viernes, 29 de junio de 2012
1925-Mein Kampf (2)
(Continúa de la entrada anterior)
Por supuesto, para Hitler (que pasa por alto las aportaciones históricas de otras etnias) la raza verdaderamente superior, cuya pureza debe ser mantenida a cualquier coste y cuyo dominio debe ser impuesto sobre las demás es la aria.
Toda la cultura humana, todos los resultados del arte, de la ciencia, de la tecnología que vemos ante nosotros hoy en día son casi en exclusiva el producto creativo del ario (…) Él es el Prometeo de la Humanidad de cuya brillante frente la divina llama del genio ha brotado en todas las ocasiones (…)
Si tuviéramos que dividir la humanidad en tres grupos, los fundadores de cultura, los portadores de cultura y los destructores de cultura, sólo el ario podría ser considerado representante del primer grupo. De él se originan los cimientos y los muros de toda creación humana y sólo la forma externa y el color son determinados por los rasgos cambiantes de carácter de los distintos pueblos.
Como horrible contrapartida a esta raza aria –que acabará vendiendo a todas las demás porque en ella se refleja de la manera más exacta la mano de Dios- Hitler presenta a los judíos. Si el ario es el paradigma de lo bueno, de lo hermoso, de lo creativo, el judío constituye el de lo perverso, lo feo, lo parasitario:
La contrapartida más poderosa del ario aparece representada por el judío. Apenas en ningún pueblo del mundo se ha desarrollado con más fuerza el instinto de conservación que en los llamados elegidos. La mejor prueba de esto es el simple hecho de la supervivencia de esta raza (…) Pero su inteligencia no es el resultado de su propio desarrollo sino de la instrucción visual a través de los extranjeros (…) carece completamente del requisito más esencial para un pueblo de cultura, la actitud idealista.
Porque el judío es perverso por sí mismo y no por lo que pueda creer o sustentar, Hitler sostiene que la lucha contra él no debe confundirse con un conflicto religioso, como hizo la Iglesia católica durante la Edad Media. Se trata, por el contrario, de una guerra entre razas en la que la superior, la aria, debe eliminar a su auténtica antítesis, la judía:
Su vida (la del judío) en el interior de otros pueblos sólo puede aguantar durante algún tiempo si consigue crear la opinión de que no es un pueblo sino una comunidad religiosa, aunque de una clase especial. Y ésta es la primera gran mentira.
Para desarrollar su existencia como un parásito sobre otros pueblos, se ve forzado a negar su naturaleza interior. (…) El judío siempre ha sido un pueblo con características raciales definidas y nunca una religión (…) Debido a su propia naturaleza especial y original el judío no puede poseer una institución religiosa, por lo menos porque carece de cualquier forma de idealismo y por eso la creencia en el más allá le resulta absolutamente extraña (…).
Para imponer esa cosmovisión racista, Hitler propugna la creación de un nuevo Estado al que denomina patriota. Su meta esencial no puede ser otra que la de garantizar que la raza sea el centro de la vida y para ello debe poner en funcionamiento leyes eugenésicas que impidan la posibilidad de que los no considerados racialmente aptos tengan descendencia:
El estado patriota debe hacer todo aquello que los demás han descuidado en este terreno. Tiene que colocar la raza en el centro de toda la vida. Tiene que preocuparse de mantenerla pura. Tiene que declarar que el niño es el tesoro más precioso del pueblo. Tiene que ocuparse de que sólo los sanos engendren hijos. Porque sólo hay una desgracia: a pesar de las propias enfermedades y deficiencias traer hijos al mundo.
Un estado patriota debe por tanto comenzar por elevar el matrimonio del nivel de contaminación continua de la raza y otorgarle la consagración de una institución que está llamada a producir imágenes del Señor y no monstruosidades a mitad de camino entre el hombre y el mono. (…) En el estado actual de la ley y el orden a los ojos de sus representantes, esta valiente sociedad nacional-burguesa, la prevención de la facultad procreativa de aquellos que sufren sífilis, tuberculosis, enfermedades hereditarias, de los inválidos y los cretinos, es un crimen, mientras que la supresión fáctica de la capacidad de procrear en millones de la gente mejor no es contemplada como algo malo y no ofende la moralidad de esta sociedad hipócrita (…)
Aquellos que son física y mentalmente insanos e indignos no deben perpetuar sus sufrimientos en el cuerpo de sus hijos (…) Una prevención de la facultad y la oportunidad de procrear por parte de los físicamente degenerados y los mentalmente enfermos, durante un período de tiempo de sólo seiscientos años, no sólo liberaría a la humanidad de una inmensa desgracia, sino que la conduciría a una recuperación que hoy en día apenas parece concebible (…) el resultado será una raza que al menos habrá eliminado los gérmenes de nuestra decadencia física presente y por lo tanto de la espiritual.
