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domingo, 30 de diciembre de 2012

¿Por qué las hojas de los árboles cambian de color en otoño?




Las hojas de todos los árboles contienen clorofila, un pigmento verde que posee la extraña propiedad de absorber energía solar y, con ayuda de otros componentes de la hoja, convertirla en sustancias químicas como el azúcar. Muchas hojas contienen además otros pigmentos que, aunque no puedan fotosintetizar como la clorofila, están capacitados para ceder a la clorofila la energía lumínica que captan. Varios de estos pigmentos secundarios son amarillos, naranjas o rojos y se denominan carotenoides porque pertenecen al mismo grupo de compuestos que el betacaroteno, el pigmento que dota a las zanahorias del color naranja.

En otoño, cuando el follaje empieza a envejecer, las hojas tienen la capacidad de descomponer algunos de los pigmentos que han producido en exceso (como la clorofila) y absorberlos parcialmente en el pedúnculo para otros fines. Cuando el color verde de la clorofila desaparece, el resto de colores queda desenmascarado.

Estos colores pueden verse cuando las hojas aún están verdes si se separan los pigmentos mediante un proceso denominado cromatografía. Quien haya visto alguna vez emborronarse un papel al mojarse la tinta soluble en agua que portaba, ya ha visto la cromatografía en acción. Separar los pigmentos de las hojas resulta algo más difícil porque suelen estar confinados en el interior de las células por las membranas celulares. Pero con un papel secante –como un filtro de café- podría intentarse que algunos de los pigmentos se manifestasen. Para ello se mete la hoja en el filtro y se pasa varias veces una moneda por encima del papel plegado, para formar una línea de pigmentos sobre el papel. Después se impregna un extremo del papel con alcohol de 90 grados y posiblemente se vean algunos de los colores secundarios de la hoja separados de la clorofila verde.

Algunos pigmentos de las hojas (como el morado rojizo del ruibarbo o la col roja) no guardan ninguna relación con la fotosíntesis. Su función no se conoce con certeza, pero es probable que contribuyan a proteger la planta de un exceso de luz solar. Estos compuestos se hallan en otros lugares de las células de las plantas y muchos de ellos son hidrosolubles, de modo que al cocinar las hojas o picarlas con una licuadora, el agua se tiñe de ese pigmento.

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martes, 25 de diciembre de 2012

¿Por qué duelen los dientes al morder hielo?


Los dientes son una de las partes más sensibles del organismo humano. Esto no puede resultarnos sorprendente, ya que debajo del esmalte y el marfil dentales existe un espacio hueco que está recorrido por nervios y vasos sanguíneos.

Los nervios reaccionan ante el calor o el frío, y en caso de contacto transmiten al cerebro una señal de dolor. Si el esmalte del diente está perfecto, los elementos que provocan dolor no pueden llegar a los nervios. Pero los ataques de las sustancias ácidas hacen que el esmalte se haga más fino, o llegan a dañarlo con el paso del tiempo hasta el punto de poder formarse cavernas.

Eso se hace patente especialmente cuando consumimos grandes cantidades de fruta, sobre todo de cítricos, aunque también se forman ácidos cuando ingerimos hidratos de carbono. Las bacterias los disocian en azúcar simple y luego los descomponen, es decir, que lo dulce también se convierte en ácido. Cuanto más tiempo estén los restos de comida en la boca, con mayor eficacia actúan las bacterias atacando el esmalte dentario. Y eso también ocurre con el hielo. Si se toman regularmente durante mucho tiempo helados dulces, el esmalte sufre, los nervios no están bien protegidos e informan de la existencia de dolor.

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sábado, 22 de diciembre de 2012

Los mosqueteros


Los mosqueteros formaban, en el siglo XVII, dos compañías militares de élite encargadas de la protección personal del monarca francés cuando este abandonaba su palacio. La primera fue organizada por orden de Luis XIII en 1622 a partir de una originaria compañía de carabineros que trocaron sus armas por mosquetes, de donde tomaron su nombre.
Solo se admitieron en sus filas a caballeros de contrastado valor en el combate, elegidos entre guardias reales y soldados de fortuna, que fueron sometidos a un riguroso adiestramiento, pues su misión de protección era crucial en una Francia que aún conservaba abiertas las heridas de las Guerras de Religión y que se precipitaba hacia nuevos conflictos civiles y políticos. Cabe recordar que el padre de Luis XIII, Enrique IV, sufrió más de una docena de atentados antes de perecer en 1610, asesinado a manos del católico Jean-François Ravaillac, y que en 1589 el monje Jacques Clément había dado muerte asimismo al anterior monarca, Enrique III.

La segunda compañía de mosqueteros fue organizada por el favorito real Mazarino –que sucedió a Richelieu cuando este murió en 1642- para su seguridad personal, pero desde 1660 se hicieron cargo también de la protección de Luis XIV. Esta compañía tomó el nombre de Petits Mousquetaires y duró escasamente un lustro, para posteriormente integrarse en la primera formación.

Cada compañía constaba de 250 hombres, quienes al comienzo no dispusieron más que de un capote como uniforme distintivo. A partir de 1665, el ministro de Guerra Louvois estableció la obligatoriedad de uniformarse para todas las tropas del Reino. Desde entonces, el traje de los mosqueteros se contó entre los más magníficos y espectaculares: su capa y su capote escarlatas estaban atados con cintas de color oro; la chaqueta azul tenía una cruz bordada con una flor de lis plateada; el sombrero estaba ornamentado con cuerda de oro y pluma blanca… Debido al pelaje de sus caballos, la primera compañía fue conocida como la de los mosqueteros grises y la segunda, como la de los negros.

En combate, los mosqueteros fueron una fuerza de choque excepcional. Acompañaban al monarca al campo de batalla y se especializaron en las escaramuzas y en la lucha cuerpo a cuerpo. Pese a utilizar caballos, el mosquete era demasiado voluminoso y obligaba a los soldados a descabalgar y a usar de pie un arma que en la época ya era muy defectuosa. Se tardaba mucho en cebarla y cargarla, no disponía de objetivo y su alcance escasamente llegaba a los cien metros. A la postre, el combate se resolvía a corta distancia del enemigo lo que hacía inservibles las armaduras y provocaba auténticas carnicerías. Todo el horror bélico se resume en que cualquier ataque frontal contra una posición defensiva bien guarnecida constituía una acción tan arriesgada que se denominaba la “esperanza perdida”.

Desde mediados del siglo XVII la infantería continuó desarrollándose, mientras que la caballería solo iba a representar en el futuro una cuarta parte escasa del Ejército francés. Los dragones, una fuerza que combinaba caballería e infantería, tomaron el relevo de los piqueros y los mosqueteros. Gradualmente, estos cuerpos, que siempre recurrían a la espada como complemento en el combate, perdieron su carácter emblemático. En 1699, se decidió la supresión del mosquete y en 1703 la de la pica. Como sustituta, la bayoneta ganó relevancia desde 1689. El arma blanca colocada en la boca del arma de fuego permitió a la infantería conjugar un arma ofensiva y defensiva que relegó al pasado la burda realidad y la enardecida mitología de los grandes espadachines.

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miércoles, 19 de diciembre de 2012

El submarino soviético K-129




El K-129 era un submarino de la flota soviética del Pacífico. Tras hundirse en extrañas circunstancias en 1968, fue localizado por la Armada de EEUU, que posteriormente intentó reflotarlo en una operación encubierta. Aunque se consiguieron rescatar algunos restos, la mayor parte del submarino sigue bajo el mar. Lo que encontraron exactamente los estadounidenses sigue siendo un misterio.

