Su visión de la cocina se vio rápidamente influida por las nuevas corrientes culinarias nacidas al calor de los movimientos concretados en la vieja Europa, e inició un proceso de evolución que culminaría con la apertura de su restaurante neoyorquino Per Se.
Las cosas parecen ir a favor de la corriente en el imperio de Thomas Keller. Puede que la suya no sea la cocina más avanzada de Norteamérica, pero a buen seguro que estamos ante el cocinero más reputado, reconocido y celebrado de un país que nunca ha apostado por la modernidad superlativa a la hora de sentarse a la mesa. También ante la alternativa culinaria más sólida del país.
Per Se, su restaurante neoyorkino, rápidamente se convertiría en el emblema de una marca que

La historia arranca en Yountville, al norte de San Francisco, California, con la apertura en 1994 de The French Laundry, toda una declaración de principios para una cocina que en aquellos tiempos todavía se manejaba en francés.

Culminaba así un camino de ida y vuelta iniciado muchos años antes con Rabel, el restaurante que abrió y cerró en la Gran Manzana antes de hacer las maletas y mudarse a la costa oeste, encapricharse de aquel local de Napa Valley y ahorrar hasta conseguir comprarlo. Cuentan que gastó más de un millón de dólares; pero demostró ser una buena inversión.
En el camino entre su Lavandería Francesa y Per Se encontró una cosecha de premios y

El trayecto de este cocinero puntilloso y detallista culmina en la apertura de nuevos locales: el Bouchon Bistro y el Bouchon Bakery, también en Yountville, y el Bouchon Las Vegas, en la ciudad de los casinos. Y por encima de todo, las cuatro

Son el resultado del trabajo largo y concienzudo de un cocinero que transformó la forma de entender la cocina en Norteamérica. De su mano se abrió la puerta a la fantasía, la naturalidad ocupó un lugar destacado en las cocinas y los platos redujeron sus proporciones para dar vida a largos y llamativos menus degustación .
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