lunes, 25 de julio de 2011
La Guerra de Corea (1) - Antecedentes
Corea, 1950. Bajo liderazgo americano, las Naciones Unidas participan por primera vez en una guerra. Lo que empezó como un conflicto entre los regímenes rivales del norte y el sur, acabó por convertirse en un enfrentamiento entre Oriente y Occidente, amenazando con desencadenar una nueva guerra mundial. Esta fue una guerra marcada por los duros contrastes, como la geografía de Corea, desde la escarpadas montañas heladas en invierno, hasta los fértiles valles moteados de pastos en verano. Empezó siendo un intercambio de rápidos avances y retiradas y terminó por convertirse en una guerra de trincheras y bombardeos parecida a la I Guerra Mundial.
A mediados del siglo XX, Corea era un país prácticamente desconocido para Occidente. En 1656 llegó a la zona un buque holandés, pero sus tripulantes no tuvieron buena suerte. La mayor parte murió a manos de los coreanos y los 36 supervivientes fueron hechos prisioneros. Sin embargo, uno de los líderes de la expedición, Hendrik Hamel, y siete compañeros pudieron escapar trece años después y volver a casa. La acción posterior de los misioneros y el trabajo de los historiadores han superado las vaguedades anecdóticas que se conocían hasta casi finales del siglo XIX: que era un país pobre o que su historia se veía dominada por sus vecinos chinos y japoneses. Estos últimos se anexionaron Corea definitivamente en 1910, iniciando una dominación colonialista feroz. Obligaron a los coreanos a hablar japonés, regirse por las leyes japonesas y adoptar un modo de vida que les era ajeno. Los que se oponían, eran eliminados.
Los intentos japoneses de reprimir la resistencia coreana se vieron obstaculizados por dos fechas históricas: la guerra chino-japonesa de 1937 y, sobre todo, la II Guerra Mundial en 1941, después del ataque a la Flota norteamericana en Pearl Harbor.
En el desarrollo de ésta, cuando los japoneses ocuparon Shanghai, el gobierno coreano en el exilio se vio obligado a desplazarse a Chungking. Desde allí promovió la formación de un pequeño ejército de liberación que, en 1942, declaró la guerra a Japón y luchó con las fuerzas aliadas hasta la rendición japonesa de septiembre de 1945. Se terminaban entonces los 36 años de opresión que había soportado el pueblo coreano.
En la Declaración de El Cairo de 1 de diciembre de 1943, Estados Unidos, el Reino Unido de Gran Bretaña y China afirmaban que: “a su debido tiempo, Corea se convertirá en libre e independiente”. El Gobierno provisional coreano de Chungking pidió precisiones sobre esta vaga frase. ¿Cuál era “su debido tiempo”? La respuesta jamás llegó.
El presidente norteamericano Franklin D.Roosevelt propuso al mariscal soviético Josef Stalin en la Conferencia Cumbre de Yalta (4-12 febrero de 1945) que se constituyese un Comité de Tutela para Corea, integrado por cuatro potencias: Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y China. Stalin se mostró conforme con la propuesta, pero no se llegó a un acuerdo formal.
En la Conferencia de Potsdam (17 de julio a 2 de agosto de 1945) los norteamericanos presionaron a los soviéticos para que entraran en guerra con Japón. Stalin pidió que los norteamericanos hicieran un desembarco masivo en Corea, a lo que se negaron los asesores militares de Truman por considerarlo inviable. Pero, en la declaración oficial de la Conferencia, se habla de Corea para decir que su independencia se llevará a cabo de acuerdo con lo firmado en El Cairo. Es decir, se mantiene la ambigüedad, pero lo que queda fuera de toda duda es que la Unión Soviética apoya decididamente la independencia coreana.
