span.fullpost {display:none;} span.fullpost {display:inline;} saber si ocupa lugar: La Atlántida - El Continente Perdido (y 2)

sábado, 4 de octubre de 2014

La Atlántida - El Continente Perdido (y 2)





(Viene de la entrada anterior)

Según las explicaciones más clásicas, la Atlántida se hundió bajo miles de metros cúbicos de agua a causa de un gran terremoto…hace once mil quinientos años. Sin embargo, y a pesar de no conocerse entre ellos, George Erikson y Greg y Lora Little sostienen que la Atlántida tuvo otro final: una gran catástrofe de enormes dimensiones causada probablemente por el impacto de un cometa que la arrasó por completo y que destruyó cualquier rastro de vida. Bastó un día para que este poderoso imperio se hundiera.

¿Qué opinan los astrónomos sobre la destrucción de la Atlántida? El doctor Mark Hammergren, del Planetario Adler de Chicago, no cree posible que un cometa destruyese la Atlántida: “Al examinar el historial geológico de la zona –indica- no aparece nada que muestre el impacto de un cometa sobre la Tierra hace once mil años”. Y si de verdad la Atlántida fue destruida de ese modo, es imposible que ningún atlante pudiera haber sobrevivido a tal catástrofe para contar a sus descendientes lo sucedido. “Eso constituye una gran pega en la teoría de la Atlántida. Si el impacto fue lo bastante potente para aniquilar por completo la isla, borrarla de la faz de la Tierra y sumergirla en el mar, ¿cómo se explica que tras semejante impacto quedasen supervivientes cerca de ese lugar?”, se pregunta Mark Hammergren.

Sin embargo, George Erikson sostiene que hubo supervivientes basándose en la hipótesis –imposible de demostrar- de que unos cuantos habitantes del continente perdido lograron escapar hacia el Yucatán. Los atlantes, como buenos marinos, estarían acostumbrados a observar minuciosamente las estrellas. Quizá algún grupo vio algún astro distinto, algo más brillante en el cielo. Tal vez los animales, que tienen la capacidad de captar los desastres naturales inminentes, estarían más inquietos que de costumbre y unos cuantos habitantes atentos a estas señales navegaron hacia el Yucatán, la tierra de los mayas. Para el antropólogo George Erikson, las misteriosas ruinas halladas en el Yucatán no fueron construidas en principio por los mayas, sino por los atlantes supervivientes. Y para avalar su teoría se apoya en cuatro observaciones. En primer lugar, el estilo arquitectónico de los mayas es diferente del de los atlantes. “Hay pruebas –señala- de que la pirámide de Uxmal se reconstruyó en cinco ocasiones. Nadie va a derribar esta estructura para desvelar las construcciones primitivas, pero es normal en el mundo maya que las estructuras más antiguas sean más perfectas, y precisamente éstas son más cercanas a la época de la Atlántida”.

Otra “prueba” en la que basa su teoría Erikson es que no hay duda, según él, de la existencia de
imágenes de elefantes en los edificios mayas del Yucatán. Durante el periodo maya, hace mil o tres mil años, no había elefantes en América Central, pero recuérdese que Platón sí menciona que “la raza de los elefantes era muy numerosa” en la Atlántida. Claro que la mayoría de los científicos aseguran que las figuras de animales con trompa de elefante son en realidad guacamayos, ave similar al loro. Pero Erikson aporta otro dato: las esculturas de hombres con bigote y barba que se repiten en las rocas, cuando los mayas carecían de vello facial; por último, la presencia de relieves e imágenes de esculturas con formas budistas y de rasgos negroides, lo que probaría la llegada de extranjeros a través del corredor navegable de la Atlántida, idea también refrendada por las palabras de Platón, quien aseguraba que la Atlántida se comunicaba con el resto de los mares de la Tierra. “Platón dijo varias veces –afirma Erikson- que la Atlántida era una isla continental, que comunicaba los océanos de los demás continentes del mundo. Y eso es exactamente lo que hace el centro de las dos Américas”, la zona de la península de Yucatán.

Estas esculturas y bajorrelieves que para George Erikson son pruebas contundentes, para Gary Feinman, conservador del Departamento de Antropología del Museo Field de Historia Natural de Chicago, tienen otra explicación. Para él los mayas cambiaron de estilo arquitectónico y escultórico a lo largo de su historia (algo que también ha sucedido en Occidente, véanse si no las catedrales que mezclan o superponen estilos), y los hombres con bigote o los elefantes serían en realidad figuras mayas sobrenaturales y estilizadas al tratarse de representaciones de dioses.

