domingo, 7 de octubre de 2012
1968-La captura del USS Pueblo
En 1968, las relaciones de Estados Unidos con Corea del Norte atravesaban un momento difícil –de hecho no se llegó a firmar un armisticio tras las hostilidades del período 1950-53. Entonces, el buque de reconocimiento USS Pueblo fue capturado frente a las costas de Corea del Norte, poniendo en una situación altamente precaria las vidas de sus tripulantes.
La noche del 22 de enero de 1968, en las gélidas aguas del mar de Japón, a unos 40 km de Corea del Norte, el barco de espionaje USS Pueblo, estaba controlando las emisiones de radio procedentes de Corea del Norte. A bordo se encontraban seis oficiales, 75 marineros y dos civiles trazando mapas del océano.
El USS Pueblo, que era un buque de carga reconvertido de 906 toneladas de peso, había salido de la base naval norteamericana de Sasebo, en Japón, el 5 de enero. Esta era su primera misión. En Japón, su capitán, el comandante Lloyd M.Bucher, había recibido instrucciones estrictas del almirante Frank Johnson, comandante de las fuerzas navales norteamericanas en Japón, de no infringir el límite de veinte kilómetros de las aguas territoriales norcoreanas.
Estados Unidos había librado una guerra sangrienta con Corea del Norte y China entre 1950 y 1953. En ese momento, las fuerzas norteamericanas estaban concentradas en Vietnam. Corea del Norte siguió siendo un país enigmático y hostil, que continuó suponiendo una amenaza que requería una fuerte presencia en Corea del Sur. Oficialmente, la guerra de Corea nunca había terminado y los negociadores de americanos y norcoreanos seguían reuniéndose en la frontera de Panmunjong.
El espionaje electrónico por parte del USS Pueblo le permitía a Estados Unidos y a Corea del Sur ser advertidos de un ataque sorpresa de Corea del Norte. Además, la armada norteamericana quería obtener información sobre los buques soviéticos que operaban en la zona.
Hacia las diez de la mañana del día 22 de enero, un buque patrulla norcoreano, surgió de la oscuridad y pidió al Pueblo que se identificara. Bucher contestó que era un buque de la marina norteamericana. El buque coreano le ordenó que se pusiera al pairo y amenazó con abrir fuego. El Pueblo contestó que se encontraba en aguas internacionales.
Después de una hora, durante la cual el buque patrulla siguió rodeando al norteamericano, otros tres buques norcoreanos aparecieron y dos cazas Mig se aproximaron a la zona. Los buques patrulla estaban ambos armados con cañones de 23 mm y podían alcanzar velocidades de hasta cuarenta nudos (74 km/h). El USS Pueblo sólo tenía dos ametralladoras y alcanzaba doce nudos (22 km).
De repente, un cañonazo alcanzó el USS Pueblo, hiriendo a cuatro hombres, uno de ellos de muerte. A las 11.45 pm, los norcoreanos abordaron el barco y el comandante Bucher se rindió ya que “no quería provocar una carnicería”.
Abajo, la tripulación trataba desesperadamente de destruir el valioso material electrónico. Cuando le preguntaron si los equipos y el material de inteligencia habían sido destruidos antes de la rendición, el comandante Bucher admitió que “en realidad no pudimos completarla”.
Los norcoreanos enviaron a uno de sus pilotos a bordo del Pueblo y obligaron al barco a seguir a los buques patrulla hasta el puerto de Wonsan. Se acababa de convertir en el primer buque de guerra norteamericano capturado en alta mar desde la guerra de 1812 contra Gran Bretaña.
En la comisión de armisticio en Panmunjong, el mayor Pak Chung Kook, que dirigía la delegación norcoreana, describió el USS Pueblo como un “buque espía armado de la agresiva marina imperialista americana, equipado con todo el material necesario para llevar a cabo tareas de espionaje”. Según él, la tripulación era “un grupo de piratas que se había metido en nuestras aguas territoriales”.
En estas condiciones, la vida para la tripulación del USS Pueblo, capturado en Corea del Norte, se complicó desde el principio. La deficiente alimentación de la prisión y los asaltos fortuitos de sus carceleros, dejaron a los hombres flacos y heridos. En una ocasión, los norcoreanos alinearon a la tripulación para una fotografía “oficial” para que se viera que los trataban bien. En un pequeño acto de rebeldía, dos marineros hicieron un discreto gesto obsceno. Cuando se publicó la fotografía en Estados Unidos, los pies de foto atraían la atención de los lectores hacia dichos gestos. Cuando los norcoreanos recibieron las publicaciones norteamericanas y leyeron los pies de foto, según uno de los marineros, “se cabrearon muchísimo y me golpearon”.
El comandante Bucher estuvo recluido en una celda de aislamiento. A pesar de que le golpearon, dijo que los otros miembros de su tripulación lo habían pasado peor en este sentido. Sus carceleros le aplicaron una fuerte presión psicológica al comandante diciéndole que su tripulación sufriría si se negaba a hacer propaganda de Corea del Norte. Los norcoreanos dijeron que empezarían a matar a un miembro de la tripulación cada día, comenzando por el más joven y ascendiendo progresivamente hasta el mayor de ellos, a no ser que el comandante accediera a emitir mensajes propagandísticos. Bucher les dijo a sus carceleros que comenzaran matándolo a él.
La primera “confesión” llegó el 24 de enero, cuando Bucher dijo que la operación había sido financiada por la CIA, “que le prometió que si esta tarea se realizaba correctamente, nos ofrecerían un buen puñado de dólares a todos los miembros de mi tripulación y especialmente a mí”.
