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sábado, 8 de marzo de 2014

El arte ancestral de las porcelanas chinas – Cerámica y Espiritualidad


Un arte único y, en muchos aspectos, fantástico, alentado por una filosofía muy distinta a la occidental. La porcelana china, cuyo origen exacto se desconoce, es un claro ejemplo de virtuosismo y perfección artísticos que refleja obligatoriamente la evolución y la historia de la civilización que la descubrió.

La porcelana, tal como fue concebida y usada por los chinos, es cualquiera que, al golpearla, emite una clara nota metálica. Conocida también como cerámica blanca translúcida, se distingue de las otras, cocidas a gran fuego, denominadas loza. Igualmente, poco tiene que ver con las muestras de la Grecia clásica, en que los temas decorativos giraban en torno a la idealización del cuerpo humano y al desarrollo de la historia a través de mitos y leyendas. El arte del Lejano Oriente era mucho más contemplativo. Los chinos encontraban más deleitación en lo espiritual, algo que se pone en evidencia en su cerámica y posterior porcelana.

Aunque las habilidades técnicas se desarrollaron antes en el Lejano Oriente que en Europa o en
Oriente Medio, ambas civilizaciones, oriental y occidental, entraron en contacto en varias ocasiones con un impacto mutuo. Quizá el ejemplo más significativo fue el efecto de las porcelanas chinas del siglo XI, importadas por el mundo árabe. Allí alentaron el desarrollo del barro cocido a imitación de la porcelana, así como la investigación para el desarrollo de su manufactura. Siglos después, la Compañía Holandesa de las Indias Orientales introdujo en Europa grandes cantidades de esta porcelana única, lo que provocó que los ceramistas chinos adaptaran sus diseños a las demandas de este mercado.

Así como la cerámica griega parece tener una decoración meramente estética, aunque era realizada cuidadosamente para que su significado fuera claro, igualmente sucedió con las cerámicas chinas. Para unos su decoración pudiera parecer arbitraria, pero es cierto que para los chinos cada objeto y su disposición poseían un significado muy concreto. El león, el caballo y el elefante simbolizaban a Buda, mientras que el dragón representaba al emperador
y el ave fénix, a la emperatriz. La granada era símbolo de la fertilidad, un par de peces o de patos mandarines suponían un matrimonio feliz, el pino, el melocotón y la calabaza eran emblemas de una larga vida, mientras que la rama de casia y el salmón saltando entre olas representaban el éxito literario. Únicamente cuando se introdujeron los temas europeos en las vasijas chinas, esta significación fue perdiéndose. La historia de la cerámica y la porcelana chinas es la propia historia del pueblo chino. A lo largo de las distintas dinastías y periodos de gobierno hereditario, las técnicas y estilos se perfeccionaron hasta hacer de ella algo único en el mundo.

La cerámica neolítica china nació a orillas del río Amarillo en el periodo comprendido entre los años 3000 y 1500 a. de C. De arcilla roja y con motivos geométricos de trazos gruesos, eran pintadas con pigmentos rojo, blanco o marrón purpúreo. Empleada principalmente para la elaboración de urnas funerarias y utensilios de cocina, la calidad de su decoración hacía de las vasijas de esta época ejemplos artísticos de gran elegancia.

Más tarde, durante la dinastía Chou (1155-255 a. C), la realidad política y social de China sufrió
algunos cambios importantes con el establecimiento de un gobierno fundamental y una religión organizada. Fue Confucio el encargado de introducir una religión basada en la devoción filial y la reverencia por la tradición, enfatizando por encima de todo la armonía y la moderación. Al mismo tiempo, el taoísmo proponía una moralidad alta y compasiva, cuyo elemento místico sería desarrollado en cultos posteriores. Dos significativos avances se produjeron en esta época en torno al a cerámica china: el empleo de arcilla blanca fina, muy preparada y decorada en relieve y, en segundo lugar, el perfeccionamiento de los hornos con el fin de permitir un mayor control y retención del calor. Éstos permitían cocer la arcilla a temperaturas más altas, conformando un cuerpo más duro y consistente y dando lugar, así, a las primeras vasijas de loza conocidas. También por esta época se descubrió que podía realizarse un vidriado sencillo espolvoreando feldespato o cenizas de madera sobre los hombros de las vasijas.

