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domingo, 2 de febrero de 2014

¿A qué velocidad sale la saliva cuando estornudamos?


El mismo acto de estornudar supone una sucesión de reacciones en cadena que terminan con un sonoro “¡Aaaatchíssss!”… y con el lanzamiento de gotitas de saliva más o menos perceptibles que salen a una velocidad excepcional de la cavidad bucal, impulsadas exclusivamente por la presión producida de repente. El movimiento de atrás adelante que acompaña a veces al estornudo, con la boca bien abierta, no añade absolutamente nada a la velocidad de las partículas de saliva.

La acción de estornudar moviliza un gran número de sensores en cascada, cada uno de los cuales desencadena un proceso irreversible. Al principio, un ligero reflejo defensivo provoca un impresionante zafarrancho de combate. En cuanto se agita en la mucosa de las fosas nasales un cuerpo extraño (mota de polvo, grano de polen, bacteria…), las terminaciones nerviosas dan la alarma e informan al cerebro, que ordena una profunda inspiración (de dos a tres litros de aire) y a continuación la contracción de los músculos abdominales. Para terminar, ¡expulsión general!

El objetivo fundamental de este reflejo defensivo es expulsar al máximo número de intrusos potencialmente dañinos para el organismo. Y la expulsión de todo ese material se hace una velocidad ligeramente superior a 200 km/h, sea cual sea el tipo de estornudo: un sonoro y escandaloso atchis, un áspero y ceñudo atcha con el mentón pegado al esternón o un cursi atch reprimido. Porque en todos los casos, la presión del aire expectorado es prácticamente idéntica.

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