Eliminados los considerados inferiores (minusválidos y enfermos mentales), el estado patriota debería poner en funcionamiento un sistema educativo centrado en la mejora de la raza y encaminado a resaltar la diferenciación sexual convirtiendo a los muchachos en soldados y a las jóvenes en madres. En palabras de Hitler: “la joven alemana es un súbdito y sólo se convierte en ciudadano cuando se casa”:
(El estado) debe educar a la progenie joven para que se convierta en un eslabón valioso en la cadena de la futura reproducción. Y como en general la condición previa del logro espiritual descansa en la cualidad racial del material humano, la educación en particular debe considerar y promover en primer lugar la salud física.
Esta educación en sus líneas generales puede servir como una preparación para el futuro servicio militar. El ejército no tendrá que enseñar a los jóvenes (hombres) los fundamentos de los manuales más elementales y no tendrá reclutas del tipo actual; no, sólo tendrá que transformar al joven que ya ha recibido una continua preparación física en un soldado. En el estado patriota, por tanto, el ejército (…) será la última y superior escuela de la educación patriótica (…) en esta escuela el joven tiene que ser transformado en un hombre (…)
Después de la conclusión de su servicio militar, se emitirán dos documentos: el diploma de ciudadano, un documento legal que le permite dedicarse a la actividad pública, y su certificado de salud, confirmando su salud física para el matrimonio.
(…) el estado patriota debe dirigir la educación de la joven desde el mismo punto de vista. En este caso también el énfasis debe ser colocado sobre el entrenamiento físico (…) La meta de la educación femenina debe ser de manera invariable la futura madre.
Sin embargo, el estado patriota no sólo debía poner en funcionamiento unas estructuras jurídicas y políticas que preservaran la pureza de la raza aria, impidieran la reproducción de los enfermos y diferenciara a la población en una casta masculina de guerreros y otra femenina de madres. Además, ese estado debía procurar que se llevara a cabo el aislamiento primero y el extermino después de la raza perversa por antonomasia, la judía.
De los judíos afirma Hitler en Mein Kampf que son antialemanes, controladores de la prostitución y la trata de blancas, seres monstruosos dotados de un cerebro animal y no humano, contrarios al principio aristocrático, favorables a un sistema tan necio y antinatural como la democracia, engañadores de las iglesias, inspiradores del marxismo, emboscados en la guerra, controladores de las finanzas, directores de la revolución de noviembre de 1918, culpables de la derrota en la Gran Guerra, responsables de la sífilis, corruptores del arte, asesinos de Cristo, colaboradores de los negros en contra de los blancos e incluso conspiradores con afanes de dominio mundial. No hace falta señalar que la visión de Hitler no sólo no correspondía con la realidad, sino que lo único que hacía era crear un arquetipo de la maldad que, precisamente por ello, pudiera ser exterminado en masa sin levantar protestas. Sin embargo, lo verdaderamente trágico de la cosmovisión hitleriana era que su aceptación era concebida, por supuesto, como la condición indispensable para la resurrección alemana:
Sin el conocimiento más claro del problema racial y, por lo tanto, del problema judío nunca habrá una resurrección de la nación alemana. La cuestión racial proporciona la clave no sólo de la historia mundial, sino también de toda la cultura humana.
Partiendo de esa concepción, Hitler resulta bastante explícito sobre la importancia que concedía a la eliminación de todos los judíos. Ésta debía anteceder incluso a la creación del estado patriota:
(…) la primera tarea no es la creación de una concepción del estado patriota, sino sobre todo la eliminación de los judíos existentes. Y así, frecuentemente en la historia, la dificultad principal reside, no en la forma del nuevo estado de cosas, sino en dar lugar al mismo.
Incluso la educación promovida por el Estado debía estar encaminada a mentalizar a las futuras generaciones de la justicia de este planteamiento:
La corona de la obra entera de educación y formación del estado patriota debe ser inculcar el sentido racial y el sentimiento racial en el instinto y el intelecto, estando entregados el corazón y el cerebro a ello. Ningún muchacho ni ninguna muchacha debe dejar la escuela sin haber sido llevado a una comprensión última de la necesidad y de la esencia de la pureza racial.
