Cuando estás de excursión en la montaña, te das cuenta de que has pasado delante del mismo árbol reseco por tercera vez y sólo faltan veinte minutos para que se ponga el sol, un perro de rescate puede convertirse en tu mejor posibilidad para llegar sano y salvo a casa. Los perros entrenados para rescate son inteligentes, ágiles y obedientes, pero es su talante jugueton lo que los hace buscar a personas desaparecidas en la nieve o la lluvia, bajo las rocas o en grietas de estrechez claustrofóbica.
Básicamente, la labor de un perro de búsqueda y rescate tiene dos componentes: encontrar el origen del olor humano y atraer a su cuidador hacia él. Mientras que el perro realiza la búsqueda propiamente dicha, su cuidador siempre retiene el control. Quienes trabajan con estos animales han sido a su vez bien entrenados, están físicamente en forma y son capaces de operar en condiciones extremas, orientarse y navegar en un amplio espectro de situaciones y prestar ayuda médica de emergencia. Pueden, además, comunicarse con su perro como si ambos hablaran el mismo lenguaje -lo que, en cierto modo, es cierto-. Los perros y sus cuidadores pueden leer el lenguaje corporal del otro y un perro inteligente puede memorizar un vocabulario de 50 palabras además de ser capaz de interpretar el tono de voz del cuidador.
Los expertos estiman que un perro de rescate pude realizar el trabajo de 20 o 30 seres humanos. Porque no se trata sólo el olfato, sino del superior sentido del oído y la visión nocturna del animal. Y todo ello es clave en una operación en la que el tiempo siempre es un factor de vida o muerte. En una avalancha, por ejemplo, el 90% de las víctimas aún viven 15 minutos después de haber sido sepultadas; pero 35 minutos después, sólo sobreviven el 30% de ellas. Aunque la mayoría de las personas enterradas por un alud no consiguen sobrevivir, sus probabilidades mejoran exponencialmente cuando se utilizan perros. Incluso aunque las víctimas hayan muerto, la utilización de los perros resulta fundamental para encontrar los cuerpos y que las familias puedan celebrar el funeral.
Los perros de rescate son capaces de realizar una larga lista de cosas sorprendentes, como hacer rappel con su cuidador, localizar a un ser humano en un radio de 500 metros, encontrar un cadáver bajo el agua, subir por escalas y caminar sobre una viga inestable en un edificio derrumbado. Y todo persiguiendo una sola cosa: el olor humano, ya esté su origen vivo o muerto, sea un sólo diente o un trozo de ropa. Encuentran a personas desaparecidas, buscan supervivientes en zonas asoladas por calamidades naturales y encuentran pruebas en escenas del crimen...
Nos puede parecer una hazaña milagrosa, pero para los perros, cuyo sentido del olfato es nada menos que 40 veces más agudo que el nuestro, no es algo demasiado difícil. Para un perro, el olor de un humano es tan fuerte y característico como para nosotros el de un pan recién horneado. Aunque nosotros no lo percibamos, los humanos olemos mucho y vamos dejando rastros olorosos en forma de células cutáneas que se desprenden de nuestra piel y que contienen las bacterias que nos proporcionan nuestro olor distintivo. Aunque no lo podemos saber con seguridad, la mayoría de los expertos piensan que los perros de rescate detectan estos rastros de células, que forman una especie de área olorosa que el animal puede seguir fácilmente. El olor de esas células es único para cada uno de nosotros, lo que explica que un perro pueda oler un trozo de ropa y rastrear sólamente el olor de la persona que llevó esa prenda por última vez.
Aunque hay algunos perros que muestran una mayor disposición a olfatear que otros, todos los canes cuentan con un poderoso sentido del olfato. Los perros de rescate pueden ser de pura raza o mestizos. Algunos cuidadores tienen sus preferencias personales por alguna raza particular, pero cualquier perro de tamaño medio-grande con buena salud, una inteligencia normal, buen oído, una personalidad no agresiva y un fuerte instinto de juego o caza (demostrado por el intenso deseo de recuperar un juguete que se le arroje) puede servir como perro de rescate.