Aunque esta infantil declaración sonaba muy claramente como propaganda comunista, su afirmación de que había realizado actividades de espionaje en Wonsan, Chongjin y otros puertos norcoreanos, incluidas las “instalaciones de radar de los puertos, el número de barcos que entraban y salían de los mismos y la maniobrabilidad de los buques del Ejército Popular de Corea”, podría parecer una versión parcialmente ajustada de su misión.
El Departamento de Defensa de Estados Unidos contestó a esta declaración afirmando que “el comandante Bucher es un oficial de la Marina al mando de un buque y llevando a cabo una misión puramente naval. No está empleado por la Agencia Central de Inteligencia, y esta organización no le prometió nada. Ni tampoco lo están ninguno de los miembros de su tripulación…”.
En una reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el representante de Estados Unidos afirmó que: “el Pueblo tenía tan poco armamento que los norcoreanos, en una de las conversaciones que hemos localizado, lo tildan de buque desarmado”. Dijo además: “Puedo añadir que… los buques soviéticos realizan el mismo tipo de tareas exactamente que el Pueblo, navegando mucho más cerca de las aguas jurisdiccionales. De hecho, ahora mismo, un buque soviético se encuentra en el mar de Japón, cerca de la costa surcoreana”.
En Washington, el presidente norteamericano Lyndon B.Johnson, ordenó que se reclutaran 14.700 soldados de la reserva marítima y aérea, mientras que dos escuadrones de cazas norteamericanos fueron trasladados desde Okinawa, Japón, a aeropuertos de Corea del Sur. Un batallón de la marina norteamericana basado en torno al portaaviones USS Enterprise se trasladó a una posición a 320 km de Wonsan.
El 12 de febrero, el comandante Bucher emitió una segunda “confesión” en la emisora de radio de Pyongyang, en la cual afirmaba que la “información secreta de espionaje” recogida por el Pueblo había caído en manos norcoreanas. Cuatro días más tarde, se transmitió una excusa colectiva de la tripulación en la cual admitían que habían cometido un “grave crimen”.
El 4 de marzo, una carta de 800 palabras de la tripulación, dirigida al presidente Johnson, fue entregada en Panmunjong. En ella pedían ayuda para su repatriación y de nuevo admitían haber violado las aguas norcoreanas. En la carta se afirmaba que la tripulación del Pueblo estaba siendo tratada humanamente y que los heridos se estaban recuperando. En realidad, la tripulación, en palabras del comandante Bucher, “estaba siendo sometida a una tortura psicológica continua”.
Hicieron falta 11 largos meses de negociaciones y 28 encuentros en Panmunjong antes de que liberaran a los 82 miembros de la tripulación y el cadáver de la única víctima, a las 11.30 am del 23 de diciembre de 1968. Los norcoreanos pidieron que el jefe de negociaciones de Estados Unidos, el general Gilbert H.Woodward, firmara un documento en el cual “el gobierno de Estados Unidos de América… asume toda la responsabilidad y pide perdón por el grave acto de espionaje cometido por el buque norteamericano contra la República Democrática de Corea, al violar sus aguas territoriales”.
Antes de firmar el documento, Woodward afirmó “no existe prueba alguna de que el buque entrara en ningún momento en las aguas territoriales de Corea del Norte” y que “no podemos pedir perdón por acciones que creemos que no se cometieron”.
El Secretario de Estado norteamericano Dean Rusk, afirmó a su vez que “si me pregunta por qué estas dos declaraciones contradictorias fueron la clave de la liberación de nuestros hombres, más vale que se lo pregunten a los norcoreanos. No conozco ningún precedente en mis 19 años de servicio público. El caso es que nuestros hombres están libres y que nuestra posición sobre los hechos relacionados con este asunto, no ha cambiado”.
Ambas partes quedaron satisfechas. La tripulación fue liberada y trasladada a San Diego para reunirse con sus familias. Desde la cama del hospital, el demacrado y agotado comandante Bucher dio su versión del incidente.
En mayo de 1969, el tribunal de investigaciones de Estados Unidos, afirmó que el comandante Bucher debía ser juzgado por un tribunal militar por la pérdida de su barco; así como el teniente Stephen Harris, el oficial a cargo del equipo de a bordo. Se recomendó a su vez que el oficial ejecutivo Edward Murphy, el almirante Frank Johnson y el capitán Everett Gladding, director del grupo de Seguridad Naval en el Pacífico, debían recibir cartas de reprimenda.
John Chafee, Secretario de Estado de marina, cambió la sentencia y dijo que no se debía aplicar ninguna medida disciplinaria a los hombres involucrados en el caso Pueblo. La corte de investigaciones, apuntaba Chafee, había demostrado que el comandante Bucher había mantenido la moral de sus hombres de una manera ejemplar y que había demostrado dotes de mando a lo largo del cautiverio de la tripulación.
El espionaje electrónico desde buques que patrullan junto a costas extranjeras, continúa siendo parte de los servicios internacionales de inteligencia. Los satélites en órbita alrededor de la Tierra fotografían objetivos específicos y escuchan telecomunicaciones militares y de otro tipo. Los aviones de reconocimiento y los aparatos submarinos de escucha llevan a cabo tareas similares, al igual que las instalaciones de espionaje terrestres, fijas y móviles. Pero las personas involucradas en estas misiones de inteligencia son conscientes de que se exponen al mismo trato que sufrió la tripulación del USS Pueblo.
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