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sábado, 3 de septiembre de 2011

El origen de la plancha: la arruga no ha sido siempre bella


En el siglo IV a.C., los griegos empleaban una barra de hierro calentada, similar a un rodillo de amasar, que se pasaba sobre las ropas de lino para marcar los pliegues. Dos siglos más tarde, los romanos ya planchaban y plisaban con un mazo plano, metálico que, literalmente, martilleaba las arrugas. En el siglo VIII, los chinos utilizaban para asentar la seda unas planchas de carbón que parecían pequeñas sartenes con mangos muy largos. Los vikingos del siglo X utilizaban una pieza de hierro en forma de hongo invertido, que movían adelante y atrás por encima de la ropa húmeda.

Hacia el siglo XV, las familias acomodadas de Europa utilizaban la plancha llamada caja caliente, provista de un compartimiento para carbón o un ladrillo previamente calentado, mientras que las familias más humildes utilizaban planchas de hierro candentes. En todo caso, las planchas no se hicieron casi imprescindibles hasta el siglo XVIII, con la proliferación de la prendas de algodón. Las planchas de gas, conocidas desde 1850, cedieron el paso a las eléctricas a finales del siglo XIX.

La plancha eléctrica fue inventada por el estadounidense Henry W. Weeley –o Seely- en 1882, de Nueva Jersey, aunque se trataba de un modelo aún poco práctico. Sólo se calentaba –lentamente- enchufada a su soporte, y se enfriaba –rápidamente- una vez separada de él y en pleno uso. Otro grave inconveniente de este modelo es que, en la época de su invención, pocos eran los hogares que contaban con abastecimiento de electricidad.

El primer intento serio de lanzar una plancha verdaderamente útil lo protagonizó el estadounidense Earl Richardson en 1906, fabricando un modelo al que llamó precisamente “plancha”. En 1926, las primeras planchas de vapor estuvieron en el mercado, aunque estos primeros modelos –que presentaban un solo agujero para la salida de vapor- no obtuvieron el éxito comercial deseado por sus fabricantes. Pasarían aún dos décadas más hasta que su uso se fuera generalizando en Occidente, tras ser lanzada al mercado una plancha de vapor ya muy similar a las actuales inventada en 1938 por el estadounidense Edmund Schreyer.

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