viernes, 29 de julio de 2011
La Guerra de Corea (2) - Estalla la guerra
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El 25 de junio de 1950, el ejército de Corea del Norte cruzaba por sorpresa el paralelo 38. Equipadas con artillería y carros de combate rusos, y dirigidas por asesores de esa nacionalidad, diez divisiones del Ejército de Corea del Norte invadieron el sur.
El ataque por sorpresa puso de relieve la situación de caos que reinaba en las relaciones internacionales cinco años después de terminada la II Guerra Mundial. Moscú llegó a afirmar que los fascistas surcoreanos habían agredido a la población del Norte y que ésta se había visto obligada a repeler la agresión. El argumento fue válido para la propaganda de todos los países comunistas del mundo. Pero no resistía el mínimo análisis, ni aún teniendo en cuenta las agresivas declaraciones del presidente surcoreano, Syngman Rhee, quien, para disimular las dificultades internas, políticas y económicas, amenazaba siempre con invadir el Norte.
Los soviéticos lograron disimular muy bien sus intenciones ofensivas. A lo largo del paralelo 38 desplegaron varias unidades con unos pocos carros de combate, una fuerza similar a la surcoreana. Pero más atrás tenían concentradas poderosas unidades con armas pesadas, entre ellas los más recientes modelos de carros de combate soviéticos –T34-. En primer lugar, las tropas ligeras cruzaron la línea divisoria y se desplegaron a derecha e izquierda. Luego, por el centro avanzó el grueso de las fuerzas con armas pesadas.
Corea del Sur disponía de cuatro divisiones, integradas por hombres valientes, fieles a su Patria. Pero sólo tenían armas ligeras, sin aviación ni barcos de guerra y muy pocos carros de combate. El hecho era, frente al Ejército norcoreano, adiestrado por los soviéticos y dotado de armamento moderno, no se hallaba más que una fuerza de policía –no pasaba de ser eso- instruida por los americanos, con poco más que fusiles.
Cuando el presidente norteamericano Harry S.Truman tuvo noticias del ataque en Corea, reunió a su Estado Mayor. La amenaza que representaba para Japón la posibilidad de una Corea dominada por los comunistas hizo que Truman llamara inmediatamente a su Secretario de Estado, Dean Acheson, para que forzase una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU. Compuesto entonces por once miembros, acudieron diez. El undécimo era la URSS, que llevaba media docena de meses boicoteando al organismo internacional por su negativa a reconocer la China comunista. La ausencia del delegado soviético, Jacob Malik, permitió que prosperase una resolución -por 9 votos a 0 y la abstención de Yugoslavia- condenando la invasión norcoreana y pidiendo la retirada de las tropas de Pyongyang (la capital del Norte) a su situación anterior por encima del paralelo 38.
Dos días después, el 27 de junio, cuando el Consejo –a petición del delegado americano Warren Austin- aprobó una nueva resolución en la que se invitaba a todos los miembros de la ONU a prestar a la República de Corea toda la ayuda necesaria para rechazar a los asaltantes, Truman ordenó el traslado de la VII Flota, que se encontraba en Japón, al estrecho de Formosa, para evitar la posible extensión del conflicto a la China nacionalista. Los Estados Unidos se movilizaron para la guerra. Todas las reservas fueron llamadas a filas. El general Douglas MacArthur, Comandante Supremo de las Fuerzas del Pacífico en Tokio y héroe de la Segunda Guerra Mundial, fue elegido para liderar las fuerzas de las Naciones Unidas.
Al sur del paralelo 38, la situación era desesperada para los surcoreanos, incapaces de contener la invasión de los 150 carros de combate que el Ejército del Norte había situado como punta de lanza. El día 28 de junio –tres días después del inicio de la invasión- los norcoreanos tomaban Seúl. La bravura de la 1ª División del Ejército de Corea del Sur fue insuficiente. Una compañía de Infantería, situada en una colina estratégica, defendió su posición hasta la muerte de su último hombre. Dos divisiones tiraron sus armas y se unieron a las columnas de refugiados que huían del avance comunista.
La séptima Flota de los Estados Unidos entró en acción. Volando en círculos, sus aviones trataron de retrasar el avance norcoreano. Los escasos aviones de Corea del Norte fueron abatidos en el curso de las primeras semanas, consolidando la superioridad aérea americana. Por iniciativa de MacArthur, las superfortalezas B-29, estacionadas en Japón, iniciaron las primeras incursiones sobre objetivos al norte del paralelo 38. Aunque lo que realmente retrasó el avance de los norcoreanos fue el constante flujo de refugiados que bloqueaba las carreteras.
Mientras Syngman Rhee y su gobierno se trasladaban también hacia el sur, a Taejong, MacArthur solicitó del presidente Truman el envío de fuerzas de infantería para poder reorganizar el desorden observado. Ya en este punto comenzaron los roces entre ambos líderes cuando el general, probablemente por razones de rapidez estratégica, sugirió el envío de 33.000 soldados que el presidente formosano, Chiang Khai-sek, estaba dispuesto a poner a disposición de los norteamericanos. Truman se opuso tajantemente para no introducir un nuevo factor que hubiera perturbado, sin duda, las relaciones internacionales en aquel momento.
