domingo, 19 de agosto de 2012
El cepillo eléctrico
Si alguna vez hubo un hombre que contribuyó a la reputación de los charlatanes del siglo XIX, fue el doctor Scott. No había enfermedad conocida por el ser humano que no pudiesen curar, según afirmaba, sus cepillos eléctricos. Reumas, malaria, estreñimiento… todos desaparecerían con unas cuantas cepilladas sobre el cuero cabelludo.
Sus cepillos ni siquiera eran eléctricos. Sólo tenían cilindros de hierro magnetizado entre las cerdas. Pero el buen doctor nunca permitió que una pequeñez como esa se interpusiese en su camino. “No es necesario que haya un solo enfermo en Estados Unidos… si nuestros cepillos forman parte del guardarropa de toda dama y caballero”, se leía en uno de sus anuncios. Sostenía incluso que sus cepillos perdían sus poderes curativos si los usaba más de una persona. Obviamente vendería más si todos los miembros de la familia compraban uno propio. Durante una docena de años, la gente le creyó
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