Cada dos años, la gente de todo el mundo observa con entusiasmo la entrada del portador de la antorcha en el estadio olímpico y el encendido de la llama: el comienzo simbólico de los nuevos Juegos. Pero esa ceremonia de apertura no es sino el final de un largo viaje. Para cuando la antorcha olímpica llega al estadio, ha viajado miles de kilómetros, cruzado océanos, desiertos y montañas. Ha sido transportada por aviones, trenes, bicicletas, barcos e incluso trineos de perros, pasando por las manos de miles de personas de todo el planeta.
El fuego ha tenido siempre un gran poder de fascinación para los humanos. Cocina nuestra comida, nos mantiene calientes e ilumina la oscuridad. Los antiguos griegos reverenciaban el poder del fuego. En la mitología griega, Prometeo robó el secreto del fuego a Zeus y se lo dio a los humanos. Para conmemorar ese acontecimiento capital, los griegos celebraban carreras de relevos en las que los atletas se iban pasando una antorcha hasta la línea de meta.
Los griegos celebraron sus primeros juegos olímpicos en 776 a.C. Tenían lugar cada cuatro años en honor a Zeus y marcaban un periodo de tregua para las diferentes ciudades-Estado, a menudo enzarzadas en guerras intestinas. Al comienzo de los juegos, unos corredores llamados "heraldos de la paz" viajaban por toda Grecia anunciando el comienzo de la "tregua sagrada", cuya duración sería de la de los juegos. Así la gente podía viajar segura hasta Olimpia.
La presencia de una llama perpetuamente encendida era algo muy común en Grecia, a menudo en altares erigidos a los dioses. En Olimpia había un altar dedicado a Hera, diosa de los nacimientos y el matrimonio. Al comienzo de los Juegos, los griegos encendían un caldero llameante sobre el altar, usando un disco llamado skaphia que, a la manera de un espejo parabólico moderno, concentraba los rayos del sol en un punto. La llama ardía mientras duraban las competiciones como símbolo de pureza, razón y paz.
Mil años después los griegos dejaron de celebrar los Juegos Olímpicos y, con ellos cesaron las carreras de relevos y el encendido de la llama. No sería hasta 1896, en Atenas cuando se resucitó la antigua tradición en una nueva encarnación. Pero la antorcha tardó algo más en ser recuperada. La llama del caldero se volvió a encender en los Juegos de Amsterdam de 1928, aunque no hubo corredores que se fuera relevando la antorcha hasta los Juegos de 1936 en Berlín. Carl Diem, un profesor de Historia alemán y Secretario General del comité organizador, introdujo la carrera de relevos como una manera de conectar los juegos modernos con sus raíces históricas. La antorcha fue encendida en Olimpia, tal y como se había hecho siglos antes. Después, fue llevada a Berlín para el comienzo de los Juegos.
Los Juegos Olímpicos de Invierno hubieron de esperar algo más para tener su antorcha, concretamente 1952, y no fue encendida en Olimpia, sino en Noruega por ser este país el origen del ski. Desde 1964 (Innsbruck, Austria), todos los Juegos Olímpicos, ya sean de verano o de invierno, han comenzado con el encendido de la llama olímpica en Grecia, seguido por el transporte de la misma mediante relevos al estadio del país en el que se celebren aquéllos.
La antorcha comienza su viaje mucho antes de que den comienzo los juegos. En primer lugar, un diseñador o grupo de ellos envían sus propuestas al Comité Olímpico con la esperanza de tener la oportunidad de crear y fabricar la antorcha. El equipo ganador debe dar con un diseño estéticamente agradable al tiempo que funcional, asegurándose de que la llama no sólo arda constantemente sino que soporte condiciones ambientales adversas. La primera antorcha (Berlín, 1936) era una delgada vara metálica coronada por una pieza circular de la que salía la llama, pero el diseño actual tiene su creador en John Hench, un artista de Disney, para los juegos de invierno de 1960 (Squaw Valley, California). Su idea se convirtió en la base de todas las antorchas siguientes, aunque los diferentes diseñadores han intentado ir creando formas que representaran al país anfitrión.
Puede costar uno o dos años diseñar y construir una antorcha. A continuación tiene que superar rigurosas pruebas que aseguren su resistencia ante las más diversas condiciones meteorológicas... y después ser replicada y replicada porque no es una sola antorcha la que realiza el viaje de Grecia hasta el Estadio Olímpico designado; son miles. De 10.000 a 15.000 antorchas se construyen para cada uno de los corredores que se van relevando en el largo recorrido. Al final de su carrera, cada portador puede comprar la antorcha que ha llevado.
