La cámara Leica fue creada por el ingeniero de precisión Oskar Barnack, jefe del departamento de investigación de los laboratorios Leitz en Wetzlar, Alemania, que principalmente fabricaba microscopios. Barnack ideó la cámara en 1913 por su propia iniciativa. Padecía asma y se propuso crear una cámara ligera para evitar la molestia de tener que trabajar con un trípode y con placas de vidrio de 13x18 centímetros. Basándose en la capacidad de resolución del ojo humano, llegó a un tamaño mínimo de negativo de 24x35 milímetros, una mera fracción del formato de placas de vidrio. El único material fílmico con suficiente calidad de grano disponible en la época era la película de cine. La decisión de Barnack de utilizar el formato de película cinematográfica –y por tanto de negativos enrollados en una bobina en lugar de una placa- significó el primero paso hacia la cámara de formato pequeño. La única diferencia entre ambas películas radicaba en la orientación del negativo en la bobina.
En 1913, Barnack construyó dos modelos de Leica no identificados que quedaron para su uso personal durante muchos años. En 1925, con la consolidación económica, Leitz introdujo en el mercado esta obra maestra de la concepción y la precisión con el pintoresco nombre de Leica (“cámara Leitz”): el éxito fue inmediato y las ventas no defraudaron. Los principios básicos de las cámaras analógicas modernas derivan de este modelo. Como la película estaba protegida de la exposición lumínica dentro de un cartucho podía cambiarse fácilmente a plena luz del día. En la Leica, el obturador y el avance de la película fueron de la mano desde el principio. Dotada de una capacidad de 36 negativos por película, unas ópticas fabulosas y una mecánica precisa, la cámara Leica fijó un estándar que se mantuvo vigente durante mucho tiempo.
La Leica hizo portátil la fotografía, pues posibilitaba sacar fotos alzando la cámara con las manos y la imagen podía ser horizontal o vertical. Su cuerpo de siete centímetros de altura y trece centímetros de largo estaba diseñado para ser sujetado frente al ojo mientras el usuario accionaba el disparador al mismo tiempo –sin necesidad de un disparador remoto de cable-. La precisa lente cubierta permitía la elaboración de ampliaciones en las que no podía eliminarse el grano de la película pero donde se convertía, en cambio, en medio activo de expresión. No se exagera al afirmar que la Leica definió el fotoperiodismo.
En 1913, Barnack construyó dos modelos de Leica no identificados que quedaron para su uso personal durante muchos años. En 1925, con la consolidación económica, Leitz introdujo en el mercado esta obra maestra de la concepción y la precisión con el pintoresco nombre de Leica (“cámara Leitz”): el éxito fue inmediato y las ventas no defraudaron. Los principios básicos de las cámaras analógicas modernas derivan de este modelo. Como la película estaba protegida de la exposición lumínica dentro de un cartucho podía cambiarse fácilmente a plena luz del día. En la Leica, el obturador y el avance de la película fueron de la mano desde el principio. Dotada de una capacidad de 36 negativos por película, unas ópticas fabulosas y una mecánica precisa, la cámara Leica fijó un estándar que se mantuvo vigente durante mucho tiempo.
La Leica hizo portátil la fotografía, pues posibilitaba sacar fotos alzando la cámara con las manos y la imagen podía ser horizontal o vertical. Su cuerpo de siete centímetros de altura y trece centímetros de largo estaba diseñado para ser sujetado frente al ojo mientras el usuario accionaba el disparador al mismo tiempo –sin necesidad de un disparador remoto de cable-. La precisa lente cubierta permitía la elaboración de ampliaciones en las que no podía eliminarse el grano de la película pero donde se convertía, en cambio, en medio activo de expresión. No se exagera al afirmar que la Leica definió el fotoperiodismo.
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