El K-129 fue botado en 1960 y tenía su emplazamiento en la base naval de Rybachiy, al extremo este de la región de Kamchatka. La nave zarpó con sus 98 tripulantes el 24 de febrero de 1968 en una patrulla rutinaria y, después de llevar a cabo unas pruebas de inmersión, el capitán informó de que todo funcionaba correctamente. Fue lo último que se supo del submarino.

En marzo, el mando naval soviético comenzó una búsqueda exhaustiva y organizó una gran operación de rescate en el Pacífico Norte. No logró encontrar el submarino, pero sus esfuerzos atrajeron la atención de la inteligencia norteamericana. Analizando los datos suministrados por sus sistema de vigilancia sónica, EEUU logró identificar el punto exacto donde se encontraba el K-129, a caso 5.000 metros de profundidad.

Ante la oportunidad de hacerse con un submarino de la flota nuclear de la URSS, el presidente Nixon autorizó una operación encubierta de rescate conocida como Proyecto Azorian. Para llevarla a cabo, se construyó un barco diseñado específicamente para esta misión, el Hughes Glomar Explorer. La versión oficial decía que su objetivo era la extracción de manganeso del fondo marino.

La operación de rescate se desarrolló en julio y agosto de 1974, con un resultado mixto. Se recuperóparte del submarino, pero una gran sección cayó de nuevo al fondo del mar por un fallo técnico. El lugar exacto del naufragio y los detalles de la operación siguen siendo alto secreto, pero se dice que EEUU se llevó cabezas nucleares, libros de códigos y manuales de operaciones.

Muchos creen que los restos se hallan a 1.500 millas náuticas al noroeste de la isla hawaiana de Oahu y a 1.200 millas náuticas del sudeste de Petropavlovsk. Las razones del naufragio del K-129 jamás fueron descubiertas, aunque existen teorías sobre una explosión accidental o una colisión con una nave norteamericana. Puede que sepamos la verdad cuando los archivos del caso se hagan públicos en unas décadas, pero también es posible que el secreto descanse para siempre en el fondo del mar, junto a las víctimas.
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lunes, 17 de diciembre de 2012

¿Cuál es la sustancia más abundante de la Tierra?




¿Oxígeno? ¿Carbono? ¿Nitrógeno? ¿Agua?

Ninguno de ellos. La respuesta es la perovskita, un compuesto mineral de magnesio, silicio y oxígeno.

La perovskita supone la mitad del total de la masa de la Tierra. De hecho, es el principal componente del planeta ya que el manto terrestre estaría compuesto principalmente de esa sustancia… o eso se cree. Porque el caso es que esto es sólo una hipótesis con la que trabajan los científicos. Nadie ha conseguido todavía tomar una muestra para demostrarlo.

Las perovskitas son una familia de minerales que recibieron su nombre del mineralogista que las descubrió en los Montes Urales en 1839, el conde Lev Perovski. Podrían ser el Santo Grial de los superconductores, aquellos materiales capaces que transmitir la electricidad sin resistencia a temperatura ambiente. Esto convertiría en realidad ese viejo sueño de la ciencia-ficción: las ciudades de trenes flotantes y computadoras inimaginablemente rápidas. Por el momento, los superconductores sólo funcionan a temperaturas desesperadamente bajas (-135ºC es lo mejor que se ha conseguido en laboratorio).

Aparte de la perovskita, se cree que el manto está compuesto de magnesio-wussita (una forma del óxido de magnesio que también se encuentra en los meteoritos), y una pequeña proporción de shistovita, bautizada por Lev Shistov, un estudiante graduado de la Universidad de Moscú, que sintetizó una nueva forma de óxido de silicio a altas presiones en su laboratorio en 1959.

El manto terrestre se sitúa entre la corteza y el núcleo. Se cree en general que es sólido, pero algunos geólogos piensan que en realidad es una especie de líquido que se desplaza lentamente.

¿Cómo sabemos todo esto? Al fin y al cabo, incluso las rocas expulsadas por los volcanes sólo provienen de profundidades no superiores a 200 km y el manto superior sólo comienza a partir de los 660 km. La respuesta son las ondas sísmicas artificiales que los científicos envían hacia el interior del planeta, observando y analizando la resistencia que encuentran a su paso. De esta forma pueden estimar la temperatura y densidad del interior de la Tierra. Esta información se cruza con lo que ya sabemos sobre la estructura de los minerales de los que tenemos muestras procedentes tanto de la corteza terrestre como de los meteoritos y del comportamiento de estos bajo condiciones extremas de temperatura y altas presiones.

Pero como tantas cosas en Ciencia., todo esto no es más que una suposición bien informada.
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miércoles, 12 de diciembre de 2012

¿A qué velocidad viaja la luz?



Eso depende.

A menudo se dice que la velocidad de la luz es una constante, pero no es así. Sólo en el vacío alcanza la luz su máxima velocidad de casi 300.000 km/s. En cualquier otro medio, su velocidad varía considerablemente a partir de esa magnitud, siempre, eso sí, a la baja. Cuando atraviesa un diamante, por ejemplo, su velocidad es menos de la mitad: unos 130.000 km/s.

Hasta hace poco, la velocidad más lenta de la luz que se hubiera medido (a través de sodio a una temperatura de -272ºC) era de tan sólo 60 km/h, más lenta que una bicicleta. En el año 2000, el mismo equipo de la Universidad de Harvard consiguió detener la luz haciéndola atravesar un bec (condensado de Bose-Einstein) de rubidio.

Curiosamente, la luz es invisible. No se puede ver la luz propiamente dicha, sino sólo aquello en que se refleja. Un rayo de luz en el vacío, brillando en ángulo recto con el observador, no puede distinguirse. Aunque suene raro, es lógico: si la luz fuera visible formaría una omnipresente niebla que se interpondría entre nuestros ojos y todo lo demás. Por otra parte, la oscuridad es igualmente extraña: no está ahí, pero no podemos ver a su través.

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lunes, 10 de diciembre de 2012

La navegación fluvial del Mississippi





El sonido distante de un silbato, el batir de las ruedas de paletas y la aparición en la curva del río de un gran barco con la parte de abajo plana, chimeneas altas echando humo… todo esto generalmente hacía que las embarcaciones más pequeñas se escabulleran. Porque el barco de vapor tenía derecho de paso y lo ejerció en el Mississippi, el Missouri y otros ríos durante más de cincuenta años.

La época de los barcos fluviales de vapor fue una parte fascinante del crecimiento de América. Representaron un papel en su avance económico y social y le proporcionaron un aire romántico y un colorido que no se repetirán jamás.

Antes de la llegada del ferrocarril, el barco de vapor era el medio de transporte más cómodo y relajado del Oeste. Largos y bajos “palacios flotantes” que incluían todos los lujos conocidos entonces, eran también el lugar predilecto de los jugadores, prostitutas y otros individuos ansiosos de apoderarse de las riquezas de los pasajeros que pagaban billete. Tal fraternidad podía causar problemas, sin duda, pero los capitanes sabían que si los controlaban era posible que las ganancias ascendieran a 4.000 o 5.000 dólares al año.

