El pintor mexicano Diego Rivera trabajaba en un mural cuando una joven pintora con talento fue a verlo para enseñarle algunos de sus trabajos. Frieda Kahlo, de veintiún años (que más tarde cambió su nombre por el de Frida) era de ascendencia multicultural, con un padre alemán y una madre mexicana. Quería saber qué pensaba Rivera de su obra. Amigo de Pablo Picasso, Rivera había vivido en París y luego había vuelto a México para convertirse en uno de los artistas más importantes del movimiento del realismo social. Le dijo a Kahlo que encontraba su trabajo expresivo, sensual y de un estilo decididamente propio. Rivera dijo, posteriormente, que supo de inmediato que aquella mujer tenía un talento excepcional. Le aconsejó que siguiera pintando y la visitó con frecuencia. Se enamoraron. En 1929, Kahlo se casó con Rivera, que era veintiún años mayor que ella.
“La delicada paloma y el sapo gordo” eran ahora pareja, aunque su vida en común era tempestuosa. Las primeras tensiones de su matrimonio se hicieron visibles durante una estancia de tres años en Estados Unidos. Rivera estaba fascinado por el país y su gente, pero Kahlo se cansó pronto de los estadounidenses. Después de volver a México, Rivera tuvo varias aventuras extramatrimoniales. En 1935, se enamoró de la hermana de Kahlo, Cristina, que había sido su modelo para dos murales. Profundamente herida, Kahlo dejó al pintor y se vengó de él teniendo aventuras tanto con hombres como con mujeres. En 1939, se divorciaron. No obstante, seguían sintiendo una atracción mutua y se volvieron a casar un año más tarde en San Francisco.
La manera en que Kahlo recordaba su primera boda queda recogida en este cuadro, “Frieda y Diego Rivera”. Todos sus cuadros reflejan los sucesos de su tormentosa vida, que no solo se vio ensombrecida por su infeliz matrimonio. Kahlo sufrió de mala salud toda su vida. En 1913, la polio la dejó inválida del pie derecho que, más tarde, tuvieron que amputarle. En 1925, el destino le asestó un nuevo golpe: iba en un autobús que chocó contra un tranvía; Kahlo sufrió heridas graves en la parte inferior del abdomen y la espina dorsal, que la obligaron a llevar un corsé ortopédico. Estas enfermedades y desdichas pesaron mucho en ella y convirtió su propio dolor físico y psicológico en el tema de muchas de sus obras. Su estilo estaba influido por el arte popular mexicano, en especial por los cuadros votivos. Mientras era profesora en la Escuela de Arte Esmeralda, con sus alumnos hablaba más de los sentimientos personales que de arte. Cuando su salud empezó a empeorar rápidamente, quiso suicidarse: “Sólo Diego me impide hacerlo”. Kahlo murió una semana después de cumplir los 47 años y la última anotación de su diario dice: “Espero el final gozosamente. Y espero no volver nunca”.
jueves, 6 de enero de 2011
1931- Frieda y Diego Rivera
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