Los perros de rescate tienen que ser lo suficientemente grandes como para que puedan caminar sin problemas por terrenos accidentados, abrirse paso y apartar obstáculos, pero, al mismo tiempo, lo suficientemente pequeños como para que se los pueda transportar fácilmente. Por ese motivo no hay muchos San Bernardo dedicados a tareas de rescate. Los pastores alemanes, en cambio, son ideales: inteligentes, obedientes y ágiles y su pelaje de doble capa los protege de las condiciones meteorológicas extremas. Los perros de caza y pastores, como los Labradores, Golden Retriever o Collies suelen ser buenos perros de rescate gracias a su fuerte sentido de persecución y recuperación de presas. Mucha gente considera a los perros de San Huberto (los "bloodhounds" ingleses) la mejor raza rastreadora: sus grandes orejas y pliegues faciales le sirven para recoger y concentrar partículas olorosas justo ante la nariz, mejorando la eficiencia de su sentido del olfato. Un "bloodhound" puede encontrar un rastro semanas después de que el resto de las razas sean incapaces de hacerlo.
Y esto nos lleva a la distinción entre perros rastreadores y perros buscadores. No todos los perros de rescate realizan la misma labor. Algunos perros rastrean el terreno y otros el aire. Ambos tipos se solapan, pero se puede trazar la distinción en el método de adiestramiento y la forma en la que participan en las misiones. Los perros rastreadores trabajan con la nariz pegada al suelo siguiendo un rastro de olor humano -células de la piel caídas o atrapadas por arbustos-. Estos perros no buscan, siguen. Necesitan un punto de arranque: un artículo o prenda de la persona a localizar y una pista sin contaminar por otros olores fuertes.
Como dijimos, el tiempo es importante en el rastreo. Si un niño desaparece del patio de la escuela o un convicto escapa de prisión, se puede utilizar un perro para seguir el rastro inmediatamente después de la desaparición, antes de que otros grupos de búsqueda contaminen la pista.
Hay otros perros que trabajan olfateando el aire. Capturan el olor humano procedente de cualquier punto de los alrededores y no necesitan un objeto con olor de la persona, sino que "enganchan" la pista del aire y la siguen hasta su origen (el punto de mayor concentración). Estos perros suelen utilizarse para localizar a senderistas perdidos, alguien sepultado por una avalancha o los escombros de un edificio derrumbado tras un terremoto. A su vez, estos perros pueden especializarse en un tipo particular de búsqueda, por ejemplo:
- Cadáveres: detectan los gases procedentes de la descomposición además de rastros de células cutáneas. Son capaces de encontrar cosas tan pequeñas como un diente o una mancha de sangre.
- Búsqueda de ahogados. Cuando un cadáver se halla sumergido, partículas de la piel y gases suben a la superficie, por lo que los perros pueden oler el cuerpo incluso aunque esté bajo el agua. Debido al movimiento de las corrientes, el animal rara vez es capaz de encontrar la localización exacta del cuerpo y se suelen utilizar varios equipos que rastrean una zona concreta, trabajando en coordinación con buzos.
- Avalanchas - Los perros pueden detectar el olor de personas enterradas hasta a cinco metros de profundidad en la nieve.
- Catástrofes urbanas - El trabajo más difícil: buscar supervivientes entre los escombros. Los animales deben caminar y abrirse paso por un terreno inestable, lleno de materiales en precario equilibrio y agujeros.
- Aire libre: localización de personas en un entorno natural.
- Búsqueda de artículos que hayan sido tocados o llevados por alguien.
En realidad, los perros con la misión de buscar cadáveres o ahogados son los únicos que reciben un adiestramiento específico para la detección del olor humano, aunque todos los perros de rescate alertarán a su cuidador si lo detectan. En grandes catástrofes, como el atentado con bomba de Oklahoma City en 1995, el ataque sobre las Torres Gemelas en 2001 o el terremoto de 2005 en Pakistán, se utilizaron perros de todas las especialidades para intentar encontrar supervivientes. Paradójicamente, esto causó algunos problemas con los animales porque aquellos perros entrenados para encontrar supervivientes se sienten decepcionados al encontrar sólo cadáveres. ¿Cómo es esto? Los perros saben que encontrar gente viva es mejor, en parte gracias a su entrenamiento, en parte porque se fijan en la reacción emocional de su cuidador y en parte porque los supervivientes suelen tener algún tipo de gesto inmediato de agradecimiento hacia el animal y eso a los perros les encanta. En Oklahoma City y el World Trade Center, cuidadores y bomberos se escondían entre los escombros para que el perro los encontrara, sintiera que había tenido éxito y recibiera su recompensa.
