miércoles, 26 de junio de 2013
Banderas en la Luna
Prueba de lo dificultoso que puede llegar a ser todo en el espacio y lo poco heroico que se parece a lo que nos muestra a veces la televisión es la historia de la primera bandera que plantaron los astronautas americanos en la Luna.
De entre los millones de páginas de documentación que generó el primer alunizaje de la misión Apollo, hay uno de nueve páginas presentado en la 26ª reunión anual de la Asociación Norteamericana de Vexilología. La vexilología es la disciplina dedicada al estudio de las banderas y el documento se titulaba: “Donde ninguna bandera ha ido antes: política y aspectos técnicos de situar una bandera en la Luna”.
Las reuniones comenzaron cinco meses antes del lanzamiento del Apollo 11. El recién formado Comité de Actividades Simbólicas para el Alunizaje se reunió para debatir lo apropiado o no de plantar una bandera en nuestro satélite. El Tratado del Espacio Exterior, del cual es firmante Estados Unidos, prohíbe reclamar soberanía sobre los cuerpos astrales. ¿Era posible plantar una bandera sin parecer que se estaba tomando posesión de la Luna? Se pensó –y rechazó- una solución menos polémica: utilizar una caja con banderas en miniatura de todas las naciones. La bandera americana iría a la Luna.
Pero para llevar una bandera a nuestro querido satélite era imprescindible la colaboración de la División de Servicios Técnicos de la NASA. Una bandera no ondea sin viento. La Luna no tiene atmósfera ni, por tanto, viento. Y aunque sólo cuenta con un sexto de la gravedad terrestre, eso ya es suficiente para tumbar la bandera de forma bien poco honrosa. Así que se incorporó un travesaño al mástil y un dobladillo cosido a lo largo de la parte superior de la bandera. Ahora sí que las barras y estrellas parecerían desplegarse ante el viento –el efecto fue lo suficientemente convincente como para animar durante décadas a los teóricos de la conspiración- aunque, de hecho, la bandera colgaba como una cortina más que como un glorioso símbolo patrio.
Aún quedaban otros problemas que solventar. ¿Dónde guardar un mástil en el atestado interior del Módulo Lunar? Se nombraron ingenieros para que diseñaran un mástil retraible, pero incluso entonces seguía sin haber sitio. El “kit” de la bandera lunar tendría que colocarse en el exterior del vehículo, pero eso significaría que debería ser capaz de aguantar la temperatura de 1.000 ºC generados por el cercano motor de descenso. Se realizaron pruebas. La bandera se fundía a 150 ºC. Se llamó a la División de Estructuras y Mecánica de la NASA para que ideara algo y el resultado fue una funda protectora elaborada a base de capas de aluminio, acero y aislante Thermoflex.
Justo cuando parecía que el tema de la bandera ya estaba solucionado, alguien señaló que los astronautas, debido a los voluminosos trajes presurizados que llevaban, dispondrían de limitada capacidad de movimiento y agarre manual. ¿Serían capaces de extraer mástil y bandera de su funda aislante? ¿O harían el ridículo delante de millones de espectadores forcejeando inútilmente? ¿Permitirían sus trajes la amplitud de movimiento necesaria para extender el mástil? Sólo había una manera de saberlo: se fabricaron prototipos y la tripulación inició una serie de simulaciones con el objetivo de aprender a plantar la bandera.
Y, por fin, llegó el gran día. Se embaló la bandera (un proceso de cuatro etapas supervisado por el jefe de calidad), se montó sobre el Módulo Lunar (once etapas) y se lanzó a la Luna junto con todo el resto del equipo. Y todo para que, al final, el mástil telescópico no se extendiera completamente y el suelo lunar fuera tan duro que Neil Armstrong no pudo clavarlo más que unos quince o veinte centímetros. Los técnicos conjeturaron que la bandera había sido dañada por la ignición del Módulo de Ascenso.
En el espacio no hay nada, pero nada sencillo. Ni siquiera plantar una simple bandera.
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1 comentario:
Yo me sigo sin creer que el hombre llegara a la luna x.x
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