Tampoco pudo contar MacArthur con fuerzas de Hawai. Y es que el estado del Ejército de tierra norteamericano era por entonces deplorable. Tras la Segunda Guerra Mundial, confiando en sus armas nucleares, Estados Unidos había llevado a cabo su periódica política de abandono de la fuerzas terrestres. El primer contingente que envió a Corea fue la Fuerza de choque Smith, avanzadilla de las cuatro Divisiones del 8º Ejército que se encontraba en Japón: 500 hombres (apenas la mitad de su plantilla), sin reservas ni proyectiles capaces de dañar los blindados de los carros y nada para combatir a los morteros enemigos. Eran tropas que habían vivido muy bien en Japón y no estaban preparadas para entrar en combate. El destacamento enviado a Corea no se imaginaba que permanecería allí tanto tiempo. En realidad, se les dijo que llevaran consigo sólo el equipo básico y que se olvidaran del resto, porque como mucho estarían en el campo de batalla seis semanas. Pero no iba a resultar tan fácil…
En medio del caos, llegaron las primeras tropas de Estados Unidos. Sus órdenes eran unirse a los soldados surcoreanos que esperaban la llegada de los comunistas. El 4 de julio alcanzaron sus posiciones. A la mañana siguiente, una columna de tanques T-34 escoltados por la infantería, se dirigió hacia ellos. Sin ninguna ayuda de las tropas surcoreanas intentaron detener solos al ejército comunista. Fue un desastre. Los tanques les arrollaron. Sus viejos bazookas simplemente resultaron inefectivos y la artillería tenía la munición inadecuada.
Los planes de MacArthur respondían a dos objetivos:
- Uno, estratégico: evitar como fuera que el NKPA (Ejército Popular de Corea del Norte) partiese en dos el espinazo geográfico de Corea del Sur y llegase a conquistar el puerto de Pusan, en el sudeste. Si esto se producía, la reconquista del Sur hubiera sido imposible y, lo que es peor, desde Pusan los comunistas tenían una base de lanzamiento casi perfecta sobre Japón y Formosa con gravísimo peligro para la defensa del Pacífico.
- Dos, psicológico: lo importante, de momento, era una presencia testimonial. Que los norcoreanos –y los soviéticos- vieran que había llegado la ayuda de los norteamericanos sin saber exactamente, a pesar de los evidentes servicios de espionaje, hasta dónde llegaba la cuantía de esa ayuda.
Ése fue el primer triunfo de Mac Arthur. La penetración norcoreana se detuvo en el centro de la península temiendo una ofensiva aliada, dando tiempo a los norteamericanos y surcoreanos para reorganizarse a la espera de refuerzos. Retrocedieron hasta Pusan, el principal puerto del sureste de Corea. Bajo la amenaza de ser expulsado de la península, el ejército de la ONU construyó un perímetro defensivo a lo largo del río Natkong. Al cabo de unos días, llegaron otras dos divisiones al mando del general Walton Walker.
El tiempo ganado fue muy importante por dos motivos: la organización de la defensa sobre un terreno propicio y el establecimiento del Sistema Buddy o coordinación de los esfuerzos de los combatientes unidos. Se desechó la idea de que los coreanos formasen un cuerpo separado que luchaba con los norteamericanos y se cambió por la integración en unidades combatientes. En cada pelotón estadounidense se incluían cuatro soldados coreanos. Esta táctica dio un extraordinario resultado.
Estas fuerzas, desplegadas en la orilla oriental del río, junto con la masiva intervención de la fuerza aérea, lograron detener el avance comunista y contenerlo alrededor de los 220 km de perímetro de Pusan. Soldados y suministros de otros quince países se concentraron en aquel punto y, aunque no lo parecía, llegaron a superar a los efectivos norcoreanos a mediados de agosto.
Durante seis semanas, la ONU dirigió una obstinada defensa del perímetro, luchando desde posiciones preparadas, con el apoyo de la artillería y la aviación, consiguieron mejorar su posición respecto al comienzo del asedio. Sin embargo, los norcoreanos no daban muestras de flaqueza.
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lunes, 25 de julio de 2011
La Guerra de Corea (1) - Antecedentes
Corea, 1950. Bajo liderazgo americano, las Naciones Unidas participan por primera vez en una guerra. Lo que empezó como un conflicto entre los regímenes rivales del norte y el sur, acabó por convertirse en un enfrentamiento entre Oriente y Occidente, amenazando con desencadenar una nueva guerra mundial. Esta fue una guerra marcada por los duros contrastes, como la geografía de Corea, desde la escarpadas montañas heladas en invierno, hasta los fértiles valles moteados de pastos en verano. Empezó siendo un intercambio de rápidos avances y retiradas y terminó por convertirse en una guerra de trincheras y bombardeos parecida a la I Guerra Mundial.
A mediados del siglo XX, Corea era un país prácticamente desconocido para Occidente. En 1656 llegó a la zona un buque holandés, pero sus tripulantes no tuvieron buena suerte. La mayor parte murió a manos de los coreanos y los 36 supervivientes fueron hechos prisioneros. Sin embargo, uno de los líderes de la expedición, Hendrik Hamel, y siete compañeros pudieron escapar trece años después y volver a casa. La acción posterior de los misioneros y el trabajo de los historiadores han superado las vaguedades anecdóticas que se conocían hasta casi finales del siglo XIX: que era un país pobre o que su historia se veía dominada por sus vecinos chinos y japoneses. Estos últimos se anexionaron Corea definitivamente en 1910, iniciando una dominación colonialista feroz. Obligaron a los coreanos a hablar japonés, regirse por las leyes japonesas y adoptar un modo de vida que les era ajeno. Los que se oponían, eran eliminados.
