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martes, 5 de mayo de 2009

¿Cuántas esposas tuvo Enrique VIII?


La respuesta es dos. O una si se es católico.

1-Catalina de Aragón: Catalina se había casado en primeras nupcias con el hijo de Enrique VII, Arthur, Príncipe de Gales, en 1501. Sin embargo, tan sólo un año después, ambos enfermaron de una epidemia que asolaba la región en la que se encontraban. Él, contando sólo 15 años, murió y ella a punto estuvo de seguirle antes de empezar a recuperarse. La muerte de su hermano convirtió a Enrique en el nuevo heredero, con el título de príncipe de Gales. Justo entonces se planteó un problema que determinaría la vida y el reinado del futuro Enrique VIII: el de la joven viuda de Arthur, Catalina. El matrimonio había durado más de cinco meses y la disposición enfermiza del muchacho parece que hizo inviable la consumación del enlace. En este punto, Enrique VII se encontró con el dilema de cómo devolver a la viuda a su padre.

Tras no pocas discusiones con los ingleses, con el objetivo de mantener la alianza con España contra la siempre amenazante Francia, hicieron que Catalina se casara con el hermano menor de su primer esposo. Dicho matrimonio dependía de una dispensa papal, debido a la relación de parentesco de ambos maridos. Catalina testificó que su matrimonio con Arthur nunca llegó a consumarse. El asunto se consideró de importancia menor en aquellos años, porque al fin y al cabo el Papa –en ese momento Julio II- tenía la autoridad de pasar por encima de cualquier objeción al matrimonio, tanto si se ajustaba a la ley religiosa como si no.

Pero el muchacho era menor de edad y la pobre Catalina tuvo que vivir como una reclusa en Durham House, en Londres. Los esponsales se celebraron en junio de 1509, siete semanas después de la muerte de Enrique VII. Enrique tenía 18 años y ella 23. A continuación se coronó al joven como Enrique VIII. Catalina gozó de popularidad entre el pueblo británico y parece ser que la unión fue feliz, al menos hasta que Enrique comenzó a preocuparse por tener un heredero varón. Su primer hijo, una niña, sólo vivió 52 días. El segundo, nacido en 1513, sobrevivió unas pocas horas. La tercera niña nació muerta y la cuarta, bautizada como Mary (más tarde María I de Inglaterra) fue la única que sobrevivió a la infancia. Para Enrique, la cuestión del heredero era esencial. La dinastía Tudor era relativamente nueva y su legitimidad estaba todavía por demostrarse. Existía, además, una tradición histórica de guerras civiles dinásticas que el rey no quería resucitar.

2- Ana Bolena: La incapacidad de su esposa para darle un heredero se juntó en Enrique con sus intensas inclinaciones mujeriegas, que le habían llevado a tener numerosas amantes y varios hijos naturales, entre ellos dos varones que, por ser ilegítimos, no podrían nunca sucederle. Finalmente, fue una dama de la corte, Ana Bolena, quien lo convenció para que diera el último paso.

Ana resistió los intentos de su rey de seducirla, negándose a convertirse en su amante, como había hecho su hermana María Bolena. Esto sólo hizo que Enrique se encaprichara más y reforzara su persecución.

Es posible que la idea de la anulación hubiera surgido ya antes de la aparición en escena de Ana Bolena. En cualquier caso, el lord canciller y arzobispo de York, Thomas Wolsey, fue enviado junto con otros consejeros a Roma para realizar gestiones ante el pape Clemente VII para obtener la nulidad de su matrimonio con Catalina. El argumento esgrimido es que la bula otorgada por el Papa Julio II para que Enrique se casara con Catalina había sido obtenida con mentiras, puesto que el matrimonio sí se había consumado.

Los ejemplos previos de matrimonios anulados por el Papa en circunstancias semejantes no son escasos y, a decir verdad, si las bases para pedir la anulación eran discutibles, no lo eran menos las razones alegadas por el Papa para denegarla. Y es que, en realidad, el primer deseo del pontífice era no airar al emperador Carlos V, sobrino de Catalina de Aragón, al que necesitaba como espada contra el avance de la Reforma protestante. No podía olvidarse el Papa que en 1527 las tropas de Carlos habían ocupado Roma y aún lo retenían prácticamente cautivo en el castillo de Sant´Angelo. Mantuvo por ello una posición ambigua: aunque Clemente no rechazaba las peticiones de Enrique VIII, en realidad impedía satisfacerlas.

Así que el Papa prohibió al rey inglés tomar iniciativa alguna en tanto la Santa Sede no resolviera el caso. En Roma se constituyó una comisión para analizar la validez de la bula papal de Julio II. Durante dos años, los argumentos teológicos y jurídicos fueron esgrimidos por los partidarios de Enrique y por los de Catalina, quien se negaba a aceptar el divorcio. En 1529 se hizo evidente que el Papado no iba a aceptar la nulidad matrimonial. Tanto Enrique como Ana Bolena responsabilizaron a Wolsey del fracaso de sus gestiones, por considerar que se había mostrado demasiado sumiso ante el Papa. Wolsey fue privado de sus cargos y sus bienes expropiados; cada vez más acosado, murió en 1530.

