lunes, 2 de diciembre de 2013
Breve Historia de la Pesca – La explotación racional de los tesoros acuáticos.
Desde la primitiva recolección de conchas hasta los viveros y las modernas piscifactorías, la pesca ha ido desarrollando sus técnicas y medios a lo largo de la historia hasta llegar a convertirse en lo que es hoy: una gran industria que, además de formar una parte importante de la alimentación del hombre, afecta a campos tan diversos como el biológico, el político, el económico y el social.
Ya en la Prehistoria, el hombre se dedicaba a la recolección de conchas y otros productos del mar, aunque únicamente para su autoconsumo. Serían los fenicios quienes iniciaran la comercialización de los frutos de la actividad pesquera, con un importante desarrollo fomentado por la introducción de nuevas técnicas, como la utilización de las almadrabas –laberintos de redes verticales que conducen al pez a un recinto donde se realiza la captura-, especialmente en la pesca del atún. En busca de los mejores bancos de ésta y de otras especies, los fenicios crearon una serie de asentamientos a modo de pequeñas factorías dedicadas la salazón del pescado y al a fabricación de conservas, donde arraigaron pueblos pescadores, y desarrollando la actividad pesquera en distintos puntos de la costa mediterránea.
La colonización romana provocó un aumento de la demanda y del consumo de pescado, que dio un nuevo empuje a la actividad pesquera, siendo las costas hispanas las principales abastecedoras de este mercado. Del mismo modo, cuando el imperio romano cayó, con él lo hizo el comercio pesquero; una tónica que, salvo momentos puntuales de revitalización, continuó igual hasta la Baja Edad Media, en la que la progresiva cristianización de la Península Ibérica, el desarrollo de los centros urbanos, las peregrinaciones y el crecimiento del comercio propiciaron nuevamente un aumento de la demanda de pescado.
Entre los siglos XVI y XVIII, se mantuvieron prácticamente las mismas artes y técnicas que en la época anterior, pero con un mayor control de la pesca por parte de los gremios de “mareantes”. Las técnicas utilizadas eran el sedal y/o el enmalle –redes verticales que atrapan a los peces al pasar por ellas-manejadas desde veleros. Las almadrabas alcanzaron su apogeo en el siglo XVI, iniciando entonces su decadencia para desaparecer a finales del siglo XVIII, sustituidas por nuevos aparejos, como las redes barredoras auxiliares mediante la técnica del arrastre, algo que facilitó la multiplicación de la producción conseguida a bajo precio. Esto, a su vez, impulsó la progresiva creación e introducción de técnicas conserveras, sobre todo la industria de salazón y de prensado.
Ambos hechos, la modernización de las técnicas pesqueras y la puesta en marcha de la industria conservera, requerían fuertes inversiones para construir nuevas embarcaciones pesqueras y poder disponer de fábricas adecuadas para la industria. Como consecuencia, se produjo una ruptura con el modo de producción gremial y se impuso un modo de producción capitalista que superaba las reglamentaciones y las costumbres de los gremios de marinería.
Esto suscitó una fuerte polémica con los pescadores tradicionales, inscritos en los gremios, y también los ilustrados del momento discutieron los modernos sistemas de pesca, especialmente con dos argumentos principales: por una parte, las razones de tipo económico-social, y por otra, las razones ecológicas o conservacionistas. En el primer caso, se aducía que las nuevas técnicas fomentaban el paro al reducir la mano de obra necesaria y, en el segundo, se denunciaba la degradación de los recursos marinos por el exceso de pesca. Pero, a pesar de las protestas, lo cierto es que las nuevas técnicas se impusieron sobre las viejas artes, aunque aún en los primeros años del siglo XIX continuaban publicándose algunas tesis inscritas en la línea de los ilustrados.
A finales del siglo XIX, las estadísticas revelan que se produjo un claro predominio de las áreas pesqueras atlánticas sobre las mediterráneas, afectadas estas últimas por el progresivo deterioro de los caladeros que tradicionalmente eran faenados.
