Hace casi 400 millones de años tuvo lugar un acontecimiento importantísimo para la historia de nuestro planeta: la tierra firme comenzó a ser colonizada por las primeras plantas. Los helechos son vegetales primitivos que tuvieron un importante papel en estos primeros momentos, facilitando la posterior invasión del medio terrestre por otras plantas más evolucionadas.
Durante una gran parte de la historia de nuestro planeta, la vida se desarrollaba por completo en el agua. Hace unos 500 millones de años no había ni un solo ser vivo en la superficie terrestre y, mientras en el mar la vida era abundante, la tierra firme se mantenía aún estéril y el paisaje rocoso y carente de suelo fértil presentaba un aspecto desolador.
Anteriormente, durante millones de años, diminutas plantas acuáticas parecidas a gotas de gelatina se habían estado encargando de elaborar el oxígeno necesario para hacer el aire de la Tierra respirable. Cada pequeño soplo de oxígeno producido por estas plantas al elaborar su alimento daba lugar a una pequeña burbuja de oxígeno que, al alcanzar la superficie, explotaba y se acumulaba en el aire.
Estas plantas acuáticas fueron evolucionando lentamente, hasta que, hace aproximadamente unos 400 millones de años, abandonaron el medio acuático en el que vivían, dispuestas a conquistar la tierra firme, lugar que hasta entonces había resultado inalcanzable e inhóspito para todo organismo viviente. Poco a poco, algunas algas marinas se las arreglaron para vivir en las orillas de los mares, pero de ahí no podían pasar, ya que ir más allá significaba una segura desecación y la muerte por pérdida de agua. El siguiente paso evolutivo fueron los musgos, plantas pioneras y resistentes a condiciones extremas que, junto a los líquenes, colonizan la roca madre y ayudan a la formación de suelo fértil.
Tanto los musgos como los líquenes son plantas criptógamas –uno de los grandes grupos en que se divide el reino vegetal y que comprende todos aquellos vegetales carentes de flores u órganos sexuales visibles-. Todas las plantas primitivas y menos evolucionadas pertenecen a este grupo, ya que se sabe que las fanerógamas –plantas con flores y que se reproducen por semillas- no aparecieron hasta un periodo geológico relativamente reciente.
Dentro de este grupo de plantas primitivas, los pteridofitos, grupo al que pertenecen los helechos, resultan ser el más evolucionado y el que ha dado lugar al resto de las plantas actuales. Son plantas terrestres primitivas que poseen un cuerpo vegetativo o cormo formado por raíz, tallo y hojas verdaderos y también sistemas vasculares que transportan el agua, los minerales y los alimentos. Sin embargo, no se reproducen por semillas sino que utilizan un sistema más primitivo, implicando la presencia de agua, ya que los gametos masculinos o espermatozoides deben nadar para alcanzar el óvulo, mientras que en las plantas superiores la fecundación está asegurada sin la intervención de un medio acuoso exterior al vegetal.
El de los helechos es un grupo vegetal muy antiguo que alcanzó gran desarrollo en el pasado geológico. Se trata de plantas que ocuparon un lugar destacado en la vegetación del periodo Carbonífero –iniciado hace 345 millones de años y que se prolongó durante 65 millones de años-. Por este motivo, los principales hallazgos de helechos fósiles se encuentran en capas sedimentarias correspondientes a este período geológico.
Las selvas del Carbonífero, situadas en zonas pantanosas poco profundas y sobre deltas que las aguas cubrían periódicamente, estaban formadas por bosques de helechos gigantes con porte arbóreo. En los trópicos, sobre todo en zonas montañosas, todavía crecen hoy en día helechos arbóreos de hasta 15 metros de altura. Pero estos grandes helechos no son más que vestigios del pasado. La inmensa mayoría de los helechos que podemos encontrar hoy en día es de tipo herbáceo –tanto terrestres como trepadores, existiendo también unas pocas especies acuáticas-.
A pesar de que se encuentran en un estadio mucho más adelantado evolutivamente hablando, el ciclo vital de un helecho se parece al de un musgo, existiendo también una alternancia de generaciones y dos tipos diferentes de reproducción. En una primera etapa asexual, la planta de un helecho produce esporas en el interior de unas estructuras en forma de cápsulas llamadas esporangios. Los esporangios o cápsulas de esporas se reúnen en grupos llamados soros, los cuales se encuentran situados normalmente en el envés de las hojas o frondes de la planta. Al llegar a la madurez las esporas, cada cápsula se abre, dispersando diminutas esporas que deberán caer sobre el sustrato apropiado para germinar.
En la segunda fase sexual de la vida del helecho, la espora germinada da lugar a una pequeña planta de color verde y forma generalmente acorazonada llamada protalo, que crece aplanado sobre la superficie de una roca, del suelo o de un árbol, superficies a las que se fija por medio de delgados hilos. Esta plantita, de corta vida y que pasa inadvertida la mayor parte de las veces debido a su reducido tamaño, presenta una estructura muy sencilla sin raíz, tallo ni hojas, y es en su cara inferior, en la que se produce un rocío abundante, en donde se forman más tarde los órganos sexuales que se encargarán de producir los gametos: el masculino o espermatozoide nada hacia el femenino y se fusiona con él. El zigoto resultante de esta unión da lugar a la formación del embrión, el cual absorbe y destruye al protalo. Al crecer y desarrollarse, el embrión dará lugar a una nueva planta de helecho que al principio vive a expensas de su “madre” y, más tarde, cuando saca raíces, tallo y hojas, se convierte en helecho independiente.
