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domingo, 28 de junio de 2015

Incendios Forestales – Prevención, detección y extinción de un peligro ecológico




Todos los años al llegar la época estival, con las consecuentes altas temperaturas y la sequía, la amenaza del fuego se cierne sobre los bosques. En este sentido, resultan de vital importancia la toma de medidas preventivas, la detección a tiempo y una rápida intervención.



Según las estadísticas, la costa mediterránea europea es una de las zonas más afectadas cada año por los incendios forestales: en los últimos treinta años millones de hectáreas de bosque fueron dañadas o destruidas por el fuego a lo largo de esta costa, siendo España e Italia los países más dañados en cuanto a superficie total afectada.

En España, Cantabria, Asturias, León y sobre todo Galicia, pese a ser las zonas con mayor pluviometría, resultan ser las regiones más afectadas por el fuego. Sólo en ellas se produce más del 50% de todos los incendios forestales. En cuanto a sus causas: en Galicia, el 80% de los incendios forestales son intencionados, provocados por ganaderos y agricultores cuyos intereses chocan con los proyectos oficiales repobladores de las autoridades locales y estatales. El fuego ha sido durante siglos un instrumento habitual utilizado por ganaderos y agricultores para la creación de pastos y terrenos de cultivo.

Sólo el 5% de los incendios se deben a causas naturales –tales como tormentas secas-, el resto se debe a causas humanas. Las imprudencias de excursionistas, la quema incontrolada de rastrojos bajo condiciones climatológicas desfavorables, los pirómanos…, además de los ya citados conflictos de intereses, son algunas de las causas que se apuntan con mayor frecuencia y que son síntoma del poco aprecio que se siente hacia el bosque.

Este fenómeno adquiere mayor gravedad cuanto más se profundiza en las consecuencias que los incendios tienen en el medio ambiente, en los recursos naturales y, por tanto, en las economías de las zonas afectadas ya que, además de los evidentes efectos del fuego sobre la vegetación, hay que hablar de la destrucción de ecosistemas de gran valor, desprotección del suelo frente a los
fenómenos erosivos, alteración de las propiedades físicas y químicas del mismo, etc. Todas estas graves consecuencias del fuego en el medio forestal dejan clara la importancia que tiene, además de la concienciación ciudadana y la toma de medidas legales de prevención –control del turismo, de las actividades sociales en el monte y de la quema de rastrojos en época estival, medidas penales contra los pirómanos…-, la realización de una serie de actuaciones preventivas en la masa forestal orientadas a disminuir el número de incendios, aminorar los daños causados por éstos y facilitar las tareas de extinción.

Existen tres factores de riesgo que influyen en la propagación y virulencia de los incendios forestales: la climatología –altas temperaturas, baja humedad relativa del aire y viento-, la
fisiografía-las fuertes pendientes y la geomorfología complicada hacen que el incendio pueda llegar a tener varios frentes y dificultan su extinción- y la vegetación, que constituye el combustible, del cual influyen su tamaño –cuanto más fino y pequeño, arderá mejor-, su estado –el combustible vegetal muerto es mucho más inflamable que el tejido verde vivo al acumular éste último más agua en sus tejidos-, la especie vegetal a la que pertenecen –hay especies más inflamables que otras- y, por último, su distribución y su densidad.

El hombre sólo puede actuar sobre uno de estos factores: la vegetación, y lo hace mediante la aplicación de una selvicultura preventiva, que consiste en una serie de actuaciones en la masa forestal encaminadas a disminuir los riesgos, algunas de las cuales consisten en:

-Realización de claras que eliminen parte de la vegetación arbórea de masas forestales con objeto de reducir su alta densidad, disminuir la continuidad horizontal entre las copas de los árboles y dificultar así la propagación del fuego.

-Realización de desbroces –eliminación de todo o parte del matorral- en aquellas zonas en que
su alta densidad puede plantear problemas en cuanto a la continuidad vertical ya que el matorral, que prende antes por su pequeño tamaño, puede actuar como una escalera para que el fuego suba y afecte al estrato arbóreo.

-Realización de podas de las ramas más bajas de los árboles en zonas de riesgo a fin de separar las copas del suelo y evitar así que el incendio las afecte rápidamente.

-Creación de cortafuegos o fajas de unos 20-30 m de anchura en que se elimina completamente la vegetación, dejando el suelo al descubierto y cuya utilidad principal, al contrario de lo que su nombre indica, no es la de detener el avance del fuego, sino servir de caminos a través de los cuales poder desplazar los medios terrestres de
extinción de incendios. Los cortafuegos tienen un grave impacto paisajístico al crear un efecto visual de monte cuadriculado, por lo cual en la actualidad están siendo sustituidos por las llamadas fajas auxiliares o áreas cortafuegos, con la misma utilidad que aquellos, pero con la ventaja de que en ellas la vegetación sólo se elimina totalmente en una estrecha franja central que hace las veces de pista forestal de anchura suficiente para el paso de los medios de extinción, aclarándose parcial y progresivamente la vegetación en el resto de la franja para reducir al máximo el impacto.

