La historia del vaso desechable comienza en 1908, cuando el inventor Hugh Moore produjo un aparato de porcelana apto para servir un vaso de agua pura y muy fría. El llamado Penny Water Vendor de Moore –precursor en función y diseño a los posteriores depósitos refrigeradores de uso en oficinas- estaba formado por tres compartimientos separados: el superior alojaba el hielo, el del medio, el agua, y el inferior los vasos –puestos que éstos nunca se vendían separadamente ni se reutilizaban-.
Se instalaron varios dispensadores de agua de Moore en diversos puntos céntricos de la ciudad de Nueva York, preferentemente en las paradas de los transportes públicos –incluso, se apoyó la acción con una fuerte campaña publicitaria, de inspiración antialcohólica, que aconsejaba calmar la sed con agua fresca-, pero para desgracia de Moore nadie compraba sus tragos de agua.
Su negocio era una ruina hasta que, en 1909, en coordinación con un funcionario de la sanidad pública, el doctor Samuel Crumbine –ardoroso enemigo de la costumbre de la época de beber de las fuentes públicas utilizando un vaso metálico colgado junto a ellas, y que nunca era lavado ni sustituido-, varió la finalidad de su recién constituida empresa y se dedicó a la fabricación de vasos de papel desechables gracias a la financiación aportada -200.000 dólares- por un banquero hipocondríaco y escrupuloso, obteniendo el éxito casi inmediatamente.
lunes, 30 de abril de 2012
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