jueves, 8 de agosto de 2013
¿Qué se puede usar en un encuentro con un cocodrilo?
a) Una bolsa de papel
b) Un clip
c) Un bolso de mano
d) Una goma elástica
La respuesta correcta es la d), siempre y cuando el cocodrilo en cuestión no supere los dos metros. Con una goma elástica te las puedes arreglar el tiempo suficiente para salir corriendo.
Los músculos que cierran las mandíbulas de un cocodrilo o un caimán desarrollan el empuje equivalente a un camión cayendo por un acantilado. Imparables. Pero los que las abren, son mucho más débiles, tanto que puedes mantener su boca cerrada con una sola mano.
La diferencia entre un caimán y un cocodrilo es que los últimos tienen un morro más esbelto y largo, los ojos situados más hacia delante y sus dientes sobresalen de la mandíbula inferior en lugar de ajustarse limpiamente en la superior. Además, algunas especies de cocodrilos son capaces de vivir en agua salobre mientras que los caimanes lo hacen siempre en agua dulce.
“Cocodrilo” significa lagarto y proviene del griego “krokodeilos”. Este nombre fue mencionado por primera vez por Herodoto.
En cuanto a la expresión “lágrimas de cocodrilo”, tiene su origen en un malentendido de los viajeros medievales. Sir John Mandeville escribió en 1536: “en muchos lugares del Indo existen muchos cocodrilos –esto es, un tipo de larga serpiente. Estas serpientes matan a los hombres y se los comen llorando”. En realidad, los cocodrilos sí tienen bolsas lagrimales, pero éstas descargan directamente en sus bocas, así que nunca pueden verse lágrimas en sus cabezas. El origen de la leyenda puede estar en la proximidad de su garganta a las glándulas que lubrican los ojos. Cuando hacen un esfuerzo para engullir algo grande o que se resiste, puede que el ojo rezume un poco. Tampoco pueden sonreír, porque no tienen labios.
Los jugos gástricos de los cocodrilos contienen suficiente ácido hidroclórico como para disolver el hierro y el acero. Por otra parte, no hay que tener miedo a encontrar ningún cocodrilo en las alcantarillas de una gran ciudad. No pueden sobrevivir si no reciben radiación ultravioleta con la que poder procesar el calcio. Esta leyenda urbana puede rastrearse hasta un artículo del New York Times de 1935, en el que se informaba de que unos chicos habían sacado un caimán de una alcantarilla en Harlem y lo habían matado a golpe de palazos. Probablemente se introdujo allí tras caer de algún barco que lo transportaba.
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