-Creación de masas forestales mixtas –formadas por dos o más especies vegetales diferentes- al realizar una repoblación forestal ya que resultan ser más resistentes frente a los incendios.

-Introducción de especies higrófilas –con mayores necesidades de agua y que, por tanto, acumulan más cantidad de este elemento en sus tejidos, resultando ser menos inflamables –en lugares en que la humedad del suelo sea más elevada- fondos de barrancos, vaguadas…-, sirviendo estas formaciones –lineales o en galería- de barrera frente a la progresión del incendio.

Además de estas actuaciones sobre la vegetación de un determinado lugar, en materia de
prevención resulta muy importante la eliminación o retirada del bosque de leñas y restos procedentes de los aprovechamientos forestales, al tratarse de materia vegetal seca fácilmente inflamable, así como una adecuada infraestructura de la zona en cuanto a caminos y pistas forestales en buen estado por las cuales puedan circular sin problemas personas y vehículos de extinción, suficientes puntos de agua y suficientes torretas de vigilancia, así como personal de vigilancia –sobre todo en las épocas de mayor riesgo-. La importancia de la vigilancia es crucial; valga como ejemplo que en los espacios naturales protegidos, donde la guardería es mayor y la vigilancia más estrecha, los incendios no suelen alcanzar grandes dimensiones, consiguiéndose en el 95% de los casos apagar el fuego antes de que alcance las 5 ha.

Hoy en día, los modernos avances tecnológicos ponen a disposición del hombre medios técnicos de aplicación en el campo de la prevención, detección y extinción de incendios forestales: tal es el caso de la teledetección de incendios mediante satélites utilizando las bandas del espectro visible e infrarrojo para detectar los focos de calor;
programas informáticos que predicen y simulan el comportamiento del fuego –su velocidad de propagación, su dirección en función de la topografía del lugar, su intensidad, etc.-, y que son muy útiles tanto en la prevención –al permitir evaluar cuál sería el comportamiento de un posible incendio en función de la topografía del lugar y así determinar qué actuaciones preventivas serían más efectivas- cuanto en la extinción –ya que poder predecir cómo se va a comportar el fuego ayuda a la toma de decisiones sobre los medios a utilizar-.

La elección de éstos depende de su disponibilidad, de la fisiografía y de la facilidad de acceso a
la zona, etc, pero, en general, se puede decir que los medios aéreos son caros, aunque tienen la ventaja de su rapidez de desplazamiento y su facilidad de posicionarse sobre el fuego sin necesidad de utilizar vías de acceso, por lo que resultan la única alternativa en zonas de topografía accidentada.

De cualquier modo, la aviación no es un medio de extinción perfecto y para lograr una máxima eficacia debe complementarse con medios terrestres: vehículos motobomba y personal humano de extinción que cada año, al llegar el verano, inician su lucha contra el fuego. A veces, cuando la vegetación es muy densa, el
frente del incendio lleva mucha velocidad o simplemente hay escasez de medios humanos, el personal de extinción se ha de ayudar con maquinaria pesada, como tractores dotados de cuchillas para la apertura de las líneas de control del fuego, en las cuales se elimina o aclara la vegetación de tal modo que se rompa la continuidad y el fuego detenga y debilite su avance.

En la extinción de incendios forestales también se emplean los llamados retardantes, productos que de alguna manera dificultan o retardan el proceso de combustión de la materia vegetal y que, añadidos al agua, dan una mezcla más espesa o viscosa, con lo cual se evitan los inconvenientes del empleo del agua por sí sola: su baja viscosidad que hace que, al estar las hojas de los vegetales recubiertas de sustancias impermeables y polvo, escurra fácilmente al suelo, y la fácil evaporación y disgregación de las gotas por el viento. Los tipos de retardantes que existen son:

-Productos que, añadidos al agua, producen gran cantidad de espuma en el instante de su aplicación. Esta espuma se puede aplicar mediante medios aéreos –como aviones anfibios o
con helibalde- o con medios terrestres.

-Arcillas o productos orgánicos –gomas vegetales, alginatos obtenidos de algas, derivados de la celulosa y pectinas- que, mezclados con agua, producen soluciones viscosas.

-Productos químicos que no necesitan mezclarse con agua: son retardantes a largo plazo y pueden mantener su efectividad durante meses después de haber sido aplicados –por ejemplo, el sulfato amónico y el fosfato amónico-.

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