La historia de la pizza comienza, claro está, con el pan, uno de los alimentos preparados más antiguos de la humanidad y que se remonta al Neolítico. Existen testimonios muy tempranos de añadidos al pan para hacerlo más sabroso. Los antiguos griegos, por ejemplo, tenían una base plana llamada “plakuntos” sobre la que se ponían diversas hierbas, ajo y cebolla. También los soldados del rey persa Darío el Grande (521-486 a.C.) cocinaban sobre sus escudos una lámina de pan sobre la que añadían queso fundido y dátiles. En el siglo I a.C. Virgilio hace referencia en su “Eneida” a un plato similar.
Los panes planos, como la pizza, son típicos de las cocinas mediterráneas. Perviven ejemplos tempranos como la focaccia, que se remonta a los antiguos etruscos; la coca (con sus variantes dulces y saladas) de la región de Cataluña y las Baleares; la pita (griego) o pide (turco)... En otras partes del mundo se pueden encontrar ejemplos similares: el paratha indio, el naan pakistaní, el alemán flammkuchen…
Existe una creencia errónea acerca de que la pizza fue inventada en realidad por los chinos y dada a conocer en Europa por Marco Polo. Como hemos visto, la base culinaria de la pizza existía en el Mediterráneo en épocas muy anteriores.
La innovación que conformó definitivamente lo que conocemos como “pizza “ fue añadir salsa de tomate en la parte superior de un pan plano convirtiéndose. Durante bastante tiempo después de que el tomate fuera traído a Europa desde América en el siglo XVI, existió la creencia de que ese fruto era venenoso (lo que sí es cierto en el caso de frutas de la familia de las Solanaceae). Sin embargo, a finales del siglo XVIII, en las áreas pobres los alrededores de Nápoles se añadió tomate a un pan plano elaborado con levadura y de esta forma nació la pizza. Este nuevo plato pronto ganó popularidad, convirtiéndose en una atracción gastronómica que atraía a forasteros, que se aventuraban a entrar en las zonas pobres a probar esta especialidad local.
No fue hasta el año 1830 cuando la pizza comenzó a venderse en establecimientos al aire libre, así como por vendedores callejeros. La antigua pizzería Port’Alba en Nápoles es considerada como posiblemente la primera pizzería del mundo. Empezaron a producir pizzas para los viandantes en 1738 y ampliaron a una especie de pizza-restaurante con mesas y camareros en 1830. Hoy día siguen sirviendo pizzas bajo las mismas premisas hoy en día.
Existe una descripción de la pizza en la corte de Nápoles sobre el 1830, obra del escritor francés Alexandre Dumas (padre) en su trabajo Le Corricolo. Escribe que la pizza es la única comida de la gente humilde en Nápoles durante el invierno, y que la pizza "en Nápoles se elaboraba con aceite, tocino, queso, tomate y anchoas".
Los panes planos, como la pizza, son típicos de las cocinas mediterráneas. Perviven ejemplos tempranos como la focaccia, que se remonta a los antiguos etruscos; la coca (con sus variantes dulces y saladas) de la región de Cataluña y las Baleares; la pita (griego) o pide (turco)... En otras partes del mundo se pueden encontrar ejemplos similares: el paratha indio, el naan pakistaní, el alemán flammkuchen…
Existe una creencia errónea acerca de que la pizza fue inventada en realidad por los chinos y dada a conocer en Europa por Marco Polo. Como hemos visto, la base culinaria de la pizza existía en el Mediterráneo en épocas muy anteriores.
La innovación que conformó definitivamente lo que conocemos como “pizza “ fue añadir salsa de tomate en la parte superior de un pan plano convirtiéndose. Durante bastante tiempo después de que el tomate fuera traído a Europa desde América en el siglo XVI, existió la creencia de que ese fruto era venenoso (lo que sí es cierto en el caso de frutas de la familia de las Solanaceae). Sin embargo, a finales del siglo XVIII, en las áreas pobres los alrededores de Nápoles se añadió tomate a un pan plano elaborado con levadura y de esta forma nació la pizza. Este nuevo plato pronto ganó popularidad, convirtiéndose en una atracción gastronómica que atraía a forasteros, que se aventuraban a entrar en las zonas pobres a probar esta especialidad local.
No fue hasta el año 1830 cuando la pizza comenzó a venderse en establecimientos al aire libre, así como por vendedores callejeros. La antigua pizzería Port’Alba en Nápoles es considerada como posiblemente la primera pizzería del mundo. Empezaron a producir pizzas para los viandantes en 1738 y ampliaron a una especie de pizza-restaurante con mesas y camareros en 1830. Hoy día siguen sirviendo pizzas bajo las mismas premisas hoy en día.
Existe una descripción de la pizza en la corte de Nápoles sobre el 1830, obra del escritor francés Alexandre Dumas (padre) en su trabajo Le Corricolo. Escribe que la pizza es la única comida de la gente humilde en Nápoles durante el invierno, y que la pizza "en Nápoles se elaboraba con aceite, tocino, queso, tomate y anchoas".
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