Los intentos japoneses de reprimir la resistencia coreana se vieron obstaculizados por dos fechas históricas: la guerra chino-japonesa de 1937 y, sobre todo, la II Guerra Mundial en 1941, después del ataque a la Flota norteamericana en Pearl Harbor.
En el desarrollo de ésta, cuando los japoneses ocuparon Shanghai, el gobierno coreano en el exilio se vio obligado a desplazarse a Chungking. Desde allí promovió la formación de un pequeño ejército de liberación que, en 1942, declaró la guerra a Japón y luchó con las fuerzas aliadas hasta la rendición japonesa de septiembre de 1945. Se terminaban entonces los 36 años de opresión que había soportado el pueblo coreano.
En la Declaración de El Cairo de 1 de diciembre de 1943, Estados Unidos, el Reino Unido de Gran Bretaña y China afirmaban que: “a su debido tiempo, Corea se convertirá en libre e independiente”. El Gobierno provisional coreano de Chungking pidió precisiones sobre esta vaga frase. ¿Cuál era “su debido tiempo”? La respuesta jamás llegó.
El presidente norteamericano Franklin D.Roosevelt propuso al mariscal soviético Josef Stalin en la Conferencia Cumbre de Yalta (4-12 febrero de 1945) que se constituyese un Comité de Tutela para Corea, integrado por cuatro potencias: Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y China. Stalin se mostró conforme con la propuesta, pero no se llegó a un acuerdo formal.
En la Conferencia de Potsdam (17 de julio a 2 de agosto de 1945) los norteamericanos presionaron a los soviéticos para que entraran en guerra con Japón. Stalin pidió que los norteamericanos hicieran un desembarco masivo en Corea, a lo que se negaron los asesores militares de Truman por considerarlo inviable. Pero, en la declaración oficial de la Conferencia, se habla de Corea para decir que su independencia se llevará a cabo de acuerdo con lo firmado en El Cairo. Es decir, se mantiene la ambigüedad, pero lo que queda fuera de toda duda es que la Unión Soviética apoya decididamente la independencia coreana.
Los soviéticos entraron, efectivamente, en guerra con Japón la noche del 8 al 9 de agosto de 1945 y enviaron tropas a Manchuria que se trasladaron al norte de Corea. El día 9, los Estados Unidos lanzaban su segunda bomba nuclear sobre la ciudad de Nagasaki y los japoneses ofrecían inmediatamente su rendición. El pueblo coreano recibió a los soviéticos como libertadores, mientras avanzaban hacia el sur. La intervención, en el último minuto, de los diplomáticos americanos, detuvo ese avance en un punto arbitrario: el paralelo 38 de latitud. Se acordó que las tropas japonesas que se encontraran al norte de ese paralelo 38 se rendirían al comandante soviético, mientras que las que se encontrasen al sur de dicho paralelo lo harían al comandante de Estados Unidos. Se estableció también que el único gobierno de Corea sería el militar y así lo mantendría, a rajatabla, el comandante de las Fuerzas Norteamericanas, teniente general John R.Hodge. Washington se movió con cierta lentitud: las tropas llegaron al sur del paralelo 38 el 8 de septiembre y un día después recibían en Seúl la rendición de los japoneses. Los soviéticos llevaban ya un mes en la zona y tenían acceso directo al norte de Corea por vecindad geográfica.
La fijación del paralelo 38 como frontera temporal ha sido objeto de arduas discusiones. Para muchos jamás se habría pensado en esa línea –totalmente artificial- como una frontera de separación de dos países que, además, no existían. Pero también hay quien estima que en la mente de las autoridades norteamericanas –después de la experiencia reciente de lo ocurrido en Europa- sí estaba la fijación de un límite, artificial o no, para frenar la expansión de los soviéticos en las mesas de negociación.
En cualquier caso, los soviéticos se encargaron de hacer que el paralelo 38 se convirtiera en frontera y los acontecimientos posteriores tuvieron que enfrentarse con esa realidad. Por supuesto, los más desconcertados fueron los propios coreanos, que intentaron tímidos esfuerzos para organizar sus destinos como nación independiente para encontrarse la oposición ordenancista del general Hodge, aferrado al único gobierno militar evocado el 11 de agosto.
Entonces se resucitó la conversación que Roosevelt y Stalin habían mantenido en Yalta sobre el Comité de Tutela, y en la Conferencia celebrada en Moscú por los tres ministros de Asuntos Exteriores de las potencias –Estados Unidos, Unión Soviética y Gran Bretaña- se decidió la creación de dicha tutela a cargo de cuatro potencias (China sería la cuarta) por un período de cinco años.
La irritación de los coreanos fue tan fuerte que el Gobierno militar se vio obligado a la creación –el 14 de febrero de 1946- de un Consejo Democrático Representativo, cuerpo asesor del mismo Gobierno, e integrado por coreanos. Fue designado presidente de este Consejo Syngman Rhee, el antiguo presidente del Gobierno coreano en el exilio y un anticomunista de línea dura.