En los desastres urbanos, cuando hay gente atrapada bajo pilas de escombros en delicado equilibrio, la fuerza, confianza y agilidad del perro son fundamentales. Casi tanto como la obediencia a su cuidador: un perro fuera de control supone un tremendo riesgo. En las búsquedas al aire libre el perro se halla en un entorno cómodo, pero tras un terremoto, por ejemplo, el animal tiene que trabajar entre ruinas, tuberías, cristales rotos, vigas... Muy pocos equipos cuidador/perro consiguen superar las pruebas requeridas para obtener la cualificación necesaria en la búsqueda urbana.
Para llegar a ser perro de rescate, el animal y su cuidador deben someterse a un duro entrenamiento con diferentes niveles en los que se desarrollan las siguientes habilidades:
1- Obediencia básica: el perro debería tolerar sin problemas a extraños no amenazantes y otros perros, prestar atención al cuidador mientras camina con él sin correa, caminar entre multitudes y entre diferentes distracciones (alguien haciendo footing, una puerta que se cierra bruscamente) sin perder la concentración, así como obedecer órdenes básicas.
2- El perro es capaz de obedecer órdenes sin problemas y combinaciones de las mismas; no muestra estrés al verse separado de su cuidador. El animal podrá trabajar de forma efectiva con un cuidador diferente del habitual.
3- Habilidades físicas y mentales. Para aprobar este nivel, el perro deberá atravesar un túnel, subir y bajar por una doble rampa de 45 grados de inclinación en cada vertiente, meterse en la pala de una excavadora con su cuidador y ser elevado al menos 4 metros sin que intente saltar fuera, o sentarse en el remolque de un vehículo o motonieve sin tratar de salir. Debe poder viajar sin problemas en barco, aproximarse sin miedo a un helicóptero en marcha o ser izado por el aire llevando un arnés.
Las pruebas de rastreo urbano son especialmente complicadas. Una persona, el objetivo, va dejando una pista de 500 m a 2 km de longitud en una zona de la ciudad con tráfico denso. El objetivo cruza al menos dos intersecciones de calles, hace tres giros en ángulo recto, sigue dos manzanas y deja un objeto con su olor en un callejón, añadiendo además otra pista falsa para despistar al perro. Treinta minutos después, el cuidador coloca a su perro en el inicio de la pista. El perro debe finalizar la pista y encontrar al objetivo en un tiempo al menos igual al que utilizó la persona en ir dejando la pista. Para complicar las cosas, se van colocando distracciones por el camino: perros y gatos sueltos, otros equipos de rastreo, maquinaria pesada funcionando, obstáculos como alambre de espino o muros de ladrillos que el perro debe salvar... Una tarea nada fácil.
Podría pensarse que un perro excesivamente juguetón sería un mal perro de búsqueda y rescate, pero en realidad es todo lo contrario. Si es capaz de estar horas persiguiendo una pelota de tenis, probablemente caminará por la nieve o entre rocas que dañen sus patas, con tal de encontrar el juguete y conseguir que alguien se lo lance otra vez. Para este perro de rescate, encontrar el origen del olor supone una especie de juego. Y esa es la esencia del adiestramiento para este tipo de misiones: asociar el olor con algo que el perro desea intensamente. El entrenamiento no se diferencia esencialmente de cualquier otro que involucre animales: éstos no hacen caridad ni son altruistas, sólo trabajarán por la recompensa, por lo que hay que saber en primer lugar lo que más le gusta al perro y luego conseguir asociar tal recompensa a la ejecución de un trabajo determinado -en este caso localizar el olor humano y avisar al cuidador de una manera concreta-
La mayoría de los perros de búsqueda y rescate viven y se entrenan con su cuidador y se necesitan unas 600 horas de adiestramiento hasta que el animal está preparado para operar sobre el terreno. Algunas veces, las asociaciones de rescate adoptan animales que reúnan las condiciones necesarias (espíritu juguetón, valentía, personalidad amigable, obediencia y capacidad de iniciativa) de refugios y perreras con el propósito de emparejarlos con un cuidador y entrenarlo.
