Cuando la Unión Soviética separó a Berlín del resto del mundo en 1948, las potencias occidentales pusieron en marcha una colosal operación para enviar alimentos, carbón y otros suministros a los civiles atrapados en Alemania del Este, así como a las fuerzas de ocupación aliadas.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, a raíz de la conferencia de Potsdam, la Alemania derrotada fue dividida en cuatro zonas: la británica, la estadounidense, la francesa y la rusa. Las tres primeras acabaron uniéndose para formar la República Federal Alemana con capital en Bonn. La zona rusa se convirtió en la República Democrática Alemana con capital en Berlín. Aunque Berlín estaba en el centro de la zona rusa, también había sido dividida entre los aliados.
Para la URSS, Berlín era el símbolo de la nueva Rusia, pero también suponía la tentativa más seria para hacerse con el control de Alemania. La negativa de los socialistas a unirse en un solo partido con los comunistas, provocó que los primeros unieran sus fuerzas con otros grupos en una alianza antisoviética, que en las elecciones de octubre de 1946, frustró el proyecto de Stalin de poner la administración de la ciudad en manos comunistas. Sin embargo, los pasos dados por los aliados occidentales en 1947 para establecer en su zona un Estado soberano suponían una amenaza para los soviéticos, que temían la posibilidad futura de una gran nación alemana enfrentada a la URSS.
La reacción no se hizo esperar. A las seis de la mañana del 24 de junio de 1948, las fuerzas soviéticas cerraron todas las líneas de comunicación por carretera, ferrocarril y barco con el oeste para imposibilitar los suministros de alimentos, electricidad y todos los productos necesarios al sector occidental. Los rusos confiaban en que Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia acabarían retirando sus fuerzas.
La situación táctica era tal que una acción militar limitada para restablecer las rutas de suministros tenía muy pocas posibilidades de éxito, y una acción militar a gran escala también resultaba impensable. Las fuerzas aliadas establecidas en la ciudad podrían resistir, pero al final se quedarían sin víveres y suministros. El éxito soviético parecía asegurado. Sin embargo, Moscú había subestimado la decisión de los aliados.
Aunque se habían cerrado todas las vías terrestres hacia Berlín, se mantenían tres pasillos aéreos desde el oeste del país. Para cerrarlos, los rusos se verían obligados a derribar los aviones aliados, un acto de agresión que precipitaría una guerra abierta, que ambas partes deseaban evitar a toda costa.
La experiencia les dictaba a los soviéticos que el suministro aéreo a gran escala no podía funcionar a largo plazo. Por lo tanto, dieron por supuesto que a los aliados les resultaría imposible alimentar a una ciudad de 2,2 millones de habitantes exclusivamente por vía aérea. Sin embargo, para los aliados era factible mantener el puente aéreo, que además era la única manera de evitar una hambruna.
Los tres pasillos aéreos convergían en una zona de 64 km de diámetro con su base en el centro de la ciudad. Esta zona incluía tres aeropuertos berlineses: Gatow en el sector británico, Tempelhof en el sector americano y Tegel, que se inauguró en el sector francés el 15 de octubre de 1948. Al principio del bloqueo, Berlín tenía suministros para sobrevivir durante seis u ocho semanas, pero no se perdió tiempo: los vuelos comenzaron dos días más tarde, el 26 de junio, cuando se entregaron 80 toneladas de provisiones. Pronto se alcanzó una cifra diez veces superior a ésta, pero el esfuerzo realizado era enorme.
Con dos pista paralelas, una para despegues y otra para aterrizajes, los aeropuertos de Berlín podían admitir un avión cada tres minutos en buenas condiciones, o cada cinco minutos si era necesario realizar el aterrizaje con la ayuda de controladores aéreos.
En el aire, había un caos organizado. Bloques de 70 aviones de diferente tipo eran enviados desde Wiesbaden o Frankfurt cada dos horas. Cada avión volaba exactamente a 170 nudos y un minuto de distancia, pero a cuatro niveles diferentes, avisado por radar de la distancia de los aviones que tenía delante y detrás. El hecho de tener tres pasillos aéreos facilitaba las cosas, pero la congestión del propio tráfico aéreo imposibilitaba que se acumulasen los aviones, por lo que aquéllos que no podían aterrizar inmediatamente tenían que volver a su lugar de origen so pena de sufrir una colisión con otra aeronave.
Las estadísticas sobre el puente aéreo de Berlín son impresionantes. En los 15 meses que duró el bloqueo, 692 aviones de 17 tipos diferentes hicieron 227.804 salidas, transportando 2,32 millones de toneladas de suministros, enfrentándose al mal tiempo y al acoso constante de los soviéticos. En su regreso hacia el oeste, los aviones transportaban a berlineses necesitados de tratamiento médico. El máximo se alcanzó el 16 de abril de 1949, fecha en la que se transportaron 12.940 toneladas en un día. En peso, se transportó casi tres veces más carbón que comida, pues no tenía sentido alimentar a los berlineses y a las fuerzas aliadas para que acabaran muriendo de frío. Costó a los estadounidenses 350 millones de dólares, a los británicos 17 millones de libras y a los alemanes 150 millones de marcos.
Dada la complejidad de la operación, el número de accidentes mortales fue increíblemente bajo. Sólo se perdió un avión de la RAF durante un despegue, mientras que otros cuatro sufrieron sendos accidentes cerca de las bases de la República Federal. Dos aviones civiles británicos cayeron sobre Berlín y uno cerca de su base en la República Federal. Las fuerzas aéreas estadounidenses sufrieron 11 accidentes mortales, uno de los cuales se debió a una colisión en pleno vuelo. Sin embargo, se produjeron varios accidentes en tierra, debido principalmente a la congestión de las pistas.
El bloqueo soviético se levantó finalmente el 12 de mayo de 1949, pero el puente aéreo continuó hasta el 30 de septiembre, aunque se fue reduciendo gradualmente. Hay historiadores que, en retrospectiva, afirman que el puente fue un error caro y peligroso y que si los aliados hubiesen colocado tanques en la delantera de los convoyes de camiones de aprovisionamiento, Moscú hubiese dado orden de dejarles pasar. Sea como fuere, el puente aéreo de Berlín reveló una dimensión del transporte aéreo desconocida hasta el momento: demostró que era posible alimentar a una gran ciudad por aire y que un agresor podía ser derrotado moralmente sin necesidad de acudir al uso de la fuerza.
Esta división de Berlín, Alemania y Europa, extendida a todo el mundo, que tendría como acontecimiento más representativo la construcción del muro que dividió la ciudad en agosto de 1961, vería un final feliz en noviembre de 1989, fecha en la que se produce la apertura de la frontera interalemana y la caída física del muro.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, a raíz de la conferencia de Potsdam, la Alemania derrotada fue dividida en cuatro zonas: la británica, la estadounidense, la francesa y la rusa. Las tres primeras acabaron uniéndose para formar la República Federal Alemana con capital en Bonn. La zona rusa se convirtió en la República Democrática Alemana con capital en Berlín. Aunque Berlín estaba en el centro de la zona rusa, también había sido dividida entre los aliados.
Para la URSS, Berlín era el símbolo de la nueva Rusia, pero también suponía la tentativa más seria para hacerse con el control de Alemania. La negativa de los socialistas a unirse en un solo partido con los comunistas, provocó que los primeros unieran sus fuerzas con otros grupos en una alianza antisoviética, que en las elecciones de octubre de 1946, frustró el proyecto de Stalin de poner la administración de la ciudad en manos comunistas. Sin embargo, los pasos dados por los aliados occidentales en 1947 para establecer en su zona un Estado soberano suponían una amenaza para los soviéticos, que temían la posibilidad futura de una gran nación alemana enfrentada a la URSS.
La reacción no se hizo esperar. A las seis de la mañana del 24 de junio de 1948, las fuerzas soviéticas cerraron todas las líneas de comunicación por carretera, ferrocarril y barco con el oeste para imposibilitar los suministros de alimentos, electricidad y todos los productos necesarios al sector occidental. Los rusos confiaban en que Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia acabarían retirando sus fuerzas.
La situación táctica era tal que una acción militar limitada para restablecer las rutas de suministros tenía muy pocas posibilidades de éxito, y una acción militar a gran escala también resultaba impensable. Las fuerzas aliadas establecidas en la ciudad podrían resistir, pero al final se quedarían sin víveres y suministros. El éxito soviético parecía asegurado. Sin embargo, Moscú había subestimado la decisión de los aliados.
Aunque se habían cerrado todas las vías terrestres hacia Berlín, se mantenían tres pasillos aéreos desde el oeste del país. Para cerrarlos, los rusos se verían obligados a derribar los aviones aliados, un acto de agresión que precipitaría una guerra abierta, que ambas partes deseaban evitar a toda costa.
La experiencia les dictaba a los soviéticos que el suministro aéreo a gran escala no podía funcionar a largo plazo. Por lo tanto, dieron por supuesto que a los aliados les resultaría imposible alimentar a una ciudad de 2,2 millones de habitantes exclusivamente por vía aérea. Sin embargo, para los aliados era factible mantener el puente aéreo, que además era la única manera de evitar una hambruna.
Los tres pasillos aéreos convergían en una zona de 64 km de diámetro con su base en el centro de la ciudad. Esta zona incluía tres aeropuertos berlineses: Gatow en el sector británico, Tempelhof en el sector americano y Tegel, que se inauguró en el sector francés el 15 de octubre de 1948. Al principio del bloqueo, Berlín tenía suministros para sobrevivir durante seis u ocho semanas, pero no se perdió tiempo: los vuelos comenzaron dos días más tarde, el 26 de junio, cuando se entregaron 80 toneladas de provisiones. Pronto se alcanzó una cifra diez veces superior a ésta, pero el esfuerzo realizado era enorme.
Con dos pista paralelas, una para despegues y otra para aterrizajes, los aeropuertos de Berlín podían admitir un avión cada tres minutos en buenas condiciones, o cada cinco minutos si era necesario realizar el aterrizaje con la ayuda de controladores aéreos.
En el aire, había un caos organizado. Bloques de 70 aviones de diferente tipo eran enviados desde Wiesbaden o Frankfurt cada dos horas. Cada avión volaba exactamente a 170 nudos y un minuto de distancia, pero a cuatro niveles diferentes, avisado por radar de la distancia de los aviones que tenía delante y detrás. El hecho de tener tres pasillos aéreos facilitaba las cosas, pero la congestión del propio tráfico aéreo imposibilitaba que se acumulasen los aviones, por lo que aquéllos que no podían aterrizar inmediatamente tenían que volver a su lugar de origen so pena de sufrir una colisión con otra aeronave.
Las estadísticas sobre el puente aéreo de Berlín son impresionantes. En los 15 meses que duró el bloqueo, 692 aviones de 17 tipos diferentes hicieron 227.804 salidas, transportando 2,32 millones de toneladas de suministros, enfrentándose al mal tiempo y al acoso constante de los soviéticos. En su regreso hacia el oeste, los aviones transportaban a berlineses necesitados de tratamiento médico. El máximo se alcanzó el 16 de abril de 1949, fecha en la que se transportaron 12.940 toneladas en un día. En peso, se transportó casi tres veces más carbón que comida, pues no tenía sentido alimentar a los berlineses y a las fuerzas aliadas para que acabaran muriendo de frío. Costó a los estadounidenses 350 millones de dólares, a los británicos 17 millones de libras y a los alemanes 150 millones de marcos.
Dada la complejidad de la operación, el número de accidentes mortales fue increíblemente bajo. Sólo se perdió un avión de la RAF durante un despegue, mientras que otros cuatro sufrieron sendos accidentes cerca de las bases de la República Federal. Dos aviones civiles británicos cayeron sobre Berlín y uno cerca de su base en la República Federal. Las fuerzas aéreas estadounidenses sufrieron 11 accidentes mortales, uno de los cuales se debió a una colisión en pleno vuelo. Sin embargo, se produjeron varios accidentes en tierra, debido principalmente a la congestión de las pistas.
El bloqueo soviético se levantó finalmente el 12 de mayo de 1949, pero el puente aéreo continuó hasta el 30 de septiembre, aunque se fue reduciendo gradualmente. Hay historiadores que, en retrospectiva, afirman que el puente fue un error caro y peligroso y que si los aliados hubiesen colocado tanques en la delantera de los convoyes de camiones de aprovisionamiento, Moscú hubiese dado orden de dejarles pasar. Sea como fuere, el puente aéreo de Berlín reveló una dimensión del transporte aéreo desconocida hasta el momento: demostró que era posible alimentar a una gran ciudad por aire y que un agresor podía ser derrotado moralmente sin necesidad de acudir al uso de la fuerza.
Esta división de Berlín, Alemania y Europa, extendida a todo el mundo, que tendría como acontecimiento más representativo la construcción del muro que dividió la ciudad en agosto de 1961, vería un final feliz en noviembre de 1989, fecha en la que se produce la apertura de la frontera interalemana y la caída física del muro.
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