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martes, 26 de junio de 2012
1925-Mein Kampf (1)
No tuvo, sin embargo, éxito. El día 11 del mismo mes, Hitler fue detenido en Uffing junto al Staffelsee. Del 26 de febrero al 1 de marzo de 1924, el golpista fallido fue juzgado por su intento de acabar con la República. Sin embargo, los acontecimientos se desarrollaron de una manera que no fue del todo desfavorable para él. No sólo logró convertir el tribunal en un foro desde el que exponer sus puntos de vista, sino que además fue condenado (con notable clemencia) a una pena de tan sólo cinco años de prisión y al pago de doscientos marcos oro. Se trataba de una sanción ridícula para alguien que había pretendido acabar con el Estado aun a riesgo de provocar una guerra civil.
Pese a todo, a primera vista, daba la impresión de que el golpe recibido por el nazismo alemán era de enorme consideración y el mismo Hitler llegó a creer en aquellos momentos que sus días estaban contados. En julio renunció a la dirección del partido nazi (NSDAP), que había sido prohibido, y se dispuso a poner por escrito su testamento político, una obra que recibiría el titulo de “Mein Kampf” (Mi Lucha).
Hitler se equivocaba en sus apreciaciones. El 20 de diciembre de 1924 (mucho antes de que cumpliera la condena que le había sido impuesta) fue puesto en libertad y el 26 de febrero de 1925 refundó el NSDAP. Para entonces, el ex recluso no había renunciado en absoluto a sus tesis políticas, pero había llegado a la conclusión de que un nuevo intento de golpe estaba fuera de lugar y de que sólo podría alcanzar el poder si contaba con el apoyo de un sector importante de la población y recurría a los medios legales. Como parte de la batalla propagandística que iba a librar en los siguientes años, en el mes de julio, apareció publicada la primera parte de Mein Kampf. El 10 de diciembre de 1926, se publicó la segunda.
Aunque la imagen que Hitler dio de sí mismo y del origen de sus ideas en esta obra está cuidadosamente mutilada y alterada para dar una impresión idealizada y negar las posibles influencias de otros autores, no sucedió lo mismo con la exposición de su programa político. Como hemos señalado, en los momentos en que Hitler lo redactó no contaba con vivir mucho tiempo y pensó que tenía que adoptar la forma de un legado ideológico destinado a futuras generaciones de alemanes que lo llevarían a su plena realización.
Dado el carácter fundamentalmente sincero de las pretensiones que aparecen en ”Mein Kampf”, no resulta extraño que Hitler, con el paso del tiempo, se arrepintiera de haber sido tan explícito. En este sentido, se manifestó Otto Wagner, uno de sus confidentes en aquellos años:
“Pero si lo que usted dice es verdad, nunca debería haber escrito “Mein Kampf” con anterioridad”, objeté.
Es cierto. Y frecuentemente lamento haberlo hecho. Pero en aquella época, cuando estaba en Landsberg después del 9 de noviembre de 1923 pensé que todo había terminado. Estaba en cautividad. Me habían privado de mi libertad, el partido había sido expropiado, disuelto –todo me parecía terminado, incluso en peor situación que Alemania después de la Gran Guerra. Escribí “Mein Kampf” como una especie de informe para el pueblo alemán, principalmente en memoria de los mártires del 9 de noviembre. Lo escribí desde la estrechez de mi celda.
Cuando fui liberado, Mein Kampf estaba impreso. Quizá, pensé, serviría para estimular a mis antiguos amigos. ¡Y eso fue lo que verdaderamente sucedió! Así es como pasó.
(…) pensé en retirar el libro. Pero era demasiado tarde. Se había difundido por Alemania e incluso en el extranjero, y no dejaba de ser bueno y positivo que así sucediera. Así que dejé las cosas como estaban. El libro incluso me dio una base financiera para reconstruir el partido. Si tuviera que escribirlo hoy, muchas cosas serían diferentes. ¡Claro que hoy ni siquiera lo escribiría!
Porque he aprendido de esa experiencia. Por eso me digo a mí mismo: si fuera a comunicar a un senado todos mis planes y propósitos más secretos, no conseguirían ni siquiera seguir siendo los secretos del senado (…).