Veamos el ejemplo del entrentamiento de un perro para buscar a gente sepultada por una avalancha. Se trata de que el animal excave y se meta en la nieve. Para ello, el cuidador cava un agujero en la nieve; una segunda persona sostiene al perro mientras el primero se dedica a saltar en el agujero, correr alrededor y simular un juego; el perro, que observa todo el tiempo, lucha por unirse a su amo en el juego y cuando el ayudante lo suelta, sale corriendo para encontrarse con el cuidador, que comienza a jugar con él "peleando" por un juguete.
Se van incrementando los tiempos hasta que añadir otra complicación. Se cubre al cuidador con unos centímetros de nieve. Esta vez, cuando el perro corre hacia el cuiador, no puede verle, pero sí puede olerlo. Así que comienza a cavar. Cuando lo encuentra, el cuidador lo premia jugando con él. De esta forma, el perro aprende que puede haber gente enterrada bajo la nieve y que el olor humano que puede descubrir le llevará a alguien que juegue con él. Después, el cuiador va cambiando de lugar para que el perro lo descubra y obtenga su recompensa.
En el último paso del entrenamiento, se añaden distracciones al proceso, como otros perros, gente con palas o tendida alrededor.. .en una situación real el perro debe ser capaz de concentrarse en la búsqueda por muy caótica que sea la situación alrededor, caminará por un puente de cuerdas bajando su centro de gravedad para minimizar el balanceo, ignorará una hamburguesa que se encuentre en mitad de un bosque y no prestará atención a otros perros -o perras- de rescate mientras esté en una misión. Y es que para los perros, el juego -ya sea un ejercicio de entrenamiento o una búsqueda real- es algo muy serio.
De media, un cuiador necesita 1.000 horas de entrenamiento para poder trabajar con un perro de rescate. Aprenderá los sistemas de entrenamiento, orientación, pautas meteorológicas, comunicaciones por radio, manejo de mapa y brújula, supervivencia y primeros auxilios y reanimación. Las misiones se realizan en un área distinta cada vez, por lo que no suele ser habitual que los cuiadores tengan la oportunidad de llegar a conocer una zona en profundidad. Es entonces cuando entran en juego sus habilidades de navegación. Además, los perros buscan mejor de noche debido a las características del aire, pero para los cuidadores la tarea se complica: se ve mal el relieve del terreno, hay que localizar al perro con linternas, comprobar dónde se está y qué rumbo se lleva en la oscuridad...
Básicamente, la labor de un perro de búsqueda y rescate tiene dos componentes: encontrar el origen del olor humano y atraer a su cuidador hacia él. Mientras que el perro realiza la búsqueda propiamente dicha, su cuidador siempre retiene el control. Quienes trabajan con estos animales han sido a su vez bien entrenados, están físicamente en forma y son capaces de operar en condiciones extremas, orientarse y navegar en un amplio espectro de situaciones y prestar ayuda médica de emergencia. Pueden, además, comunicarse con su perro como si ambos hablaran el mismo lenguaje -lo que, en cierto modo, es cierto-. Los perros y sus cuidadores pueden leer el lenguaje corporal del otro y un perro inteligente puede memorizar un vocabulario de 50 palabras además de ser capaz de interpretar el tono de voz del cuidador.
Los expertos estiman que un perro de rescate pude realizar el trabajo de 20 o 30 seres humanos. Porque no se trata sólo el olfato, sino del superior sentido del oído y la visión nocturna del animal. Y todo ello es clave en una operación en la que el tiempo siempre es un factor de vida o muerte. En una avalancha, por ejemplo, el 90% de las víctimas aún viven 15 minutos después de haber sido sepultadas; pero 35 minutos después, sólo sobreviven el 30% de ellas. Aunque la mayoría de las personas enterradas por un alud no consiguen sobrevivir, sus probabilidades mejoran exponencialmente cuando se utilizan perros. Incluso aunque las víctimas hayan muerto, la utilización de los perros resulta fundamental para encontrar los cuerpos y que las familias puedan celebrar el funeral.