Una hipótesis muy similar a la de George Erikson es la que guía al equipo de Greg y Lora Little,
quienes sostienen que en la edad del Hielo existió una civilización marítima en todo el Caribe y el golfo de México. Para ellos, el norte de la isla de Andros pudo haber sido un puerto y Bimini otro, justo al otro extremo de la costa. En el centro de Andros se localizaría un tercer puerto, un lugar idóneo para atracar sus naves y divisar todos los canales de navegación. En todo el continente americano, además, han proliferado leyendas que hablan de antiguos navegantes provenientes de algún lugar en medio del océano.

Hacia mediados del siglo XX, las investigaciones sobre la Atlántida tomaron un nuevo cariz, más enigmático si cabe, cuando un visionario llamado Edgar Cayce anunció que la había visto en sueños y sabía exactamente dónde se ubicaba. Durante los años treinta y cuarenta eran muchos los que consideraban a Cayce un Nostradamus de la era moderna, y lo cierto es que realizó muchas predicciones acertadas sobre las dos guerras mundiales, el crack del 29 o la independencia de la India. Los sueños de Cayce incluían también una vívida descripción de los logros atlantes, que habían llegado a dominar la cirugía láser, podían navegar por el aire y bajo el agua, construían sus templos utilizando gases especiales que les permitían levantar las piedras más pesadas e incluso tenían un ingenio que mediante un potente cristal concentraba la energía del sol. Profetizó que a finales de los años sesenta se descubrirían algunas partes de la Atlántida y, efectivamente, en 1968 apareció el Camino de Bimini.

Después de su muerte en 1945, la Fundación A.R.E.Edgar Cayce ha patrocinado varias exploraciones
en busca de la Atlántida. Actualmente, el equipo que forman Greg y Lora Little son los principales investigadores a cargo de esta fundación. Sin embargo, a pesar del apoyo de A.R.E.Edgar Cayce, se enfrentan a un gran obstáculo, la falta de financiación, que les ha impedido hasta ahora actuaciones tan sencillas como, por ejemplo, poder llevar a las islas a geólogos que inspeccionen sus descubrimientos.

Además del hallazgo de la Plataforma de Andros, el matrimonio está interesado en una cueva submarina descubierta allí, en 1973, por el explorador Herb Sawinski, quien afirmó que las paredes de la cueva estaban llenas de jeroglíficos y, para demostrarlo, aportó diferente material gráfico. Sin embargo, Greg y Lora Little no han podido encontrar estas posibles pruebas y contrastarlas debido a que, bajo su superficie, toda la isla de Andros es un laberinto de cuevas que, según cuentan los nativos, aparecen y desaparecen periódicamente. Estos grabados en piedra dentro de las cuevas no son comunes y, concretamente en la isla de Andros, constituiría, si se llegara a documentar, el primer caso encontrado. De todos modos, en cada nuevo viaje a las islas surgen supuestas nuevas pistas, nuevas investigaciones. La isla de Andros es un rompecabezas todavía sin resolver.

“Este lugar nos interesa, entre otros motivos, porque parece rebatir lo que la arqueología tradicional dice sobre quiénes fueron los primeros pobladores de esta zona”, explica Greg Little. Los relatos de antiguos navegantes procedentes de un lugar en medio del océano han circulado de generación en generación de nativos, desde las Bahamas a Estados Unidos y Yucatán. Hay incluso quien cree que hoy día sigue habiendo descendientes de los atlantes en el mundo.

Junto con sus exploraciones sobre el terreno, Greg y Lora Little quieren recurrir a estudios genéticos para encontrar una conexión con su teoría de los supervivientes. En sus investigaciones, intentan encontrar a los sucesores de esta civilización entre las poblaciones actuales que poseen una variedad antigua de ADN llamada Haplogrupo X. “En esencia lo que hemos hecho es examinar todos los estudios hechos sobre el ADN mitocondrial. En los 42 grupos de ADN mitrocondrial conocidos, incluso hoy, el Haplogrupo X demuestra que todos los americanos nativos no llegaron por el estrecho de Bering en 9500 a.C.” explica Greg Little. Lo más interesante para estos dos expertos es que aparece en los lugares a los que el visionario Edgar Cayce aseguró que habían emigrado los atlantes. Los análisis realizados por el matrimonio Little aseguran que se da entre los vascos, los iroqueses de Norteamérica, en América Central y Sudamérica, y con menor incidencia en Oriente Próximo.