El Pentágono y el Departamento de Estado avanzaron un paso más en la creación de la República de Corea y en el mes de octubre promovieron una Asamblea Legislativa Provisional cuyos miembros habrían de ser elegidos, por mitad, por el pueblo y el Gobierno militar. Las atribuciones concedidas a la Asamblea no iban más allá de pequeños asuntos administrativos y estaba sometida al veto del Gobierno. La Asamblea quiso excederse en sus funciones y condenó el sistema de Tutela establecido. Inmediatamente el Gobierno militar vetó la declaración calificándola de ilegal.
Entretanto, los soviéticos no perdían el tiempo y establecieron un Gobierno comunista en la que ya se empezó a denominar de manera abierta Corea del Norte. Los comunistas crearon el Comité Ejecutivo del Pueblo de la provincia de Hamgyong del Sur, que fue inmediatamente reconocido por la URSS como Gobierno legítimo, evitándose así la necesidad de formar uno militar, semejante al que, tan tenazmente, defendía el general Hodge. Esta ficción tomó, en octubre de 1945, el nombre de Oficina de Administración de Cinco Provincias y, en febrero de 1946, del de Comité Provisional del Pueblo para Corea del Norte.
A su frente situaron a Kim Il-sung, comandante del Ejército Rojo y primer secretario del Partido Comunista de Corea, a quien habían presentado previamente como un héroe de guerra (en realidad había permanecido en la Unión Soviética durante el conflicto). Era un hombre joven y atractivo que siempre estaba sonriendo y que causó buena impresión en el pueblo coreano.
En menos de un año se había consolidado el Partido de los Trabajadores de Corea del Norte y se había establecido una Asamblea Suprema del Pueblo.
Ante la falta de acuerdo entre soviéticos y norteamericanos para la reunificación de la península coreana, el gobierno de los Estados Unidos llevó el problema a la recién nacida ONU. La Asamblea General adoptó una resolución, a propuesta de Estados Unidos, con estos puntos:
- Celebración de elecciones generales en Corea bajo la observación de una Comisión Temporal de la ONU creada al efecto.
- Los elegidos formarían una Asamblea Nacional cuyas tareas inmediatas serían el establecimiento de un gobierno y la preparación de un acuerdo con las potencias ocupantes para la retirada de las fuerzas de ocupación.
La Unión Soviética ni siquiera se molestó en rechazar la resolución. Simplemente, prohibió la entrada de los miembros de la Comisión de Supervisión en Corea del Norte.
El sur celebró las elecciones –aunque no era el espíritu de la resolución que se realizasen por separado- el 10 de mayo de 1948. La Asamblea Nacional que salió de las urnas se reunió el 31 de mayo y nombró a Syngman Rhee su presidente. De inmediato, elaboró una Constitución, la aprobó y Rhee pasó a ser presidente del país. La declaración del nuevo país se llevó a efecto el día 15 de agosto de 1948.
En la siguiente sesión ordinaria de la Asamblea General de la ONU, el 12 de diciembre, la organización internacional afirmaba que la República de Corea era el único representante legítimo del país. Tampoco en esta ocasión los soviéticos se molestaron en discutir. La Asamblea Suprema del Pueblo, en el Norte, había elaborado su propia Constitución. El Comité dio su visto bueno en abril de 1948 y convocó sus elecciones particulares con lista cerrada y única. Kim Il –sung fue elegido presidente de la República Popular que fue proclamada el 9 de septiembre de ese mismo año de 1948. Moscú se apresuró a declarar que éste era el único gobierno legítimo de Corea. La división entre el Norte y el Sur se convertía en una certeza.
Entonces hacían su aparición los temas militares. La URSS anunció la retirada de sus tropas el 1 de enero de 1949. Los Estados Unidos no lo hicieron hasta el 29 de junio de ese mismo año. Pero las circunstancias no podían admitir comparación.
Corea del Norte, más poblado y con mayores riquezas mineras e industriales, recibió la decidida ayuda de la Unión Soviética para levantar un ejército de 135.000 hombres entrenados, organizados en siete divisiones y cinco brigadas independientes, con más de 100 carros de combate pesados y unos 150 aviones, todo ello supervisado por un cuerpo de monitores soviéticos. Desde 1946, miles de norcoreanos habían acudido a las Academias Militares de la URSS con idéntico propósito. Pekín aportó 12.000 soldados coreanos que se encontraban en suelo chino como refuerzo del Ejército Popular. La ayuda material subsiguiente de los países comunistas estaba garantizada por acuerdos específicos. En cuanto las tropas soviéticas se retiraron, Kim il-Sung comenzó a soñar con reunificar el país bajo su mando, pero para ello necesitaba ayuda. En marzo de 1949 se desplazo a Moscú con el objetivo de conseguir el permiso de Stalin para invadir Corea del Sur. Stalin, preocupado por la crisis de Berlín, rechazó la petición de Kim.
¿Y Corea del Sur? Tras el triunfo de Mao en China, Estados Unidos había convertido Formosa en una pieza clave de su contención del comunismo, pero habían olvidado dar ese papel a Corea del Sur. El 29 de junio se marcharon los soldados norteamericanos dejando al sur del paralelo 38 un grupo de 500 asesores para supervisar unas 5 divisiones desplegadas al norte de Seúl, sin tanques ni apenas artillería y con una fuerza aérea compuesta únicamente por 16 aviones. Era más una fuerza policial que un verdadero ejército.