Los perros de rescate son capaces de realizar una larga lista de cosas sorprendentes, como hacer rappel con su cuidador, localizar a un ser humano en un radio de 500 metros, encontrar un cadáver bajo el agua, subir por escalas y caminar sobre una viga inestable en un edificio derrumbado. Y todo persiguiendo una sola cosa: el olor humano, ya esté su origen vivo o muerto, sea un sólo diente o un trozo de ropa. Encuentran a personas desaparecidas, buscan supervivientes en zonas asoladas por calamidades naturales y encuentran pruebas en escenas del crimen...
Nos puede parecer una hazaña milagrosa, pero para los perros, cuyo sentido del olfato es nada menos que 40 veces más agudo que el nuestro, no es algo demasiado difícil. Para un perro, el olor de un humano es tan fuerte y característico como para nosotros el de un pan recién horneado. Aunque nosotros no lo percibamos, los humanos olemos mucho y vamos dejando rastros olorosos en forma de células cutáneas que se desprenden de nuestra piel y que contienen las bacterias que nos proporcionan nuestro olor distintivo. Aunque no lo podemos saber con seguridad, la mayoría de los expertos piensan que los perros de rescate detectan estos rastros de células, que forman una especie de área olorosa que el animal puede seguir fácilmente. El olor de esas células es único para cada uno de nosotros, lo que explica que un perro pueda oler un trozo de ropa y rastrear sólamente el olor de la persona que llevó esa prenda por última vez.
Aunque hay algunos perros que muestran una mayor disposición a olfatear que otros, todos los canes cuentan con un poderoso sentido del olfato. Los perros de rescate pueden ser de pura raza o mestizos. Algunos cuidadores tienen sus preferencias personales por alguna raza particular, pero cualquier perro de tamaño medio-grande con buena salud, una inteligencia normal, buen oído, una personalidad no agresiva y un fuerte instinto de juego o caza (demostrado por el intenso deseo de recuperar un juguete que se le arroje) puede servir como perro de rescate.
Los perros de rescate tienen que ser lo suficientemente grandes como para que puedan caminar sin problemas por terrenos accidentados, abrirse paso y apartar obstáculos, pero, al mismo tiempo, lo suficientemente pequeños como para que se los pueda transportar fácilmente. Por ese motivo no hay muchos San Bernardo dedicados a tareas de rescate. Los pastores alemanes, en cambio, son ideales: inteligentes, obedientes y ágiles y su pelaje de doble capa los protege de las condiciones meteorológicas extremas. Los perros de caza y pastores, como los Labradores, Golden Retriever o Collies suelen ser buenos perros de rescate gracias a su fuerte sentido de persecución y recuperación de presas. Mucha gente considera a los perros de San Huberto (los "bloodhounds" ingleses) la mejor raza rastreadora: sus grandes orejas y pliegues faciales le sirven para recoger y concentrar partículas olorosas justo ante la nariz, mejorando la eficiencia de su sentido del olfato. Un "bloodhound" puede encontrar un rastro semanas después de que el resto de las razas sean incapaces de hacerlo.
Y esto nos lleva a la distinción entre perros rastreadores y perros buscadores. No todos los perros de rescate realizan la misma labor. Algunos perros rastrean el terreno y otros el aire. Ambos tipos se solapan, pero se puede trazar la distinción en el método de adiestramiento y la forma en la que participan en las misiones. Los perros rastreadores trabajan con la nariz pegada al suelo siguiendo un rastro de olor humano -células de la piel caídas o atrapadas por arbustos-. Estos perros no buscan, siguen. Necesitan un punto de arranque: un artículo o prenda de la persona a localizar y una pista sin contaminar por otros olores fuertes.
Como dijimos, el tiempo es importante en el rastreo. Si un niño desaparece del patio de la escuela o un convicto escapa de prisión, se puede utilizar un perro para seguir el rastro inmediatamente después de la desaparición, antes de que otros grupos de búsqueda contaminen la pista.
