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miércoles, 7 de agosto de 2013

Los polders







La mayor parte del territorio de los Países Bajos está formado por extensiones muy llanas situadas por debajo del nivel de mar. Esto supone que la más mínima subida de la marea inundaría esas comarcas, en ocasiones con repercusiones tremendamente trágicas. Por eso, los ingenieros holandeses idearon un método para desecar tierras y ganarlas al mar llamando a esas zonas pólders.

El territorio de los Países Bajos es extremadamente llano y uniforme. Apenas existen pequeñas elevaciones, algunas de origen morrénico y otras, dunas arenosas casi paralelas a la costa que protegen las costas del país de forma natural. Tan sólo en Limburgo –la zona más meridional de Holanda- se eleva el terreno hasta alcanzar los 300 metros sobre el nivel del mar. El litoral holandés coincide con la desembocadura y el delta que forman los tres grandes ríos europeos: el Rin, el Mosa y el Escalda. Sus costas son muy recortadas y en el Sudoeste presentan profundas ensenadas, separadas por grandes penínsulas e islas sumamente llanas, que pueden ser extremadamente pequeñas o de grandes dimensiones.

El resultado de este relieve es su fácil inundación con la subida de las mareas. Tan sólo en Holanda, más del 60% de los 16 millones de habitantes que pueblan el país viven en terrenos ganados al mar. El suelo, de origen pantanoso y con numerosos lagos, ha conseguido transformarse en una fértil área de tierras cultivables famosa por sus pastos, sus canales y sus diques.

Gracias al drenaje y bombeo continuado del exceso de agua por medio de molinos, se ha conseguido proteger a los ciudadanos de las peligrosas y frecuentes inundaciones del mar. De esta manera, los Países Bajos se han hecho con los mejores, mayores y más avanzados sistemas de drenaje y recuperación de tierras de todo el mundo. De no ser por los pólders, provincias de Holanda como Zelanda, Flevoland, la mayor parte de Frisia, Groninga, Utrecht, Güeldres o Overijssel actualmente permanecerían sumergidas bajo las aguas del mar del Norte.

Ya en el año 10 a.C., tras la conquista de la zona que abarca las desembocaduras de los ríos Ems, Weser y Rin, el general romano Nerón Claudio Druso ordenó la construcción sistemática de diques y canales de desagüe en la zona costera de la actual Holanda. Incluso tiempo antes, los bátavos –pueblo autóctono de la región- ya habían inventado una sencilla técnica de construcción de diques que protegían sus hogares de las inundaciones que se producían durante las mareas vivas. Pero lo realmente innovador en las obras de los latinos consistía en que no sólo se trataba de resguardar la zona de los peligros del agua, sino que los diques y las presas levantados formaban parte de un programa de desecación de tierras –como los que ya se estaban realizando tanto en Italia como en Grecia- mediante el cual se proponían ganar terreno al país.

A partir del siglo XI, los holandeses comenzaron a construir refugios contra las frecuentes
inundaciones que sufría especialmente el norte del país. Con tal finalidad se abrieron canales que permitieron establecer una red de vías navegables a lo largo de toda la nación. En 1609, se adoptó un plan para construir varios canales concéntricos y unidos entre sí, como el Keizergracht –que fue finalizado en 1612- y el Prinzengracht –cuya construcción acabó en el año 1622-, que no sólo permitieron el desarrollo de la actividad comercial, sino que favorecieron también el crecimiento de las ciudades, haciendo de ellas las más ricas de Europa.

Ya en el siglo XIX, el primer intento a gran escala de ganar terreno al mar se acometió en el mismo lugar en el que actualmente se encuentra el aeropuerto de Schiphol, cerca de Amsterdam. Esta operación, bautizada con el nombre de Haarlemermeer, se realizó entre los años 1848 y 1852, y abarcó una zona que se extendía a lo largo de 180 km2.

Otro de los grandes pólders de los Países Bajos fue el de Flevoland. El dique que separa el antiguo Zuiderzee –originalmente un estuario del Rin que posteriormente acabó por convertirse en un mar interior- del Waddenzee y del mar del Norte se terminó en 1932. A partir de ese momento, se iniciaron los trabajos de drenaje de unas 225.000 hectáreas y la creación de los consiguientes pólders para los que se habían realizado las anteriores obras.

A principios de 1980, alrededor de las tres cuartas partes de la superficie ya habían sido recuperadas
y, seis años más tarde, se creó la decimosegunda provincia de los Países Bajos, que bajo el nombre de Flevoland, reunía los pólders de Flevoland Sur, Flevoland Este y el pólder del Noroeste. El resto del Zuiderzee se transformó en un lago de agua dulce y poco profundo, llamado Ijsselmeer y que recibe las aguas de los ríos Ijseel, Vechte y Zwartewater. La presa se extiende a lo largo de 31 km y está atravesada por una carretera por la que circula el tráfico rodado. Además, dispone de un sistema de esclusas para regular la navegación y de una serie de compuertas para conseguir el continuo drenaje del terreno.

Pero las obras y los proyectos no terminaron ahí. En la década de los cincuenta se inició el llamado Plan Delta para proteger el sur del país de las periódicas inundaciones del mar. El proyecto se finalizó en 1986 y la inversión llegó a superar los 5.000 millones de dólares.

El proceso de construcción de un pólder se desarrolla en varias fases. La primera parte es la creación
de diques que aíslen el terreno y lo protejan de las periódicas inundaciones del mar. Una vez que se ha conseguido separar la zona en la que se va a extender el pólder, hay que eliminar el agua que aún permanece estancada. Hay dos formas de desecar el suelo. Una consiste en utilizar esclusas que se abren al mar durante la marea baja, permitiendo que el agua fluya hacia el océano, mientras permanecen cerradas en la marea alta, para evitar una nueva inundación del terreno. Otro método es el empleo de bombas que se accionan continuamente y succionan el líquido hasta desecar el terreno.

Al principio, los pólders eran drenados por medio de un sistema de ruedas movidas manualmente o gracias a la fuerza de caballos u otras bestias. Con el tiempo, estas primitivas ruedas fueron reemplazadas por molinos de viento –los que pueblan el horizonte holandés y son símbolo de su riqueza-; más tarde se utilizaron máquinas de vapor y actualmente son bombas eléctricas las que se encargan del drenaje de las tierras ganadas al mar.

Una vez que se ha conseguido desecar la superficie, hay que eliminar la salinidad del terreno, pues ha estado inundado por el mar y esto hace que sea absolutamente inviable para su explotación agrícola o ganadera. En algunas ocasiones, el efecto del agua de lluvia natural consigue eliminar la sal de la tierra, pero lo más habitual es realizar un lavado sistemático con aguas dulces procedentes de los ríos.

De este modo se consigue disolver y eliminar las sales y preparar el terreno para una tercera fase, en la que se fertiliza la zona de forma adecuada. Se trata de ir creando una capa de humus que dé a la tierra el estado adecuado para el desarrollo agrícola. Gracias a estos procedimientos, los holandeses han conseguido praderas famosas en todo el mundo tanto por su riqueza como por su elevada producción, en ocasiones incluso superior a las tierras más fértiles del país.

Pero, aunque los pólders más famosos son los que pueden encontrarse en los Países Bajos, también hay otros países del mundo en los que puede hallarse este tipo de obras de ingeniería. Por ejemplo, en Francia, hay pólders en Vendée y en Saintonge; en Italia, se pueden encontrar tanto en Toscana como en el Latium o Venecia; en España, hay algunos ejemplos en Andalucía, y también podemos encontrar terrenos ganados al mar en zonas de Portugal, Japón y Egipto.

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