Si Enrique quería casarse con Ana Bolena, no le quedaba más remedio que romper formalmente con Roma. Esto es lo que hizo en 1531, cuando fue proclamado por el parlamento Protector de la Iglesia de Inglaterra y dejó de pagarle al Papado el diezmo acostumbrado. Catalina fue expulsada de la corte y sus habitaciones las ocupó Ana, cuya influencia en el ámbito político y cortesano iba creciendo cada vez más. En 1532, habiendo obtenido del rey de Francia, Francisco I, el apoyo para proceder a casarse de nuevo, contrajo matrimonio secretamente con Ana. Pronto se quedó embarazada y, tal y como era costumbre entre la realeza de la época, se realizó un nuevo servicio religioso en Londres, en enero de 1533, oficiado por el nuevo arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, (quien además había anulado el matrimonio con Catalina).

En junio de ese mismo año, Ana, abierta partidaria de la reforma protestante, fue coronada reina y en septiembre nació Isabel, futura monarca de Inglaterra. Anteriormente, Catalina había sido desposeída de sus títulos y su hija María pasó a ser considerada ilegítima, siendo reemplazada en la línea de sucesión por Isabel.

El Papa declaró el segundo matrimonio de Enrique ilegal, por lo que, estrictamente hablando y si se es católico, no “cuenta”.

La vida conyugal no fue feliz. La pareja disfrutaba de periodos de calma y confianza, pero las frecuentes infidelidades de Enrique enfurecían a su esposa, que reaccionaba con ataques de ira y lágrimas. Por su parte, a Enrique le molestaba el temperamento irritable y violento de Ana. Tras un embarazo imaginario en 1534, Enrique contempló este “fallo” en aportar un hijo como una traición personal. Aquel mismo año comenzó a discutir con sus más cercanos la posibilidad de abandonar a Ana sin tener que volver junto a Catalina, problema que en 1536, con la muerte de ésta, se resolvió solo.



Aquel año, Ana quedó embarazada de nuevo y era muy consciente de las consecuencias que podía tener para ella si las cosas no salían bien. Su vida podría peligrar, ya que con ambas esposas muertas, Enrique estaría libre para volverse a casar sin que nadie pudiera argumentar una posible ilegalidad. Cuando Ana se enteró de que Enrique había sufrido graves heridas durante un torneo, sufrió un shock que le provocó la pérdida de su hijo de 15 semanas. Paradójicamente, esto ocurrió el mismo día del funeral de Catalina de Aragón, el 29 de enero de 1536. Para muchos observadores, este fue el principio del fin del matrimonio.


3- Jane Seymour: Mientras Ana se recuperaba, Enrique comenzó a afirmar que el matrimonio había sido producto de la hechicería. La nueva amante del rey, Jane Seymour, fue acomodada en la corte. Cinco hombres, incluyendo el propio hermano de Ana, fueron arrestados acusados de incesto y traición, con cargos de haber tenido relaciones sexuales con la reina. El 2 de mayo de 1536, Ana fue arrestada y llevada a la Torre de Londres. Se la acusaba de incesto, adulterio y alta traición. Aún hoy los historiadores no saben si decantarse por los delirios del rey o por sus deseos de congraciarse con Carlos V pero el caso es que, aun cuando las pruebas no eran sólidas, se la encontró culpable y fue condenada a muerte. El 19 de mayo, la reina fue trasladada a la Green Tower, donde se le concedió la gracia de sufrir una ejecución privada. Como quiera que este matrimonio fue anulado también por Enrique antes de la ejecución, tampoco “cuenta” (lo cual era bastante absurdo: si el matrimonio nunca había tenido lugar, Ana no podría haberlo “traicionado”).

Tras la ejecución de Ana en 1536, Enrique se comprometió con Jane. Se casaron diez días después. Jane le dio un hijo, el futuro Eduardo VI, en 1537. El parto sufrió complicaciones y la reina murió en el palacio de Greenwich el 24 de octubre de aquel mismo año. Henry consideró a Jane como su “auténtica” esposa, siendo la única que le había podido dar un heredero varón. Él mismo, a su muerte, fue enterrado junto a Jane.

4- Ana de Cleves. En 1540, Enrique deseaba casarse de nuevo para asegurar la sucesión. Thomas Cromwell, mano derecha del monarca, le propuso como candidata a Ana, la hermana católica del Duque alemán (y luterano) de Cleves, a quien se consideraba un importante aliado protestante en caso de un ataque de los católicos a Inglaterra. Cromwell nunca se declaró formalmente protestante (de hecho, murió como católico), pero había favorecido y fomentado la difusión del pensamiento luterano en Inglaterra y creyó que la alianza con un significado noble alemán reformista podría incrementar la influencia de la monarquía inglesa. Sin duda también pensaba que su propia situación personal en la corte resultaría beneficiada.