A pesar de los riesgos, el barco de vapor atrajo a la alta sociedad y a algunos de los músicos más eminentes y conocidos de entonces, muchos provenientes de Europa (los barcos contaban con pianos y, más tarde, calíopes, un instrumento parecido al órgano muy admirado incluso a pesar de que quien lo tocaba se arriesgara a quemarse con los tubos).


Gran parte de los capitanes eran propietarios de sus barcos y, en los años que precedieron y siguieron a la Guerra Civil, eran tratados casi como la realeza. 

A la par casi del capitán se encontraba otra figura romántica: el piloto. Estos hombres habían pasado años en el río y conocían según decían ellos, cada banco de arena, tronco sumergido y obstáculo que había en él. Uno de los más famosos de todos ellos fue Samuel L.Clemens, más conocido como Mark Twain (su nombre literario venía del grito del sondeador “mark twain” (marca dos) cuando su sonda registraba dos brazas al echarla en el río para comprobar la profundidad. ¡Afirmaba que sólo alguien que se hubiera dado con cada tronco sumergido, que hubiera chocado con cada banco de arena o cometido todos los errores posibles se podía considerar un piloto experimentado!. Hacía falta mucha habilidad para maniobrar en aguas tan frecuentadas como las que rodeaban a los puertos más concurridos, y las colisiones eran frecuentes.

Mecánicamente y comparados con los barcos modernos, los de vapor eran primitivos, pero para su
tiempo resultaron muy eficientes. La especial forma de estas embarcaciones fluviales, con dos chimeneas y su estructura situada prácticamente sobre la línea de flotación, fue adoptada por vez primera en el buque de vapor “Washington”, en 1816.

El Mississippi es turbulento y tiene poca profundidad. Por este motivo las embarcaciones llevaban ruedas de paletas en lugar de hélices, puesto que aquéllas requieren menor profundidad para navegar. El casco de fondo plano tenía muy poco calado y el equipo motriz iba montado en cubierta y no en el interior del buque. Las corrientes del Mississippi sometían a grandes tensiones a los cascos de fondo plano de estos vapores, que tendían a curvarse. El problema lo resolvió el coronel John Stevens, quien, para compensar ese defecto, incorporó las denominadas cadenas antiquebranto, fuertemente tensadas entre los puntales de madera o hierro colocados en la cubierta superior del barco.

Pasajeros y mercancías se embarcaban y desembarcaban a través de una pasarela montada a proa, para que el buque no tuviera que acercarse a la orilla del río.

En cubierta encontraban también sitio los denominados pasajeros de cubierta (los que no iban alojados en camarotes). De hecho, los habitantes de las orillas de los ríos Mississippi y Ohio utilizaban mucho el transporte fluvial para el tráfico comercial, sobre todo del algodón, y esto explica que los barcos fueran tan grandes.

Elevado con respecto a cubierta y con objeto de dejar espacio a las máquinas y a la carga, destacaba la cubierta de salones, rodeada por una galería de paseo. Las salas estaban instaladas con gran lujo y una rica decoración. El personal de servicio, muy numeroso, se ocupaba de cubrir las necesidades del pasaje. Situados encima de los salones se disponían los camarotes de los pasajeros y, todavía más arriba, se encontraban los alojamientos de los oficiales.

Las elevadas chimeneas tenían unos tiros poderosos y si el barco quemaba madera ayudaban a
mantener lejos de él las chispas. De hecho, si transportaba algodón, por lo menos ocho hombres se ocupaban de vigilar con cubos de agua a mano las chispas que salían a raudales como en un espectáculo de fuegos artificiales. La longitud de las chimeneas respondía precisamente al esfuerzo por mantener alejadas las chispas de los cargamentos inflamables.

Pero existía también el peligro de la explosión de las calderas. Charles Dickens viajó en un barco de vapor en 1842 y fue informado de que dichos barcos “generalmente reventaban por delante”, lo que era verdad. Así que, para evitar el contacto con las calderas, el mejor sitio era la popa. El combustible que se usaba era el carbón más a menudo que la madera, pero cuando se hacían carreras ya fuera contra otro barco o porque había prisa, se echaban barriles de resina, aguarrás o incluso grasa de cerdo en los fogones.

Durante el siglo XIX se construyeron cerca de 5.000 buques de vapor que entraron en servicio en el Mississippi. El día de zarpar, en los muelles de Nueva Orleans, podía verse una línea de hasta 5 km de longitud, formada por los vapores abarloados.

Con la consolidación de los buques fluviales de vapor, también se establecieron competiciones de velocidad para hacerse con el título de “buque más rápido del río”. Las regatas discurrían por un determinado recorrido, como entre Nueva Orleans y Louisville, en Kentucky (2.317 km), o entre Nueva Orleans y St. Louis, en Missouri (1.960 km). Se habían previsto escalas en los puertos principales, cuya duración se registraba con regularidad.

En aquella época, las competiciones de velocidad comportaban notables riesgos dado que, si las calderas eran forzadas al máximo, podían explotar. Estos accidentes no eran raros, y entre 1810 y 1850 causaron unas 4.000 víctimas a bordo de barcos de vapor. Uno de los más graves se produjo en el “Moselle” en 1838, mientras realizaba un crucero por el río Ohio: al dejar el muelle de Cincinnati, explotaron sus calderas, matando entre 100 y 200 personas. La violencia de la explosión lanzó una caldera hasta el centro de la ciudad.

La rivalidad entre los capitanes era muy conocida y se hacían continuos esfuerzos por batir marcas.
Quizá la más famosa de todas las rivalidades fue la que existió entre el capitán John W.Cannon del “Robert E.Lee” y Thomas P.Leathers, patrón del “Natchez”. Leathers se había amargado por la derrota del Sur en la guerra civil y rehusó izar la bandera de los Estados Unidos, utilizando siempre la confederada (hasta 1885, año en que hubo de ceder).

No se caían nada bien el uno al otro y protestaban enérgicamente ante cualquier comentario sobre la mayor rapidez del barco contrario. Todo el mundo se preguntaba quién sería capaz de batir el récord que, en 1844, el “J.M.White” había fijado en tres días, veintitrés horas y nueve minutos para el viaje entre Nueva Orleans y St.Louis.

Ambos barcos tenían programado salir de Nueva Orleans hacia St.Louis el mismo día, el martes 30 de junio de 1870. Los dos capitanes negaron que estuviera prevista una carrera. Pero la hicieron. Ambos barcos partieron de Nueva Orleans aquel día a las 16.55. El “Robert E.Lee” llegó a Baton Rouge (aproximadamente a mitad del recorrido hasta Natchez) en 8 horas y 25 minutos, y el “Natchez” todavía iba en cabeza, aunque por pocos minutos. La competición prosiguió a través de Vicksburg, Memphis y Cairo, hasta St.Louis, adonde llegó triunfante el “Robert E.Lee” a las 11.45 del 4 de julio; llevó una ventaja al Natchez de 3 horas y 44 minutos, habiendo recorrido 1.960 km en 3 días, 18 horas y 14 minutos, una marca que se mantiene hasta hoy. No obstante, el “Natchez”, según el informe de sus oficiales, tuvo que suspender la competición durante 7 horas y un minuto debido a una avería en las máquinas.

La victoria del “Robert E.Lee” sobre el “Natchez” enardeció al Sur y alegró el corazón del ilustre homónimo del Lee, el general más grande de la Confederación, que murió unos meses más tarde. Su capitán, John W.Cannon, falleció en 1882.
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martes, 4 de diciembre de 2012

¿Cómo se sabe el lugar que ocupamos dentro de la galaxia?