Hay otros perros que trabajan olfateando el aire. Capturan el olor humano procedente de cualquier punto de los alrededores y no necesitan un objeto con olor de la persona, sino que "enganchan" la pista del aire y la siguen hasta su origen (el punto de mayor concentración). Estos perros suelen utilizarse para localizar a senderistas perdidos, alguien sepultado por una avalancha o los escombros de un edificio derrumbado tras un terremoto. A su vez, estos perros pueden especializarse en un tipo particular de búsqueda, por ejemplo:
- Cadáveres: detectan los gases procedentes de la descomposición además de rastros de células cutáneas. Son capaces de encontrar cosas tan pequeñas como un diente o una mancha de sangre.
- Búsqueda de ahogados. Cuando un cadáver se halla sumergido, partículas de la piel y gases suben a la superficie, por lo que los perros pueden oler el cuerpo incluso aunque esté bajo el agua. Debido al movimiento de las corrientes, el animal rara vez es capaz de encontrar la localización exacta del cuerpo y se suelen utilizar varios equipos que rastrean una zona concreta, trabajando en coordinación con buzos.
- Avalanchas - Los perros pueden detectar el olor de personas enterradas hasta a cinco metros de profundidad en la nieve.
- Catástrofes urbanas - El trabajo más difícil: buscar supervivientes entre los escombros. Los animales deben caminar y abrirse paso por un terreno inestable, lleno de materiales en precario equilibrio y agujeros.
- Aire libre: localización de personas en un entorno natural.
- Búsqueda de artículos que hayan sido tocados o llevados por alguien.
En realidad, los perros con la misión de buscar cadáveres o ahogados son los únicos que reciben un adiestramiento específico para la detección del olor humano, aunque todos los perros de rescate alertarán a su cuidador si lo detectan. En grandes catástrofes, como el atentado con bomba de Oklahoma City en 1995, el ataque sobre las Torres Gemelas en 2001 o el terremoto de 2005 en Pakistán, se utilizaron perros de todas las especialidades para intentar encontrar supervivientes. Paradójicamente, esto causó algunos problemas con los animales porque aquellos perros entrenados para encontrar supervivientes se sienten decepcionados al encontrar sólo cadáveres. ¿Cómo es esto? Los perros saben que encontrar gente viva es mejor, en parte gracias a su entrenamiento, en parte porque se fijan en la reacción emocional de su cuidador y en parte porque los supervivientes suelen tener algún tipo de gesto inmediato de agradecimiento hacia el animal y eso a los perros les encanta. En Oklahoma City y el World Trade Center, cuidadores y bomberos se escondían entre los escombros para que el perro los encontrara, sintiera que había tenido éxito y recibiera su recompensa.
En los desastres urbanos, cuando hay gente atrapada bajo pilas de escombros en delicado equilibrio, la fuerza, confianza y agilidad del perro son fundamentales. Casi tanto como la obediencia a su cuidador: un perro fuera de control supone un tremendo riesgo. En las búsquedas al aire libre el perro se halla en un entorno cómodo, pero tras un terremoto, por ejemplo, el animal tiene que trabajar entre ruinas, tuberías, cristales rotos, vigas... Muy pocos equipos cuidador/perro consiguen superar las pruebas requeridas para obtener la cualificación necesaria en la búsqueda urbana.
Para llegar a ser perro de rescate, el animal y su cuidador deben someterse a un duro entrenamiento con diferentes niveles en los que se desarrollan las siguientes habilidades:
1- Obediencia básica: el perro debería tolerar sin problemas a extraños no amenazantes y otros perros, prestar atención al cuidador mientras camina con él sin correa, caminar entre multitudes y entre diferentes distracciones (alguien haciendo footing, una puerta que se cierra bruscamente) sin perder la concentración, así como obedecer órdenes básicas.
2- El perro es capaz de obedecer órdenes sin problemas y combinaciones de las mismas; no muestra estrés al verse separado de su cuidador. El animal podrá trabajar de forma efectiva con un cuidador diferente del habitual.
3- Habilidades físicas y mentales. Para aprobar este nivel, el perro deberá atravesar un túnel, subir y bajar por una doble rampa de 45 grados de inclinación en cada vertiente, meterse en la pala de una excavadora con su cuidador y ser elevado al menos 4 metros sin que intente saltar fuera, o sentarse en el remolque de un vehículo o motonieve sin tratar de salir. Debe poder viajar sin problemas en barco, aproximarse sin miedo a un helicóptero en marcha o ser izado por el aire llevando un arnés.