Aunque el diseño y construcción de cada antorcha cambia cada año, sus elementos básicos son siempre los mismos: combustible para alimentar la llama, un sistema de canalización de ese combustible que haga que la llama salga por la parte superior y un diseño aerodinámico que sea ligero (entre 1.4 y 1.8 kg) y seguro para el portador.
La antorcha debe permanecer encendida todo el recorrido por mucho que nieve, granice, llueva o sople el viento, llevando además suficiente combustible como para durar toda la carrera del corredor correspondiente y ser visible a plena luz del día. En cuanto al combustible, se ha utilizado de todo, desde pólvora hasta aceite de oliva. Algunas antorchas utilizan una mezcla de hexamina (formaldehído y amoníaco) y naftalina (sustancia basada en hidrógeno y carbono y utilizada en las bolas antipolilla). No siempre estos sistemas han dado buen resultado. En los Juegos Olímpicos de 1956, la última antorcha del relevo funcionaba con magnesio y aluminio y grandes trozos ardiendo de éste se desprendieron, hiriendo los brazos del corredor.
Los primeros combustibles líquidos se utilizaron en los Juegos de Munich de 1972, y desde entonces ha sido el método empleado, almacenándolos en forma líquida bajo presión y quemándolos como gas a medida que se liberan. En los últimos Juegos, desde 1996 hasta el presente, se han venido utilizando distintas mezclas de gases (propileno, propano, butano... en diferentes proporciones). Para el viaje submarino de la antorcha en 2000 a través de la Gran Barrera de Coral se introdujo una bengala que mantenía la llama ardiendo bajo el agua. Los diseños futuros de la antorcha continuarán evolucionando a medida que la tecnología mejore y se creen nuevos combustibles más seguros y fiables.
La antorcha olímpica se enciende varios meses antes del comienzo de los Juegos, empezando su viaje en el lugar donde se celebraron las competiciones originales, Olimpia, Grecia. El acto, tal y como ocurría entonces, se realiza en el Templo de Hera. Una actriz vestida con la túnica propia de una antigua sacerdotisa, enciende la llama utilizando la misma técnica que los griegos: el espejo parabólico que concentra los rayos del sol. Si el cielo estuviera cubierto, la "sacerdotisa" encendería el fuego olímpico con una llama encendida anteriormente un día soleado anterior a la ceremonia.
La llama se lleva en un caldero a un altar en el antiguo Estadio Olímpico, donde se utiliza para encender la antorcha del primer corredor. Para los Juegos de Invierno, la carrera comienza en el monumento a Pierre de Coubertin, el hombre que fundó los modernos Juegos en 1896, situado cerca del Estadio.
Desde esos lugares, el viaje a la ciudad anfitriona es diferente cada año. Es el Comité Olímpico el que determina el recorrido así como el lema, los medios de transporte y las paradas que efectuará la antorcha. Ésta, generalmente, se lleva de país en país por avión; una vez en una ciudad determinada, está un día pasando de corredor a corredor. También puede ir de sitio a sitio en automóvil, barco, bicicleta, motocicleta, trineo de perros, caballo o cualquier otro medio de transporte.
En determinados puntos del recorrido, la antorcha ha de ser metida en un contenedor especial (por ejemplo, en los aviones, en cuyo interior no se permiten llamas de ningún tipo). Por las noches se guarda en un caldero especial hasta que al día siguiente se reanuda la carrera de relevos. Cada corredor finaliza su tramo -bastante corto, por otra parte- y enciende la antorcha del siguiente corredor.
Se considera un gran privilegio ser elegido como portador de la antorcha. Atletas, actores, personalidades deportivas y políticos han llevado la llama olímpica. En 1996, por ejemplo, la leyenda del boxeo Muhammad Alí (Cassius Clay) encendió el pebetero del Estado Olímpico de Atlanta. Pero la mayor parte del recorrido la llevan a cabo ciudadanos anónimos de todo el mundo. Cualquiera puede hacerlo siempre y cuando tenga un mínimo de 14 años y sea capaz de llevar la antorcha al menos 400 metros. Los elegidos son seleccionados por los patrocinadores y organizadores olímpicos en base a las contribuciones que hayan hecho a sus respectivas comunidades y en la medida en que representen el lema de los Juegos correspondientes. Los patrocinadores, como Coca-Cola, también eligen a trabajadores de sus empresas.
Cada corredor va acompañado de una caravana con agentes de seguridad, un equipo médico y periodistas así como antorchas extra por si la que lleva se apagara. Al final del largo viaje, el último corredor entra en el Estadio Olímpico de la ciudad anfitriona. Su identidad se suele mantener en secreto hasta el último momento, pero suele ser un atleta olímpico, una personalidad del mundo deportivo o un miembro destacado de la comunidad. Corre alrededor de la pista del Estadio y enciende el pebetero, señalando el comienzo de los Juegos Olímpicos. La llama permanecerá encendida hasta la ceremonia que marca el cierre de los mismos.
