El agua es un elemento indispensable para la vida. Por desgracia, está desigualmente repartida entre las distintas poblaciones humanas: mientras media humanidad se muere de sed, las modernas sociedades industriales la derrochan torpemente. Pero cuanta más agua utilizamos, más agua convertimos en desecho, lo que supone la contaminación de las aguas que vamos a seguir necesitando. Los distintos sistemas de tratamiento de aguas residuales intentan que éstas no envenenen, poco a poco, aquellas que necesitamos para vivir.
En tan sólo un par de siglos, el crecimiento de la población junto con el imparable desarrollo

El Po ha visto enfermar sus aguas en apenas tres décadas. Actualmente, se calcula que, además de lo aportado por los desagües urbanos, alrededor de 65 toneladas de mercurio, 243 toneladas de arsénico, 485 de plomo y otros metales pesados y diversos productos sintéticos de difícil degradación entran en este río cada año.

El mar Mediterráneo, por ejemplo, ha adquirido su particular equilibrio a través de sus 5 millones de años de historia. Es un mar pobre en nutrientes debido en parte a la temperatura relativamente alta de sus aguas, que hace que el oxígeno no se disuelva con tanta eficacia como lo hace en los mares fríos.
Pero las aguas residuales de las ciudades llegan a él a través de las cloacas, generalmente sin depurar, con sus correspondientes aportes de fosfatos y nitratos –nutrientes esenciales-, y provocan un fenómeno conocido como eutrofización. Este aporte extra de nutrientes propicia un crecimiento anormal tanto de las algas unicelulares –el fitoplancton- como de las algas macroscópicas. Un

El crecimiento desmedido de población –sobre todo la que se asienta junto a las costas-, unido a la escasez de recursos económicos para un desarrollo urbano menos agresivo, ha supuesto la puesta en servicio de cauces semejantes a gigantescas fuentes cuyos caños vierten sus aguas contaminadas de manera incesante. Cerca del 80% de las aguas residuales no han sido tratadas cuando llegan al mar.
Por desgracia, muchas estaciones depuradoras en las que se han invertido considerables sumas de dinero han fracasado a consecuencia de una mala manipulación y de un coste de mantenimiento muy elevado.

Normalmente, se disponen varias balsas en serie. El agua depurada puede utilizarse en estanques destinados al cultivo de peces aptos para consumo humano, lo cual da una idea de la calidad de depuración realizada por estas técnicas.
Los filtros verdes son zonas agrarias en las que las aguas residuales son vertidas con objeto de

De la materia orgánica aportada por las aguas se sustenta la comunidad biológica del terreno –desde las bacterias hasta los árboles-, obteniendo de ella la energía necesaria para vivir. Lógicamente, el agua que llegue a un filtro verde no puede contener componentes industriales que afecten negativamente a esta comunidad.

Los cilindros, al ser rotatorios, sumergen a las bacterias en el agua que va a ser tratada durante un 50% del tiempo. Durante este periodo, estos microorganismos realizan su labor de limpieza, mientras que, durante el tiempo restante, la rotación del cilindro saca a la colonia fuera del agua para que se oxigene y se recupere. Estos cilindros o discos, que consumen unos 8 kilovatios a la hora por persona y año, poseen una comunidad biológica sensible tanto a los cambios de temperatura como a las posibles precipitaciones, por lo que conviene instalarlos bajo una cubierta protectora.
Adecuar las aguas residuales a cualquier tratamiento exige una serie de pasos para separar de las aguas aquellos elementos que pudieran obstruir o inhibir las operaciones que han de realizarse en las estaciones de depuración. Durante el cribado, las aguas que han de ser tratadas pasan por una serie de barrotes con una separación de entre 5 y 10 cm, que detienen las piedras o los trozos de madera superiores a ese tamaño. Tras las cribas, los desarenadores separan partículas de tamaños superiores a 0.25 mm.
Los desengrasadores separan el agua de las grasas y se utilizan para evitar posteriores

Nuestro planeta posee una característica que no tiene ningún otro conocido: su superficie está cubierta, en más de un 70%, de agua. Seguramente, esto debe parecer una broma pesada para todos aquellos seres humanos que sobreviven penosamente con una escasez que, en muchas ocasiones, los lleva a la muerte. Este hecho debería llevarnos a una seria reflexión y a una utilización del agua mucho más racional y más inteligente.
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