Srebrenica es una franja alargada de casas y pequeños edificios situados en un valle de las montañas de Bosnia oriental. El nombre procede de la palabra bosnia “plata”, srebro, porque este mineral ha sido extraído en la región desde los tiempos de los romanos. En el siglo XX, Srebrenica, con una población de unos 9.000 habitantes, ha sido más conocida por sus balnearios. Un anuncio publicitario producido por el departamento turístico del gobierno alababa las características sanadoras de las aguas de un manantial local y mostraba visitantes en trajes de gimnasia recibiendo masajes y realizando suaves ejercicios.
Es poco probable que Srebrenica vuelva a ser asociada de nuevo con las palabras “salud” o “vida”. En julio de 1995, la ciudad y el verde paisaje circundante se hicieron famosos como el lugar donde aconteció la peor matanza en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. El Tribunal Internacional de Justicia de La Haya ha calificado la masacre como genocidio porque un grupo étnico específico, los bosnios musulmanes, fueron “marcados para la extinción” por el ejército serbio y las fuerzas paramilitares irregulares. Incluso en una guerra donde ´se acuñó el ´termino “limpieza étnica”, el apaleamiento, fusilamiento, apuñalamiento y quema de 8.500 prisioneros musulmanes indefensos, casi todos hombres, era algo que destacaba.
Las masacres se hicieron famosas por otras razones además de por su brutalidad. Como el genocidio de Ruanda el año anterior, las potencias internacionales (Naciones Unidas, los Estados Unidos, la Unión Europea) sabían perfectamente lo que ocurría, pero no hicieron nada para detenerlo. A diferencia del genocidio de Ruanda, sin embargo, las Naciones Unidas ya estaban presentes en Bosnia y habían declarado Srebrenica “zona segura”, manteniendo acantonados cascos azules holandeses a tan sólo cinco kilómetros de la ciudad. Sin embargo, no hicieron nada para detener la matanza, sino que se puede decir que la favorecieron. Es un debate que aún sigue vivo. Con su capacidad de aplastar a los serbios desde el aire –algo que, de hecho, las fuerzas de la OTAN llevaron a cabo tan solo un mes después-, ¿por qué las Naciones Unidas no actuaron en Srebrenica? ¿No les importaba? ¿Valían menos los musulmanes que los serbios cristianos? ¿O pensaron los diplomáticos, como mucha otra gente, “en África, sí, quizás, pero aquí, en Europa, no sucederá otra vez”?.
Un historiador llamó a Bosnia “uno de los grandes cruces de caminos del mundo”, no solo para ejércitos invasores, sino también para religiones, como de hecho es el caso en la totalidad de la península de los Balcanes. Aquí, colisionaron tres fes: el catolicismo romano, el cristianismo ortodoxo y el Islam. Los croatas bosnios son católicos; los serbo-bosnios pertenecen a la Iglesia ortodoxa; y los bosnios musulmanes se convirtieron al Islam después de que los turcos otomanos conquistaran la región en el siglo XV. Para un visitante casual, estas diferencias no son nada claras. Étnicamente, bosnios, croatas y serbios son eslavos que hablan la misma lengua. Con la excepción de ciertas idiosincrasias relacionadas con el vestido, la única manera de distinguir unos grupos de otros es por los nombres de sus componentes.
Desde 1945 a 1980, Eslovenia y Croacia al norte, Bosnia-Herzegovina en el centro y Serbia en el sur formaron parte del estado de Yugoslavia (que significa “Tierra de los Eslavos del Sur”. La tensión sectaria durante estos años se mantuvo a niveles mínimos gracias al fundador del Estado, el antiguo partisano de la Segunda Guerra Mundial, Josif Tito, que gobernó el país con mano de hierro. Pero después de su muerte, en la primavera de 1980, las tensiones entre las comunidades comenzaron a aflorar y viejos agravios fueron exhumados. Los serbios, que ocupaban el grueso del territorio y que constituían la mayor parte del Ejército Nacional Yugoslavo, eligieron a Slobodan Milosevic como presidente en 1989. Milosevic era un rabioso nacionalista serbio con un largo historial de agitador contra los musulmanes, siempre recordando los horrores que la población serbia había soportado bajo el gobierno otomano, contando una y otra vez las masacres que habían tenido lugar siglos antes.