A finales de 1949, la situación internacional había cambiado. Los soviéticos detonaron su primera bomba atómica. La revolución comunista en China triunfó y Mao Tse Tung proclamó la República Popular China y firmó un tratado con Stalin, constituyendo una alianza comunista mundial y abriendo un segundo frente en la Guerra Fría en Asia. Stalin confiaba en que los EEUU no reaccionarían ante los acontecimientos que tenían lugar en Asia. En 1950, finalmente aprobó la iniciativa de Kil il-Sung de invadir Corea del Sur.
El conflicto estaba servido
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jueves, 21 de julio de 2011
¿Por que los vestidos de hombres y mujeres se abotonan en sentido contrario?
Ante todo hay que señalar que este problema sólo se plantea a partir del siglo XII, época en la que aparecen los primeros botones, cuyo uso sólo se generaliza realmente a lo largo del siglo siguiente. Y eso por una razón muy sencilla: durante las Cruzadas (siglos XI-XII), los occidentales descubrieron las maravillas del Oriente, sobre todo los progresos del imperio bizantino en el campo de la fabricación de tejidos y la confección de vestidos. La estampación de las telas, pero también el comercio de la seda y el terciopelo, produjeron notables alteraciones en la manera de vestirse de la élite de la época, aunque todavía no se podía hablar realmente de la influencia de la moda. Dictada por los soberanos y su entorno, esa influencia sólo aparece a partir del siglo XIV.
En ese periodo bisagra de la Edad Media conocido como época feudal (siglos XI-XIII), los hombres y las mujeres llevaban el brial, especie de casulla corta o de túnica que cubría la camisa. Para salir, se cubrían con la capa o la sobrecota.
Accesorios diversos y variados han invadido la moda del siglo XXI: bolsos, cinturones, guantes, pañuelos, corbatas, sombreros… En la Edad Media, la tradición del vestido disponía también de un accesorio básico: la espada. Bien, algunas de esas piezas no dejan de tener un excepcional valor decorativo, incluso artístico, pero fundamentalmente respondían a otras posibles exigencias, como un combate inesperado.
Y aquí llegamos a la primera explicación posible a propósito del enigma de la botonadura. Ya fueran gentileshombres o caballeros, mendigos pedigüeños o merodeadores propensos a los juegos de manos, estas gentes armadas llevaban la espada a la izquierda. Y para desembarazarse de la ropa que podía cubrirla, nada mejor que desabrocharla con la mano izquierda para tomar el arma rápidamente con la derecha, abriendo al mismo tiempo con un amplio gesto el lado izquierdo de la capa, con el que cubrir el lado derecho. Conclusión: para no estorbar la ejecución de este gesto preciso -¡y hasta vital!-, era necesario coser los botones en el borde derecho del vestido.
Hasta hoy ningún historiador ha demostrado formalmente la veracidad de esta explicación tan extendida, incluso entre los historiadores de la moda. Pero si esta hipótesis afecta sólo al vestuario masculino, una segunda demostración se refiere esta vez a una actividad femenina: la lactancia. Para facilitar el desabrocharse con la mano derecha (dado que el bebé se llevaba más frecuentemente en el brazo izquierdo), los botones se coserían en el borde izquierdo de la prenda.
Por casualidad, estas dos explicaciones se complementan eficazmente, al tiempo que son rigurosamente independientes una de la otra. En realidad, sólo se trata de suposiciones lógicas.
Si la espada y la lactancia están quizá en el origen del lado de los botones, otros presentan nuevas hipótesis. La versión de la camarera, la sirvienta principal de una casa, recibe muchos votos. Esta teoría afirma que la fila de botones de las mujeres se cosía a la izquierda de la abertura para facilitar la tarea de la camarera al vestir reinas, princesas y otras damas de la aristocracia.
En efecto, parece que el sentido de la botonadura de los vestidos de las damas resultaría más fácil para una camarera diestra que cumplía su tarea sabiendo que se encuentra ante una señora a la que debe vestir con destreza. Una tesis que no deja de convencer. Pero muchos hombres de la aristocracia también tenían ayudas de cámara que les vestían. ¡A no ser que esos ayudantes fueran todos zurdos!
miércoles, 20 de julio de 2011
¿Qué es el surimi o tronquitos de mar?
Los tronquitos de mar o surimi es un alimento de origen japonés. Se trata, en realidad, de una masa de pescado picado y lavado, que se suele utilizar para confeccionar con ella alimentos sintéticos con sabor artificial. Generalmente se utiliza bacalao de Alaska o pescado de muy baja calidad, que se somete a un sencillo proceso industrial. La carne del pescado se tritura y se lava en agua muy fría, hasta formar con ella una fina masa de color blanquecino –llamada comúnmente “pasta de proteínas-. Esta masa se aliña con sal, azúcar, huevo, almidón, glutamato sódico y diferentes saborizantes, conservantes y estabilizantes. Así preparado, se corta en finas láminas, que se enrollan en gruesos palillos.
domingo, 17 de julio de 2011
El origen de la tostadora
Las primeras tostadoras de pan datan de 1909 y fueron comercializadas por la compañía General Electrics, sita en la localidad estadounidense de Schenectady, en el estado de Nueva York. El calor necesario para tostar las rebanadas de pan lo proporcionaba una resistencia eléctrica, consistente en un alambre desnudo enrollado alrededor de unas tiras de mica; al pasar la corriente, los alambres se ponían al rojo. Sin embargo, en aquel modelo el pan sólo se tostaba por una cara y había que darle la vuelta a mano.
