El 24 de septiembre de 1982, el minero noruego Bjarne Lillevold y un compañero viajaban a su casa en motocicleta cuando vieron descender una luz desde lo alto de las montañas hasta el bosque cercano de Alen. Al llegar allí, el objeto volaba cerca de los árboles. Entonces una segunda bola de luz llegó de la misma dirección y se detuvo cerca de la primera.
Siguiendo su camino, los dos hombres llegaron a una cabaña tan brillantemente iluminada que parecía estar incendiándose. Al lado había un objeto, más grande que la cabaña misma, con forma de árbol de Navidad invertido y con una luz roja parpadeante. La vieron subir y bajar como un yoyo durante 20 minutos. Cerca del suelo, la luz disminuía y Lillevold podía ver a través de ella como si fuera de cristal, pero en la parte alta de su movimiento era demasiado brillante para verla.
Estos fenómenos, conocidos como Luces de Hessdalen, reciben su nombre de un valle noruego situado al sur de Trondheim, donde se ven con mayor frecuencia. Las primeras veces las observaron los campesinos locales y los mineros, pero más tarde los investigadores de ovnis instalaron un puesto de observación con equipo complejo al que se unieron físicos y otros científicos. Pese a que se habían reunido centenares de fotografías y muchos datos científicos valiosos, la formación del Proyecto Hessdalen en junio de 1983 no logró explicar el fenómeno. Una teoría lo atribuye a un poco conocido proceso de combustión en el que intervienen nubes de polvo provenientes del suelo del valle, rico en un extraño mineral llamado escandio.
Las fotografías confirman que las luces tienen un diámetro de entre dos y tres metros, y que son extremadamente brillantes y sin una forma estructurada. Su comportamiento y el hecho de que sean silenciosas excluye a los helicópteros y otras aeronaves. Las luces han sido observadas durante una hora o más, ya sea volando sobre un punto o moviéndose lentamente hasta 20 kilómetros de distancia, maniobras que los fenómenos naturales conocidos, como los fuegos fatuos, no pueden realizar. Tampoco son estrellas, satélites ni ningún otro fenómeno celeste, ya que han sido fotografiadas en el valle con la montaña visible tras ellas.
Quizá el rasgo más extraño de las Luces de Hessdalen sea su respuesta a los rayos láser. Una noche, el director del proyecto, Erling Strand, dirigió un haz hacia una luz centelleante. La luz inmediatamente duplicó el ritmo de su parpadeo. Sin el láser, el centelleo recuperó su velocidad más baja. Este cambio ocurrió ocho de las nueve veces que se probó. Ningún objeto conocido, natural o artificial, responde a los rayos láser de esa manera. No es de extrañar que las Luces de Hessdalen hayan despertado el interés de muchos científicos del mundo.
Siguiendo su camino, los dos hombres llegaron a una cabaña tan brillantemente iluminada que parecía estar incendiándose. Al lado había un objeto, más grande que la cabaña misma, con forma de árbol de Navidad invertido y con una luz roja parpadeante. La vieron subir y bajar como un yoyo durante 20 minutos. Cerca del suelo, la luz disminuía y Lillevold podía ver a través de ella como si fuera de cristal, pero en la parte alta de su movimiento era demasiado brillante para verla.
Estos fenómenos, conocidos como Luces de Hessdalen, reciben su nombre de un valle noruego situado al sur de Trondheim, donde se ven con mayor frecuencia. Las primeras veces las observaron los campesinos locales y los mineros, pero más tarde los investigadores de ovnis instalaron un puesto de observación con equipo complejo al que se unieron físicos y otros científicos. Pese a que se habían reunido centenares de fotografías y muchos datos científicos valiosos, la formación del Proyecto Hessdalen en junio de 1983 no logró explicar el fenómeno. Una teoría lo atribuye a un poco conocido proceso de combustión en el que intervienen nubes de polvo provenientes del suelo del valle, rico en un extraño mineral llamado escandio.
Las fotografías confirman que las luces tienen un diámetro de entre dos y tres metros, y que son extremadamente brillantes y sin una forma estructurada. Su comportamiento y el hecho de que sean silenciosas excluye a los helicópteros y otras aeronaves. Las luces han sido observadas durante una hora o más, ya sea volando sobre un punto o moviéndose lentamente hasta 20 kilómetros de distancia, maniobras que los fenómenos naturales conocidos, como los fuegos fatuos, no pueden realizar. Tampoco son estrellas, satélites ni ningún otro fenómeno celeste, ya que han sido fotografiadas en el valle con la montaña visible tras ellas.
Quizá el rasgo más extraño de las Luces de Hessdalen sea su respuesta a los rayos láser. Una noche, el director del proyecto, Erling Strand, dirigió un haz hacia una luz centelleante. La luz inmediatamente duplicó el ritmo de su parpadeo. Sin el láser, el centelleo recuperó su velocidad más baja. Este cambio ocurrió ocho de las nueve veces que se probó. Ningún objeto conocido, natural o artificial, responde a los rayos láser de esa manera. No es de extrañar que las Luces de Hessdalen hayan despertado el interés de muchos científicos del mundo.
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