De esta manera, el libro (mal escrito, tendencioso y aburrido) se iba a convertir en una obra clara y específica en cuanto a los objetivos que perseguía Hitler.
“Mein Kampf”, la denominada biblia del nazismo, no sólo es una obra pésimamente redactada, llena de reiteraciones y de digresiones aburridas, sino que además carece en buena medida de sistematización. Los aspectos ideológicos pueden resumirse en tres cuestiones fundamentales. En primer lugar, los conceptos de raza y del nuevo Estado (el estado patriota); en segundo, la visión hitleriana de los judíos, y, finalmente, el conflicto que, según Hitler, debía desatarse entre ambos.
No resulta exagerado afirmar que el concepto esencial en la cosmovisión de Htiler es el de la raza. Por ello, la meta fundamental del movimiento que capitaneaba no podía ser la de conservar un Estado ni tampoco la de reformarlo, sino más bien la de construirlo ex novo sobre la base de la raza aria y de su pureza:
(…) no debería ser olvidado que el objetivo más elevado de la existencia humana no es la preservación de un estado, y no digamos de un gobierno, sino la preservación de las especies.
Partiendo de esa visión racista, había llegado a la conclusión de que resultaba irrenunciable la unificación de Alemania y Austria:
Austria debe regresar a la gran patria alemana y no por consideraciones económicas. No otra vez: incluso si tal unión careciera de importancia desde un punto de vista económico; sí, incluso si fuera dañina, no obstante debe tener lugar. Una sola sangre exige un solo Reich.
De acuerdo con este punto de vista, Hitler no dudaba en afirmar, en contra de todo el testimonio de la historia, que la caída del imperio austríaco se había debido a la presencia de otras razas en su seno, algo que había provocado ya su aversión en los años de juventud:
(…) mi repulsión interior hacia el estado de los Habsburgo creció enormemente (…) Me sentía repelido por el conglomerado de razas que la capital me mostraba, repelido por esta mezcla completa de checos, polacos, húngaros, rutenos, serbios y croatas y, por todas partes, el eterno parásito de la humanidad –judíos y más judíos. La ciudad gigante me parecía la encarnación del desastre racial.
Tal cuestión tiene una enorme importancia porque –malinterpretando a Darin- sólo las naciones que consigan mantener la pureza de raza pueden aspirar a sobrevivir y las otras se extinguirán merecidamente.
Todas las grandes culturas del pasado perecieron sólo porque la raza originalmente creativa pereció por envenenamiento de la sangre. La última causa de tal decadencia fue que olvidaron que toda cultura depende de los hombres y no a la inversa; de aquí que para preservar una cultura concreta tenga que conservarse al hombre que la crea. Esta preservación está vinculada a la rígida ley de la necesidad y al derecho a la victoria de los mejores y más fuertes en este mundo. Aquellos que quieren vivir que luchen, y aquellos que no deseen vivir en este mundo de eterna lucha no merecen vivir.
Hasta qué punto Hitler creía en este aspecto puede verse en el hecho de que afirma que la derrota de Alemania en la I Guerra Mundial no se debió a la mítica puñalada por la espalda a la que se referiría tan a menudo en sus discursos, sino a su inferioridad (mejor, a su degeneración) en la lucha:
Desgraciadamente la derrota militar del pueblo alemán no es una catástrofe inmerecida, sino el castigo merecido de retribución eterna. Nos merecimos más que de sobra esa derrota (…) ¡fueron los alemanes los que colocaron sobre sus cabezas tal desgracia!.
Este combate entre pueblos y razas, sin embargo, no sólo se debe ceñir a elementos de aspecto ideológico. También cuenta con características cargadas de contenido mítico y casi religioso. La mezcla de razas pasa así a convertirse en el pecado máximo, en la falta suprema:
Una vez más nos encontramos con la piedra de toque del valor de una raza-la raza que no pueda pasar la prueba simplemente debe morir, dejando su lugar a otras razas más sanas o más duras o más resistentes.
Porque dado que esta cuestión afecta fundamentalmente a la descendencia se trata de uno de esos casos en los que con terrible justicia se dice que los pecados de los padres son vengados hasta la décima generación (…) El pecado de la sangre y la contaminación de la raza son el pecado original en este mundo y el final de una humanidad que se rinde ante él.