Los soviéticos entraron, efectivamente, en guerra con Japón la noche del 8 al 9 de agosto de 1945 y enviaron tropas a Manchuria que se trasladaron al norte de Corea. El día 9, los Estados Unidos lanzaban su segunda bomba nuclear sobre la ciudad de Nagasaki y los japoneses ofrecían inmediatamente su rendición. El pueblo coreano recibió a los soviéticos como libertadores, mientras avanzaban hacia el sur. La intervención, en el último minuto, de los diplomáticos americanos, detuvo ese avance en un punto arbitrario: el paralelo 38 de latitud. Se acordó que las tropas japonesas que se encontraran al norte de ese paralelo 38 se rendirían al comandante soviético, mientras que las que se encontrasen al sur de dicho paralelo lo harían al comandante de Estados Unidos. Se estableció también que el único gobierno de Corea sería el militar y así lo mantendría, a rajatabla, el comandante de las Fuerzas Norteamericanas, teniente general John R.Hodge. Washington se movió con cierta lentitud: las tropas llegaron al sur del paralelo 38 el 8 de septiembre y un día después recibían en Seúl la rendición de los japoneses. Los soviéticos llevaban ya un mes en la zona y tenían acceso directo al norte de Corea por vecindad geográfica.
La fijación del paralelo 38 como frontera temporal ha sido objeto de arduas discusiones. Para muchos jamás se habría pensado en esa línea –totalmente artificial- como una frontera de separación de dos países que, además, no existían. Pero también hay quien estima que en la mente de las autoridades norteamericanas –después de la experiencia reciente de lo ocurrido en Europa- sí estaba la fijación de un límite, artificial o no, para frenar la expansión de los soviéticos en las mesas de negociación.
En cualquier caso, los soviéticos se encargaron de hacer que el paralelo 38 se convirtiera en frontera y los acontecimientos posteriores tuvieron que enfrentarse con esa realidad. Por supuesto, los más desconcertados fueron los propios coreanos, que intentaron tímidos esfuerzos para organizar sus destinos como nación independiente para encontrarse la oposición ordenancista del general Hodge, aferrado al único gobierno militar evocado el 11 de agosto.
Entonces se resucitó la conversación que Roosevelt y Stalin habían mantenido en Yalta sobre el Comité de Tutela, y en la Conferencia celebrada en Moscú por los tres ministros de Asuntos Exteriores de las potencias –Estados Unidos, Unión Soviética y Gran Bretaña- se decidió la creación de dicha tutela a cargo de cuatro potencias (China sería la cuarta) por un período de cinco años.
La irritación de los coreanos fue tan fuerte que el Gobierno militar se vio obligado a la creación –el 14 de febrero de 1946- de un Consejo Democrático Representativo, cuerpo asesor del mismo Gobierno, e integrado por coreanos. Fue designado presidente de este Consejo Syngman Rhee, el antiguo presidente del Gobierno coreano en el exilio y un anticomunista de línea dura.
El Pentágono y el Departamento de Estado avanzaron un paso más en la creación de la República de Corea y en el mes de octubre promovieron una Asamblea Legislativa Provisional cuyos miembros habrían de ser elegidos, por mitad, por el pueblo y el Gobierno militar. Las atribuciones concedidas a la Asamblea no iban más allá de pequeños asuntos administrativos y estaba sometida al veto del Gobierno. La Asamblea quiso excederse en sus funciones y condenó el sistema de Tutela establecido. Inmediatamente el Gobierno militar vetó la declaración calificándola de ilegal.
Entretanto, los soviéticos no perdían el tiempo y establecieron un Gobierno comunista en la que ya se empezó a denominar de manera abierta Corea del Norte. Los comunistas crearon el Comité Ejecutivo del Pueblo de la provincia de Hamgyong del Sur, que fue inmediatamente reconocido por la URSS como Gobierno legítimo, evitándose así la necesidad de formar uno militar, semejante al que, tan tenazmente, defendía el general Hodge. Esta ficción tomó, en octubre de 1945, el nombre de Oficina de Administración de Cinco Provincias y, en febrero de 1946, del de Comité Provisional del Pueblo para Corea del Norte.
A su frente situaron a Kim Il-sung, comandante del Ejército Rojo y primer secretario del Partido Comunista de Corea, a quien habían presentado previamente como un héroe de guerra (en realidad había permanecido en la Unión Soviética durante el conflicto). Era un hombre joven y atractivo que siempre estaba sonriendo y que causó buena impresión en el pueblo coreano.
En menos de un año se había consolidado el Partido de los Trabajadores de Corea del Norte y se había establecido una Asamblea Suprema del Pueblo.
