domingo, 20 de julio de 2014
¿Duermen los peces?
Se puede definir el sueño como un estado fisiológico normal, natural y periódico que se caracteriza por la suspensión de la vigilancia y la disminución de ciertas funciones como la actividad muscular, la circulación sanguínea y la respiración. En esa situación de reposo del cuerpo y del espíritu, los ojos están normalmente cerrados y no hay pensamiento consciente ni movimiento voluntario. Esta descripción, sin embargo, que corresponde perfectamente a la actitud de una persona dormida, no nos ayuda nada a saber si a los peces les afecta.
En su medio natural, el pez está a priori muy bien situado… para hacer pompas. Sólo que, aparte de algunos individuos entre las 375 especies de tiburones o las 465 especies de rayas, los peces no tienen párpados. Aunque algunas variedades poseen una membrana que protege los ojos contra posibles elementos irritantes, no hay ni una sola variedad de peces con párpados opacos que eviten toda visión.
En tales condiciones, es imposible cerrar el ojo para echar un sueñecito. Y si son peces de alta mar, nunca dejan de nadar. Así que, con respecto al postulado de partida, ¿la carencia de párpados y la constante actividad muscular significan realmente que los peces no pueden dormir? Por supuesto que no, aunque los peces tienen su manera especial de adormilarse cuando les llega el sueño.
Por ejemplo, el pez de roca se queda simplemente quieto cuando dormita y parece que flota. De hecho, no duerme profundamente y está atento a cualquier peligro. Los buceadores descubren a veces peces que están tranquilamente apoyados en una roca. Otros parecen descansar sobre la cola, con sus grandes ojos muy abiertos. Cuando están en este estado semicomatoso, es fácil acercárseles hasta el punto de que muchos buceadores hábiles llegan a pescarlos con la mano. Pero cualquier ligero temblor les hace escapar inmediatamente, demostrando así que no son totalmente inconscientes del peligro.
En alta mar hay muchas especies que no dejan de nadar. No obstante, en algunos momentos parecen reducir su actividad para contentarse con una especie de duermevela. Un poco como las personas sentadas sin gran convencimiento ante la televisión, con el ojo semicerrado y las neuronas relajadas. Sin embargo, si entra alguien en el salón, el televidente sabe conectarse enseguida a la realidad del entorno, aunque le sea imposible decir lo que estaba pasando en la pantalla. En resumen: puesta en tal situación, dejando flotar el espíritu entre dos aguas, un poco adormilada y con el párpado medio cerrado, la persona en cuestión no estaría muy lejos de dormir como un pez.
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