La pobre Ana no tuvo mucha suerte. Se encargó al pintor de la corte, Hans Holbein el Joven, hacer un retrato de la dama, pintura que, sin duda, resultó demasiado favorecedora. Basándose en él y por los comentarios favorables sobre la joven que le dieron sus cortesanos, el monarca accedió a casarse con Ana. Cuando llegó a Inglaterra, Enrique la encontró tremendamente fea, además de inculta e incapaz de hablar el inglés.

Aunque ambos se casaron en enero de 1540, el matrimonio no se consumó. Rápidamente se vio que el enlace había sido un mal negocio también en términos políticos, pues el duque de Cleves estaba en disputa con el emperador Carlos V y a Enrique no le interesaba mezclarse en el conflicto. Así, el rey ordenó el proceso de nulidad matrimonial. Ana podía ser poco agraciada pero fue lo suficientemente inteligente como para no oponerse al deseo de Enrique de anular el matrimonio. Éste argumentó, otra vez, que el matrimonio no se había consumado (afirmó que entraba en la habitación de Ana y sólo la besaba en la frente antes de retirarse a sus aposentos). Además, Ana estaba ya prometida a Francis, Duque de Lorraine, cuando se casó con Enrique. En aquellos tiempos, el acto formal de prometerse era un impedimento para casarse con otro.

Así que el matrimonio se disolvió y Ana hubo de conformarse con el título de “Hermana del Rey” y el castillo de Hever, la antigua residencia familiar de Ana Bolena. Menos suerte tuvo el urdidor de la trama, Thomas Cromwell, que fue condenado por traición y decapitado en la Torre de Londres. Al igual que había hecho con Tomás Moro, el monarca ordenó que hirvieran la cabeza de su ministro y que la expusieran empelada en el Puente de Londres.

5-Catherine Howard. El 28 de julio de 1540 (el mismo día que Thomas Cromwell era ejecutado) Enrique se casó con la joven Catherine Howard, la prima de Ana Bolena. Disgustada por la convivencia con un marido mucho mayor que ella y terriblemente obeso, no tardó Catherine en iniciar un romance con el cortesano Thomas Culpeper. Además, nombró secretario a Francis Derehman, con quien ya había tenido relaciones antes de su matrimonio. Cuando las noticias de esto llegaron al rey, inició una investigación que, al final, implicó a Catherine. Ésta podría haberse defendido argumentando que existía un acuerdo previo para casarse con Dereham, lo cual habría invalidado el matrimonio automáticamente. En cambio, dijo que aquél la había obligado a tener relaciones incestuosas con él. Para complicar aún más las cosas, Dereham reveló las relaciones de ella con Thomas Culpeper. El matrimonio se anuló y estrictamente hablando, siendo que nunca existió legalmente, no pudo haber existido adulterio. Esto no detuvo al despechado Enrique a la hora de ejecutar a los dos hombres en 1541 y a Catherine en febrero de 1542. Tenía sólo 18 años.

6- Catherine Parr. Enrique VIII se casó con su última esposa, la acaudalada viuda Catherine Parr, en 1543. Catherine era oficialmente protestante, por lo que discutía frecuentemente con Enrique, que seguía manifestándose católico. Pese a ello, sus relaciones fueron apacibles y Catherine se mostró lo suficientemente sumisa como para que el matrimonio siguiera adelante. Ayudó a la reconciliación de Enrique con sus dos hijas, las princesas María e Isabel. En 1544, un Acta del Parlamento devolvió a ambas a la línea de sucesión tras Eduardo, Príncipe de Gales.

En resumen, el monarca inglés contrajo matrimonio seis veces, siendo ejecutadas dos de sus esposas por alta traición. La cifra es ciertamente elevada, pero, por ejemplo, Felipe II se casó cuatro veces y, con seguridad, no hubiera dudado en ejecutar a cualquiera de sus esposas si hubieran cometido alta traición. Ni Enrique VIII ni Felipe II ni otros monarcas fueron ejemplos de conducta ejemplar en cuanto a comportamiento sexual.


Total, que la respuesta a la pregunta de cuántas esposas tuvo Enrique VIII si se es católico es de una, Catalina de Aragón, porque todos los demás matrimonios fueron nulos según la ley de la Iglesia de Roma, nunca llegaron a tener auténtica validez. En cambio, si se es protestante, las esposas "legales" sólo fueron dos: Jane Seymour, que murió de causas naturales; y Catherine Parr, que sobrevivió al monarca; los demás matrimonios fueron todos anulados: legalmente nunca tuvieron lugar.

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