 



Averiguar cuál es nuestra posición en el interior de una nube de centenares de miles de millones de estrellas (sin salir del planeta que nos acoge) es como descubrir la geografía de un bosque mientras permanecemos amarrados a uno de los árboles.

La idea somera que tenemos sobre la forma de la Galaxia solo se basa en la contemplación de lo que nos rodea, una banda irregular y borrosa que traza un círculo de luz en el cielo. Mide unos 15 grados de ancho y las estrellas se concentran de un modo bastante regular a lo largo de esa franja, la Vía Láctea. Esta observación revela que la Galaxia es un disco de estrellas y que nos encontramos en algún lugar próximo al plano del disco. Si no se tratara de un disco plano, la Vía Láctea ofrecería otro aspecto. Por ejemplo, si se tratara de una esfera de estrellas, veríamos su fulgor en todo el cielo, y no sólo en una banda estrecha. Y si nos halláramos muy por encima o muy por debajo del plano del disco, no la divisaríamos partiendo el cielo en dos mitades, sino que el fulgor de la Vía Láctea sería más intenso a un lado del cielo que al otro.

La posición del Sol dentro de la Galaxia se puede precisar, además, si se mide la distancia que lo separa del resto de estrellas que se divisan. A finales del siglo XVIII, el astrónomo Wilhelm Herschel llevó a cabo el experimento y llegó a la conclusión de que la Tierra se halla en el centro de una nube de estrellas en forma de piedra de afilar. Pero Herschel no tuvo en cuenta las pequeñas partículas de polvo interestelar que ocultan la luz de las estrellas más distantes de la Galaxia. Le pareció que ocupáramos el centro de la nube porque no podía ver más allá en todas direcciones, con independencia de dónde se encuentre.

Durante las primeras décadas del siglo XX se produjo un logro crucial para trasladar la Tierra del centro de la Galaxia a un punto que dista alrededor de tres quintas partes del borde: el astrónomo Harlow Shapley midió la distancia que nos separa de los grandes cúmulos de estrellas que denominamos globulares. Descubrió que estas concentraciones estelares se distribuyen formando una esfera de unos 100.000 años-luz de diámetro y centrada en un lugar que cae en la constelación de Sagitario. Shapley concluyó (y otros astrónomos lo han constatado desde entonces) que el centro de la distribución de los cúmulos globulares también es el centro de la Galaxia, de modo que su aspecto se asemeja al de un disco aplanado de estrellas inmerso en una nube esférica, o halo, de cúmulos globulares.

Durante los últimos 90 años, los astrónomos han refinado esta imagen recurriendo a diversas técnicas visuales, de radio, de infrarrojos y hasta de rayos X para completar los detalles: la ubicación de brazos espirales, nubes de gas y polvo, concentraciones moleculares, etc. La imagen básica actual revela que el Sistema Solar se halla en el borde interior de un brazo espiral a unos 25.000 años luz del centro de la Galaxia, el cual cae en dirección a la constelación de Sagitario.

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lunes, 3 de diciembre de 2012

¿Dónde irías para inhalar una bocanada de ozono?





No te molestes en acudir a orillas del mar. El culto del siglo XIX al saludable aire marino se fundamentaba en un grave error. La sensación vigorizante y salada que proporciona el aire costero no tiene nada que ver con el ozono, un gas inestable y peligroso.

El ozono lo descubrió en 1840 el químico alemán Christian Schönbein. Investigando el peculiar aroma que flota alrededor de los equipos eléctricos, lo atribuyó a un gas, el O3, al que nombró con el término griego que significa “oler” (ozein).

El ozono o “aire pesado” encontró el beneplácito de los médicos en una época en la que aún se creía en la “teoría de la miasma”, en virtud de la cual se afirmaba que la mala salud estaba relacionada con los olores desagradables. El ozono, pensaban, era justo lo que se requería para limpiar los pulmones de “efluvios” perniciosos y la costa era el lugar a donde uno debía acudir.

Así surgió toda una industria alrededor de las “curas de ozono” y los “hoteles de ozono” (quedan todavía algunos en Australasia). En época tan tardía como 1839, la localidad de Blackpool todavía presumía de tener “el ozono más saludable de Gran Bretaña”.

Hoy sabemos que el característico olor “a mar” no tiene nada que ver con el ozono sino con las algas en descomposición, cuyo aroma no tiene nada que ver con la salud ni con la ausencia de ella (está compuesto principalmente de azufre). Es más probable que, sencillamente, desencadene algún tipo de asociación positiva en nuestros cerebros, conectando tal experiencia sensorial con recuerdos de la niñez o las vacaciones.

En cuanto al ozono: los humos que salen del tubo de escape de tu coche (cuando se combinan con la luz solar) crean más ozono que cualquier cosa que se pueda encontrar en la playa. Así que si realmente quieres aspirar una buena bocanada de ozono, lo mejor que puedes hacer es agacharte y poner tu boca alrededor del tubo de escape, si bien es algo que no recomiendo. Además de causar un daño irreparable a tus pulmones, te quemarías los labios.

El ozono se utiliza para fabricar lejía y matar las bacterias en el agua como alternativa menos agresiva que el cloro. También se genera ozono por el funcionamiento de equipo eléctrico de dimensiones apreciables como televisiones y fotocopiadoras. Algunos árboles, como los robles o los sauces, liberan ozono, envenenando en el proceso la vegetación circundante.

La famosa y cada vez más delgada capa de ozono que protege nuestro planeta de la radiación ultravioleta, sería letal en el caso de que tuviéramos oportunidad de inhalarla. Se encuentra a 24 km de altura sobre la superficie terrestre y huele a algo así como a geranios.

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domingo, 2 de diciembre de 2012

¿Cuántas patas tiene un ciempiés?



No, no tiene cien.

La palabra ciempiés es muy engañosa. Aunque estos animalitos han sido estudiados desde hace más un siglo, no se ha encontrado ninguno que tenga exactamente cien patas.

Algunos tienen más, otros menos. El que más se acercó fue uno descubierto hace veinte años con 96 patas, un ejemplar de la única especie conocida que tiene un número par de de patas: 48 pares. Todas las demás tienen un número impar de pares (valga la expresión), de 15 a 191 pares.

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lunes, 26 de noviembre de 2012

¿Son signo de inteligencia las muelas del juicio?


No, su nombre no tiene nada que ver con la inteligencia de su propietario. A mucha gente no le salen nunca las muelas del juicio; si usted se encuentra en ese caso, no se preocupe, quizá sea mejor así. Se llaman así porque suelen salir alrededor de los 20 años, cuando una persona ha alcanzado ya la madurez física, pero no necesariamente la emocional.

Se trata de cuatro muelas adicionales que los hombres de las cavernas utilizaban mucho, pues debían comer frecuentemente carne muy correosa y, seguramente, también frutos muy verdes y duros. Por ello dispusieron de dos piezas más en cada una de las mandíbulas. Durante la evolución se modificó la forma del cráneo del hombre, pues el cerebro precisaba ocupar más espacio y, al mismo tiempo, los productos de la dieta habitual fueron haciéndose paulatinamente más blandos. El Homo sapiens ya no necesita de estas herramientas masticatorias adicionales que, además, no disponen de suficiente espacio.

Porque a la edad en que suelen brotar estos molares, ya las otras 28 piezas dentales se han adueñado del espacio disponible y, por lo tanto, es frecuente que alguna de las mueles del juicio quede embebida o incrustada en el alveolo causando una inflamación dolorosa. Si a pesar de todo llegan a emerger, muchas veces presionan y alteran a las otras piezas. Además, tienen tendencia a cariarse porque es muy difícil cepillarlas bien.

