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lunes, 15 de septiembre de 2014

¿Cuánto pesa una nube?


Basta levantar la vista para contemplar la excepcional diversidad de la masa de nubes, de distintas formas y con características específicas.

Formadas por gotitas de agua o cristales de hielo muy pequeños y ligeros (hasta el punto de que se pueden mantener en suspensión en el aire), las nubes se forman por condensación o congelación del vapor de agua. Corrientes de aire caliente se elevan y se van enfriando, hasta que se condensan y se forma la nube. Mientras la masa del aire que asciende contenga vapor de agua suficiente, la nube sigue creciendo.

Pero también intervienen otros factores. Así, en función de la altura y la velocidad que alcancen las masas de aire que suben, la nube tomará una forma y estructura especiales. Por ejemplo, el aire caliente al que le cuesta más tomar altura se va a ir extendiendo en una capa ancha, espesa y grisácea que se queda a una altura inferior a tres kilómetros.

Anta tal riqueza y diversidad de estructuras y formas de estas masas de vapor de agua condensado, es imposible saber el peso medio de una nube. Porque, evidentemente, no se puede comparar los delgados filamentos fibrosos de un cirro con la enorme masa de un cumulonimbo cuyo diámetro puede llegar a 25 km. Pero un cálculo sencillo permite hacer algunas aproximaciones: un cumulonimbo “medio” de 1.000 km3 con una densidad de 0.8 gramos por metro cúbico, pesa 800.000 toneladas. Un cirro de un kilómetro cúbico y gotitas de una densidad de 0.15 gramos por metro cúbico, sólo pesa 150 toneladas.

Afortunadamente, tales masas no caen de golpe sobre nuestras cabezas. De hecho, las gotitas permanecen en suspensión mientras el aire pueda sostener su peso. Pero la intensa actividad que hay en el interior de una nube (corrientes y torbellinos) y su desplazamiento horizontal a velocidades más o menos grandes, someten a sus partículas a mutaciones permanentes: se elevan, engordan al fusionarse, se aglomeran hasta hacerse demasiado pesadas y por eso caen, estallan y se precipitan al suelo en forma de lluvia.

Pero si el aire en altura alcanza muy bajas temperaturas, el agua se hiela y forma cristales de hielo cuyo peso les hace descender en la nube, aglomerarse y formar los copos que seguirán cayendo y calentándose poco a poco para producir la nieve o el aguanieve. Y el caer en el interior de una nube de tormenta, también puede suceder que las bolas de hielo bailen un curioso vals: se funden, se agregan a las gotitas de agua que se congelan inmediatamente a su contacto y vuelven a subir por efecto de las corrientes ascendentes.

Esa bola puede así pasearse varias veces e ir engordando cada vez con una nueva capa de hielo, hasta el momento fatídico en que los granizos toman peso y volumen antes de caer violentamente al suelo a gran velocidad (a veces de más de 80 km/h). Los meteorólogos tienen siempre bastantes dificultades para prever la aparición de violentas granizadas que suelen provocar graves daños a los cultivos.

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