
El primer modelo de máquina de coser de que se tiene noticia es el que patentó el alemán C.F.Wisenthan en 1775, basado en el uso de una aguja con dos puntas y de ojo central. Otro prototipo fue desarrollado por el tejedor alemán Baltarsar Krems en 1786, un ingenio que realizaba de forma mecánica el punto de cadeneta.
En 1790, el ebanista londinense Thomas Saint obtuvo la primera patente de la historia de una máquina que hacía puntadas de cadeneta de un único hilo. A pesar de que Saint nunca llegó a construir un modelo verdaderamente práctico, a partir de su invención, tras sucesivas modificaciones y mejoras, la máquina de coser empezó a hacerse popular. Así, el modesto sastre francés Barthélémy Thimonnier (1793-1857) pudo desarrollar en 1830 una máquina de coser que ya daba 300 puntadas por minuto.
En cualquier caso, la máquina de coser moderna deriva directamente de la ideada en septiembre de 1846 por el mecánico estadounidense Elias Howe (1819-1867), de Boston, que incorporaba una pequeña lanzadera que trabajaba en conexión con la aguja, lo que permitía que una sola costurera produjese como cinco trabajando a destajo a razón de 250 puntadas por minuto. Veinte años más tarde, el rendimiento personal ya se había multiplicado por doce. En la actualidad, las máquinas superan las 7.500 puntadas por minuto.
Pero fue el también bostoniano Isaac Merrit Singer (1811-1875) quien dos años después dio los últimos retoques a la máquina de coser moderna, al incluir un pie con muelles que presiona la tela en la mesa de la máquina, mientras una rueda dentada hace que el tejido avance tras cada puntada vertical, y al añadir la mesilla para sostener la tela. La velocidad de marcha hacia delante de la tela se modifica automáticamente dependiendo de la longitud de la puntada escogida.
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En 1790, el ebanista londinense Thomas Saint obtuvo la primera patente de la historia de una máquina que hacía puntadas de cadeneta de un único hilo. A pesar de que Saint nunca llegó a construir un modelo verdaderamente práctico, a partir de su invención, tras sucesivas modificaciones y mejoras, la máquina de coser empezó a hacerse popular. Así, el modesto sastre francés Barthélémy Thimonnier (1793-1857) pudo desarrollar en 1830 una máquina de coser que ya daba 300 puntadas por minuto.
En cualquier caso, la máquina de coser moderna deriva directamente de la ideada en septiembre de 1846 por el mecánico estadounidense Elias Howe (1819-1867), de Boston, que incorporaba una pequeña lanzadera que trabajaba en conexión con la aguja, lo que permitía que una sola costurera produjese como cinco trabajando a destajo a razón de 250 puntadas por minuto. Veinte años más tarde, el rendimiento personal ya se había multiplicado por doce. En la actualidad, las máquinas superan las 7.500 puntadas por minuto.
Pero fue el también bostoniano Isaac Merrit Singer (1811-1875) quien dos años después dio los últimos retoques a la máquina de coser moderna, al incluir un pie con muelles que presiona la tela en la mesa de la máquina, mientras una rueda dentada hace que el tejido avance tras cada puntada vertical, y al añadir la mesilla para sostener la tela. La velocidad de marcha hacia delante de la tela se modifica automáticamente dependiendo de la longitud de la puntada escogida.





Whistler también se labró una reputación como retratista; uno de sus trabajos más conocidos en este aspecto es “Arrangement in Gray and Black: Portrait of the Artist´s Mother”. A finales de la década de los setenta del siglo XIX realizó una serie de vistas nocturnas conocidas precisamente como “Nocturnes”, en las que se incluían numerosas vistas sobre el Támesis en coloración monocromática. El tema de estos cuadros recuerda la preferencia impresionista por paisajes urbanos y acuáticos, pero a diferencia de aquellos aristas, Whistler estaba más preocupado por la armonía y estética del color.
estéticas de sus cuadros, había comenzado a dar a sus trabajos designaciones musicales, como “sinfonía” o “armonía”. El nexo entre pintura y música tuvo su predicamento en artistas posteriores. Otro de sus trabajos importantes fue el diseño para la
Habitación Peacock en la mansión privada londinense del coleccionista Frederick Richards Leyland, considerado un precursor del Art Nouveau.