Durante la dinastía Han (206 a. de C-220 d.C.), el estado chino aumentó su poder y anunció un periodo de consolidación y expansión bajo una administración centralizada. Tanto la filosofía de Confucio como el taoísmo, con sus creencias míticas y místicas, tuvieron un gran efecto en las expresiones artísticas del momento y contaron con multitud de seguidores. Las actividades comerciales aumentaron considerablemente, lo que permitió incorporar avances técnicos y estilísticos, entre ellos una sustancia llamada liu-li, que se cree era una mezcla preparada de vidrio con plomo procedente de Alejandría. Las vasijas dejaron de hacerse a mano para ayudarse de tornos eficaces y el empleo de moldes. En esta época, se hizo tanta loza como barro cocido, este último con arcilla rojiza y vidriado de silicato de plomo teñido de verde. Sus usos religiosos y funerarios imponían una ornamentación caracterizada por la modelación de una montaña, colina o isla a modo de tapa, representando la mitológica isla o montaña taoísta del Bendito.

Durante la dinastía Tang (618-906), se consolidó la adopción del budismo, introducido desde la India
en el siglo I, con su doctrina de negación y renuncia. Se trató de un periodo pacífico, tolerante, próspero y creativo, considerado uno de los más bellos y ricos de la historia china. Tras haber inventado la imprenta, la pólvora, la brújula imantada y otros ingenios, la inquietud científica de esta dinastía descubrió la porcelana gracias a la utilización de caolín en la pasta cerámica: la verdadera porcelana china se elabora cociendo una mezcla de arcilla blanca de caolín y feldespato a una temperatura entre 1.250 y 1300 ºC; con la mezcla y temperaturas correctas tiene lugar la fusión de las partículas, produciendo una mezcla mucho más vítrea y fuerte que la de la loza, lo que permite que las paredes del objeto sean mucho más finas y resistentes.

Sin embargo, aunque la técnica fue probablemente dominada por los artesanos T´ang, fueron los ceramistas Sing y Ming los que encargados de explotarla y desarrollarla hasta su plenitud. A pesar de ello, el arte T´ang comprendió la gran variedad de posibilidades de este nuevo material y empezó a producir piezas estilizadas, adornada por
bellos vidriados polícromos. Por primera vez, el arte chino jugaba con la libertad de colores y la decoración más frecuente –san cai o “tres colores”- suponía todo un alarde de expresionismo cromático.

Los tiempos venideros fueron turbulentos y marcados por las frecuentes invasiones, pero el siguiente periodo, el de la dinastía Sung (960-1279), fue enormemente activo en materia de arte. La producción de cerámica y porcelana estuvo patrocinada por la corte, que animaba a los ceramistas a realizar sus trabajos más costosos y delicados. Los materiales eran cuidadosamente elaborados y la variedad de mezclas permitía mejorar las distintas técnicas, por lo que se logró un nivel artístico insuperable. Sus qingzi o porcelanas con el color de las cosas naturales, monocromos verde, turquesas, púrpuras, blancos son, quizá, el alma de la porcelana china.

En 1127, los Sung huyeron de Kaifeng, su capital a orillas del río Amarillo, para trasladarse a
Hangzhou. El norte de China quedó en manos de dos dinastías mongolas, los Jin y los Liao y, a partir de 1260, de los Yuan, al mando de Kublai Kan. Veinte años más tarde, éste, nieto de Gengis Kan, se hizo con el dominio de Hangzhou y consolidó un nuevo imperio con capital en Beijing, dominado por la dinastía mongol Yuan. Durante esta época, la producción de porcelana se concentró en la provincia de Kiangsi, una factoría que, en el siglo XVIII, se convertiría en una ciudad porcelánica de un millón de habitantes.

En 1364, un campesino y ex monje budista organizó las revueltas campesinas del Sur y, en cuatro años, se hizo con el poder de Nankín (“ciudad del sur”), donde fundó un gobierno provisional y una nueva dinastía: los Ming (1368-1644). Éstos, de marcado carácter nacionalista, desempeñaron un papel enciclopedista al reivindicar y promocionar cualquier manifestación propiamente china. La porcelana vivió un periodo de esplendor gracias al patronazgo del emperador y a las diferentes ayudas económicas. Se siguió imponiendo el decorativismo y abundando los tipos polícromos: er cai, wu cai y dou cai (“dos colores”, “cinco colores” y “colores contrastados”, respectivamente). La mejor cerámica Ming se produjo durante la primera mitad del siglo XV y sus colores característicos fueron el blanco y azul, con gran uso de decoración a base de plantas y flores.

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