jueves, 21 de noviembre de 2013
El blazer
Chaqueta azul (que algunos llaman “marino”), con un escudo en el bolsillo superior, el blazer tuvo un gran éxito durante varias décadas y hoy día sigue siendo todavía un clásico.
Colegios caros y elegantes de los barrios chic, cenas urbanas o matrimonios de tronío, sin olvidar primeras comuniones ni los clubs de bridge o de tenis, por todas partes el blazer azul ha conquistado a generaciones de caballeros distinguidos, de dandis graciosos, chulitos coquetos, hombres de negocios endomingados y disciplinados colegiales. Como si, por arte de magia, esta chaqueta convirtiera al crápula en conquistador. Clásico, de vestir pero no demasiado, el blazer sienta bien a todos.
El blazer nació en un barco de la flota de Su Graciosa Majestad la reina Victoria. En pleno siglo XIX, el capitán del navío en cuestión se lamentaba del aspecto andrajoso y desaliñado de su tripulación y decidió obligarles a todos a llevar la misma ropa: una chaqueta de sarga azul (un tejido de lana basta) con botones que llevaban un ancla. El uniforme causó sensación inmediatamente, hasta el punto de que los clubs deportivos y los colegios se pusieron a marcar el paso del capitán. Por cierto, que el barco en cuestión se llamaba Blazer.
La moda del blazer no sólo ganó en Gran Bretaña, sino que rápidamente cruzó el Atlántico y el canal de La Mancha y a finales del siglo XIX, todos los burgueses elegantes del planeta habían lucido, por lo menos una vez en su vida, el blazer. Un uniforme militar que puede presumir de haber invadido la sociedad civil gracias a un capitán especialmente meticuloso.
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