En 1919, el mecánico estadounidense Charles Strite ideó la primera tostadora auténtica para el hogar, la llamada toastmaster, que hacía las tostadas simultáneamente por las dos caras y luego las expulsaba. Desarrollando aquel prototipo, Strite lanzó al mercado su invento en 1926.
sábado, 16 de julio de 2011
Mary Cassatt
La pintora Mary Cassatt fue la única representante americana del grupo impresionista francés original. Se enfrentó con una asombrosa seguridad a las dificultades y prejuicios que las artistas femeninas se encontraban en el siglo XIX, ganándose un puesto en la historia del arte contemporáneo.
Cassatt nació en 1844 en Pennsylvania. Entre 1851 y 1855 pasó diversas temporadas en Europa con su familia y en 1860 entró en las clases para mujeres que impartía la Academia de Bellas Artes de Filadelfia, por entonces la institución artística más progresista del país, tanto en su currículo como en su reputación por apadrinar el talento femenino. En 1865, Mary decide continuar su aprendizaje en Europa con la convicción de que allí podrá desarrollar mejor su creatividad. Pero cuando llega a París, se encuentra con que las academias de arte oficiales no admitían a mujeres, pero no se amilanó y consugió recibir clases particulares de pintores como Charles Chaplin hasta convertirse en alumna de Jean-Léon Gérôme.
En los años siguientes, Mary viajaría por Europa (Italia, España), involucrándose de forma activa en la vida política e intelectual de la capital francesa. Estudió en profundidad el estilo de los antiguos maestros, admiraba a Edouard Manet y Gustave Courbet y la entusiasmaba el arte de Edgar Degas. Éste, por su parte, descubrió las pinturas de Cassat en la edición de 1874 del Salon de París (“Aquí hay alguien que siente lo mismo que yo”, le comentó a un amigo) y en 1877 la invitó a unirse al grupo impresionista. Fue el primer movimiento artístico de la historia que dio una franca bienvenida a una mujer.
De la misma forma que Claude Monet se dedicaba a pintar catedrales y almiares, Cassat se centró en un tema concreto. Primero fue la vida pública en los teatros, pero después se sintió más a gusto retratando el mundo doméstico, especialmente las relaciones entre dos figuras. Sus temas abarcaban generaciones y sus modelos a menudo eran conocidos o amigos suyos. Cassatt hizo muchas variaciones sobre el tema de la madre e hijo, como la temprana “Mother Washing Her Sleepy Child”, quizá su lienzo más conocido. Hay que tener en cuenta que en aquella época, el binomio madre-hijo estaba también siendo el centro de investigaciones literarias, filosóficas y psicológicas. Con sus dotes de observación y su especial sensibilidad a las diferentes etapas de la vida, Cassatt se sirvió de estos temas para encontrar su propia voz artística y una manera de mostrar profundidad psicológica en la pintura.
Pensadora feminista declarada, Cassatt hizo de la pintura su profesión, participó regularmente en las exposiciones y fue capaz de mantenerse gracias a las ventas de sus cuadros. Jugó un papel importante en popularizar el Impresionismo en los Estados Unidos: pidió al galerista y tratante Paul Durand-Ruel que organizara exposiciones en aquel país y asesoró a la coleccionista Louisine Elder Havemeyer, quien realizó importantes y numerosas compras de pintura en Europa, luego donadas al Metropolitan Museum de Nueva York.
Tras someterse a una primera operación de cataratas en 1915, diez años después Mary se había quedado casi completamente ciega. Murió en 1926 en el palacio que había comprado en Mesnil-Théribus, Francia.
martes, 12 de julio de 2011
¿Por qué hay gente zurda?
Casi el 90% de las personas utilizan la mano derecha para las tareas más complejas, como puede ser escribir, pintar o realizar trabajos mecánicos. El resto (con la excepción de una pequeña minoría ambidextra, es decir, que utiliza ambas manos indistintamente) utilizan predominantemente la mano izquierda. Pero no se puede hablar de un defecto funcional, sino simplemente se trata de que los zurdos tienen la mano izquierda más fuerte y hábil que la derecha.
Los motivos no están del todo claros. Se parte del hecho de que los que utilizan preferentemente la mano izquierda tienen más pronunciada la parte derecha del cerebro, que es la que controla la mitad izquierda del cuerpo. No se sabe con exactitud por qué el número de diestros supera enormemente al de zurdos, pero, sin embargo, existe una interesante teoría sobre ello.
La mitad izquierda del cerebro no sólo controla la mano derecha, sino también el lenguaje. El “centro de Broca” es una parte del control del lenguaje que, en lo que se refiere a la evolución, es muy joven y se ha desarrollado a partir de un ámbito que originalmente era el indicado para la gesticulación. Los ancestros de los hombres no disponían de escritura ni de un lenguaje unificado, por lo que se tenían que entender por medio de unos signos hechos con las manos, por lo que se podría decir, en cierto modo, que hablaban con las manos. Incluso hoy en día hay personas que se comunican con el lenguaje de los gestos, y en tales casos se comprueba que existe actividad en el centro de Broca.