También el cineasta y submarinista Wes Skiles ha centrado sus investigaciones en la zona. En junio de 2002 descubrió una gruta submarina cerca del golfo de México, llena de una gran cantidad de objetos en perfecto estado y de esqueletos humanos. Hay quien cree que antes de que los cubriera el agua en la Edad del Hielo, estos pozos submarinos estaban habitados por humanos.

La inmersión de Skiles y de los científicos mexicanos que lo acompañaron a bucear en estas cuevas
submarinas resultó ser bastante peligrosa. Para explorar algunas zonas de estos cenotes (palabra que en lengua maya significa pozo o abismo) algunos con bocas muy estrechas, tuvieron que quitarse todo el equipo, incluso las bombonas de oxígeno, para poder acceder hasta el fondo en completa oscuridad. Los buzos sólo tenían 40 minutos para llegar hasta la cueva, 20 para trabajar en ella, y otros 40 para regresar antes de quedarse sin aire. Pero lo que descubrieron al final acabaría compensando el riesgo corrido: en las profundidades del pozo hallaron el primer esqueleto humano completo aparecido en un cenote. En posteriores expediciones, los científicos mexicanos localizarían más esqueletos.

Dos años después, al realizar las pruebas de datación mediante radiocarbono se averiguó que estos esqueletos tenían entre ocho y trece mil años de antigüedad, en torno a la misma edad que el Hombre de Kennewick, encontrado en el estado de Washington, norte de Estados Unidos. Es decir, los esqueletos eran unos cinco mil años más antiguos que los mayas, y anteriores incluso al pueblo Clovis, los primeros pobladores conocidos del continente americano, así que decidieron llamarlos pre-clovis.

El antropólogo George Erikson, por su parte, lo denomina período de la Atlántida y cree que estos restos humanos de cráneo dolicocefálico y rostro alargado, en vez de plano como sería lógico en un paleoindio, corresponderían a los supervivientes de la Atlántida. Sumado a las pruebas anteriores, todo encaja para este antropólogo: un esqueleto de diez mil años de antigüedad con rasgos sin parecido alguno a los primeros nativos centroamericanos; esculturas de razas no presentes en América de hace dos mil años; antiguos relieves de hombres con barba y bigotes, cuando los mayas no tenían vello facial…Todos son fragmentos de historia sin explicación y que cuestionan las teorías tradicionales sobre las civilizaciones antiguas y que han convencido a estudiosos como Erikson de que la Atlántida no sólo existió sino que hubo supervivientes a la hecatombe que dejaron su huella para mostrarnos que estuvieron allí.

Para los investigadores que creen en la existencia de la Atlántida, la prueba más contundente tal vez
sean las leyendas populares transmitidas de generación en generación como recuerdos colectivos de hechos reales. Los mayas hablan de una llegada por mar para explicar su origen. Idénticos mitos fundacionales hallamos en las leyendas incas de Kontiki y Viracocha e, incluso, en Egipto, donde se cuenta que Tot llegó del oeste, surcando los mares para crear las artes y la civilización.

El antropólogo Roberto Ramírez Rodríguez, de la Universidad de Veracruz, recoge en su obra Atlanticú historias contadas por los indígenas. Una de ellas habla de un pueblo que se hundió en el mar porque los dioses estaban disgustados con su codicia, tal y como contaba Platón en el siglo IV a. C.

El debate entre los científicos lleva varias décadas abierto. La prueba innegable todavía no ha aparecido y a los investigadores que buscan la Atlántida les queda aún un largo recorrido. Los científicos admitirán la existencia de la Atlántida siempre y cuando hubiera algo más contundente que especulaciones o teorías. Sabemos que a lo largo de la historia de las civilizaciones, los centros urbanos nacen y mueren constantemente. Sin embargo, según muchos historiadores, son meras especulaciones sin fundamento pensar que la destrucción de la Atlántida condujo a la creación de otras civilizaciones en todo el planeta.

Con la búsqueda de la Atlántida ocurre lo mismo que si dentro de mil años alguien encontrara un ejemplar del Mago de Oz y fuera a Kansas a buscar casas con refugios para los tornados. Las encontraría sin dificultad, y quizá también se topara con alguna niña llamada Dorothy, pero se equivocaría si de ello dedujera que los munchkins y la Ciudad Esmeralda han existido en la realidad. Platón sólo pretendía hacer un relato moral para denunciar los defectos de su ciudad, Atenas.

No hay comentarios: