Ya en la época de los antiguos egipcios y en las tradiciones de los indios, los partos en el agua estaban a la orden del día. En la época actual disfrutan de gran popularidad en la mayoría de los países industrializados. La mujer próxima a ser madre se puede relajar en el agua templada, puede soportar mejor el dolor y le resulta más sencillo ejercer la presión idónea en el momento del parto. El bebé llega al mundo de forma subacuática.
Hasta el momento de su nacimiento, el embrión se ha alimentado y ha recibido oxígeno por intermedio de la placenta. Ahora ese suministro se ha interrumpido. Por ello, el recién nacido debe salir a la superficie para hacer sus primeras inspiraciones y de esa forma desarrollar los pulmones. El denominado “reflejo de protección de la respiración” es el que impedirá que el bebé intente respirar debajo del agua.
Unos diminutos receptores en su piel, sobre todo en la zona del labio superior y la nariz, al percibir el contacto con el agua envían una señal al cerebro y éste reacciona ordenando la oclusión de los órganos respiratorios para que se impida la entrada de agua en los pulmones. Simultáneamente, se reduce el ritmo cardíaco, y el flujo sanguíneo se concentra sobre todo en el tronco, donde están situados los órganos vitales. A causa de estas precauciones, el organismo necesita bastante menos oxígeno que el habitual. El reflejo se ocupa de que el recién nacido pueda permanecer sin riesgo bajo el agua durante algunos segundos. Pocas semanas después del parto, el reflejo continúa fuertemente implantado en el individuo, pero disminuye al crecer si no se practica de forma regular.
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Hasta el momento de su nacimiento, el embrión se ha alimentado y ha recibido oxígeno por intermedio de la placenta. Ahora ese suministro se ha interrumpido. Por ello, el recién nacido debe salir a la superficie para hacer sus primeras inspiraciones y de esa forma desarrollar los pulmones. El denominado “reflejo de protección de la respiración” es el que impedirá que el bebé intente respirar debajo del agua.
Unos diminutos receptores en su piel, sobre todo en la zona del labio superior y la nariz, al percibir el contacto con el agua envían una señal al cerebro y éste reacciona ordenando la oclusión de los órganos respiratorios para que se impida la entrada de agua en los pulmones. Simultáneamente, se reduce el ritmo cardíaco, y el flujo sanguíneo se concentra sobre todo en el tronco, donde están situados los órganos vitales. A causa de estas precauciones, el organismo necesita bastante menos oxígeno que el habitual. El reflejo se ocupa de que el recién nacido pueda permanecer sin riesgo bajo el agua durante algunos segundos. Pocas semanas después del parto, el reflejo continúa fuertemente implantado en el individuo, pero disminuye al crecer si no se practica de forma regular.
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