Tirar todos nuestros residuos nucleares en un volcán parece una solución buena y organizada para deshacernos de los más o menos 26.000 toneladas de barras de combustible de uranio agotadas que se almacenan en todo el mundo. Pero hay una condición indispensable que debería cumplir un volcán para que pudiéramos dejar allí todos los residuos. Y esta condición es el calor. La lava no solo debería fundir las barras de combustible sino también neutralizar la radiactividad del uranio.
Por desgracia, los volcanes no son suficientemente calientes.
La lava más caliente de un volcán puede llegar hasta los 1.316 ºC (suele ser la de los volcanes en


Dejando de lado los puntos de fusión, un volcán probablemente ni siquiera se tragaría el material. La lava líquida en un volcán en escudo tiende a emerger, de modo que las barras no se hundirán mucho. En vez de eso, los residuos se quedarían en la parte más alta de la lava solidificada del volcán, al menos hasta que la presión del magma emergente fuera tan potente que el domo se quebrara y el volcán entrara en erupción. Y ese sería el verdadero problema.
Una corriente de lava normal ya es bastante peligrosa, pero la lava que saliera de un volcán que se ha

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