jueves, 10 de julio de 2014
La Isla de las Serpientes
Situada en el océano Atlántico frente a la costa de Brasil, la Ilha da Queimada Grande está poblada por una rara y altamente venenosa especie de serpiente: la yarará. Sin ser muy original, a esta pequeña porción de tierra se la conoce como la Isla de las Serpientes –un infierno para los que tienen fobia a estos reptiles-. Tan solo se atreve a poner un pie en ella algún científico valiente o un aventurero loco.
La Isla de las Serpientes está poblada por una enorme colonia de yararás doradas (bothrops insularis), que se encuentran entre las serpientes más venenosas del planeta. La yarará dorada solo se halla en esta isla en particular, de modo que es comprensible que sea más bien agresiva a la hora de proteger su territorio. Su veneno es cinco veces más potente que el de su prima la terciopelo o barba amarilla, responsable ella sola de más muertes en Sudamérica que cualquier otra especie de víbora.
La isla tiene una extensión de unas 45 hectáreas, y el simple hecho de llegar hasta ella conlleva una determinación considerable, ya que hay que cruzar 30 km de mar embravecido desde la costa del estado de Sao Paulo y son pocos los capitanes de la zona que quieren hacer ese trayecto. En la isla no hay ninguna playa y solo se puede acceder a ella a través de rocas cubiertas de percebes que te destrozan las manos al escalar. Todo esto es pura teoría, ya que la Armada brasileña prohíbe a los civiles visitar la isla. Solo a veces a algunos científicos acreditados se les permite pisarla.
Hay unas cinco mil serpientes arrastrándose por la isla y los cálculos más conservadores apuntan a que hay una serpiente por metro cuadrado. Se han apoderado incluso del faro abandonado de la isla, con lo que ser farero en este sitio tiene que estar sin duda entre los trabajos peores pagados del mundo. Cuenta la leyenda que el farero vivió aquí con su familia hasta que las serpientes entraron en su casa. Mientras intentaban huir fueron mordidos uno por uno por los ofidios que colgaban de las ramas de los árboles. Sea un mito o no, lo mejor es dejarlas tranquilas en su casa, en el paraíso secreto de las serpientes.
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