sábado, 6 de julio de 2013
La Planta Piloto Para el Aislamiento de Residuos Nucleares
La Planta Piloto para el Aislamiento de Residuos (WIPP por sus siglas en inglés) se encuentra en el condado de Eddy, en Nuevo México, y desde 1999 es un vertedero para muchos de los residuos radiactivos transuránicos de EEUU. El lugar fue elegido por su estabilidad tectónica y geológica y se calcula que en los próximos 35 años recibirá unos 38.000 envíos de residuos. No obstante, será inaccesible para las futuras generaciones, quizá en los próximos 10.000 años.
Los residuos transuránicos consisten más que nada en ropa, herramientas, telas, tierra y otros materiales que han sido contaminados con elementos radiactivos cuyo número atómico es mayor que el del uranio (principalmente plutonio). Son por tanto, residuos altamente peligrosos, un subproducto derivado de varios programas de investigación nuclear estadounidenses, y su eliminación supone un importante desafío.
Después de que se desestimara Kansas como lugar de almacenaje de estos residuos, se escogió la zona de Nuevo México. La cuenca salada de Delaware está formada por la evaporación de un mar hace 250 millones de años, durante el Pérmico. El lugar fue elegido porque geológicamente era ideal y por la ausencia de aguas subterráneas que podrían representar un peligro. El Congreso autorizó la construcción de la WIPP en 1979 y las pruebas en las instalaciones empezaron en 1988. En marzo de 1999 llegó el primer envío de residuos desde las instalaciones de investigación y desarrollo de armas nucleares de Los Álamos, Albuquerque.
Los residuos transuránicos se clasifican en dos grandes grupos: los de manipulación mediante contacto directo (CH por sus siglas en inglés), que los trabajadores pueden manipular en ambientes controlados, sin ninguna protección especial más allá del contenedor en el que llegan, y los de manipulación remota (RH), que contiene altos niveles de radiación y deben ser transportados y manipulados en contendedores forrados de plomo. Los residuos RH constituyen sólo un 4% del total que ha sido enviado a la WIPP.
Las cámaras donde se depositan se encuentran a 600 metros debajo de la superficie. Los recipientes de los RH se guardan en nichos perforados en las paredes de las salas de almacenaje que luego se sellan con cemento. Los residuos CH simplemente se colocan ordenadamente en el suelo. Cuando el almacén esté lleno tarde o temprano se hundirá, y cuando esto pase los huecos que queden se rellenarán con sal hasta que la WIPP quede completamente sellada a cientos de metros bajo tierra.
La WIPP está regulada por varias agencias, de las cuales las más importantes son el Departamento de Energía y el Departamento de Medio Ambiente de Nuevo México. Su acceso está estrictamente controlado, como es natural, y el recinto está rodeado por una enorme valla.
Cualquiera que tenga que hacer una visita oficial debe visionar un vídeo de seguridad antes y disponer del equipamiento necesario (incluyendo un respirador de emergencia y un detector de radiación para ir bajo tierra). Todos los envíos de residuos están rastreados por satélite desde un centro de control y todas las vías de acceso al recinto guardan severas normas de seguridad. Hay 25.000 empleados entrenados y listos para actuar en caso de emergencia.
Mantener a la gente alejada del lugar es una de las preocupaciones principales, aunque igual de importante es asegurarse de que las futuras generaciones no se lo encuentran por casualidad. Por este motivo, un comité de científicos, antropólogos y lingüistas ha pasado años desarrollando un sistema para prevenir a las gentes de un futuro lejano para que se mantengan alejadas del lugar, mediante una serie de señales verbales y no verbales destinadas a indicar que la zona no es segura.
Pero, ¿qué implica esto en la práctica? En primer lugar, cuando la planta esté llena, se dispondrá un terraplén que bordeará el área de casi 50 hectáreas y que tendrá 11 metros de alto y 33 de ancho. En el suelo se distribuirán 128 objetos metálicos equidistantes y detectables por radar, junto con imanes que darán a la zona su propia firma magnética. Luego se colocarán unos bloques de granito de ocho metros de altura alrededor del terraplén y alrededor de estos se delimitará una zona de 10 kilómetros cuadrados con más bloques.
Además de todo esto, se construirá con granito un punto de información en el centro del área donde están las instalaciones que tendrá mensajes escritos en varios idiomas, junto con pictogramas. Dos habitaciones más con la misma información se enterrarán en otros puntos del lugar y se mandará información a archivos del mundo entero para que los mapas, obras de referencia y otros se actualicen. Finalmente, de vuelta al recinto, se enterrarán de forma aleatoria unos discos de unos 23 cm de diámetro hechos de granito, arcilla o alúmina con mensajes escritos en uno de siete idiomas (inglés, árabe, chino, francés, ruso, español y navajo).
Rara vez un lugar que intenta mantener alejados a los intrusos da tantos detalles de su localización exacta.
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