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sábado, 24 de noviembre de 2012

¿Por qué se celebra la Navidad el 25 de diciembre?


En la época de las primeras religiones paganas, los intermediarios especializados en el diálogo con el más allá afirmaban que sabían atraerse los favores de las potencias ocultas. Rituales acompañados de ofrendas, danzas y hechizos contribuyeron a consolidar el poder de esos sabios que gozaban de ascendiente sobre sus compañeros. Y bajo el pretexto de descifrar los misterios del universo, iniciaban a multitud de fieles en las leyes de sus propias certezas a través de diversos rituales.

Esos rituales primitivos dieron lugar a ceremonias paganas estructuradas que a su vez generaron cultos a diversas divinidades antes de desembocar en las grandes religiones monoteístas.

En los primeros siglos de la era cristiana, los promotores de las nuevas religiones se dedicaron a apartar a sus fieles del camino equivocado. Lógico: la fe en un solo Dios es incompatible con otras creencias. Y sobre todo, con las que conducen a los ídolos del pasado. Es verdad que la fuerza de la doctrina naciente conduce entonces hacia la Iglesia a la mayoría, pero, aunque se dicen convertidos al cristianismo, algunos siguen volviendo a los cultos paganos. Las ceremonias consagradas a símbolos eminentemente evocadores como el árbol, la piedra o el agua seguirán siendo populares más de tres siglos después de Cristo.

Los sacerdotes cristianos se dedicaron pues a expulsar a los antiguos dioses que todavía se incrustaban en el espíritu de su grey. No fue difícil vencer a las divinidades grecorromanas, porque ya hacía tiempo que los campesinos las habían abandonado. En cambio, seguían prestando gran atención a los ídolos más familiares, más próximos a la Naturaleza, sobre todo los que protegían los campos, la siembra y las cosechas (Pan, Príapo, los faunos, los sátiros o las ninfas de las fuentes y de los bosques). Esos diosecillos y divinidades de segunda fila resistían el paso del tiempo porque en el campo todos temían siempre a la cólera de las potencias tenebrosas.

Durante los primeros siglos del cristianismo, muchos intentaron así conciliar (en secreto) el nuevo culto oficial y los antiguos ritos paganos. Incluso al salir de las ceremonias cristianas, muchos conversos se dirigían a las viejas divinidades a las que temían haber ofendido. Entonces, la Iglesia tuvo que poner en práctica una auténtica estrategia para conseguir sus fines, haciendo coincidir la mayor parte de las celebraciones festivas con los rituales paganos que no acababan de desaparecer.

Navidad, conmemoración del aniversario del nacimiento de Cristo, pertenece sin oposición posible a
este tipo de situaciones. Situada en el 25 de diciembre, la fiesta de Navidad aparece en Roma el año 36, con el objetivo de sustituir a una ceremonia muy popular dedicada al dios Mitra, que se celebraba en el solsticio de invierno (es decir, en una fecha muy cercana). Incluso el emperador romano Aureliano (212-275) había elevado el culto de Mitra al rango de religión de Estado.

El nombre de Mitra, divinidad fundamental de la mitología persa, vio la luz hacia el año 500 a.C Su culto, muy probablemente derivado de la tradición india que adoraba al dios Mitra, se difundió rápidamente en el mundo helénico y romano donde encarnaba al dios solar por excelencia. Las ceremonias consagradas a Mitra se celebraban en cuevas o criptas y en el siglo III conservaban un fasto indudable reuniendo a una multitud de adeptos. El culto a Mitra se fundaba en el principio iniciático de los siete grados: cuervo, grifo, soldado, león, persa, correo del sol y, por último, padre (un padre de los padres, especie de futuro papa o gran maestro).

La fiesta de Navidad para celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre se impuso finalmente en Europa occidental a partir del siglo IV, sustituyendo hábilmente al “sol victorioso” de origen oriental, por el “sol de justicia” que simboliza Cristo. Además, para llevar a buen puerto esta conquista de los espíritus, la jerarquía eclesiástica se apoyó astutamente en nociones sencillas que ayudaron a imponer ”la ”verdad” única y global en contraposición a la multitud de dioses del pasado.

Para ganarse la confianza de los paganos atemorizados por las inseguridades cotidianas que se nutren de la ignorancia y favorecen la aparición de supersticiones de todo tipo, la Iglesia calcó su actitud sobre los rituales del pasado, tomando prestadas fechas y gestos de sus ceremonias al patrimonio cultural (y litúrgico) de los siglos anteriores. Por ejemplo, los celtas aspergían a sus muertos con el agua lustral mediante una rama de boj o de muérdago (esa agua sagrada tenía el poder de expulsar a los malos espíritus). ¿Azar, coincidencia o mimetismo? Porque los cristianos utilizan una práctica idéntica con agua bendita. En cuanto a los numerosos peregrinajes de la Iglesia católica asociados a fuentes o manantiales, ¿no son muy a menudo una copia de las fiestas paganas relacionadas con el culto al agua purificadora, que figuraba como símbolo universal en casi todas las tradiciones primitivas?

Del mismo modo, el árbol de Navidad hunde también sus raíces en costumbres ancestrales. Incluso aunque el árbol decorado no llegara a los hogares franceses hasta finales del siglo XIX, en Alemania ya hay testimonios del siglo VII, cuando el monje Bonifacio elevó el abeto al nivel de símbolo de la Navidad. El evangelizador se inspiró en la pícea, árbol del parto entre los celtas. Algunos quieren incluso ver en el abeto una reminiscencia de la decoración de los templos romanos con ramas de muérdago o de acebo.

En cuanto a la tradición de iluminar el árbol (no de decorarlo), muchos la atribuyen a Martín Lutero,
que habría colocado velas en las ramas del árbol para simbolizar el brillo de las estrellas y recordar su papel en el episodio de la Navidad.

Por su parte, el primer pesebre aparece en una cueva de Italia en 1223. Tratando de imitar a tamaño natural el portal de Belén, Francisco de Asís había instalado un pesebre lleno de paja, un buey y una mula. Un sacerdote celebró la misa del gallo en ese escenario, que heredaron los ermitaños de la Provenza.

Papá Noel no se impuso en Europa hasta principios del siglo XX. Se trata en este caso de una reminiscencia del san Nicolás germánico, que deja regalos a los niños en la noche del 5 al 6 de diciembre, vestido con una gran túnica roja, una mitra y una cruz de obispo y luciendo una larga barba blanca.

Lo que acabo de explicar para la Navidad se puede aplicar también a la fiesta de Pascua, que conmemora la resurrección de Cristo pero que sustituye a una fiesta anual dedicada anteriormente a la renovación y la vuelta de la luz tras el invierno. Por ejemplo, en Alemania y en los países nórdicos se encendían fuegos que simbolizaban el renacimiento de las tareas agrícolas. Esta celebración, recuerdo de los antiguos cultos solares, cerraba las fiestas del ciclo del fuego. El año 325, el concilio de Nicea instituyó la fiesta de Pascua, “el primer domingo siguiente a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera”, pero hubo que esperar dos siglos todavía hasta que la jerarquía católica situara esta fiesta variable del calendario cristiano entre el 23 de marzo y el 25 de abril.