El fuego ha tenido siempre un gran poder de fascinación para los humanos. Cocina nuestra comida, nos mantiene calientes e ilumina la oscuridad. Los antiguos griegos reverenciaban el poder del fuego. En la mitología griega, Prometeo robó el secreto del fuego a Zeus y se lo dio a los humanos. Para conmemorar ese acontecimiento capital, los griegos celebraban carreras de relevos en las que los atletas se iban pasando una antorcha hasta la línea de meta.
Los griegos celebraron sus primeros juegos olímpicos en 776 a.C. Tenían lugar cada cuatro años en honor a Zeus y marcaban un periodo de tregua para las diferentes ciudades-Estado, a menudo enzarzadas en guerras intestinas. Al comienzo de los juegos, unos corredores llamados "heraldos de la paz" viajaban por toda Grecia anunciando el comienzo de la "tregua sagrada", cuya duración sería de la de los juegos. Así la gente podía viajar segura hasta Olimpia.
La presencia de una llama perpetuamente encendida era algo muy común en Grecia, a menudo en altares erigidos a los dioses. En Olimpia había un altar dedicado a Hera, diosa de los nacimientos y el matrimonio. Al comienzo de los Juegos, los griegos encendían un caldero llameante sobre el altar, usando un disco llamado skaphia que, a la manera de un espejo parabólico moderno, concentraba los rayos del sol en un punto. La llama ardía mientras duraban las competiciones como símbolo de pureza, razón y paz.
Mil años después los griegos dejaron de celebrar los Juegos Olímpicos y, con ellos cesaron las carreras de relevos y el encendido de la llama. No sería hasta 1896, en Atenas cuando se resucitó la antigua tradición en una nueva encarnación. Pero la antorcha tardó algo más en ser recuperada. La llama del caldero se volvió a encender en los Juegos de Amsterdam de 1928, aunque no hubo corredores que se fuera relevando la antorcha hasta los Juegos de 1936 en Berlín. Carl Diem, un profesor de Historia alemán y Secretario General del comité organizador, introdujo la carrera de relevos como una manera de conectar los juegos modernos con sus raíces históricas. La antorcha fue encendida en Olimpia, tal y como se había hecho siglos antes. Después, fue llevada a Berlín para el comienzo de los Juegos.
Los Juegos Olímpicos de Invierno hubieron de esperar algo más para tener su antorcha, concretamente 1952, y no fue encendida en Olimpia, sino en Noruega por ser este país el origen del ski. Desde 1964 (Innsbruck, Austria), todos los Juegos Olímpicos, ya sean de verano o de invierno, han comenzado con el encendido de la llama olímpica en Grecia, seguido por el transporte de la misma mediante relevos al estadio del país en el que se celebren aquéllos.
La antorcha comienza su viaje mucho antes de que den comienzo los juegos. En primer lugar, un diseñador o grupo de ellos envían sus propuestas al Comité Olímpico con la esperanza de tener la oportunidad de crear y fabricar la antorcha. El equipo ganador debe dar con un diseño estéticamente agradable al tiempo que funcional, asegurándose de que la llama no sólo arda constantemente sino que soporte condiciones ambientales adversas. La primera antorcha (Berlín, 1936) era una delgada vara metálica coronada por una pieza circular de la que salía la llama, pero el diseño actual tiene su creador en John Hench, un artista de Disney, para los juegos de invierno de 1960 (Squaw Valley, California). Su idea se convirtió en la base de todas las antorchas siguientes, aunque los diferentes diseñadores han intentado ir creando formas que representaran al país anfitrión.
Puede costar uno o dos años diseñar y construir una antorcha. A continuación tiene que superar rigurosas pruebas que aseguren su resistencia ante las más diversas condiciones meteorológicas... y después ser replicada y replicada porque no es una sola antorcha la que realiza el viaje de Grecia hasta el Estadio Olímpico designado; son miles. De 10.000 a 15.000 antorchas se construyen para cada uno de los corredores que se van relevando en el largo recorrido. Al final de su carrera, cada portador puede comprar la antorcha que ha llevado.
Aunque el diseño y construcción de cada antorcha cambia cada año, sus elementos básicos son siempre los mismos: combustible para alimentar la llama, un sistema de canalización de ese combustible que haga que la llama salga por la parte superior y un diseño aerodinámico que sea ligero (entre 1.4 y 1.8 kg) y seguro para el portador.
