Santo Tomás el Dídimo fue uno de los doce apóstoles de Jesús y se le menciona en los cuatro evangelios, donde aparece como Tomás el Dídimo y Tomás el Gemelo, si bien no está claro del todo de quién fue gemelo. Se le conoce, en cualquier caso, por su actitud en ocasiones incrédula.
Sus primeras dudas aparecen ya durante la Última Cena, cuando le dice a Jesús que no sabe dónde va a ir o cómo llegar hasta él. Entonces, Jesús le responde “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí…”.
Pero cuando mostró sus mayores reservas fue cuando los otros apóstoles le dijeron que Jesús, crucificado unos días antes, se les había aparecido en su ausencia. La respuesta del santo fue que si no lo veía y le tocaba sus heridas, no creería lo que le decían. Una semana más tarde, los apóstoles se encontraban todos juntos cuando se les apareció de nuevo Jesús, quien invito a santo Tomás a que tocara las heridas que tenía en sus manos y de su costado. El apóstol, entonces, exclamó: “¡Señor mío y Dios mío!”, y declaró su fe en la condición divina de Cristo, quien aprovechó la ocasión para recalcar una vez más la importancia de la fe diciendo “Porque me has visto, has creído, dichosos los que sin ver creyeron”.
Los textos apócrifos cuentan que santo Tomás volvió a hacer gala de su incredulidad con motivo de la Asunción de la Virgen María hasta que no tuvo en sus manos su ceñidor caído durante la ascensión al cielo. Más tarde viajó a la India donde, en lugar de construir un palacio para un rey, distribuyó el dinero para dicho proyecto entre los más pobres argumentando que así construía un palacio celestial. Se cree que murió cerca de Madrás atravesado por una lanza.
En pintura se le suele representar con una lanza o una daga o bien una escuadra o un cartabón de arquitecto.
jueves, 15 de marzo de 2012
Santo Tomás el Dídimo
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