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martes, 17 de mayo de 2011

1931- Dalí: "La persistencia de la memoria"


Un fantasma que sirve de mesa, una calavera que copula con un piano de cola, unos huevos fritos suspendidos, un espejo melancólico… no cabe duda de que el mundo que aparece en los cuadros de Salvador Dalí es extraño. Se le ha criticado por ello, con frecuencia y severidad. Se le consideró neurótico, perverso y loco. Uno de los epítetos más inofensivos que le aplicaron fue “excéntrico erotomaníaco”. Nada de todo esto le molestaba lo más mínimo.


A los 25 años, el excéntrico catalán se enamoró de Elena Diakonova. La llamó Gala y, tan escandalosa como él, compartió con él el resto de su vida. Dali buscaba maneras ingeniosas de cortejarla: se cortó su mejor camisa tan corta que dejaba al descubierto el ombligo; se puso los pantalones del revés, se tiñó el pelo de las axilas de color azul intenso y se untó el cuerpo con una mezcla de paté de pescado, estiércol de pato y gelatina. Justo antes de que Gala entrara en casa se lavó aquella mezcla apestosa, se cambió de ropa y se dejó caer a sus pies, riendo histéricamente. Ella lo encontraba repulsivo, pero al terminar el año, prometió: “¡Mi niño pequeño! ¡Nunca nos abandonaremos!”

Dalí fue un niño que nunca creció. Malcriado por su permisiva madre, llevaba a cabo experimentos sádicos y sus informes escolares eran tan malos que, como cuenta un biógrafo, sus padres estaban deshechos. No obstante, todas aquellas estratagemas salvaguardaban de la intervención externa su creatividad desbordante, que surgía de una imaginación inagotable. Se convirtió en uno de los grandes visionarios del movimiento surrealista y la pintura moderna.


Influido por la psicología freudiana e inspirado por su propio subconsciente, apresó el mundo irracional de sus sueños, visiones y alucinaciones en sus lienzos con una meticulosa objetividad. Maníaco del detalle, escribió libros sobre todo lo que hacía y creó decorados de ballet y guiones de cine rebosantes de sus grotescos motivos. Dalí era, sin duda, un megalomaníaco obsesionado consigo mismo y colérico, por añadidura. Era a la vez anarquista y admirador de la monarquía y se le ha acusado de tener tendencias fascistas. Públicamente, proclamó su derecho a estar loco. Sin embargo, se supone que se basó en la prosaica realidad por lo menos para parte de su inspiración. Se dice que pintó “La persistencia de la memoria” después de comer queso camembert.

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