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martes, 20 de noviembre de 2012

¿Qué era lo más mortal en las batallas navales del siglo XVIII?


Las malditas astillas.

Las balas de cañón de los navíos de entonces no explotaban (no hagan caso de las películas). Se “limitaban” a atravesar el casco del barco y machacar todo aquello que encontraban en su camino, levantando enormes trozos de madera que volaban por las cubiertas a gran velocidad, cortando, clavándose y golpeando a todo el que tuviera la mala suerte de encontrarse por allí.

Los barcos de la época a menudo estaban medio podridos y en mal estado de navegabilidad. Muchos de los oficiales habían comprado sus cargos y no tenían ni idea de técnica naval, navegación, combate o siquiera comandar a los hombres. Las hernias causadas por la manipulación de velamen húmedo eran tan comunes en la Armada británica que ésta se vio obligada a introducir fajas entre la marinería. Y, para colmo, las pagas no aumentaron durante todo un siglo.

A corta distancia, una bala de cañón de tamaño medio era capaz de penetrar la madera hasta una profundidad de 60 cm. La mejor forma de evitar las astillas (además de construir el barco de metal, claro) era utilizar un tipo de madera que se podía encontrar en el sudeste norteamericano. Además de ser una de las maderas más duras que ofrece la Naturaleza, el Quercus virginiana o Live Oak, el árbol típico de Georgia (EEUU) es el símbolo de la fuerza y resistencia de los estados sureños (es el roble engalanado con cintas de musgo que se puede ver en muchas películas, como “Lo que el viento se llevó”).

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jueves, 15 de noviembre de 2012

El origen de la corbata



 
La moda sirve para marcar distinciones sociales y de clase. ¿Cómo no ver un símbolo de reconocimiento social en el inevitable traje y corbata que lucen el joven ejecutivo dinámico, el empresario conquistador o el director autosuficiente? Llevar traje y corbata se ha convertido en una especie de uniforme que revela la pertenencia a un grupo determinado.

Para demostrar que este hábito que llevan pegado a la piel pertenece al registro de los signos de distinción, no hay más que observar los denodados esfuerzos de los empresarios y los ministros para aparecer, en ocasiones muy elegidas, sin corbata y con el cuello de la camisa desabrochado, Porque, al renunciar a ponerse la corbata, esperan a menudo….reanudar el diálogo.

Lejos de significar una señal de reconocimiento, las primeras corbatas aparecen en el cuello de los legionarios romanos. Más que un accesorio, se trataba de una prensa necesaria que, anudada al cuello, servía para empapar el sudor. Después, la corbata no se utilizó durante diez siglos. Reaparece hacia el XVI en forma de collarín o de grandes cuellos de encaje. Después, en la segunda mitad del XVII, los soldados de Luis XVI empezaron a llevar una especie de pañuelo al cuello.

La verdadera corbata aparece en 1668. Era más parecida a una bufanda que se anudaba tras dar dos o tres vueltas al cuello. Generalmente blanca, esta corbata estaba la mayoría de las veces adornada con puntillas en sus extremos. En esa época aparece la palabra corbata, deformación de “croata”, porque había un regimiento de esa nacionalidad que llevaba ese tipo de accesorio.

A finales del siglo XVII se produjo un episodio miliar que, según cuenta la leyenda, iba a marcar la historia del uso de la corbata. En 1692, en la batalla de Steinkerque (Bélgica), las tropas del mariscal de Francia François-Henri de Montmorency, duque de Luxemburgo (1628-1695) se enfrentaron a las de Guillermo III de Orange (1650-1702). Defensor del protestantismo frente a la hegemonía católica, Guillermo III subió al poder cuando Luis XIV invadió Holanda (1672) y en 1692 reinaba también sobre Inglaterra, Escocia e Irlanda.

En aquella famosa batalla de Steinkerque (1692), las tropas del Duque de Luxemburgo obtuvieron
una brillante victoria. Sin embargo, el mariscal habría dado una orden de ataque precipitada que impidió a los oficiales franceses anudarse bien la dichosa corbata. En el fragor del momento, habrían pasado el extremo del pañuelo por un ojal de su guerrera (el sexto, según los puristas). Sin quererlo, habían inaugurado un look algo desaliñado. Debidamente festejado a su vuelta a la capital, el regimiento habría exhibido esa manera apresurada, original y “descuidadamente elegante” de llevar la corbata. No hizo falta otra cosa para que la aristocracia parisina adoptara la moda de la corbata Steinkerque y para que numerosas señoras siguieran también el ejemplo.

En ese final del siglo XVII aparecieron diversas formas de corbata, desde simples cintas de encaje hasta pañuelos de muselina muy elaborados con puntillas de encaje y anudados en sus extremos. A pesar de esta afición, la corbata desapareció durante buena parte del siglo XVIIII y después volvió a las calles francesas bajo el Directorio (1795-1799). Blanca, con motivos de cachemir o negra, resultaba muy envarada. A partir de ahí, dio lugar a la corbata romántica de la que cada uno se encargaba de hacer el nudo.

A partir de los años veinte del siglo XIX, la corbata se impuso como uno de los accesorios más apreciados del dandismo, y los que se complacían en el culto de lo bello y lo inútil hasta en sus mínimos detalles se dedicaron a venerar su uso. En la época del dandismo, que cuenta en sus filas a Charles Baudelaire, Oscar Wilde, o Mariano José de Larra, circulaban manuales sobre el arte de la elegancia en el vestir, y más concretamente sobre el modo de llevar, ajustar y anudar mejor la corbata.

Considerado como árbitro de la elegancia, George Brummell (1778-1840) creó un auténtico ritual en la elección y el modo de llevar la corbata. La leyenda dice que se probaba decenas de ellas cada día antes de decidirse por una. Después venia la elaboración del nudo, que debía alcanzar la perfección en el arte supremo de lo natural, como para sugerir mejor que la improvisación se nutre del aprendizaje invisible de una técnica laboriosa.

Vendrá después el simple nudo alrededor del cuello y la corbata plastrón, sujeta con un alfiler y que cubre todo el pecho. Aparecida al final del Segundo Imperio, la regata (o corbatita de nudo) se parecía mucho a la que conocemos hoy: era un nudo del que salían dos cintas verticales superpuestas. A finales del siglo XIX tuvo un gran éxito entre artistas, poetas y escritores la lavallière o chalina, una banda ancha de tela fina anudada sobre la camisa y formando dos caídas.
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martes, 13 de noviembre de 2012

¿Cuál es el origen de las palomitas de maíz?


La primitiva receta para hacer “popcorn” o palomitas de maíz fue inventada probablemente por los indios americanos. Se sabe con certidumbre que ya las comían cuando Colón llegó a aquel continente –se cuenta que el propio almirante trajo de América collares de palomitas de maíz y que Hernán Cortés se sorprendió al observar que los aztecas se adornaban con sartas de palomitas en las ceremonias religiosas-, y se supone que formaban parte de su dieta varios siglos antes de nuestra era. De hecho, los arqueólogos han encontrado restos de palomitas de maíz en tumbas de indios sudamericanos datadas en épocas muy anteriores al Descubrimiento.

Pero no todas las variedades de este cereal son aptas para la elaboración de palomitas, ya que es necesario que los granos contengan al menos un 12-14% de agua. Los indígenas americanos desarrollaron tres métodos para su elaboración. El primero consistía en tostar los granos en una estaca colocada sobre el fuego. El segundo procedimiento era arrojar los granos, después de haberlos despojado de su cáscara, directamente sobre las brasas de manera que se comían aquellos que, al explotar, saltaban fuera del fuego. El tercer método era mucho más sofisticado: calentaban arena en el interior de una cazuela plana de arcilla y, cuando alcanzaba la suficiente temperatura, enterraban los granos de maíz en ella, de manera que, al reventar, saltaban a la superficie.