Ante la falta de acuerdo entre soviéticos y norteamericanos para la reunificación de la península coreana, el gobierno de los Estados Unidos llevó el problema a la recién nacida ONU. La Asamblea General adoptó una resolución, a propuesta de Estados Unidos, con estos puntos:
- Celebración de elecciones generales en Corea bajo la observación de una Comisión Temporal de la ONU creada al efecto.
- Los elegidos formarían una Asamblea Nacional cuyas tareas inmediatas serían el establecimiento de un gobierno y la preparación de un acuerdo con las potencias ocupantes para la retirada de las fuerzas de ocupación.
La Unión Soviética ni siquiera se molestó en rechazar la resolución. Simplemente, prohibió la entrada de los miembros de la Comisión de Supervisión en Corea del Norte.
El sur celebró las elecciones –aunque no era el espíritu de la resolución que se realizasen por separado- el 10 de mayo de 1948. La Asamblea Nacional que salió de las urnas se reunió el 31 de mayo y nombró a Syngman Rhee su presidente. De inmediato, elaboró una Constitución, la aprobó y Rhee pasó a ser presidente del país. La declaración del nuevo país se llevó a efecto el día 15 de agosto de 1948.
En la siguiente sesión ordinaria de la Asamblea General de la ONU, el 12 de diciembre, la organización internacional afirmaba que la República de Corea era el único representante legítimo del país. Tampoco en esta ocasión los soviéticos se molestaron en discutir. La Asamblea Suprema del Pueblo, en el Norte, había elaborado su propia Constitución. El Comité dio su visto bueno en abril de 1948 y convocó sus elecciones particulares con lista cerrada y única. Kim Il –sung fue elegido presidente de la República Popular que fue proclamada el 9 de septiembre de ese mismo año de 1948. Moscú se apresuró a declarar que éste era el único gobierno legítimo de Corea. La división entre el Norte y el Sur se convertía en una certeza.
Entonces hacían su aparición los temas militares. La URSS anunció la retirada de sus tropas el 1 de enero de 1949. Los Estados Unidos no lo hicieron hasta el 29 de junio de ese mismo año. Pero las circunstancias no podían admitir comparación.
Corea del Norte, más poblado y con mayores riquezas mineras e industriales, recibió la decidida ayuda de la Unión Soviética para levantar un ejército de 135.000 hombres entrenados, organizados en siete divisiones y cinco brigadas independientes, con más de 100 carros de combate pesados y unos 150 aviones, todo ello supervisado por un cuerpo de monitores soviéticos. Desde 1946, miles de norcoreanos habían acudido a las Academias Militares de la URSS con idéntico propósito. Pekín aportó 12.000 soldados coreanos que se encontraban en suelo chino como refuerzo del Ejército Popular. La ayuda material subsiguiente de los países comunistas estaba garantizada por acuerdos específicos. En cuanto las tropas soviéticas se retiraron, Kim il-Sung comenzó a soñar con reunificar el país bajo su mando, pero para ello necesitaba ayuda. En marzo de 1949 se desplazo a Moscú con el objetivo de conseguir el permiso de Stalin para invadir Corea del Sur. Stalin, preocupado por la crisis de Berlín, rechazó la petición de Kim.
¿Y Corea del Sur? Tras el triunfo de Mao en China, Estados Unidos había convertido Formosa en una pieza clave de su contención del comunismo, pero habían olvidado dar ese papel a Corea del Sur. El 29 de junio se marcharon los soldados norteamericanos dejando al sur del paralelo 38 un grupo de 500 asesores para supervisar unas 5 divisiones desplegadas al norte de Seúl, sin tanques ni apenas artillería y con una fuerza aérea compuesta únicamente por 16 aviones. Era más una fuerza policial que un verdadero ejército.
A finales de 1949, la situación internacional había cambiado. Los soviéticos detonaron su primera bomba atómica. La revolución comunista en China triunfó y Mao Tse Tung proclamó la República Popular China y firmó un tratado con Stalin, constituyendo una alianza comunista mundial y abriendo un segundo frente en la Guerra Fría en Asia. Stalin confiaba en que los EEUU no reaccionarían ante los acontecimientos que tenían lugar en Asia. En 1950, finalmente aprobó la iniciativa de Kil il-Sung de invadir Corea del Sur.
El conflicto estaba servido
(Continúa en la siguiente entrada)
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