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martes, 19 de junio de 2012
Mayonesa: la salsa de las salsas
La conocida salsa mahonesa o mayonesa, oriunda como su nombre indica de la ciudad de Mahón, en la isla de Menorca, adquirió renombre a comienzos del siglo XVIII en toda Europa de la mano del duque de Richelieu, mariscal galo, quien importó su receta a la corte francesa, con el nombre de salsa de Mahón, tras haberla probado durante el sitio de esa ciudad menorquina. Su popularidad mundial vino de la mano del germanoamericano Richard Hellman, propietario de una tienda de delicatesen en Nueva York, que la produjo industrialmente y la vendió en botes de madera y luego en tarros de cristal desde 1912.
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lunes, 18 de junio de 2012
¿Cuántos estados de la materia hay?
Tres, todo el mundo lo sabe: sólido, líquido y gaseoso.
En realidad, el número se aproxima a quince, aunque la lista aumenta casi cada mes. Hagamos una selección:
Sólido, sólido amorfo, líquido, gas, plasma, superfluido, supersólido, materia degenerada, neutrónica, materia fuertemente simétrica, materia débilmente simétrica, plasma quark-gluon, condensado de Fermi, condensado de Bose-Einstein, materia extraña…
Sin entrar en lo insondable (y, para la mayor parte de los casos, innecesario), uno de los estados más curiosos de la materia es el condensado de Bose-Einstein.
Un condensado de Bose-Einstein o “bec” se da cuando enfrías un elemento a temperaturas extremadamente bajas (generalmente una pequeña fracción de un grado sobre el cero absoluto, -273 ºC, la temperatura teórica a la que cesa todo movimiento). Cuando se da esta situación, empiezan a pasar cosas curiosas. Comportamientos que normalmente sólo se detectan a nivel atómico, hacen su aparición a escalas lo suficientemente grandes como para verlos a simple vista. Por ejemplo, si ponemos un “bec” en un vaso de precipitado y nos aseguramos de mantener la temperatura, comenzará, literalmente, a trepar por el vaso y desbordarlo. Esto, aparentemente, es un inútil intento de reducir su propia energía –que ya está en su nivel más bajo posible-.
El condensado Bose-Einstein fue predicho a nivel teórico por Einstein en 1925 tras haber estudiado el trabajo de Satyendra Nath Bose, pero no se consiguió alcanzarlo en el laboratorio hasta 1995 en Estados Unidos, un trabajo por el cual sus creadores fueron galardonados en 2001 con el premio Nobel. El manuscrito de Einstein no fue redescubierto hasta 2005.
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En realidad, el número se aproxima a quince, aunque la lista aumenta casi cada mes. Hagamos una selección:
Sólido, sólido amorfo, líquido, gas, plasma, superfluido, supersólido, materia degenerada, neutrónica, materia fuertemente simétrica, materia débilmente simétrica, plasma quark-gluon, condensado de Fermi, condensado de Bose-Einstein, materia extraña…
Sin entrar en lo insondable (y, para la mayor parte de los casos, innecesario), uno de los estados más curiosos de la materia es el condensado de Bose-Einstein.
Un condensado de Bose-Einstein o “bec” se da cuando enfrías un elemento a temperaturas extremadamente bajas (generalmente una pequeña fracción de un grado sobre el cero absoluto, -273 ºC, la temperatura teórica a la que cesa todo movimiento). Cuando se da esta situación, empiezan a pasar cosas curiosas. Comportamientos que normalmente sólo se detectan a nivel atómico, hacen su aparición a escalas lo suficientemente grandes como para verlos a simple vista. Por ejemplo, si ponemos un “bec” en un vaso de precipitado y nos aseguramos de mantener la temperatura, comenzará, literalmente, a trepar por el vaso y desbordarlo. Esto, aparentemente, es un inútil intento de reducir su propia energía –que ya está en su nivel más bajo posible-.
El condensado Bose-Einstein fue predicho a nivel teórico por Einstein en 1925 tras haber estudiado el trabajo de Satyendra Nath Bose, pero no se consiguió alcanzarlo en el laboratorio hasta 1995 en Estados Unidos, un trabajo por el cual sus creadores fueron galardonados en 2001 con el premio Nobel. El manuscrito de Einstein no fue redescubierto hasta 2005.