De ello se puede deducir que los centros del lenguaje y de la gesticulación pertenecen al mismo grupo. Y puesto que el centro de lenguaje se encuentra en la misma región que el del control de la mano derecha, éste también juega un papel muy importante. Un elemento que apoya esta teoría es la comprobación de que los animales, que no se entienden entre sí por medio de gestos, no tienen ninguna preferencia por la utilización de la extremidad derecha.
viernes, 1 de julio de 2011
1995-La matanza de Srebrenica: "Alá no puede ayudaros ahora" (y 3)
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¿Y qué pasó con los soldados holandeses que tuvieron un comportamiento tan poco honorable? Después de que los serbios se llevaran a los musulmanes de Srbrenica, la mayoría para ser asesinados, los holandeses negociaron la liberación de sus propios rehenes retenidos por el general Ratko Mladic. Después evacuaron la base bajo los atentos ojos de los serbios. Las cámaras capturaron la imagen del coronel Thomas Karremans bebiendo junto a Mladic y aceptando un regalo de despedida.
Cuando llegaron a Belgrado, los soldados holandeses celebraron su huida de una situación tan tensa, pero en Holanda, las fiestas eran lo último en lo que se pensaba. El pueblo holandés se hizo eco de las preguntas planteadas por los supervivientes musulmanes en Srebrenica: ¿Por qué hicieron tan poco por salvarlos? En algunos casos, los cascos azules incluso colaboraron en la separación de familias. El gobierno holandés dimitió en un escándalo en 2002 relacionado con su papel en Srebrenica, aunque se negó a pedir disculpas por sus acciones (o la falta de ellas). Una asociación de madres de Srebrenica ha llegado incluso a demandar al gobierno holandés por mil millones de dólares en daños por no proteger a sus hijos.
Hay numerosas razones por las cuales los holandeses no protegieron a los musulmanes de Srebrenica. Las dos más relevantes fueron que estaban totalmente superados en número y armamento y que su misión les impedía expresamente cualquier intervención directa. La primera razón tiene más peso que la segunda; Thomas Karremans solicitó apoyo aéreo, una acción que probablemente hubiera salvado las vidas de los musulmanes si las Naciones Unidas hubieran respondido con la energía necesaria. Pero aunque la misión holandesa no era la de impedir que los serbios se llevaran a los musulmanes, todo el mundo vio lo que allí estaba sucediendo y un comandante diferente, más valiente y enérgico, podía haberse negado a dejarse amenazar por el bruto de Mladic, optando en cambio por proteger a los civiles indefensos.
En octubre de 2007, doce antiguos cascos azules holandeses volvieron a Srebrenica. Muchos de ellos lloraron cuando las mujeres musulmanas les gritaban: “¿Por qué traicionasteis a nuestros niños bajo la bandera de la ONU?” Uno de los soldados holandeses le dijo a un periodista: “Siento la misma impotencia que en aquellos días. Sentirse incapaz de hacer algo es un sentimiento horrible que me ha acosado durante años”.
Además de los hombres que habían sido separados de sus familias y llevados a los diferentes campos de la muerte, había otro importante grupo, quizá de 15.000 personas, que intentó escapar de los serbios abriéndose paso por el agreste terreno hasta Tuzla, a unos 56 km de distancia. Muchos de estos hombres eran soldados musulmanes que trataban de escapar, aunque había civiles entre ellos. Los serbios habían establecido un estrecho cordón alrededor de Srebrenica intentando bloquearlos. La mayoría de los agotados refugiados tenían poca comida y agua y no estaban armados.
Los serbios, algunos de los cuales llevaban cascos de las tropas de la ONU –robados de Camp Bravo, de donde los holandeses se habían marchado- patrullaban arriba y abajo por las carreteras rurales mientras, a través de megáfonos, gritaban: “Rendíos. Curaremos vuestras heridas”. “Rendíos y podréis ir a donde queráis”.
Miles de musulmanes se rindieron; descendieron de las colinas y los bosques con sus manos sobre las cabezas. Hay filmaciones de video tomadas por cámaras serbios que muestran ese momento. Los musulmanes rindiéndose porque ya no pueden más, heridos y hambrientos, los serbios sosteniendo sus armas y bromeando entre ellos.
Los serbios pusieron en fila a algunos de los musulmanes y los fusilaron inmediatamente. A otros les cortaron la garganta. Los que veían esto desde la linde del bosque, empezaron a suicidarse. Otros musulmanes fueron llevados a las misma nave en la que había estado Suljic. Allí, varios prisioneros redujeron a un centinela y lo mataron, momento en el que los serbios tiraron granadas al interior del almacén y ametrallaron a los que intentaron salir. Murieron más de doscientos. A otros se los llevaron a un campo de fútbol cerca del pueblo de Nova Kasaba. Los obligaron a sentarse durante horas con sus manos atadas a la espalda. También aquí apareció el general Mladic: “Todo saldrá bien” les dijo. Pero los serbios los sacaron de allí, les dispararon y los enterraron en zanjas.
Al final, entre 3.000 y 4.000 hombres consiguieron alcanzar las líneas musulmanas en Tuzla, la mayoría de estos soldados habían tenido que esquivar emboscadas, arrebatar armas a los serbios y matar a varios enemigos. Otros 2.000 deambularon por los bosques durante meses, evitando a los serbios. Algunos fueron asesinados, otros murieron de hambre; otros consiguieron, por fin, alcanzar posiciones seguras.
