miércoles, 4 de marzo de 2015
Theresienstadt o el campo de concentración confortable
Las ciudades de mentira, las “aldeas Potemkin”, también tuvieron cabida durante la Segunda Guerra Mundial. Theresienstadt está situado a 60 km de Praga, en la República Checa, y, en su entrada, leemos el consabido Arbeit macht frei (“El Trabajo Libera”), el lema que también podemos contemplar en la entrada a Auschwitz y otros campos de concentración alemanes. Y es que Theresienstadt es en realidad un campo de concentración que trató en su día de engañar a los observadores internacionales haciéndose pasar por una colonia próspera y lujosa. Hoy día se puede visitar como un campo de concentración, pues ha sido reconvertido en museo en memoria de las víctimas.
Para ocultar el holocausto judío y la tragedia de que una cuarta parte de los 144.000 judíos encerrado en aquel campo murieran a causa del hambre y las enfermedades, el régimen nazi trató de mostrar que aquel campo era en realidad una colonia judía estupenda, con toda clase de lujos. Para afianzar esta creencia, incluso se rodó un documental propagandístico sobre la ciudad titulado “El Führer regala una ciudad a los judíos”, en la que se mostraban cafeterías, conciertos, espectáculos de cabaré, conferencias culturales y demás servicios.
Incluso se dio una situación ciertamente extravagante cuando los nazis permitieron en junio de 1944 que una delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja visitara el lugar. Antes de que llegara el comité, se le lavó la cara al campo de concentración, transportando por ejemplo algunos de los prisioneros al campo de Auschwitz-Birkenau a fin de que no se notara la superpoblación de este idílico gueto. Los prisioneros que quedaron, a su vez, debían pasearse por el campo con actitud distendida, incluso acompañados de mujeres y niños que fingían ser su familia; y si alguien les preguntaba, ellos respondían frases aprendidas de memoria que solo eran elogios para sus captores. Parece ser que, a pesar de lo ingenuo del intento, consiguieron demostrar al comité que a los judíos les iba muy bien bajo la tutela del Tercer Reich.
Recuerda todo esto a los intentos de Roberto Benigni en “La Vida es Bella” por fingir frente a su hijo que no estaban encerrados en un campo de concentración. Un gran teatro, una película en la que todos eran actores sonrientes, como la película propagandística que Kurt Gerron también rodó con algunos prisioneros de Theresienstadt: “Theresienstadt, Ein Dokumentar-film aus dem jüdischen Siedlungsgebiet”. Al terminar el rodaje, la mayoría de los actores y hasta el propio director fueron deportados a Auschwitz.
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