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domingo, 17 de junio de 2012
1926-1936-Solos por el aire hasta Australia
En los años treinta, volar solo desde Inglaterra hasta Australia, constituía una gran aventura. Los pilotos pioneros se encontraban con toda clase de condiciones meteorológicas, desde hielo sobre Europa, calor y arena sobre los desiertos de Oriente Medio, hasta tormentas tropicales en el sudeste de Asia. Era este un reto asumido por hombres y mujeres de diversos orígenes sociales.
En 1919, el primer ministro australiano, William Hughes, ofreció un premio de 10.000 libras a la primera tripulación australiana que consiguiera realizar un vuelo entre Inglaterra y Australia. Seis aviones comenzaron el épico viaje; sólo dos lo terminaron. El ganador fue un Vickers Vimmy pilotado por Ross y Keith Smith. Con dos mecánicos para el mantenimiento del aparato, tardaron 28 días en completar el viaje (récord que se mantuvo durante varios años).
En 1926, las fuerzas aéreas imperiales de Gran Bretaña, encargaron a Alan Cobham que realizara un vuelo de reconocimiento de rutas hasta Australia. Despegó en un hidroavión desde el río Medway en Kent, el 30 de junio, y llegó a Melbourne el 15 de agosto. Salió en dirección a Inglaterra el 29 de agosto y en octubre aterrizó sobre el río Támesis en Londres, junto al Parlamento. Sin embargo, se produjo una tragedia durante el vuelo cuando el mecánico de Cobham resultó herido de muerte por un árabe mientras sobrevolaban Irak.
El primer vuelo en solitario entre Inglaterra y Australia lo realizó el australiano Bert Hinkler pilotando un biplano de Avro Avian con un motor y provisto de un tanque de combustible extra. Pocos creían que el Avian fuera capaz de conseguirlo, pero Hinkler estaba convencido. Planeó la ruta usando secciones del Atlas del Times pegadas a un cartón. Aparte de sus herramientas, llevaba una balsa inflable, un termo, un despertador y una linterna.
El 7 de febrero de 1928, Hinkler despegó de Croydon y su avión se dirigió hacia el sureste a una velocidad constante de 130 km/h. Unas trece horas más tarde llegó a Roma. Tras aterrizar a la luz de la luna, fue arrestado: había aterrizado en un campo de aviación miliar por equivocación.
Las etapas de Roma a Malta y de Malta a Bengasi no supusieron ningún problema, pero como se le hizo de noche antes de alcanzar la meta de su siguiente etapa, Hinkler se vio forzado a aterrizar. A la mañana siguiente, despegó en dirección a Tobruk, donde llegó sin problemas. Repostó allí y salió de nuevo sin descansar. De nuevo, Hinkler fue incapaz de alcanzar su destino (Ramla, en lo que ahora es Israel) y aterrizó sobre la arena. Unos amables árabes le ayudaron a desenterrar su aparato y volvió a despegar.
El australiano solitario avanzaba a un ritmo increíble. Volando durante casi todas las horas de luz solar, reparaba el avión a la luz de su linterna hasta las doce aproximadamente, y volvía a despegar en la madrugada. Hinkler sufría de calor, aburrimiento y agujetas de tanto estar sentado en el avión. Entre Jask y Karachi, una pérdida del depósito de combustible le produjo serios problemas, pero consiguió establecer un nuevo récord entre Inglaterra e India.
Unas etapas más adelante, se vio obligado a aterrizar en un claro de selva malaya por problemas con el motor. Hinkler tuvo que esquivar grandes tormentas tropicales. Durante una escala en Singapur, el Avian quedó atrapado en el barro. Después siguió volando más allá de Sumatra y Java, navegando con sus mapas caseros e inadecuados.
La etapa final hasta Darwin tuvo que realizarla sobrevolando el mar de Timor, infestado de tiburones. Hinkler llegó a Darwin el 22 de febrero, 15 días y 12 horas después de despegar de Croydon. Sólo entonces, una vez en Australia, dejó que el agotamiento lo venciera. Camino de Bundaberg, su ciudad natal, aterrizó incapaz de continuar hasta que hubiera descansado.
Otra persona que batió récords fue la famosa Amy Johnson, que aprendió a volar a los 23 años. Poco después comenzó a obsesionarse con la idea de volar a Australia para ganarse el respeto de sus compañeros aviadores. Su avión era un Gipsy Moth verde llamado Jason (una contracción de Johnson). Equipado con depósitos de combustible extra y con una hélice de repuesto atada al fuselaje, Jason despegó de Croydon el 5 de mayo de 1930 y Johnson se dirigió hacia Viena. Desde aquí voló a Estambul, y hasta Halab por encima de las montañas Taurus. Perdida en medio de una tormenta de arena en pleno desierto de Irak, realizó un milagroso aterrizaje a ciegas en el desierto y esperó a que la tormenta amainara antes de seguir camino hacia Bagdad.