Las pruebas de rastreo urbano son especialmente complicadas. Una persona, el objetivo, va dejando una pista de 500 m a 2 km de longitud en una zona de la ciudad con tráfico denso. El objetivo cruza al menos dos intersecciones de calles, hace tres giros en ángulo recto, sigue dos manzanas y deja un objeto con su olor en un callejón, añadiendo además otra pista falsa para despistar al perro. Treinta minutos después, el cuidador coloca a su perro en el inicio de la pista. El perro debe finalizar la pista y encontrar al objetivo en un tiempo al menos igual al que utilizó la persona en ir dejando la pista. Para complicar las cosas, se van colocando distracciones por el camino: perros y gatos sueltos, otros equipos de rastreo, maquinaria pesada funcionando, obstáculos como alambre de espino o muros de ladrillos que el perro debe salvar... Una tarea nada fácil.
Podría pensarse que un perro excesivamente juguetón sería un mal perro de búsqueda y rescate, pero en realidad es todo lo contrario. Si es capaz de estar horas persiguiendo una pelota de tenis, probablemente caminará por la nieve o entre rocas que dañen sus patas, con tal de encontrar el juguete y conseguir que alguien se lo lance otra vez. Para este perro de rescate, encontrar el origen del olor supone una especie de juego. Y esa es la esencia del adiestramiento para este tipo de misiones: asociar el olor con algo que el perro desea intensamente. El entrenamiento no se diferencia esencialmente de cualquier otro que involucre animales: éstos no hacen caridad ni son altruistas, sólo trabajarán por la recompensa, por lo que hay que saber en primer lugar lo que más le gusta al perro y luego conseguir asociar tal recompensa a la ejecución de un trabajo determinado -en este caso localizar el olor humano y avisar al cuidador de una manera concreta-
La mayoría de los perros de búsqueda y rescate viven y se entrenan con su cuidador y se necesitan unas 600 horas de adiestramiento hasta que el animal está preparado para operar sobre el terreno. Algunas veces, las asociaciones de rescate adoptan animales que reúnan las condiciones necesarias (espíritu juguetón, valentía, personalidad amigable, obediencia y capacidad de iniciativa) de refugios y perreras con el propósito de emparejarlos con un cuidador y entrenarlo.
Veamos el ejemplo del entrentamiento de un perro para buscar a gente sepultada por una avalancha. Se trata de que el animal excave y se meta en la nieve. Para ello, el cuidador cava un agujero en la nieve; una segunda persona sostiene al perro mientras el primero se dedica a saltar en el agujero, correr alrededor y simular un juego; el perro, que observa todo el tiempo, lucha por unirse a su amo en el juego y cuando el ayudante lo suelta, sale corriendo para encontrarse con el cuidador, que comienza a jugar con él "peleando" por un juguete.
Se van incrementando los tiempos hasta que añadir otra complicación. Se cubre al cuidador con unos centímetros de nieve. Esta vez, cuando el perro corre hacia el cuiador, no puede verle, pero sí puede olerlo. Así que comienza a cavar. Cuando lo encuentra, el cuidador lo premia jugando con él. De esta forma, el perro aprende que puede haber gente enterrada bajo la nieve y que el olor humano que puede descubrir le llevará a alguien que juegue con él. Después, el cuiador va cambiando de lugar para que el perro lo descubra y obtenga su recompensa.
En el último paso del entrenamiento, se añaden distracciones al proceso, como otros perros, gente con palas o tendida alrededor.. .en una situación real el perro debe ser capaz de concentrarse en la búsqueda por muy caótica que sea la situación alrededor, caminará por un puente de cuerdas bajando su centro de gravedad para minimizar el balanceo, ignorará una hamburguesa que se encuentre en mitad de un bosque y no prestará atención a otros perros -o perras- de rescate mientras esté en una misión. Y es que para los perros, el juego -ya sea un ejercicio de entrenamiento o una búsqueda real- es algo muy serio.