La cocción de las palomitas se simplificó en la década de 1880 con la aparición de máquinas especiales, caseras e industriales. La primera palomitera eléctrica apareció en el mercado estadounidense en 1907. Pero el gran espaldarazo a su consumo lo dio la industria cinematográfica, en cuyas salas se generalizó la venta de cucuruchos de palomitas. Hacia 1947, se vendían ya en el 85% de los cines estadounidenses.

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sábado, 10 de noviembre de 2012

¿Podría un rayo láser cortar un espejo?


Lo siento Flash Gordon, pero vas a necesitar algo más que un espejo de bolsillo para enfrentarte a robots alienígenas armados con rayos láser. Aunque en la tela un láser puede rebotar contra un espejo, en realidad el rayo podría atravesarlo fácilmente.

Ningún espejo puede reflejar toda la luz dirigida hacia él. Una fracción atraviesa el revestimiento de cristal y es absorbida por el fondo reflectante de aluminio o plata. Si se concentra un poderoso rayo láser sobre este punto durante el tiempo necesario, y el fondo absorbe la radiación y la calienta, el rayo puede finalmente taladrar el espejo (Hay que señalar que los espejos utilizados para enfocar el láser están especialmente diseñados para absorber menos luz).

De hecho, los láseres pulsados, que funcionan como haces concentrados y no como corrientes continuas, suelen utilizarse para cortar cristales o espejos. Focalizando estos estallidos de energía concentrada en un punto concreto, la luz puede desplazar los electrones de los enlaces químicos, produciendo una rotura del material. La técnica suele utilizarse para practicar incisiones bajo la superficie del ojo durante una operación de cirugía correctiva.

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jueves, 8 de noviembre de 2012

¿Qué es lo más peligroso que existe?




¿La guerra? ¿Las drogas? ¿La bebida? Pues, no. La respuesta es… trabajar

Unos dos millones de personas mueren cada año por accidentes o enfermedades relacionadas con el trabajo, muchos más que las víctimas de guerra (alrededor de 650.000).

En todo el mundo, los trabajos más peligrosos están en la agricultura, la minería y la construcción. Según la Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos, en el año 2010 murieron 4.690 personas en sus puestos de trabajo, esto es, una cada dos horas. Las actividades más peligrosas fueron: la pesca (152 muertos por cada 100.000 trabajadores), los leñadores (93) y los pilotos (70). Casi todos los fallecidos en esta última categoría lo fueron al mando de aparatos pequeños, no aviones de pasajeros

Los granjeros, rancheros y mineros vienen a continuación, si bien su tasa es sensiblemente menor.

En cuanto a las causas de la muerte, la más común fueron accidentes de tráfico, seguida de las caídas, los homicidios y los golpes con algún objeto.

El trabajo más peligroso de acuerdo con las estadísticas sería el de pescador de cangrejos de Alaska faenando en el mar de Bering.

El riesgo de muerte puede calcularse utilizando la escala Duckworth, diseñada por el doctor Frank Duckworth, editor de la revista Royal Statistical Society. Mide la probabilidad de muerte mientras se realiza cualquier actividad. La menos peligrosa segura se califica con un 0 mientras que a la muerte segura se le asigna un 8. Por ejemplo, un juego de ruleta rusa tiene un riesgo de 7,2; veinte años practicando escalada tiene un 6,3; las posibilidades de morir asesinado son de 4,6; un viaje en automóvil a 160 km/h con un conductor sobrio de mediana edad tiene un 1,9, ligeramente más peligroso que morir a causa de la caída de un meteorito (1,6).

En la escala Duckworth, el 5,5 es particularmente peligroso. Es el riesgo para el sexo masculino de muerte por accidente de coche o caída accidental, pero también la posibilidad de que una persona de cualquier sexo muera mientras pasa la aspiradora, hace la colada o camina por la calle. Cosas de la estadística.
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martes, 6 de noviembre de 2012

¿Por qué la luz de una bombilla atrae a las polillas?


En realidad la luz no las atrae, sino que las desorienta.

Aparte del ocasional fuego fatuo, las fuentes de luz artificial llevan poquísimo tiempo en nuestro planeta en comparación con los millones de años que ha durado la relación de las polillas con el Sol y la Luna. Muchos insectos utilizan estas fuentes de luz para navegar por el día o por la noche.

Como la Luna y el Sol están a gran distancia, los insectos han evolucionado de tal forma que esperan que su luz provenga de la misma dirección en una hora determinada del día o de la noche, pudiendo así calcular una trayectoria rectilínea.

Cuando apareció el ser humano e inventó sus pequeños soles y lunas portátiles, las cosas se pusieron difíciles para las polillas. Cuando pasan cerca de una bombilla o una farola, la luz las confunde. Las toman como la auténtica luna y al ser fuentes de luz muy pequeñas y enseguida alejarse de ellas en su vuelo, su instinto les dice que, de algún modo, están moviéndose en una trayectoria curva. Así que la polilla ajusta su rumbo hasta que vuelve a tener la luz “fija” (puesto que sabe que, a esa hora, la luz de la luna debe venir siempre de tal o cual dirección independientemente de lo rápido que vuele o lo mucho que se desplace el insecto). Cuando se está tan cerca de una fuente de luz, la única forma de mantenerla en la misma posición relativa es volar en círculos a su alrededor.

Y, por cierto, las polillas no se comen la ropa. Las culpables son sus orugas.
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lunes, 5 de noviembre de 2012

¿Cuál es el principal ingrediente del aire que respiramos?




¿Oxígeno? ¿Dióxido de carbono? ¿Hidrógeno?.. Pues no. La respuesta es Nitrógeno, cuya proporción en el aire que llena nuestros pulmones es del 78%.

Menos del 21% del aire corresponde al oxígeno. Y sólo tres centésimas partes del 1% es dióxido de carbono.

El alto porcentaje de nitrógeno en la atmósfera es el resultado de las masivas erupciones volcánicas que tuvieron lugar durante la formación de la Tierra. Colosales cantidades de ese elemento fueron liberadas a la atmósfera y, siendo más pesado que el hidrógeno o el helio, permaneció más cerca de la superficie terrestre. Una persona de 76 kilos de peso contiene en su cuerpo como media un kilo de nitrógeno.

La palabra nitrógeno proviene del griego “nitro” (por la que se designaba a toda una serie de compuestos de sodio y potasio) y el griego “geno”, “generar”.

El nitrógeno tiene los usos más variados: es un compuesto clave en los explosivos y fertilizantes; se utiliza también para ahumar carne y como conservante en los helados o anestésico en la pasta de dientes especial para encías sensibles. Durante cientos de años la fuente principal de nitrógeno fue el mantillo orgánico que se había ido acumulando en el suelo de las casas. En el siglo XVI, hubo incluso una profesión, la de los salitreros, que se dedicaban a irrumpir en las casas e iglesias de Inglaterra, excavar en sus suelos y vender la tierra para la fabricación de pólvora.

El otro gas que tiene una presencia significativa en el aire es el argón (1%). Fue descubierto por William John Strutt, Lord Rayleigh, que fue también el primer hombre en averiguar por qué el cielo es azul.