A pesar de algunos pequeños problemas con el motor, Johnson llegó a Karachi en menos tiempo que Hinkler, reduciendo su récord en dos días. Pero en la siguiente etapa, el viento la obligó a parar en Jansi, en el norte de la India, para reposta, donde se le estropeó un ala.
Este fue tan sólo el comienzo de los problemas para Johnson. Sin conseguir encontrar el hipódromo de Rangún, aterrizó en una pequeña pista de atletismo. Jason cayó en una zanja, rompiéndose la hélice y estropeándose una de las alas. El retraso por las reparaciones le supusieron a Johnson perder su liderato sobre Hinkler, que tanto le había costado ganar. Además, estaban empezando los monzones. “No podía llevar mis gafas, ya que la lluvia me las empañaba, pero, por otro lado, se me irritaban los ojos”, declaró más tarde.
Siguieron otros varios retrasos y se disiparon sus posibilidades de batir el récord de Hinkler. Tras dos nuevos aterrizajes no planificados, Johnson llegó a Darwin el 24 de mayo, donde fue recibida como una heroína (digno de la primera mujer en cruzar el mundo al mando de un avión). En una recepción, esa misma noche, les dijo a sus invitados: “En Inglaterra me llaman Johnnie. Allí nunca me llamarían Amy. Así que, por favor, llámenme Johnnie”.
Durante los siguientes 40 meses, el récord de vuelo entre Inglaterra y Australia se batió cinco veces. La clave del éxito consistía en volar más horas con menos escalas. Esto implicaba pasar más tiempo en el aire y menos en tierra. Además, la permitía al piloto evitar algunos de los peores lugares para aterrizar. Pero obligaba a mejorar la mecánica, la habilidad humana para navegar y la resistencia humana.
Darwin está a diez horas por delante de Londres y Hinkler había perdido una media de 40 minutos por día al cruzar las zonas horarias; algunos concursantes posteriores perdieron incluso el doble.
Charles Kingsford Smith, conocido como “Smithy”, había realizado el primer vuelo de la historia entre Estados Unidos y Australia en 1928. Voló con su Avian Sports de Londres a Darwin en poco menos de diez días, entre el 9 y el 19 de octubre de 1930, en cuatro etapas menos que Hinkler. Entonces, Charles Scott, en un DH 60G Moth, redujo el récord en unas 17 horas entre el 1 y el 10 de abril del año siguiente, utilizando una ruta más directa con una etapa menos. Para ahorrar tiempo comenzó en Lympne, en Kent.
El siguiente fue Arthur Butler, volando con un Comper Swift. Butler salió de Lympne el 31 de octubre de 1931. Su magneto fue saboteado en Nápoles; la policía lo retuvo durante un día entero en Brindisi; tuvo que pasar cuarentena en Jask; y el aeropuerto de Calcuta estaba inundado. A pesar de todo, Butler consiguió reducir el récord de Scott en 102 minutos.
En abril de 1932, Scott, que había jurado no volver a realizar un vuelo tan agotador, superó su propio récord en su Moth, con un tiempo de 8 días, 20 horas y 47 minutos. Hasta que no se construyeran aviones más rápidos, este era posiblemente el límite de lo posible. Pasaron 17 meses antes de que alguien intentara batir a Scott.
Ahora Kingsford Smith contaba con un nuevo aparato, un monoplano Percival Gull de ala baja, capaz de alcanzar una velocidad de crucero de 240 km/h. A diferencia de los anteriores aeroplanos, este tenía una cabina cubierta, para proteger al piloto de los elementos. Smithy salió de Lympne en la madrugada del 3 de octubre de 1933, parando en Brindisi y Bagdad. Pero tras salir en dirección a Karachi, sintió el peso de todos sus esfuerzos anteriores. Indispuesto, aterrizó en Gwadar para descansar durante un día. Siguió, por Akyab, Alur Setar y Surabaya, y luego tomó el camino más corto a través del mar hasta aterrizar en Wyndham, 400 km al sudoeste de Darwin, después de 7 días, 4 horas y 41 minutos.