La antorcha debe permanecer encendida todo el recorrido por mucho que nieve, granice, llueva o sople el viento, llevando además suficiente combustible como para durar toda la carrera del corredor correspondiente y ser visible a plena luz del día. En cuanto al combustible, se ha utilizado de todo, desde pólvora hasta aceite de oliva. Algunas antorchas utilizan una mezcla de hexamina (formaldehído y amoníaco) y naftalina (sustancia basada en hidrógeno y carbono y utilizada en las bolas antipolilla). No siempre estos sistemas han dado buen resultado. En los Juegos Olímpicos de 1956, la última antorcha del relevo funcionaba con magnesio y aluminio y grandes trozos ardiendo de éste se desprendieron, hiriendo los brazos del corredor.
Los primeros combustibles líquidos se utilizaron en los Juegos de Munich de 1972, y desde entonces ha sido el método empleado, almacenándolos en forma líquida bajo presión y quemándolos como gas a medida que se liberan. En los últimos Juegos, desde 1996 hasta el presente, se han venido utilizando distintas mezclas de gases (propileno, propano, butano... en diferentes proporciones). Para el viaje submarino de la antorcha en 2000 a través de la Gran Barrera de Coral se introdujo una bengala que mantenía la llama ardiendo bajo el agua. Los diseños futuros de la antorcha continuarán evolucionando a medida que la tecnología mejore y se creen nuevos combustibles más seguros y fiables.
La antorcha olímpica se enciende varios meses antes del comienzo de los Juegos, empezando su viaje en el lugar donde se celebraron las competiciones originales, Olimpia, Grecia. El acto, tal y como ocurría entonces, se realiza en el Templo de Hera. Una actriz vestida con la túnica propia de una antigua sacerdotisa, enciende la llama utilizando la misma técnica que los griegos: el espejo parabólico que concentra los rayos del sol. Si el cielo estuviera cubierto, la "sacerdotisa" encendería el fuego olímpico con una llama encendida anteriormente un día soleado anterior a la ceremonia.
La llama se lleva en un caldero a un altar en el antiguo Estadio Olímpico, donde se utiliza para encender la antorcha del primer corredor. Para los Juegos de Invierno, la carrera comienza en el monumento a Pierre de Coubertin, el hombre que fundó los modernos Juegos en 1896, situado cerca del Estadio.
Desde esos lugares, el viaje a la ciudad anfitriona es diferente cada año. Es el Comité Olímpico el que determina el recorrido así como el lema, los medios de transporte y las paradas que efectuará la antorcha. Ésta, generalmente, se lleva de país en país por avión; una vez en una ciudad determinada, está un día pasando de corredor a corredor. También puede ir de sitio a sitio en automóvil, barco, bicicleta, motocicleta, trineo de perros, caballo o cualquier otro medio de transporte.
En determinados puntos del recorrido, la antorcha ha de ser metida en un contenedor especial (por ejemplo, en los aviones, en cuyo interior no se permiten llamas de ningún tipo). Por las noches se guarda en un caldero especial hasta que al día siguiente se reanuda la carrera de relevos. Cada corredor finaliza su tramo -bastante corto, por otra parte- y enciende la antorcha del siguiente corredor.
Se considera un gran privilegio ser elegido como portador de la antorcha. Atletas, actores, personalidades deportivas y políticos han llevado la llama olímpica. En 1996, por ejemplo, la leyenda del boxeo Muhammad Alí (Cassius Clay) encendió el pebetero del Estado Olímpico de Atlanta. Pero la mayor parte del recorrido la llevan a cabo ciudadanos anónimos de todo el mundo. Cualquiera puede hacerlo siempre y cuando tenga un mínimo de 14 años y sea capaz de llevar la antorcha al menos 400 metros. Los elegidos son seleccionados por los patrocinadores y organizadores olímpicos en base a las contribuciones que hayan hecho a sus respectivas comunidades y en la medida en que representen el lema de los Juegos correspondientes. Los patrocinadores, como Coca-Cola, también eligen a trabajadores de sus empresas.
Cada corredor va acompañado de una caravana con agentes de seguridad, un equipo médico y periodistas así como antorchas extra por si la que lleva se apagara. Al final del largo viaje, el último corredor entra en el Estadio Olímpico de la ciudad anfitriona. Su identidad se suele mantener en secreto hasta el último momento, pero suele ser un atleta olímpico, una personalidad del mundo deportivo o un miembro destacado de la comunidad. Corre alrededor de la pista del Estadio y enciende el pebetero, señalando el comienzo de los Juegos Olímpicos. La llama permanecerá encendida hasta la ceremonia que marca el cierre de los mismos.
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