El amante desengañado, el médico que inquiere los síntomas de su paciente y el físico que acelera partículas –que no puede ver ni tocar- para ver si se descomponen en otras- que tampoco podrá ver ni tocar- están aplicando tácticas comunes. Estas tácticas, y su legitimidad, es lo que analiza una de las ramas principales de la filosofía: la epistemología.
La epistemología comienza en el momento en que el hombre se da cuenta de que las cosas no son lo que parecen. Apariencia y realidad son dos cosas bien distintas… hasta que intentamos definirlas. Éste ha sido, desde su origen, uno de los problemas centrales de la filosofía. La otra cuestión nace de esa dificultad: ¿qué es el conocimiento?
Tiene que ver con la percepción, pero no es idéntico a ella. Los sentidos nos dicen que el Sol gira

De hecho, todos aseguraríamos que el palo está entero, pero es muy difícil reconstruir los pasos que hemos dado para llegar a esa certeza. Si sacamos el palo del agua, ¿cómo asegurar que no es el agua la que lo está partiendo? Podemos recurrir al tacto, y él seguramente nos dará la sensación de su continuidad, pero ¿exactamente qué motivo hay para fiarnos más de un sentido que de otro? Las manos no son menos falibles que los ojos: si una persona calienta una mano, enfría la otra sumerge ambas en un mismo líquido a temperatura media, una mano dirá que el agua está fría y la otra, que caliente. Lo que habría que corregir es el concepto de caliente y frío: está frío con respecto a una mano y caliente con respecto a la otra; el problema aquí consiste en saber recibir y ordenar los datos.

Otro problema básico es cómo saber lo que ocurre en la mente de otras personas. Saber, por ejemplo, si las sensaciones que tienen son equivalentes a las nuestras. Podemos sufrir una fractura del brazo, después ver a otra persona con la misma fractura y, por tanto, deducir lo que está padeciendo. Pero no es una deducción del todo legítima, pues no es posible comparar ambos dolores: entre otras cosas, no es posible averiguar si esa persona es más o menos sensible al dolor o, incluso, si sólo está fingiendo.
Tampoco es posible conocer los contenidos de la mente ajena: si está realmente enamorada de

Saber cómo, saber dónde, saber por qué, conocer a alguien, saber algo… Durante el siglo XX, los filósofos han estudiado con detalle qué significan estas expresiones. Bertrand Russell (1872-1970) llamó conocimiento por experiencia a las expresiones “conocer a Pedro” o “conocer Roma”. Uno no puede decir en pleno siglo XX “conozco a Galileo Galilei”, pues no ha tenido trato con él. Para hablar de Galileo recurriría al que Russell llamó “conocimiento por descripción”.

Lo contrario ocurre con las frases del tipo “saber que…”. Uno puede saber que tal perro es peligroso, y puede comunicarlo directamente sin necesidad de enfrentar a la otra persona con el animal. Es el llamado “conocimiento proposicional”. El filósofo Gilbert Ryle (1900-1976) dijo que, dadas esas diferencias, muchos casos de “saber cómo…” no pueden ser reducidos a “saber que…” y, en consecuencia, los tipos de conocimientos son independientes unos de otros.
Las distinciones genéricas entre los tipos de conocimiento son, básicamente, las siguientes:
-Incidental-disposicional, que se aplica tanto a casos de “saber que…” como a “saber cómo…”: uno

-A priori-a posteriori: un conocimiento a priori es, por ejemplo, “todas las esposas están casadas”; un conocimiento a posteriori es “perro peligroso”; de las esposas podemos decir, sin conocerlas a todas, que están casadas, porque si no están casadas no son esposas; pero para decir lo mismo del perro hay que haber tenido algún trato con él, que haya atacado a alguien –eso sería para el filósofo una “investigación empírica-.
-Necesario-contingente: un conocimiento es necesario si es verdad bajo todas las circunstancias –“todas las esposas están casadas”- y es contingente en caso contrario: “perro peligroso”, posiblemente para el intruso, pero no para el dueño. Muchas proposiciones necesarias son también a priori, y muchas proposiciones a posteriori son contingentes.

-Tautológico-significativo: una proposición es tautológica si sus constituyentes se repiten a sí mismos o pueden ser reducidos a términos de “a=a”; una proposición es significante si da información nueva.
-Lógico-de hecho: “si A, entonces B” es una construcción lógica: si “esposa”, entonces “casada” es

No hay comentarios:
Publicar un comentario