Averiguar cuál es nuestra posición en el interior de una nube de centenares de miles de millones de estrellas (sin salir del planeta que nos acoge) es como descubrir la geografía de un bosque mientras permanecemos amarrados a uno de los árboles.
La idea somera que tenemos sobre la forma de la Galaxia solo se basa en la contemplación de lo que nos rodea, una banda irregular y borrosa que traza un círculo de luz en el cielo. Mide unos 15 grados de ancho y las estrellas se concentran de un modo bastante regular a lo largo de esa franja, la Vía Láctea. Esta observación revela que la Galaxia es un disco de estrellas y que nos encontramos en algún lugar próximo al plano del disco. Si no se tratara de un disco plano, la Vía Láctea ofrecería otro aspecto. Por ejemplo, si se tratara de una esfera de estrellas, veríamos su fulgor en todo el cielo, y no sólo en una banda estrecha. Y si nos halláramos muy por encima o muy por debajo del plano del disco, no la divisaríamos partiendo el cielo en dos mitades, sino que el fulgor de la Vía Láctea sería más intenso a un lado del cielo que al otro.
La posición del Sol dentro de la Galaxia se puede precisar, además, si se mide la distancia que lo separa del resto de estrellas que se divisan. A finales del siglo XVIII, el astrónomo Wilhelm Herschel llevó a cabo el experimento y llegó a la conclusión de que la Tierra se halla en el centro de una nube de estrellas en forma de piedra de afilar. Pero Herschel no tuvo en cuenta las pequeñas partículas de polvo interestelar que ocultan la luz de las estrellas más distantes de la Galaxia. Le pareció que ocupáramos el centro de la nube porque no podía ver más allá en todas direcciones, con independencia de dónde se encuentre.
Durante las primeras décadas del siglo XX se produjo un logro crucial para trasladar la Tierra del centro de la Galaxia a un punto que dista alrededor de tres quintas partes del borde: el astrónomo Harlow Shapley midió la distancia que nos separa de los grandes cúmulos de estrellas que denominamos globulares. Descubrió que estas concentraciones estelares se distribuyen formando una esfera de unos 100.000 años-luz de diámetro y centrada en un lugar que cae en la constelación de Sagitario. Shapley concluyó (y otros astrónomos lo han constatado desde entonces) que el centro de la distribución de los cúmulos globulares también es el centro de la Galaxia, de modo que su aspecto se asemeja al de un disco aplanado de estrellas inmerso en una nube esférica, o halo, de cúmulos globulares.
Durante los últimos 90 años, los astrónomos han refinado esta imagen recurriendo a diversas técnicas visuales, de radio, de infrarrojos y hasta de rayos X para completar los detalles: la ubicación de brazos espirales, nubes de gas y polvo, concentraciones moleculares, etc. La imagen básica actual revela que el Sistema Solar se halla en el borde interior de un brazo espiral a unos 25.000 años luz del centro de la Galaxia, el cual cae en dirección a la constelación de Sagitario.
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