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Si el universo se expande sin cesar, ¿carece de fronteras físicas?


Un aspecto delicado de la pregunta estriba en el modo de expresarla: “El universo”, por definición, ¡es todo lo que existe! Decir que el universo se expande hacia algo significaría que hay algo mayor a lo que ya de entrada habríamos denominado “el universo”.

Tal vez el modo más sencillo de concebir lo que se entiende por un universo en expansión consista en imaginar cómo sería la vida para hormigas bidimensionales que habitaran la superficie de un globo esférico en expansión. Los insectos pueden recorrer todo el espacio, pero, como no pueden volar ni acceder al interior del globo, viven en un mundo básicamente bidimensional. Si nada perturba a las hormigas desde el exterior, para ellas el universo se reduce a la superficie del globo porque ¡eso es todo lo que hay! Al estar confinadas a la superficie del globo, las hormigas no tienen posibilidad alguna de desarrollar los conceptos de arriba o abajo.

La superficie de ese universo bidimensional es finita, pero las hormigas nunca encontrarían una frontera o un borde. En este caso debe obviarse el cuello del globo y la persona que lo infla. Hay que imaginar un globo precintado sin rugosidades, con forma esférica, y suspendido en el interior de un depósito donde se puede bajar la presión del aire para que el globo se expanda.

Ahora bien, a medida que el globo se expande, las hormigas se ven unas a otras cada vez más lejos. Todas perciben lo mismo: sus vecinas se alejan. Las hormigas viven en lo que para ellas es un universo en expansión sin bordes físicos. Una hormiga que se desplazara con la rapidez suficiente conseguiría darle la vuelta a todo el globo de un lado a otro y regresar al punto de partida sin que ningún confín se lo impidiera.

Aquí podría objetarse que nosotros vemos que el globo se expande dentro del espacio circundante. Pero tenemos acceso a una dimensión adicional en la que movernos, que para las hormigas equivaldría a arriba y abajo en caso de que pudieran desplazarse en esas direcciones. En lo que atañe a las hormigas, pueden conocer todo lo que quieran sobre el mundo que habitan midiendo la superficie del globo, sin referencia alguna al espacio circundante.

La experiencia en física enseña que cuando nos topamos con un concepto espurio (en el sentido de que no conduce a ningún efecto predecible), es mejor admitir que no existe. En otras palabras, las hormigas harían bien si evitaran hablar de que su espacio se expande en algo que no pueden medir. Con ello no pierden nada y obtienen una ganancia sustancial en cuanto a simplicidad.

Si se establece una analogía entre la situación de las hormigas y la nuestra, debemos imaginar que el espacio se expande en todas direcciones. Todo el mundo en el universo ve que todo se aleja a gran velocidad del resto; pero el universo tiene que carecer de fronteras físicas y, por tanto, no hay ninguna necesidad de describirlo expandiéndose dentro de algo; puede limitarse a expandirse sin más.
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miércoles, 31 de octubre de 2012

¿Cómo medimos los terremotos?




Con la escala MW.

En las últimas dos décadas la escala Richter ha cedido terreno en el ámbito sismológico a la MMS o Moment Magnitude Scale; en español Escala Sismológica de Magnitud de Momento (MW).

La MW fue inventada en 1979 por los sismólogos Hiroo Kanamori y Tom Hanks (no, no tiene nada que ver con el que estás pensando) del Instituto Tecnológico de California (CalTech). Ambos científicos encontraban la escala Richter poco satisfactoria porque sólo mide la fuerza de las ondas sísmicas, lo que no da indicación real del impacto de un terremoto. En la escala Richter, dos grandes terremotos con la misma escala, pueden causar una devastación completamente diferente.

La escala Richter mide las ondas sísmicas captadas a 600 km de distancia. Fue inventada en 1935 por Charles Richter (quien, como Kanamori y Hanks, era sismólogo en el CalTech). La desarrolló con Beno Gutenberg, el primer hombre que midió con precisión el radio del núcleo terrestre. Gutenberg murió de gripe en 1960 sin llegar a vivir el gran terremoto de Chile (el mayor jamás registrado), que tuvo lugar tan sólo cuatro meses después.

La escala MW, en cambio, es una expresión de la energía liberada por un terremoto. Multiplica la distancia del movimiento entre las dos partes de la falla por la superficie total afectada. Fue diseñada para arrojar valores coherentes con el resultado equivalente de la escala Richter.

Ambas escalas son logarítmicas: un aumento de dos puntos significa una energía 1.000 veces mayor. Una granada de mano puntúa 0.5 en la escala Richter, la bomba atómica de Nagasaki, 5.0. La MW se utiliza sólo para grandes terremotos, superiores al grado 3.5 en la escala Richter.

De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos, sobre la base de la superficie afectada (600.000 km2), y la superficie en la que se sintió (5.000.000 km2), el mayor terremoto que se ha registrado en Norteamérica fueron los –paradójicamente poco conocidos seísmos del valle del río Mississippi en 1811-1812. Crearon nuevos lagos y cambiaron todo el curso del río. La superficie afectada por fuertes temblores fue diez veces mayor que la del terremoto de San Francisco en 1906. Las campanas de las iglesias comenzaron a tañer a causa de la vibración en lugares tan lejanos como Massachussetts.

Es imposible saber cuándo se producirá un terremoto. Algún experto ha sugerido que la mejor forma de hacerlo es contar el número de perros y gatos desaparecidos de acuerdo al periódico local. En España se producen alrededor de 3.600 terremotos al año, si bien su escasa intensidad les hace pasar desapercibidos entre la población.
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martes, 30 de octubre de 2012

¿Es diferente la sangre de los insectos de la humana?




La mayor diferencia entre la sangre de un insecto y la de los vertebrados, incluidos los humanos, estriba en que la de los vertebrados posee células sanguíneas rojas. Los insectos y otros invertebrados, en cambio, tienen lo que se denomina hemolinfa, un fluido heterogéneo que les recorre todo el cuerpo y riega a su paso todos los tejidos internos. La hemolinfa consiste sobre todo en agua, pero también contiene iones, carbohidratos, lípidos, glicerol, aminoácidos, hormonas, algunas células y pigmentos. No obstante, suele tratarse de pigmentos más bien suaves, de modo que la sangre de los insectos presenta un color claro o de tono amarillo o verdoso (el color rojo que aparece al aplastar una mosca doméstica o una drosofila se debe en realidad al pigmento de los ojos del insecto)

A diferencia del sistema circulatorio cerrado que poseen los vertebrados, los insectos cuentan con un sistema abierto carente de arterias y venas. Por tanto, la hemolinfa fluye libremente por el cuerpo, lubrica los tejidos y transporta nutrientes y desechos. Mientras que el sistema circulatorio de los vertebrados sirve sobre todo para acarrear oxígeno por el cuerpo, los insectos respiran de una manera completamente distinta a través de tubos traqueales. En el caso de la drosofila, por ejemplo, sobre la piel externa e impermeable de la mosca se alinean una serie de orificios minúsculos denominados espiráculos, que permiten el transporte directo del aire a los tubos traqueales que, a su vez, distribuyen el aire por los tejidos internos.

Los insectos sí tienen corazón, el cual bombea la hemolinfa por todo el sistema circulatorio. Aunque difiere por completo del corazón de los vertebrados, algunos de los genes que intervienen directamente en el desarrollo del corazón muestran grandes similitudes en ambos grupos de animales.

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