Al llegar a tierra, Smithy habló del estrés mental y físico de los vuelos de larga distancia. “En el golfo Pérsico, me vine abajo y tuve que pasar un día entero en la cama. No me gusta sobrevolar el mar con un solo motor. Uno no para de oír ruidos raros, pero la verdad es que el motor y el avión se comportaron perfectamente. Ha sido un vuelo bastante constante, luchando contra el sueño y ese increíble nerviosismo que provoca volar sobre el agua… En una de las etapas, sobrevolando el mar de Timor, sentí que tendría que escapar de la cabina”.
Si consideramos todo lo que sufrió Charles Kingsford Smith, nos podemos imaginar las peripecias de los anteriores pilotos, con aviones más lentos y viajes mucho más largos.
A principios de los años treinta, se batieron récords en el vuelo de Australia a Inglaterra, pero esto era más sencillo. Volar en dirección oeste, en lugar de hacia el este, aumentaba las horas de luz y las etapas finales, cuando la fatiga se convertía en un serio problema, se realizaban en Europa, donde los riesgos eran menores.
La carrera del centenario, entre Mildenhall en Suffolk y Melbourne, tuvo lugar el 20 de octubre de 1934. Esta no era una competición a solas. El ganador fue un avión de carreras, un Comet DH 88, pilotado por Charles Scott y Tom Cambpell Black. El tiempo realizado por el ganador: 70 horas, 44 minutos, 18 segundos, eclipsó todos los anteriores récords.
Se realizaron más vuelos en solitario, entre los cuales destaca el de la neozelandesa Jean Batten, que voló hacia Australia en un Gull en 5 días, 21 horas, 3 minutos, en 1936, y que superó ese tiempo un año más tarde, con 5 días, 18 horas y 15 minutos en el viaje de vuelta. Pero el interés popular por estas hazañas había disminuido. Era el final de una era.
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martes, 12 de junio de 2012
¿Por qué el Sol y la Luna parecen más grandes cuando están cerca del horizonte?
La denominada “ilusión lunar” constituye uno de los fenómenos psicológicos más antiguos que se conocen; los registros sobre ella se remontan a la China y el Egipto de la Antigüedad. Tal vez se trate del enigma científico más antiguo aún inexplicado.
Gente con conocimientos sobre física suele creer que la ilusión es real, que verdaderamente la Luna se ve mayor cuando está cerca del horizonte debido a la refracción que sufre la luz en la atmósfera. De hecho, existe un efecto de refracción muy pequeño, pero no es ese el motivo de la ilusión.
Hay un par de métodos para comprobar por uno mismo que la luz que llega al ojo desde la Luna se mantiene siempre igual a medida que este objeto cambia de posición en el cielo. Por ejemplo, si se fotografía la Luna a diversas alturas sobre el horizonte, se ve que en todas las imágenes presenta el mismo tamaño. Se pueden tomar fotos de la Luna “gigante” si se mira a simple vista, en las que el satélite parece un punto pequeño en el cielo. (Lo mismo sucede con las fotografías de puestas de sol en apariencia espectaculares: la ilusión también se da con el Sol). Otro modo de romper la ilusión consiste en hacer una especie de tubo con el puño y mirar a través de él la “gran” Luna del horizonte. Al instante disminuye de tamaño. Resulta obvio que se trata de un efecto psicológico.
Es posible que la ilusión lunar guarde relación con el mecanismo que produce la percepción cotidiana de tamaños y distancias, un proceso cerebral determinado genéticamente que nos permite convertir las imágenes planas formadas en la retina en una imagen de objetos con volumen que se mueven en el espacio. La ilusión lunar surgiría cuando el mecanismo funciona en una situación excepcional. Con una percepción normal, cuando los objetos tridimensionales se mueven hacia o desde el fondo (cambian de distancia), el tamaño angular de la imagen que estimula el ojo crece o mengua. El cerebro traduce de forma automática este estímulo cambiante en la percepción de objetos sólidos que cambian de posición alejándose o acercándose.
Cuando la Luna se encuentra próxima al horizonte, el suelo y el horizonte hacen que parezca más cercana. Como la posición aparente de la Luna contra el fondo varía mientras el estímulo de luz se mantiene constante, el mecanismo cerebral de tamaño-distancia altera las dimensiones percibidas y hace que la Luna parezca muy grande.
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