La entrada en el siglo XX supuso un avance definitivo para la pesca, con las mejoras introducidas a raíz de los efectos de la Revolución Industrial. En las primeras décadas del siglo, tuvieron lugar una motorización y un aumento de tonelaje de las embarcaciones, así como la introducción de técnicas –como el trawler, consistente en el arrastre de una red por el fondo-. También apareció una nueva concepción de la industria pesquera: la pesca especulativa, muy diversificada ante el creciente consumo de productos pesqueros, Ambas circunstancias, modernización técnica y nuevos planteamientos, dieron las bases para la actual configuración de la pesca atlántica de altura y de gran altura.
En los años cuarenta, empezó a notarse el agotamiento de los bancos de pesca por su excesiva explotación, a la vez que se abandonó finalmente una serie de técnicas ancestrales que se habían ido manteniendo hasta la primera mitad del siglo XX. Por otro lado, la aparición de los barcos congeladores abrió nuevas posibilidades: se lograron una mayor independencia y autonomía, pudiendo aumentar el radio de acción de las flotas pesqueras para llegar incluso a los mares australes.
Pero, en la década de los setenta, la crisis energética mundial de 1973 supuso un aumento en los gastos de combustible y, por tanto, un alza en los costes de producción, circunstancia que favoreció aun más el aumento y la concentración de la actividad pesquera en las áreas con infraestructuras y servicios más desarrollados. Pero, además de las circunstancias internas de la industria pesquera, su desarrollo y su planificación se vieron influidas por otros factores, como las políticas reglamentarias nacionales e internacionales.
Hasta la década de 1970, se aplicaba la teoría clásica marginalista, según la cual los recursos vivos del mar eran considerados bienes libre, quedando así establecida una libertad de pesca sustentada por la idea de la inagotabilidad de los recursos pesqueros. Una idea errónea, fuente de discusiones entre países con caladeros ricos cercanos a sus costes y países ricos con flotas muy desarrolladas.
Se hacía necesario llegar a un acuerdo, y así, a finales del siglo XIX, se aceptó como regla general la aceptación del límite de las tres millas desde el litoral en que se reconocía la soberanía de los estados marítimos. La polémica se reinició sucesivamente por el afán de los distintos Estados ricos en reservas piscícolas por extender aun más la soberanía de sus aguas, planteándose sin éxito el tema en varias conferencias internacionales, hasta que, por fin, el 30 de abril de 1982 quedó aprobaba la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que consagraba el nuevo orden jurídico y económico de los mares y de los océanos –aunque hacía ya tiempo que la mayoría de los países había ampliado efectivamente a 200 millas de sus zonas de jurisdicción pesquera soberana.
Dados los límites impuestos a la explotación de los caladeros para prevenir el agotamiento de sus recursos, se ha hecho necesaria la búsqueda de alternativas que puedan dar solución al actual y futuro déficit de productos pesqueros frente a la creciente demanda. Así, se han intentado desarrollar los cultivos marinos y una acuicultura con base más tecnificada y científica.
Ésta puede darse tanto en agua dulce como en aguas marinas. En el primer caso, las piscifactorías que desarrollan esta actividad pueden pertenecer a empresas industriales privadas o a organismos estatales. En el sector privado, la producción está principalmente orientada hacia el consumo humano, mientras que, en el estatal, su actividad está orientada hacia la producción de huevos y/o de animales para la repoblación de las aguas continentales. La acuicultura de aguas marinas se concentra básicamente en la producción en parques y viveros de moluscos –como el mejillón, la ostra, la almeja babosa y la almeja fina-. No hay que olvidar que la actividad acuícola también incide directamente en otras empresas complementarias, como las dedicadas a la fabricación de piensos compuestos.
Hoy en día, la pesca forma una parte importante de la actividad económica mundial, por lo que las reglamentaciones continúan y continuarán, especificándose a medida que siga desarrollándose está actividad tan antigua como el hombre mismo.
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