En su mayor parte, las mujeres y los niños de Srebrenica llegaron a Tuzla, aunque los autobuses fueron detenidos numerosas veces en el camino por puestos de control serbios, donde los soldados buscaban hombres vestidos con ropas femeninas. Algunas de las mujeres fueron violadas.
En los campos de la muerte se utilizaron palas excavadoras para tapar las zanjas llenas de cadáveres. Estas tumbas masivas, que fueron detectadas por aviones espía norteamericanos utilizando tecnología infrarroja, junto a las historias de los supervivientes que habían comenzando a llegar a Tuzla, descubrieron a los serbios. Ni los Estados Unidos ni las Naciones Unidas habían hecho nada por detener a los asesinos en Srebrenica; pero esta masacre fue la última gota. O casi.
El 28 de agosto, las fuerzas serbias que asediaban Sarajevo, dispararon morteros a un animado mercado matando 37 civiles e hiriendo a 90. A diferencia de la matanza de Srebrenica, este injustificado y sangriento ataque sin valor militar alguno tuvo lugar ante las cámaras de todo el mundo. Las potencias internacionales se vieron obligadas por la opinión pública a intervenir. El 30 de agosto, los Estados Unidos comenzaron una campaña de bombardeos contra el ejército serbio, destruyendo rápidamente sus instalaciones, infraestructura y capacidad de combate. En noviembre de 1995, los serbios ya estaban dispuestos a firmar el acuerdo de paz de Dayton, que terminó la guerra con una Bosnia rota, con los serbios controlando el 49% del territorio.
Las masacres de más de 8.000 hombres musulmanes en la “zona segura” de Srebrenica estuvieron bien planeadas y organizadas. La experiencia de Hurem Suljic, aunque atípica en el hecho de que sobreviviera, es un modelo de lo que sucedió: los hombres eran llevados a puntos de reunión, como almacenes o escuelas, retenidos allí, torturados y golpeados, y luego subidos en plena noche a camiones para llevarlos a lugares alejados, donde se les disparaba y enterraba. Y, sin embargo, estos prisioneros podrían haber constituido una baza mejor para los serbios si los hubieran mantenido con vida, como rehenes o para utilizarlos en intercambios de prisioneros. Hay quien especula con la teoría de que las extrañas visitas de Mladic a los prisioneros respondía a su dilema sobre si matarlos o no, pero el general serbio jamás llegó a contactar con ninguna autoridad musulmana para tratar de organizar un intercambio de prisioneros.
Parte del genocidio consiste en matar a personas incluso cuando no sacas nada provechoso de ello –asesinar científicos y médicos judíos, o maestros y hombres de negocios armenios, por ejemplo- y, en último término, Mladic y Karadzic se dejaron guiar no por consideraciones de tipo práctico, sino por puro racismo. Querían vengar masacres cometidas por los turcos cientos de años antes, el dolor que sufrieron los serbios en la Segunda Guerra Mundial (los padres de Mladic murieron asesinados por nazis croatas). Y actuaron con semejante desfachatez, porque la débil respuesta de la ONU les indujo a pensar que eran más poderosos de lo que en realidad eran.
Tras el fin de la guerra, Ratko Mladic dimitió como comandante de las fuerzas serbobosnias para vivir con su mujer en un bungalow dentro de un cuartel del ejército serbio, en un complejo de alta seguridad construido por Tito. A pesar de estar acusado formalmente de genocidio, complicidad en genocidio y crímenes contra la humanidad por el Tribunal Internacional, vivió tranquilamente y sin esconderse, incluso cuidando de un rebaño de cabras. Despareció después de que el antiguo presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, fuera arrestado en 2001 y sometido a juicio en La Haya (murió mientras esperaba). Mladic sólo fue “encontrado”, capturado y entregado por el gobierno serbio en 2011, probablemente respondiendo a intereses políticos bastardos (la recompensa ascendía a 10 millones de euros)
Radovan Karadzic, acusado de los mismos crímenes, había desaparecido incluso antes, escondiéndose “a plena vista” en Belgrado. Trabajaba como especialista en medicinas alternativas bajo el nombre de Dragan Dabic, dejándose una larga barba blanca, dando conferencias y escribiendo artículos en revistas. Se llamaba a sí mismo “explorador espiritual” y afirmaba en su página web ser un investigador “en los campos de la psicología y la bioenergía”. Incluso frecuentaba un bar local en cuyo interior colgaba uno de los carteles en los que se reclamaba su captura, tocando música allí y cantando canciones para los clientes. Fue finalmente arrestado en julio de 2008 y está esperando juicio.
Aunque estos dos hombres sean finalmente condenados por crímenes de guerra, Srebrenica nunca volverá a ser la misma. Sólo hay unos 4.000 musulmanes en la actual Srebrenica -ahora ciudad serbia- y sus alrededores. Antes de la matanza había 25.000. Aunque las páginas web locales han vuelto a hablar de su belleza pastoral y sus manantiales de aguas medicinales, la mayor parte de los musulmanes que aún viven aquí son mujeres y niños que perdieron a maridos, hijos y padres. Es una ciudad poblada por los fantasmas de los muertos y los espíritus, ya marchitos, de los vivos.