticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario