En la prisión ADX Florence, también conocida como el Alcatraz de las Rocosas, viven los criminales más peligrosos de América. Entre sus internos se encuentran terroristas curtidos y presos demasiado violentos para tenerlos en instalaciones normales. La mayoría de los reos sabe que la única manera que tiene de abandonar la penitenciaría es con los pies por delante.
El centro se inauguró en noviembre de 1994 con un coste de 60 millones de dólares y se encuentra saliendo de la autopista 67, a los pies de las Montañas Rocosas. Tiene una extensión de casi 15 hectáreas y se halla no muy lejos del pequeño pueblo de Florence (4.000 habitantes). Tiene capacidad para 490 presos y el personal está formado por unos 350 empleados. El terreno fue donado por los habitantes de Florence en 1990, principalmente por las expectativas de trabajo.
ADX Florence debe su existencia a un hecho ocurrido el 22 de octubre de 1983 en un centro penitenciario en Marion (Ilinois). Ese día, dos guardias fueron asesinados en incidentes aislados pero prácticamente idénticos, cuando los presos que estaban escoltando se soltaron las esposas y los apuñalaron con la ayuda de otros reos. Este caso abrió el debate sobre cómo tratar a los prisioneros violentos que ya cumplen duras penas y para quienes la amenaza de mayores pérdidas de libertad no tiene ningún efecto. Una de las soluciones acordadas fue la “control unit prison”, de la cual ADX Florence es el primer ejemplo.
Aquí los prisioneros más peligrosos de Norteamérica permanecen aislados de sus guardias y de los otros presidiarios el máximo posible. Sólo un 5% de ellos llega al centro directamente de los juzgados. La mayoría procede de otras prisiones donde han demostrado su propensión a ejercer una violencia extrema. La seguridad es muy estricta; a cada preso se le asigna uno de los seis niveles de seguridad existentes.
Las celdas miden unos 2.1 por 3.6 metros y contienen los muebles mínimos, hechos de obra. Los lavabos e inodoros han sido diseñados para frustrar cualquier intento de inundar las celdas, mientras que las ventanas han sido proyectadas para que los presos no puedan saber su ubicación exacta dentro de las instalaciones (dificultando así cualquier intento de fuga). Las vistas generalmente se limitan a un trozo de cielo o pared.
El complejo principal tiene unos muros muy altos y todo el recinto está rodeado de torres de vigilancia y vallas con alambre de espino cuya altura equivale a la dos hombres. Guardias con perros patrullan por el perímetro con regularidad. Dentro del complejo hay unas 1.500 puertas de acero activadas por control remoto, además de cámaras de vigilancia y detectores de movimiento y peso. Cuando un guardia abre una puerta manualmente, la llave que ha usado se coloca inmediatamente tras una pantalla de aluminio para que los internos no puedan memorizar visualmente su forma y tratar de crear una copia. Hasta hoy, no ha habido ningún intento de fuga que haya tenido éxito.
A los reos no se les permite tener ningún aparato de telecomunicaciones, pero sí hacer una única llamada telefónica al mes, de 15 minutos y bajo vigilancia. Se les encierra en sus celdas 23 horas al día durante el primer año de condena, y no comen ni socializan con los demás internos. Los guardias entregan la comida en cada celda. Los presidiarios pueden usar un patio exterior excavado como una piscina, de uno en uno y durante cortos periodos de tiempo. Después de un año, y dependiendo del caso, se intenta incrementar el nivel de socialización, lo cual implica comer con los demás. Los internos que respondan bien a las normas de la prisión podrán pasar hasta 16 horas al día fuera de sus celdas en su último año de condena. Cada celda tiene un televisor en blanco y negro que emite programas educativos.
Dentro de la prisión se encuentra una zona conocida como Range 13, donde las medidas de seguridad son todavía más restrictivas. A los internos de esa zona se les considera tan peligrosos que no tienen prácticamente ningún tipo de contacto con nadie. Range 13 pasa largos periodos desocupado y raramente contiene más de uno o dos presidiarios.
La lista de internos de este centro incluye personas como Timothy McVeigh (posteriormente ejecutado por su papel en los atentados de Oklahoma), Ted Kacynski, conocido como Unabomber, Eric Rudolph (el terrorista del Parque Olímpico de Atlanta), Ramzi Yousef (condenado por el ataque terrorista al World Trade Centre en 1993 y visitante ocasional de Range 13) y varias personas condenadas por actividades relacionadas con Al Qaeda o la mafia.
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martes, 28 de mayo de 2013
sábado, 25 de mayo de 2013
¿Cómo ordenaban los emperadores romanos la muerte de los gladiadores?
Pues con los pulgares hacia arriba.
Ni los espectadores romanos que clamaban por la muerte del gladiador ni los emperadores romanos concediéndosela utilizaron jamás la seña de los pulgares dirigidos hacia abajo. De hecho, los romanos ni siquiera utilizaban ese gesto para otra cosa.
Si se quería la muerte, el pulgar se dirigía hacia arriba, como una espada desenvainada. Si la vida del perdedor debía perdonarse, el pulgar se introducía en el puño cerrado de la mano opuesta, como si se estuviera envainando la hoja. Esto se expresa en latín como “pollice compresso favor indicacatur”, “la piedad se decide con el pulgar escondido”.
Antes de que Ridley Scott dirigiera “Gladiator”, los ejecutivos de Hollywood le mostraron la pintura titulada “Pollice Verso”, del artista del siglo XIX Jean-Léon Gérôme. En ese cuadro, un gladiador romano aguarda mientras el emperador apunta con su pulgar hacia abajo para ordenar la sentencia de muerte. Scott quedó fascinado por la imagen y decidió en aquel momento que quería dirigir el film.
Poco sabía entonces Scott que la fuente de su inspiración estaba completamente equivocada. La pintura puede presumir de ser la responsable de una falacia histórica que ha engañado a gran parte del mundo durante los últimos dos siglos: que los pulgares hacia abajo significan “muerte”.
Los historiadores coinciden en señalar que Gérôme interpretó mal el latín “pollice verso” –pulgar girado-, entendiendo que significaba pulgar hacia abajo cuando en realidad era hacia arriba.
Si se necesitan pruebas adicionales, en 1997, se descubrió en el sur de Francia un medallón romano del segundo o tercer siglo de nuestra era. Representa dos gladiadores al final de un combate y un árbitro presionando su pulgar contra el puño cerrado. La inscripción dice: “Aquellos que sobrevivan, deben ser perdonados”.
El uso de señas con los pulgares debe utilizarse con cuidado. En Oriente Próximo, Sudamérica y Rusia, los pulgares hacia arriba equivalen a un insulto bastante grosero, lo cual ha sido fuente de no pocos malentendidos para los soldados norteamericanos en Iraq. Éstos no sabían si la población les estaba dando la bienvenida o insultándolos.
El experto en sociobiología Desmond Morris señala que las connotaciones positivas de esta señal en el mundo occidental se remontarían a la Gran Bretaña de la Edad Media, cuando se utilizaba para cerrar negocios. Se recuperó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los pilotos de la Fuerza Aérea norteamericana lo adoptaron como señal al personal de tierra de que estaban preparados para despegar.
A Riddley Scott le informaron de toda esta historia, pero se sintió obligado a continuar perpetuando el malentendido en aras de no confundir al espectador.
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jueves, 23 de mayo de 2013
El Valle del Indo, los arios y el origen del hinduismo
Los hindúes practican hoy una religión que se desarrolló principalmente durante los primeros mil años de la era actual. Sus raíces, sin embargo, se encuentran 2.500 años atrás, en la brillante civilización india que floreció en el valle del Indo aproximadamente entre 2500 y 1700 a.C. Los pueblos arios que invadieron el noroeste de India hacia 1.500 a.C. incorporaron algunas de las creencias y prácticas religiosas de los pueblos del valle del Indo a sus propias creencias; esto, transmitido por medio de sus antiguas escrituras, es clave en el hinduismo.
A principios de los años veinte del siglo pasado, los arqueólogos sir John Marshall, D.R.Shani y R.D.Banerji revelaron los resultados de sus excavaciones en el valle del Indo, particularmente en Mohenjo-Daro y Harappa. Dejaron establecido que había existido una civilización ribereña allí desde más o menos 2.500 a.C., durante unos mil años. La historia del pueblo del Indo, que se encontró en sellos de esteatita, no ha sido aún descifrada, así que cualquier información acerca de su cultura proviene de sus restos materiales.
Aun cuando no se ha desenterrado ningún lugar de culto en los asentamientos del Indo, los dibujos de los sellos arrojan alguna luz sobre las creencias religiosas del pueblo. Por ejemplo, uno de ellos muestra una figura femenina dando de mamar a un niño, quizá una Diosa Madre, deidad que se encuentra en la mayoría de las culturas antiguas.
El dios Siva puede tener sus antecedentes en sellos que pintan una deidad rodeada de animales. Algunos le muestran con una luna creciente en la cabeza, y en uno está con las piernas cruzadas, sugiriendo que ya se practicaba esta forma de meditación de yoga.
El final de la civilización del Indo tuvo lugar quizá como resultado directo de la invasión aria. Sin embargo, las ciudades del Indo pueden haber formado parte de un estado en decadencia terminal cuando los arios llegaron por primera vez, quizá como resultado de una epidemia o cambio climático.
Los arios, o indoeuropeos, recién llegados, eran altos, de piel blanca. Se cree que llegaron de Asia central hacia 2000 a.C. Un grupo se asentó al norte de Grecia y otro en Irán (cuyo nombre deriva de “ario”); los que entraron en India probablemente procedían de la rama irania. Los conocimientos que poseemos sobre los arios, procede sobre todo de la herencia de su literatura sagrada, conocida como los Vedas.
Los Vedas se compilaron durante un periodo de cientos de años, alcanzando su forma final hacia finales del siglo X a.C. Consisten en cuatro primeras colecciones de himnos: los Rigveda, los Samaveda, Yajurveda y Atharvaveda; los Brahmanas y Aranyakas, que hablan de rituales y filosofía; y los Upanishad, de los que hablaremos en otra entrada. En los Vedas, los arios se muestran agresivos y probablemente menos civilizados que las personas de piel oscura a las que conquistaron. Los himnos de los Rigveda y sus alabanzas de los fenómenos naturales como el sol, el océano, los ríos, las colinas y el alba sugieren que la religión védica temprana se centra en el culto a la naturaleza.
No había lugares fijos de culto, y el principal ritual de sacrificio podía realizarse en cualquier parte. Se invocaba a los dioses cantando y se les aplacaba con ofrendas al fuego del sacrificio para que concediesen beneficios materiales. Los sacerdotes tenían un papel fundamental en la realización de los ritos y rituales, y conservaban la historia tribal y los himnos, pasándolos oralmente de generación en generación.
Las deidades védicas importantes eran Aditi, una diosa madre, y sus hijos los Adityas; Indra, dios de la conquista; Agni, dios del fuego y sacrificio; los Ashwins, los gemelos celestiales y Saranyu, su madre; Dyaus, el dios el cielo; los Maruts, dioses de la tormenta; Rudra, la principal deidad del trueno; Prajapati, Señor de las Criaturas; Prithivi, la diosa de la tierra; Surya, el dios sol; Varuna, el señor de las Aguas; Yama, dios de la muerte, y Soma, deidad de las plantas.
Originalmente cazadores y nómadas ganaderos, los arios se convirtieron en granjeros tras haberse establecido en India. Hablaban una forma arcaica de sanscrito y se organizaban en tribus, subdivididas en familias interrelacionadas. La tribu estaba dirigida por un jefe, y el pueblo formaba grupos ocupacionales y funcionales (del que derivan el sistema de jatis y castas).
Con el tiempo se fueron extendiendo hacia el valle del Ganges. Hacia 1000 a.C, la cultura aria se había vuelto dominante en el norte de la India.
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sábado, 18 de mayo de 2013
Félix Lope de Vega - un titán de las letras
El genial escritor y dramaturgo Félix Lope de Vega no es sólo una de las personalidades más representativas del Siglo de Oro, sino, sobre todo, el creador del teatro clásico español, al que supo dotar de la más genuina de las características del drama moderno: la libertad del autor, sólo condicionada por los gustos del público. Su obra, junto con la de su coetáneo inglés William Shakespeare, supone la definitiva orientación del género dramático hacia lo que hoy entendemos como tal.
Si la cultura barroca del siglo XVII, desengañada del optimismo y la armonía renacentistas, persiguió el claroscuro y la mezcla entre el arte y la vida, pocas figuras la encarnan mejor que el dramaturgo madrileño Félix Lope de Vega y Carpio. Todo en él se caracterizó por el contraste y el exceso, empezando por su propia vida. Adorado por el pueblo, fue poco estimado por la nobleza, quizás escandalizada por la inmoralidad de su conducta; escritor de inconmensurable obra y de fuerte sentido profesional, ganó y gastó enormes sumas de dinero, pero vivió siempre acuciado por las dificultades económicas; no hubo autor en su época más identificado con la visión del mundo del pueblo español, ni tampoco otro más revolucionario en cuanto a sus concepciones literarias.
Éste dio muestras de sus extraordinarias dotes desde muy pequeño, pero interrumpió sus estudios en la Universidad de Alcalá de Henares para embarcarse en una expedición militar a las Azores. A los 20 años, y siendo ya poeta conocido, inauguró su agitada vida sentimental con sus amoríos con la joven comedianta Elena Osorio. Al ser reemplazado por un rico rival, arremetió contra ella y contra su familia en unos versos difamatorios que le costaron unas semanas de cárcel primero y el destierro de la corte después, en 1588. Camino del mismo, sin embargo, tuvo tiempo de raptar a Isabel de Urbina, aunque pocas semanas después de su boda con ella se alistara en la expedición de la Armada Invencible. De regreso, vivió en Valencia y en Alba de Tormes, hasta que, tras haber enviudado, pudo regresar a Madrid en 1595.
Lope recordaría hasta sus últimos días estos episodios de su juventud alocada, ya que tuvieron una gran importancia en su vida al ponerle en contacto directo con el teatro. Valencia era, por aquel entonces, uno de los centros teatrales de España, pues allí había una mayor libertad de costumbres y de lenguaje. El teatro de Lope se empezó a desprender de la rigidez de las piezas neoclásicas del Renacimiento y a mostrar una mayor agilidad escenográfica y de acción.
En la cumbre de su fama como escritor, se casó nuevamente en 1598 con Juana de Guardo, pero hacia 1599 conoció a la actriz Micaela Luján, con quien iniciará una apasionada relación que se prolongó durante casi diez años. Ante el escándalo general, Lope tendrá que repartirse entre sus dos familias, pues tuvo hijos con ambas mujeres. En 1605, entró al servicio del duque de Sessa, quien será su mecenas y protector durante el resto de su vida, aliviando en parte las crónicas dificultades económicas del dramaturgo. Tras su ruptura con Micaela, la vida de Lope entró en una fase de mayor estabilidad, brutalmente interrumpida en 1613 por las sucesivas muertes de su pequeño hijo Carlos y de su esposa Juana. Sacudido por una profunda crisis espiritual, se ordenó sacerdote en 1614, pero ni los hábitos pudieron servir de contención a su irrefrenable vitalidad.
En 1616 conoció, en efecto, a quien fue su último y quizá más grande amor, Marta de Nevares, mujer casada y casi treinta años más joven que él. El hogar de Lope, en el que ya vivían los hijos de sus anteriores uniones, sirvió de marco para esta sacrílega y apasionada relación entre una mujer casada y un sacerdote, que fue la comidilla de la corte y se prolongó hasta 1632, fecha del fallecimiento de Marta tras varios años de ceguera y locura, en los que el poeta cuidó amorosamente de su amada enferma.
Los últimos años de vida de nuestro dramaturgo fueron muy amargos, con la muerte de su adorado hijo Lope y el rapto de su hija Antonia por un seductor. Falleció en 1635 y su entierro, que recorrió las calles de Madrid, supuso una extraordinaria demostración de duelo popular.
Conocido ya en su tiempo como el Monstruo de la Naturaleza –al decir de Miguel de Cervantes- o el Fénix de los Ingenios, el caso de Lope es único en la literatura universal por la asombrosa, casi inconcebible, amplitud de su obra. Sólo los guarismos de su producción dramática inducen ya al vértigo. Se conservan, en efecto, más de 400 piezas teatrales suyas, y aunque la cifra de 1.500 que se le ha atribuido es evidentemente exagerada, hay que suponer que, como ocurre con otros muchos autores de la época, muchas de sus obras se han perdido. Pero es que, además, Lope, a diferencia de Calderón de la Barca, no se dedicó exclusivamente al teatro.
Junto a Quevedo y Góngora, Lope es, sin duda alguna, la tercera gran figura poética del Barroco español, autor de abundantes romances, sonetos y otras composiciones, de tema profano –“Rimas”, de 1604- y religioso –“Rimas sacras”, de 1614-. Escribió asimismo numerosos poemas narrativos de asunto mitológico –“La Filomena” y “La Andrómeda”, ambas de 1621 o “La Circe”, de 1624-, o de tono épico, sea de tema histórico –como “La Dragontea” (1598), sobre el pirata inglés Drake-, sea de pura fantasía –como “La hermosura de Angélica” (1602)-, sea de argumento religioso –como “El Isidro” (1599), dedicado al patrón de Madrid, o el extenso “La Jerusalén conquistada” (1609)-. Especialmente destacable en este apartado es su poema épico-burlesco “La gatomaquia” (1634), parodia del género épico protagonizada por unos gatos enzarzados en hilarantes guerras.
Fue también Lope prosista y cultivó la mayoría de los géneros típicos de su época: la novela pastoril, con “La Arcadia” (1598); la bizantina, con “El peregrino en su patria” (1604), o la novela corta al estilo cervantino, con “Novelas a Marcia Leonarda”; en todo caso su mejor obra en prosa es la novela dialogada “La Dorotea” (1632), en la que reconstruye en clave seudoautobiográfica sus amores juveniles. A todo ello hay que añadir su abundante correspondencia, que forma un auténtico diario íntimo.
Pese a la envergadura de la obra mencionada hasta ahora la aportación fundamental de Lope fue su revolucionaria concepción de la obra dramática, que, triunfadora y adoptada por muchos otros dramaturgos, constituyó la base del teatro clásico español. Frente a la concepción renacentista, que defendía un teatro culto e idealista, a imitación del antiguo teatro griego, destinado a un público selecto y basado en el respeto de una serie de rígidas convenciones y reglas, Lope propondrá, a imitación de la propia vida y siguiendo los principios barrocos de la mezcla y el contraste, una visión mucho más libre de las “comedias”, como eran denominadas entonces las obras dramáticas.
Sus principales ideas fueron expuestas en una obrita de 1609 encargada por la Academia de Madrid: el “Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo”. Así, frente a la rígida separación de lo trágico y lo cómico, Lope defiende su unión, por lo que los personajes nobles pueden y deben mezclarse con los del pueblo. Rechaza además el principio clásico según el cual la acción debía ser única, desarrollarse en un solo lugar y no durar más de 24 horas. Recomienda estructurar la obra en tres actos, correspondientes al planteamiento, nudo y desenlace de la acción, aunque procurando dejar éste para el último momento.
Frente a la concepción clásica, sostiene que el tipo de verso debe variar según las distintas situaciones de la obra y que deben introducirse canciones y bailes. El lenguaje deberá ser comprensible para todos y, sobre todo, adecuarse a los distintos papeles de la obra. Éstos, por otra parte, más arquetipos que auténticos personajes de carne y hueso, eran principalmente seis: el galán y la dama, protagonistas de la intriga amorosa; el criado, llamado también, por obvias razones, “gracioso”- y la criada, que ayudan a los anteriores; el padre o el viejo y el antagonista –sea otro galán o algún noble poderoso-, que se oponen a las pretensiones de los primeros.
La causa de tanta innovación es que para Lope, y en ello consiste su radical modernidad, sólo el gusto del público puede determinar las obras teatrales, y no la opinión de los sabios ni las normas antiguas. Convencido de ello, adecuó su fórmula dramática a los variopintos espectadores del teatro barroco, auténtico espectáculo de masas. En sus obras, en efecto, se funden lo culto y lo popular, la tradición y lo novedoso, lo dramático y lo cómico, los valores individuales y los colectivos, el pensamiento y la acción, de manera que desde el noble hasta el villano pudieran hallar algo que les agradara. En conjunto, Lope será el gran intérprete escénico del sistema de ideas y creencias de la España de su época.
Al objeto de encontrar inspiración para su inagotable vena dramática, Lope recurrió a todo tipo de fuentes. De este modo, escribió comedias religiosas –bíblicas o de vidas de santos-, pastoriles, mitológicas, legendarias, históricas- sobre todo de temas nacionales, pero también extranjeros-, etc. En repetidas ocasiones se basó en novelas cortas italianas. Y, como es natural, otras muchas obras proceden de su propia y genial inventiva, capaz de extraer una pieza a partir de un refrán, un romance o una canción popular, como veremos. De entre estas últimas, son numerosas las de ambientación urbana, en las que se refleja el vivaz ambiente de la capital y las costumbres de la época. Como ejemplo, se pueden citar “El acero de Madrid”, comedia de enredo amoroso en la que una joven se finge enferma para que un falso médico –el criado del galán en realidad- le recete las aguas de un manantial muy popular en la época; así podrá encontrarse con su amado, burlando la vigilancia de su familia.
En otras ocasiones, la ambientación es rural, y si, a veces, como en “El villano en su rincón”, se trata de una alabanza de la tranquilidad campestre, en un grupo de obras que puede denominarse “dramas del poder injusto” los argumentos optan decididamente por lo dramático. En ellas se repite una acción parecida: un noble abusa de su poder y se enfrenta a un villano pretendiendo a su esposa; el villano, basándose en su honradez y limpieza de sangre –en la antisemita España de la época se consideraba que los campesinos no tenían sangre judía, más propia de las ciudades-, acude al rey para que haga justicia –. Eso ocurre en “El mejor alcalde, el rey”-, o bien se la toma por su mano y es absuelto posteriormente por el monarca –“Peribáñez y el comendador de Ocaña” o “Fuenteovejuna”-. Así pues, el rey y el pueblo forman, según un tópico de la época, una armoniosa unidad que castiga al noble que se extralimita en sus atribuciones.
Quizá la obra más universalmente conocida de Lope sea la mencionada “Fuenteovejuna”, en la que un pueblo entero se rebela contra un injusto noble, el comendador de la aldea, que abusaba impunemente de sus mujeres. Cuando los jueces reales investigan lo sucedido, todos los campesinos, resistiendo incluso a la tortura, responden que el autor fue Fuenteovejuna, es decir, “todos a una”, hasta que los Reyes Católicos, al tener noticias del caso, los perdonan.
“El caballero de Olmedo”, otra de las más conseguidas piezas de Lope, le fue inspirada por un cantar tradicional sobre la muerte de un caballero castellano. Mientras en los dos primeros actos, que siguen el esquema típico de una comedia amorosa y de costumbres, se nos presenta el enamoramiento de la pareja protagonista ayudada por sus respectivos criados, el tercer acto adopta un tono mucho más trágico y sombrío cuando una serie de presagios van anunciando la muerte del caballero, asesinado por su rival a traición.
Más dramático aún resulta “El castigo sin venganza”, basada en una novela italiana. Se trata de un terrible conflicto de pasiones que bordea el incesto: el duque de Ferrara descubre tras su segundo matrimonio que su hijo ama apasionadamente a su nueva esposa, a quien conoció sin saber de quién se trataba. Entre grandes sufrimientos de conciencia, pero también con cruel lucidez, el duque engaña a su hijo para que mate a su madrastra y ordena luego que sea ejecutado, siguiendo así los códigos del honor de la época, por más que al espectador de hoy le parezcan sencillamente aberrantes.
Ambas piezas destacan por la perfección constructiva con la que se va desarrollando la trama ante nuestros ojos, camino de su inexorable final. De parecida maestría da muestras Lope también con argumentos más livianos. Así, por ejemplo, en “El perro del hortelano”, deliciosa comedia de ambientación palaciega en la que la condesa Diana, pese a estar enamorada de su secretario Teodoro, no se decide a confesar sus sentimientos por ser él de clase más baja, pero se dedica a estorbar sus relaciones con una de las criadas: como el perro del hortelano del refrán que inspira la obra, que ni come ni deja comer al amo, ella ni se decide a amarlo ni permite sus amores con otras. Al final, tras numerosos golpes de efecto, la pareja de amantes podrá casarse al descubrirse el oculto origen noble de Teodoro –aunque, en realidad, sea un truco urdido por su criado-.
Quizá porque su propia vida amorosa fue muy intensa, Lope también demostró tener una gran habilidad con las comedias denominadas “de capa y espada”, basadas en la intriga de acción amorosa, y en aquéllas en las que las damas eran protagonistas gracias a su inteligencia o por su estupidez. Así, el enredo y complicación argumental de “La dama boba” son notables, pero esta pieza destaca por la fina caracterización psicológica de sus protagonistas, dos hermanas, una muy culta y otra muy necia, con sus respectivos pretendientes y sus conflictos amorosos. Al final, la necesidad de conservar a su enamorado logrará espabilar a la dama boba. También notable es “La discreta enamorada”, en la que una dama logra deshacer su compromiso de casarse con un viejo para, finalmente, hacerlo con su joven hijo.
Naturalmente, no puede decirse que las obras de Lope sean completamente realistas, sujetas como están a sus propias convenciones –verso, papel de la mujer que nada tenía que ver con la realidad, amor y honor como principales motores de la acción-, pero el talento escénico del dramaturgo, su extraordinaria capacidad para reflejar literariamente el mundo que le rodeaba, hace que en sus piezas la vida se cuele a raudales y se abra la puerta que lleva al teatro moderno.
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martes, 14 de mayo de 2013
Salvador Dalí: La vida también es arte
Si el mundo es un teatro, entonces uno de los mejores actores sobre sus tablas debe de ser Salvador Dalí. Definimos a Dalí como surrealista, pero acaso una mejor denominación sería la de artista de performance, el primero de todos. Todo lo que hizo Dalí estaba calculado para sorprender, impresionar y divertir. Incluso su aspecto exterior era más un disfraz que un vestido. Tomemos su bigote, que se dejaba crecer hasta un tamaño considerable y se acicalaba con las puntas afiladas, o sus trajes, de telas de terciopelo de brillantes colores con incrustaciones de bordados dorados.
¿Había un hombre de verdad detrás de esa máscara? Puede ser. De vez en cuando podemos vislumbrar una persona vulnerable que busca el apoyo de su dominante esposa y expresa un deseo de genuina espiritualidad. Pero al mundo le gustaba el Dalí loco, el hombre del bigote y los trajes con bordados, y eso es lo que él le dio.
La gran tragedia de su vida tuvo lugar antes de su nacimiento. En 1901, la pareja Dalí de Figueras, España, tuvo un hijo llamado Salvador, igual que su padre, pero murió a los 21 meses. Nueve meses y diez días más tarde la pareja tuvo otro hijo, que también se llamó Salvador, que sobrevivió. Pero los padres jamás se recuperaron de la primera pérdida. Hablaban sin parar del niño muerto, convencidos como estaban que el nuevo Salvador no era más que una segunda opción. Quizá de manera inesperada, el chico desarrolló un carácter terrible y prefería evacuar sus excrementos en el pasillo en lugar de utilizar el cuarto de baño. También en el colegio era un auténtico desastre.
Dalí tomó clases de dibujo desde niño y, como joven promesa, montó su primera exposición pública en el teatro de su pueblo natal en 1919. El talentoso joven artista se trasladó a Madrid en 1922 para matricularse en la Escuela de Bellas Artes. Tras varios años de peleas con los profesores, Dalí fue expulsado por negarse a pasar un examen final, ya que según él ninguno de los profesores era lo suficientemente competente para juzgarlo.
Tenía ganas de cambiar de aires: París y los surrealistas. El surrealismo era el nuevo movimiento artístico de moda, que predicaba el sinsentido del dadaísmo, el psicoanálisis de Freud y la política de Marx. Dalí estaba especialmente fascinado por la importancia que le daba al subconsciente y quería utilizar su meticulosa habilidad en el dibujo para crear imágenes absurdas e irracionales. En 1929 se metió en un tren que iba a Francia pero, para su sorpresa, en lugar de ser recibido como un héroe conquistador, los surrealistas ni siquiera se enteraron de que había llegado. Sólo hizo un amigo, el poeta surrealista Paul Éluard, a quien invitó a que visitara aquel verano Cadaqués, un pueblo en la costa catalana donde la familia Dalí pasaba las vacaciones.
Dalí regresó a España profundamente deprimido, pero poco después llegó Éluard con su esposa, Gala. Gala Éluard, nacida Elena Ivanova Diakonova, en Rusia, era unos diez años mayor que Dalí (mentía sobre su edad); también era dinámica, imperiosa e insaciable. Éluard y Gala se habían conocido cuando eran quinceañeros en un sanatorio para tuberculosos en Suiza, y más tarde ella cruzó Europa durante el caos de la Primera Guerra Mundial para casarse con él. Después de la guerra, Éluard se convirtió en un líder del movimiento dadaísta, y Gala adoptó el papel de musa y amante, aunque en 1929 estaba empezando a sentirse defraudada por las limitadas perspectivas económicas de su marido.
En un principio, Gala despreciaba a Dalí (decía que parecía un bailarín profesional de tango argentino), pero luego vio sus cuadros. Entonces fue cuando se lanzó sobre él como un misil guiado por láser. Fue una de las primeras personas en darse cuenta de su gran talento y en apreciar que ese talento podría producir una increíble riqueza.
Por su parte, Dalí estaba tan locamente enamorado de ella que la cortejaba con un geranio detrás de la oreja, inventó un extraño perfume a base de estiércol y por alguna razón se afeitó las axilas hasta que le sangraron. Sus tendencias sexuales eran bastante extrañas. Los amigos cercanos describían a Gala como ninfómana, mientras que Dalí aborrecía que lo tocaran y parecía tener inclinaciones homosexuales. Aún así, los dos juntos estaban muy bien. Éluard aceptó la deserción con notable elegancia, sobre todo porque ella todavía quería mantener relaciones sexuales con él. En 1932, Gala y Éluard se divorciaron para que él pudiera volver a casarse, y dos años más tarde Dalí y Gala contrajeron matrimonio en una ceremonia civil.
A partir de entonces, Gala dedicó todas sus energías a promocionar a Dalí. Se convirtió en una experta regateadora, pues los dos vivían en una pobreza increíble, subsistiendo de las infrecuentes ventas de Dalí y de los pocos cheques de Éluard. Los veranos regresaban a España y se instalaban en el pequeño pueblo pesquero de Port Lligat, delante del puerto de Cadaqués. Durante esos primeros veranos Dalí realizó algunas de sus obras más significativas, incluida “La persistencia de la memoria”. La sobrecogedora y siniestra obra está sacada del subconsciente de Dalí. Sobre un plano oscuro un trozo de carne que podría ser una cara yace el lado de una mesa o bloque, del que emerge un árbol estéril. Por encima de la cara, la mesa y el árbol, caen relojes de bolsillo, que parecen blandos como la mantequilla. La idea de los relojes le llegó al artista al observar un camembert que se ablandaba después de la cena. Cuando terminó de pintar el cuadro, le preguntó a Gala si le parecía que era una imagen que se podría recordar; ella le respondió que nadie podría olvidarla. Y de esa manera dio Dalí el título a esta obra: por la persistencia de su propia creación en la mente del observador.
La exposición de 1931 donde se mostraba “La persistencia de la memoria” fue un gran éxito. Gala y Dalí se convirtieron en los favoritos de la clase alta intelectual, quienes adoptaron la extraña manera de hablar del artista (una dama de la alta sociedad diría de un concierto de Stravinsky: “¡Fue hermoso, fue viscosxo, fue ingnominioso!”). Pero no todo el mundo apreciaba la creciente fama de Dalí. A otros surrealistas les parecía que había secuestrado el movimiento. Entonces, Dalí comenzó a hacer comentarios estrafalarios delante de todo el mundo sobre Adolf Hitler, diciendo que no había nada más surrealista que el dictador (Hitler no le devolvió el cumplido, sino que afirmó directamente que los surrealistas deberían ser esterilizados o ejecutados).
Los surrealistas comunistas insistieron en que Dalí se retractara de sus afirmaciones, pero él protestó diciendo que si el surrealismo trataba de explorar los sueños y los tabús sin censuras, entonces él tenía todo el derecho del mundo a soñar con Hitler.
Aunque Dalí soñara con Hitler, lo cierto es que no quería vivir bajo su mandato. Cuando las tropas alemanas marchaban hacia París, al principio de la Segunda Guerra Mundial, él se largó tan lejos como pudo de los nazis. En 1940, él, Gala y una impresionante cantidad de equipaje navegaron desde Lisboa a Nueva York.
La pareja repartía su tiempo entre Nueva York y Pebble Beach, California, mientras los reporteros de revistas los seguían incansablemente a donde quiera que fueran. Entonces, aun cuando los famosos de Hollywood y las personalidades de Nueva York los aclamaban, Dalí empezó a cambiar de estilo. Pintó retratos de Gala muy realistas, incluso hermosos, sin olvidar los relojes blandos, las chuletas de cerdo o los elefantes voladores. Pintó temas religiosos: una crucifixión, una virgen (con Gala de modelo, cosa sorprendente) y una Última Cena. Los amigos estaban sorprendidos. ¿Dalí espiritual? ¿Dalí serio? La idea de Dalí rezando era ridícula.
Lo que a Gala le parecía ridículo era la idea de Dalí persiguiendo otra cosa que no fuera su increíblemente lucrativa obra. Lejos habían quedado los tiempos en que ella recorría los mercados de París en busca del pan más barato. Ahora sólo cenaba en los restaurantes más elegantes y vestía modelos de Chanel. Siempre podía persuadir a Dalí para que aceptara los encargos más estrafalarios (y mejor pagados). Diseñó las secuencias de los sueños para la película de Alfred Hitchcock “Recuerda” (aunque luego se volvieron a filmar) y colaboró con Walt Disney en un cortometraje de animación (aunque más tarde Disney daría carpetazo al proyecto). Diseñó joyería (un reloj blando), pequeños artefactos (el teléfono langosta) y muebles (un sofá tomando como modelo los labios de Mae West). Su fama aumentaba. No importaba qué extravagancia hiciera los periodistas cubrían el evento y los lectores lo devoraban. Dio una conferencia en un Rolls Royce blanco lleno de coliflores y entró en la jaula de los rinocerontes de un zoológico con el cuadro de un rinoceronte.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el mejor amigo de Dalí, un publicista llamado Herb Caen, propuso que organizaran una fiesta benéfica para los artistas de Europa. A Dalí le encantó la idea: montarían el baile surrealista por excelencia. Enseguida le presentó a Caen una lista de sus exigencias, que incluían dos mil pinos, cuatro mil sacos de yute, la cama más grande de Hollywood, un automóvil de desguace, varios maniquíes desnudos, más o menos una docena de animales salvajes –entre ellos una cría de tigre y una jirafa- y 200 zapatos en los que se serviría el primer plato. El temible Caen se puso manos a la obra. Encontró una cama de 10 metros en un escenario de Hollywood, un coche de desguace en un depósito de chatarra y maniquíes en unos grandes almacenes. Un zoológico estuvo de acuerdo en proporcionarles los animales, excepto la jirafa: era demasiado complicado transportarla.
Llegaron los invitados desde todos los rincones de Estados Unidos para la “noche surrealista en el bosque encantado”, incluidos los Vanderbilt, Alfred Hitchcock, Bob Hope, Bing Crosby, Ginger Rogers y Clark Gable. Pero cuando terminó la fiesta, Herb acabó con un brazo roto en tres partes (¿por culpa de los animales?) y una cuenta de gastos mucho mayor que la de ingresos. No quedó dinero para enviar a los hambrientos artistas de Europa.
En otra ocasión, en una conferencia en Londres titulada “Paranoia, los prerrafaelistas, Harpo Marx y los fantasmas”, Dalí hizo una entrada magnífica, como solía ser normal en él. Sostenía dos lebreles rusos por la correa con una mano y un taco de billar con la otra. Iba vestido con un antiguo traje de buzo y encima del casco llevaba un radiador de coche Mercedes. Intentó hablar, pero enseguida se dio cuenta de que sin suministro de oxígeno en el casco, no podía respirar. La audiencia lo observaba alegremente mientras él hacía esfuerzos por respirar, pensando que era parte de la actuación, pero al final dos de sus amigos se dieron cuenta de que pasaba algo. Trataron frenéticamente de abrir los cierres del casco. Al final llegó un tramoyista con una llave inglesa y pudo liberar a Dalí cuando ya estaba a punto de asfixiarse.
Los grandes seguidores de Dalí de la década de 1930 habían sido miembros de la alta sociedad parisina; en la década de 1960 lo adoraban los hippies que llegaban a Port Lligat en bandadas, con abundantes reservas de marihuana y LSD. Dalí llamó a sus seguidores “la corte de los milagros” y adulaba a los que un biógrafo definió como “un fluctuante reparto de hermafroditas enanos, modelos bizcas, gemelos, nínfulas y travestidos”.
Y entonces el tema sexual se les fue realmente de las manos. A Gala, ahora ya una setentona, le encantaba tener acceso a abundante carne joven, y Dalí preparaba auténticas “masas eróticas”: orgías en las que cada habitación estaba dedicada a un grupo diferente. Pero toda esa decadencia resultó ser muy cara, y Gala –quien no dudaba en encerrar a Dalí en su estudio cuando había que acabar un encargo- tuvo que inventar maneras cada vez más elaboradas de hacer dinero. Hizo que su marido firmara cientos de hojas de papel en blanco que después podría imprimir como litografías de “edición limitada”.
Al final llegó la vejez para Gala y Dalí. La piel de ella empezó a sufrir erupciones con horribles lesiones en las suturas de sus múltiples cirugías estéticas. Murió en junio de 1982 de un infarto. Dalí pasó los siguientes seis años esperando reunirse con ella. Se negaba a comer, lloraba constantemente y se pasaba los días tumbado solo en la oscuridad. En la cama tenía una campana para llamar a una enfermera que lo atendía las 24 horas, y por las noches solía llamar sin parar. Al final acabó cansando tanto a las enfermeras que cambiaron la campana por una luz, y una noche apretó tanto el botón que el sistema sufrió un cortocircuito y la cama acabó ardiendo. El personal lo encontró arrastrándose en medio de una niebla de humo y llamas, con quemaduras en casi el 20% de su cuerpo Todos pensaban que las quemaduras acabarían con su vida, pero sobrevivió y se llegó a recuperar lo suficiente para dar una entrevista para “Vanity Fair” en 1986. Fue su última charla, aunque aguantó tres años más. Murió el 23 de enero de 1989.
¿Qué podemos decir hoy en día de Salvador Dalí? Muchos historiadores del arte califican su obra posterior a la Segunda Guerra Mundial de kitsch y autocomplaciente; algunos otros van más allá y se mofan de la totalidad de su producción. Recientemente, un crítico lo describió como un “pervertido pueril cuya habilidad para generar una fascinación no merecida por el trabajo convulsivo de su mente misantrópica sigue sorprendiendo”. ¡Ay!, pero lo que nadie puede negar es su influencia: Dalí creó el concepto de que la vida es un arte.
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miércoles, 8 de mayo de 2013
¿Por qué lloramos de risa?
El dolor y la tristeza provocan el llanto de los seres humanos, pero lo que no resulta lógico es que una especial alegría sea capaz también de desencadenar ese reflejo. Los científicos lo explican como una forma de comunicación con la que el Homo sapiens, en las fases iniciales de su desarrollo, se servía para participar sus sentimientos más profundos. Siempre que el sistema nervioso vegetativo se siente sometido a fuertes impulsos emocionales, se excita en grado sumo y envía esos impulsos a las glándulas lagrimales donde producen un reforzamiento del fluido lagrimal. Ya desde la época de los hombres de las cavernas, el rodar de sus lágrimas por las mejillas le servía para indicar a sus congéneres que estaba profundamente conmovido (en cualquier sentido de alegría o pena).
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martes, 7 de mayo de 2013
¿Qué mamífero africano es el más peligroso para el hombre?
El hipopótamo.
Por desgracia, a los hipopótamos les gusta holgazanear en las corrientes suaves de agua dulce rodeadas de pasto… el mismo hábitat que buscan los seres humanos. La mayoría de los accidentes suceden o bien porque un hipopótamo sumergido es golpeado sin querer por el casco de una embarcación o por el remo de quien la maneja, o bien porque el animal se topa con alguien cuando sale por la noche a pastar. Ser aplastado por un hipopótamo furioso no es una forma muy digna de morir.
Los hipopótamos son los miembros de mayor tamaño de la familia de los cerdos y se dividen en dos especies: el común y el pigmeo. El primero es el tercer mamífero terrestre en tamaño, sólo superado por los elefantes africano y asiático.
No hay muchos animales tan estúpidos como para atacar a un hipopótamo. Son bestias muy irritables, especialmente cuando tienen crías. Liquidan a los leones arrastrándolos hasta aguas profundas y ahogándolos y de los cocodrilos partiéndolos por la mitad. Sin embargo, su dieta es estrictamente vegetariana así que sus agresiones responden exclusivamente a motivos defensivos.
La piel del hipopótamo pesa una tonelada, un 25% del peso total del animal. Tiene un grosor de cuatro centímetros, lo que les convierte en seres blindados contra la mayor parte de los rifles. Exuda un fluido aceitoso de color rojo que les protege de la deshidratación y que solía confundir a la gente haciéndole pensar que sudaban sangre. Y si te encuentras frente a frente con uno, no te engañes: pese a su tamaño y peso, pueden fácilmente correr más que un hombre.
Además de las ballenas y los delfines, los hipopótamos son los únicos mamíferos que se aparean y dan a luz bajo el agua. Pueden cerrar sus orificios nasales, aplastar sus orejas y permanecer completamente sumergidos hasta cinco minutos.
Los hipopótamos tienen un aliento criminal. Cuando parece que bostezan, en realidad están inundando su entorno con una halitosis horrible que avisa a quien esté cerca de que se ande con cuidado. No es un mal aviso: los colmillos de un hipopótamo están muy afilados y, aunque sólo tienen cuatro dientes, uno de sus mordiscos puede seccionar fácilmente una extremidad humana.
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domingo, 5 de mayo de 2013
¿Qué pasaría si llegáramos al centro de la Tierra?
Llegar al centro de la Tierra y sobrevivir es imposible. La temperatura aproximada en el centro es de 5.000 ºC (tan caliente como la superficie del Sol) y mataría instantáneamente a cualquiera. También hay que considerar la presión, que supera tres millones de veces la de la superficie terrestre y te aplastaría. Pero dejémonos de detalles. En el centro de la Tierra la física se vuelve interesante.
La comprensión de la gravedad, la fuerza de atracción entre objetos, resulta clave para comprender lo que se va a convertir en una situación extraña. La fuerza de la atracción gravitacional se determina por la masa de un objeto y por lo cerca que se encuentra de otro (cuanta mayor masa y mayor proximidad mayor será la fuerza). La única gravedad que somos capaces de percibir procede de la masa de la Tierra, responsable de que sintamos su tirón hacia ella.
En el centro de la Tierra la situación varía. Como el planeta es prácticamente esférico, las fuerzas gravitacionales de toda la masa circundante interactúan entre ellas: fuerzas iguales tirarían en todas direcciones y se produciría ingravidez.
Pero, ¿qué ocurriría si uno tratase de salir del centro subiendo una gran escalera que llegase hasta, por ejemplo, Madrid? Para simplificarlo estableceremos que la Tierra tiene una densidad uniforme, lo cual es falso, pero no afecta al principio que nos ocupa. En el centro del planeta la gravedad de la masa situada bajo nuestros pies, que llega hasta el extremo opuesto del globo, en el Océano Índico, nos “empujará” hacia abajo mientras que la masa situada sobre la cabeza nos “empujará” hacia arriba, hacia Madrid.
Tras haber subido varios peldaños, la fuerza total que nos empuja hacia el Índico continuará resultando prácticamente cero. Predominará la sensación de ingravidez. Pero a medida que subamos habrá cada vez menos masa por encima y más por debajo. El tirón hacia el centro de la Tierra será cada vez más fuerte, hasta que nos encontremos sobre la superficie terrestre, contemplando la Puerta de Alcalá y sintiéndonos pesados de nuevo.
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viernes, 3 de mayo de 2013
¿A qué huele el espacio?
La última frontera huele de forma similar a una carrera de coches, es decir, a una combinación entre metal caliente, humo de diesel y barbacoa. ¿Cuál es la causa? Las estrellas moribundas.
El subproducto de esta combustión está formado por compuestos olorosos denominados hidrocarburos policíclicos aromáticos. Estas moléculas parecen encontrarse por todo el universo y flotan por el espacio eternamente, apareciendo en cometas, meteoritos y polvo espacial. Se cree que estos hidrocarburos fueron la base de las primeras formas de vida en la Tierra. No es de extrañar que dichos hidrocarburos se encuentren en el carbón, el aceite e incluso algunos alimentos.
Pese que resulta imposible para los humanos oler el espacio exterior, podemos obtener una fuente indirecta de su olor. Cuando los astronautas se encuentran fuera de la Estación Espacial Internacional, los compuestos del exterior se adhieren a los trajes y entran en la estación cuando regresan. Los astronautas han explicado que los trajes huelen a chuleta “quemada” o “frita” o incluso a pólvora recién utilizada.
Nuestro sistema solar tiene un olor acre en parte debido a que es rico en carbón y bajo en oxígeno y al igual que un coche, si uno no lo abastece de oxígeno, crea hollín y huele mal. Sn embargo, las estrellas ricas en oxígeno tienen aromas que recuerdan a una parrilla. Fuera de nuestra galaxia, los olores son más interesantes. En oscuras zonas del universo, las nubes moleculares llenas de pequeñas partículas de polvo podrían contener múltiples aromas, desde el olor a azúcar hasta el repugnante olor a huevo podrido del azufre.
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Bill Gates - un ordenador en cada casa
Talentoso para los negocios, con la mente siempre activa, este hombre que despierta admiración pero también odios, se fijó un día una meta: conseguir que cualquier persona pudiera utilizar un ordenador en su propia casa. Un apasionado de la informática que ya es leyenda.
Si hubiera hecho caso a sus padres hoy seguramente estaríamos hablando de un renombrado abogado. Pero por mucho que su familia tratara de convencerle para que estudiara derecho en la Universidad, él ya había empezado a programar su futuro antes de terminar la educación elemental. Fue en la escuela privada de Lakeside, en su Seattle natal, donde William Henry Gates III vio por primera vez un ordenador, y enseguida supo que acabaría dominándolo. Se olvidó entonces de las leyes que habían hecho de su progenitor, William Henry Gates II, un hombre respetado y adinerado, y se aplicó en ciencias de la informática ya en séptimo grado. Tuvo suerte, porque otro compañero, llamado Paul Allen, tenía idénticas inquietudes. Sí, Microsoft se forjó en los pupitres.
Es de suponer que aquellos dos nerds pasaron horas y horas encerrados en el garaje de sus casas entre circuitos. El ordenador del que Bill, de 13 años, no quería separarse ni un momento era una mini computadora de última generación, una DEC PDP-10 que el colegio había alquilado a General Electric. Se pagaba por uso, y en apenas unos meses él y su amigo Allen, dos años mayor, habían gastado todo el dinero de la escuela reservado para tal fin, por lo que nunca más la pudieron tocar.
Pero, para entonces, Gates ya sabía programar el tres en raya con BASIC, un lenguaje informático creado en 1964 para estudiantes y profesores que no fueran de ciencias. Poco tiempo después, una empresa de informática local, la Computer Center Corporation, ofreció al colegio la posibilidad de usar su PDP de igual forma. Para que no ocurriera lo mismo que la vez anterior, el indomable Bill instaló un programa para alterar las facturas, lo que provocó un colapso en la red nacional a la que estaba conectada la compañía. ¿Fue el primer virus de la historia de la informática? Seguramente sí, y por ello hubo un castigo: una orden de seis semanas de alejamiento del ordenador.