De media, un cuiador necesita 1.000 horas de entrenamiento para poder trabajar con un perro de rescate. Aprenderá los sistemas de entrenamiento, orientación, pautas meteorológicas, comunicaciones por radio, manejo de mapa y brújula, supervivencia y primeros auxilios y reanimación. Las misiones se realizan en un área distinta cada vez, por lo que no suele ser habitual que los cuiadores tengan la oportunidad de llegar a conocer una zona en profundidad. Es entonces cuando entran en juego sus habilidades de navegación. Además, los perros buscan mejor de noche debido a las características del aire, pero para los cuidadores la tarea se complica: se ve mal el relieve del terreno, hay que localizar al perro con linternas, comprobar dónde se está y qué rumbo se lleva en la oscuridad...
Los equipos de búsqueda y rescate están de servicio 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año. Los perros acompañan a sus cuidadores durante las vacaciones de éstos en caso de que se les llame para alguna emergencia. Una vez recibida la llamada, el cuidador y su perro reúnen el equipo necesario par ala misión, que puede constar de ropa para malas condiciones meteorológicas, cuerdas y arneses, radios, brújulas, mapas, comida, agua... Si se trata de una avalancha, el transporte puede ser con un helicóptero o en un barco en caso de ahogamientos.
Una vez en el lugar de la acción, la obediencia del perro se pone a prueba. Las distracciones están por todas partes: gente y perros buscando, familiares histéricos, periodistas, focos, ... El jefe de la unidad de búsqueda está al cargo, informando a la autoridad competente. Cuando se trata de una búsqueda amplia, se puede establecer un campo base con comunicaciones por radio, zonas de descanso y personal ajeno (consejeros externos, gente del lugar). El jefe de la unidad asigna zonas de búsqueda a cada equipo perro/cuidador. Incluso aunque la persona que se está buscando se encuentre muerta y la familia esté presente, el cuiador seguirá jugando discretamente con el perro. Mientras se siga efectuando la búsqueda como si se tratara de un juego, el perro realizará a gusto su misión hasta que el cuidador decida que es hora de retirarse.
En general, un perro de rescate se retira cuando ya no puede resistir las exigencias físicas del trabajo. Los desastres urbanos son especialmente duros para cuidador y perro. Algunos anirmales se retiraron poco después del ataque contra el World Trade Center debido al estres y los problemas de salud que acumularon trabajando en la Zona Cero. Un perro pude retirarse de este tipo de misiones y pasar a efectuar trabajos más tranquilos, como rastreos al aire libre.
Cuando un perrro de rescate se retira, normalmente vive su jubilación con su cuiador. Si éste no pudiera hacerse cargo de él, existen organizaciones que se ocupan de encontrar hogares adoptivos para el animal. En cualquier caso, el perro disfrutará de una existencia tranquila llena de juegos y descanso, una recompensa bien ganada tras años de servicio público.
Una vez en el lugar de la acción, la obediencia del perro se pone a prueba. Las distracciones están por todas partes: gente y perros buscando, familiares histéricos, periodistas, focos, ... El jefe de la unidad de búsqueda está al cargo, informando a la autoridad competente. Cuando se trata de una búsqueda amplia, se puede establecer un campo base con comunicaciones por radio, zonas de descanso y personal ajeno (consejeros externos, gente del lugar). El jefe de la unidad asigna zonas de búsqueda a cada equipo perro/cuidador. Incluso aunque la persona que se está buscando se encuentre muerta y la familia esté presente, el cuiador seguirá jugando discretamente con el perro. Mientras se siga efectuando la búsqueda como si se tratara de un juego, el perro realizará a gusto su misión hasta que el cuidador decida que es hora de retirarse.
En general, un perro de rescate se retira cuando ya no puede resistir las exigencias físicas del trabajo. Los desastres urbanos son especialmente duros para cuidador y perro. Algunos anirmales se retiraron poco después del ataque contra el World Trade Center debido al estres y los problemas de salud que acumularon trabajando en la Zona Cero. Un perro pude retirarse de este tipo de misiones y pasar a efectuar trabajos más tranquilos, como rastreos al aire libre.
Cuando un perrro de rescate se retira, normalmente vive su jubilación con su cuiador. Si éste no pudiera hacerse cargo de él, existen organizaciones que se ocupan de encontrar hogares adoptivos para el animal. En cualquier caso, el perro disfrutará de una existencia tranquila llena de juegos y descanso, una recompensa bien ganada tras años de servicio público.
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