Cuando la Unión Soviética se derrumbó, la mayor parte de los observadores creyeron que era sólo cuestión de tiempo que estallara una guerra civil en Yugoslavia. Al norte, Eslovenia y Croacia declararon su independencia el 25 de junio de 1991. Milosevic envió al ejército yugoslavo para tratar de devolverlas al redil, pero su independencia contó con respaldo internacional y los combates en Eslovenia duraron sólo diez días. En Croacia, sin embargo, la guerra fue un asunto diferente. Los enfrentamientos se enquistaron y se convirtieron en lo que se dio en llamar “limpieza étnica” de los croatas católicos y los ortodoxos serbios. Diez mil muertos después, las Naciones Unidas forzaron un alto el fuego en marzo de 1992.
Lo que se estaba empezando a llamar la Guerra de la Sucesión Yugoslava entró entonces en su fase más sangrienta: la Guerra Bosnia. El presidente croata Franjo Tudjman y el presidente serbio Milosevic firmaron un acuerdo secreto para dividirse Bosnia, esperando crear una “Gran Croacia” y una “Gran Serbia”. Cuando Bosnia declaró su independencia en agosto de 1992, dio comienzo una desagradable guerra a tres bandas.
La complejidad de la guerra de Bosnia puede entenderse por el hecho de que, bajo Tito, el país había crecido todavía más en su diversidad religiosa. En un censo efectuado en 1991, los musulmanes representaban el 44% de la población, los serbios ortodoxos el 31% y los croatas católicos el 17%. Así que no era algo tan simple como dividir el país geográficamente y repartir la mitad a Serbia y la mitad a Croacia, sino unir los diferentes enclaves con mayoría croata o serbia y, al mismo tiempo, destruir a los musulmanes.
Mientras tanto, un embargo de armas impuesto a todos los bandos por los Estados Unidos y las Naciones Unidas favoreció a los serbios, que habían heredado la mayor parte del ejército y armamento de la época de Tito. En el verano de 1992, ocuparon el 70% de Bosnia y asediaban su capital, Sarajevo. Francotiradores y unidades de artillería emplazadas en las colinas que rodeaban la ciudad saturaban de fuego a la población musulmana matando a miles de ellos. Aunque sólido desde el punto de vista militar, el asedio de Sarajevo fue un mal paso desde el punto de vista mediático para Milosevic y los serbios. Era una ciudad bien conocida y respetada internacionalmente, sede de las Olimpiadas de Invierno de 1984 y las imágenes que captaron las televisiones y que emitieron por todo el mundo mostraron la desesperación y el heroísmo de sus habitantes.
Empezaron a extenderse informes sobre asesinatos masivos de musulmanes, especialmente en los campos de concentración que habían montado los serbios. Había docenas de ellos, en los que los serbios abusaban de los musulmanes, los dejaban morir de hambre o directamente los asesinaban, campos como Brcko, donde asesinaron a 3.000 musulmanes en 1992; o Ormarska, donde cientos murieron de hambre, palizas, disparos o quemados vivos. Existían “campos de violación” en ochenta emplazamientos por toda Bosnia, en los que mujeres de entre treinta y sesenta años eran mantenidas prisioneras para ser repetidamente violadas por los soldados del líder serbio Radovan Karadzic y el Comandante General del Ejército Serbio Ratko Mladic. En algunos casos, también se violaba a hombres y se los sometía a atrocidades sexuales –como un prisionero, al que se obligó a arrancar a mordiscos el pene y testículos de otro-.
Todo esto mereció condena –como si sirviera de algo- por parte de las Naciones Unidas, que enviaron tropas a la zona. La OTAN inició operaciones aéreas limitadas contra las tropas serbias, pero éstos las ignoraron y presionaron aún más en sus ataques y la subsiguiente limpieza étnica contra los musulmanes bosnios. La lucha había sido especialmente intensa alrededor de Srebrenica desde el comienzo de la guerra. Las tropas serbias irregulares, serbobosnios armados por el ejército serbio, y el propio Ejército Nacional Serbio, lanzaron numerosos ataques que, a pesar de la firme defensa de los pobremente armados bosnios musulmanes, fueron atando la soga alrededor del cuello de la ciudad. Uno a uno, las aldeas y enclaves musulmanes fueron asaltados y aniquilados. Los musulmanes que no murieron en el ataque huyeron como refugiados a Srebrenica donde, para marzo de 1993, había más de 60.000 personas apiñadas en una reducida superficie. Como los serbios bloqueaban los cargamentos de ayuda de Naciones Unidas, la Fuerza Aérea estadounidense los lanzó en paracaídas. Pero la situación se deterioraba rápidamente.
(Continúa en la siguiente entrada)
martes, 21 de junio de 2011
1995-La matanza de Srebrenica: "Alá no puede ayudaros ahora" (1)
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