Tras cumplir la sanción, Gates y Allen tuvieron ocasión de trabajar para la Information Science, empresa que había pedido al equipo de informáticos de la escuela que elaborara un programa de nóminas. A los de Lakeside, al encontrar más dificultades de las previstas, no les quedó más remedio que gritar “socorro” y recurrir a sus dos alumnos estrella. Esto les sirvió a ellos para reforzar sus conocimientos y fundar, en plena adolescencia, su primera empresa, Traf-O-Data, que ofrecía servicios de análisis de patrones de tráfico a la administración local. Con ella consiguieron un fondo de 20.000 dólares, que sería fundamental a la hora de crear la futura Microsoft.
Muy poco tiempo aguantó Bill Gates en la Universidad de Harvard. En enero de 1975, un entusiasmado Paul Allen le mostró a su amigo el último número de la revista Popular Electronics, en cuya portada aparecía una computadora de la firma MITS que se llamaba Altair 8800 y tenía un precio muy competitivo. A sus 19 años, Gates pensó que quizás podrían proporcionar a la empresa un intérprete BASIC para el nuevo ordenador y hacerlo así más atractivo para los aficionados. En ocho semanas lograron desarrollarlo con la ayuda de otro estudiante, Monte Davidoff, encargado de escribir las rutinas de aritmética de punto flotante. El programa sólo necesitaba cuatro kilobytes de memoria, algo esencial para que MITS firmara un contrato con los dos jóvenes empresarios.
La proliferación de copias pirata del programa enojó bastante a Bill, que acusó entonces de robo a los usuarios, entre los que comenzó a granjearse cierta mala fama. Con la inestimable ayuda de su padre –responsable absoluto de la protección de los derechos de autor de su hijo-, Microsoft echó a andar con un único objetivo: desarrollar el lenguaje BASIC para el resto de ordenadores personales que fueran surgiendo en el mercado. Desde una oficina en Alburquerque empezaron a realizar y vender software para los primeros Apple y Commodore, ya con unos cuantos empleados en nómina, a los que dejaban vestir sin corbata pero no levantar la cabeza de los teclados. Su gran oportunidad llegó en 1980, año en que IBM se puso en contacto con Microsoft para solicitar su ayuda para la creación de un nuevo sistema operativo. Se dice que en el momento mismo de cerrar el trato con la todopoderosa IBM, no había nada preparado.
Días después de alcanzar el acuerdo, Gates compró por 50.000 dólares a un tal Tim Patterson el sistema operativo 86-DOS. El fundador de Microsoft se hizo con la licencia original, la mejoró y consiguió que a partir de ese instante todos los ordenadores de IBM llevaran incorporado de serie lo que él denomino MS-DOS, un sistema basado fundamentalmente en el uso de comandos, del cual se aseguró los derechos de comercialización. Además, logró que la compañía diera su consentimiento para que otras empresas dedicadas a desarrollar software pudieran crear programas compatibles. Esto provocó una venta masiva de licencias, ya que nadie quería trabajar en el mercado sin pensar en IBM.
Con 25 años, Bill Gates ya era el referente número uno en el mundo de la informática, por mucho que sus métodos no gustaran prácticamente a nadie. No solo compró la idea a Patterson por poquísimo dinero, sino que además logró que IBM prefiriera trabajar con él antes que hacerlo con el propio creador. ¿Cómo fue posible? Las malas lenguas dicen que todo fue gracias a la intercesión de su madre, Mary Maxwell, profesora y también directiva de la empresa United Way, en la que trabajaba con John Opel consejero delegado de IBM.
Si Bill Gates es la persona a la que la humanidad debe haber llegado a entender el funcionamiento de un ordenador no es solo gracias a la aparición del MS-DOS, que a pesar de la revolución que supuso no permitía el uso del ratón y ni siquiera era multiusuario ni multitarea. Su gran éxito fue presentar, un 20 de noviembre de 1985, la primera versión de Microsoft Windows, un sistema operativo en el que se dio prioridad al creciente interés del usuario en las interfaces gráficas, a través de ventanas (tareas ejecutadas) e iconos de acceso. En otras palabras: ofrecía un entono amigable para usuarios inexpertos. Convertido en el competidor directo de Apple, Windows fue añadiendo mejoras en los sucesivos años, con la inclusión de programas informáticos tan importantes como Word y Excel y la compatibilidad con otros externos, hasta convertirse en el sistema operativo más utilizado del mundo.
Grandes hitos en la historia de Windows fueron el lanzamiento de la versión 95, que cambió para siempre la forma de interactuar con un PC, el Windows NT para profesionales, la edición XP y el Windows 7, ya mucho más intuitivo. ¿En contra? Los errores de seguridad, con hackers siempre al acecho; las continuas acusaciones de plagio por parte de Apple –de la que Gates compró el 6% de las acciones en 1997- y de otras compañías; los supuestos abusos de poder, su clara autoafirmación como gran monopolio; juicios y más juicios cansaron tanto a Bill, que decidió en el año 2000 abandonar la dirección de Microsoft, para desvincularse de ella en 2006. Aunque no del todo: hoy en día continúa siendo el mayor accionista individual de la empresa.
Pero a Gates ya no le interesa tanto innovar. Desde 1994, lo que más le importa son los proyectos que dan vida a la Fundación que creó junto a su esposa Melinda, orientados a mejorar la educación infantil en zonas desfavorecidas. Amado por muchos y odiado por otros. Bill Gates, hoy convertido en filántropo –igual que su eterno amigo Paul Allen- ha marcado un antes y un después en el mundo de la informática. Él y solo él es responsable de que la gene corriente sepa utilizar un ordenador, y también del enorme éxito de la industria de los videojuegos para PC. Su reino ya no es de este mundo. Quizá siempre estuvo por encima del bien y del mal.
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miércoles, 1 de mayo de 2013
¿Cuánto se tardaría en caminar un año luz?
Si hubieses arrancado justo antes de la aparición de los dinosaurios ahora estarías casi al final.
Esta es la explicación: un año luz (distancia que la luz recorre en un año, utilizada como patrón para distancias interestelares) son aproximadamente 9.5 billones de kilómetros. Si se camina al moderado paso de 1,6 km cada veinte minutos, se tardarían 225 millones de años en completar el viaje (sin incluir interrupciones para comer o ir al lavabo). Aunque realizaras el viaje en el X-43A, estratorreactor de combustión supersónica de la NASA y el aparato más veloz del mundo, capaz de alcanzar Mach 9,8, tardarías más de 90.000 años en cubrir la distancia.
También necesitarás una mochila grande; semejante distancia requiere diversos suministros. El adulto medio consume 80 calorías cada 1,6 km, así que necesitarás unos seis billones de barritas energéticas para aguantar el viaje. También gastarás un buen montón de calzado. El típico par de deportivas duran aproximadamente 805 km, así que gastarás unos 11,8 mil millones de zapatillas. Desde el punto de vista astronómico, semejante esfuerzo no te llevará a ninguna parte: la estrella más cercana al Sol, Próxima Centauri, se encuentra a 4,22 años luz.
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