Durante una gran parte de la historia de nuestro planeta, la vida se desarrollaba por completo en el agua. Hace unos 500 millones de años no había ni un solo ser vivo en la superficie terrestre y, mientras en el mar la vida era abundante, la tierra firme se mantenía aún estéril y el paisaje rocoso y carente de suelo fértil presentaba un aspecto desolador.
Anteriormente, durante millones de años, diminutas plantas acuáticas parecidas a gotas de gelatina se habían estado encargando de elaborar el oxígeno necesario para hacer el aire de la Tierra respirable. Cada pequeño soplo de oxígeno producido por estas plantas al elaborar su alimento daba lugar a una pequeña burbuja de oxígeno que, al alcanzar la superficie, explotaba y se acumulaba en el aire.
Estas plantas acuáticas fueron evolucionando lentamente, hasta que, hace aproximadamente unos 400 millones de años, abandonaron el medio acuático en el que vivían, dispuestas a conquistar la tierra firme, lugar que hasta entonces había resultado inalcanzable e inhóspito para todo organismo viviente. Poco a poco, algunas algas marinas se las arreglaron para vivir en las orillas de los mares, pero de ahí no podían pasar, ya que ir más allá significaba una segura desecación y la muerte por pérdida de agua. El siguiente paso evolutivo fueron los musgos, plantas pioneras y resistentes a condiciones extremas que, junto a los líquenes, colonizan la roca madre y ayudan a la formación de suelo fértil.
Tanto los musgos como los líquenes son plantas criptógamas –uno de los grandes grupos en que se divide el reino vegetal y que comprende todos aquellos vegetales carentes de flores u órganos sexuales visibles-. Todas las plantas primitivas y menos evolucionadas pertenecen a este grupo, ya que se sabe que las fanerógamas –plantas con flores y que se reproducen por semillas- no aparecieron hasta un periodo geológico relativamente reciente.
Dentro de este grupo de plantas primitivas, los pteridofitos, grupo al que pertenecen los helechos, resultan ser el más evolucionado y el que ha dado lugar al resto de las plantas actuales. Son plantas terrestres primitivas que poseen un cuerpo vegetativo o cormo formado por raíz, tallo y hojas verdaderos y también sistemas vasculares que transportan el agua, los minerales y los alimentos. Sin embargo, no se reproducen por semillas sino que utilizan un sistema más primitivo, implicando la presencia de agua, ya que los gametos masculinos o espermatozoides deben nadar para alcanzar el óvulo, mientras que en las plantas superiores la fecundación está asegurada sin la intervención de un medio acuoso exterior al vegetal.
El de los helechos es un grupo vegetal muy antiguo que alcanzó gran desarrollo en el pasado geológico. Se trata de plantas que ocuparon un lugar destacado en la vegetación del periodo Carbonífero –iniciado hace 345 millones de años y que se prolongó durante 65 millones de años-. Por este motivo, los principales hallazgos de helechos fósiles se encuentran en capas sedimentarias correspondientes a este período geológico.
Las selvas del Carbonífero, situadas en zonas pantanosas poco profundas y sobre deltas que las aguas cubrían periódicamente, estaban formadas por bosques de helechos gigantes con porte arbóreo. En los trópicos, sobre todo en zonas montañosas, todavía crecen hoy en día helechos arbóreos de hasta 15 metros de altura. Pero estos grandes helechos no son más que vestigios del pasado. La inmensa mayoría de los helechos que podemos encontrar hoy en día es de tipo herbáceo –tanto terrestres como trepadores, existiendo también unas pocas especies acuáticas-.
A pesar de que se encuentran en un estadio mucho más adelantado evolutivamente hablando, el ciclo vital de un helecho se parece al de un musgo, existiendo también una alternancia de generaciones y dos tipos diferentes de reproducción. En una primera etapa asexual, la planta de un helecho produce esporas en el interior de unas estructuras en forma de cápsulas llamadas esporangios. Los esporangios o cápsulas de esporas se reúnen en grupos llamados soros, los cuales se encuentran situados normalmente en el envés de las hojas o frondes de la planta. Al llegar a la madurez las esporas, cada cápsula se abre, dispersando diminutas esporas que deberán caer sobre el sustrato apropiado para germinar.
En la segunda fase sexual de la vida del helecho, la espora germinada da lugar a una pequeña planta de color verde y forma generalmente acorazonada llamada protalo, que crece aplanado sobre la superficie de una roca, del suelo o de un árbol, superficies a las que se fija por medio de delgados hilos. Esta plantita, de corta vida y que pasa inadvertida la mayor parte de las veces debido a su reducido tamaño, presenta una estructura muy sencilla sin raíz, tallo ni hojas, y es en su cara inferior, en la que se produce un rocío abundante, en donde se forman más tarde los órganos sexuales que se encargarán de producir los gametos: el masculino o espermatozoide nada hacia el femenino y se fusiona con él. El zigoto resultante de esta unión da lugar a la formación del embrión, el cual absorbe y destruye al protalo. Al crecer y desarrollarse, el embrión dará lugar a una nueva planta de helecho que al principio vive a expensas de su “madre” y, más tarde, cuando saca raíces, tallo y hojas, se convierte en helecho independiente.
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