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El 25 de junio de 1950, el ejército de Corea del Norte cruzaba por sorpresa el paralelo 38. Equipadas con artillería y carros de combate rusos, y dirigidas por asesores de esa nacionalidad, diez divisiones del Ejército de Corea del Norte invadieron el sur.
El ataque por sorpresa puso de relieve la situación de caos que reinaba en las relaciones internacionales cinco años después de terminada la II Guerra Mundial. Moscú llegó a afirmar que los fascistas surcoreanos habían agredido a la población del Norte y que ésta se había visto obligada a repeler la agresión. El argumento fue válido para la propaganda de todos los países comunistas del mundo. Pero no resistía el mínimo análisis, ni aún teniendo en cuenta las agresivas declaraciones del presidente surcoreano, Syngman Rhee, quien, para disimular las dificultades internas, políticas y económicas, amenazaba siempre con invadir el Norte.
Los soviéticos lograron disimular muy bien sus intenciones ofensivas. A lo largo del paralelo 38 desplegaron varias unidades con unos pocos carros de combate, una fuerza similar a la surcoreana. Pero más atrás tenían concentradas poderosas unidades con armas pesadas, entre ellas los más recientes modelos de carros de combate soviéticos –T34-. En primer lugar, las tropas ligeras cruzaron la línea divisoria y se desplegaron a derecha e izquierda. Luego, por el centro avanzó el grueso de las fuerzas con armas pesadas.
Corea del Sur disponía de cuatro divisiones, integradas por hombres valientes, fieles a su Patria. Pero sólo tenían armas ligeras, sin aviación ni barcos de guerra y muy pocos carros de combate. El hecho era, frente al Ejército norcoreano, adiestrado por los soviéticos y dotado de armamento moderno, no se hallaba más que una fuerza de policía –no pasaba de ser eso- instruida por los americanos, con poco más que fusiles.
Cuando el presidente norteamericano Harry S.Truman tuvo noticias del ataque en Corea, reunió a su Estado Mayor. La amenaza que representaba para Japón la posibilidad de una Corea dominada por los comunistas hizo que Truman llamara inmediatamente a su Secretario de Estado, Dean Acheson, para que forzase una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU. Compuesto entonces por once miembros, acudieron diez. El undécimo era la URSS, que llevaba media docena de meses boicoteando al organismo internacional por su negativa a reconocer la China comunista. La ausencia del delegado soviético, Jacob Malik, permitió que prosperase una resolución -por 9 votos a 0 y la abstención de Yugoslavia- condenando la invasión norcoreana y pidiendo la retirada de las tropas de Pyongyang (la capital del Norte) a su situación anterior por encima del paralelo 38.
Dos días después, el 27 de junio, cuando el Consejo –a petición del delegado americano Warren Austin- aprobó una nueva resolución en la que se invitaba a todos los miembros de la ONU a prestar a la República de Corea toda la ayuda necesaria para rechazar a los asaltantes, Truman ordenó el traslado de la VII Flota, que se encontraba en Japón, al estrecho de Formosa, para evitar la posible extensión del conflicto a la China nacionalista. Los Estados Unidos se movilizaron para la guerra. Todas las reservas fueron llamadas a filas. El general Douglas MacArthur, Comandante Supremo de las Fuerzas del Pacífico en Tokio y héroe de la Segunda Guerra Mundial, fue elegido para liderar las fuerzas de las Naciones Unidas.
Al sur del paralelo 38, la situación era desesperada para los surcoreanos, incapaces de contener la invasión de los 150 carros de combate que el Ejército del Norte había situado como punta de lanza. El día 28 de junio –tres días después del inicio de la invasión- los norcoreanos tomaban Seúl. La bravura de la 1ª División del Ejército de Corea del Sur fue insuficiente. Una compañía de Infantería, situada en una colina estratégica, defendió su posición hasta la muerte de su último hombre. Dos divisiones tiraron sus armas y se unieron a las columnas de refugiados que huían del avance comunista.
La séptima Flota de los Estados Unidos entró en acción. Volando en círculos, sus aviones trataron de retrasar el avance norcoreano. Los escasos aviones de Corea del Norte fueron abatidos en el curso de las primeras semanas, consolidando la superioridad aérea americana. Por iniciativa de MacArthur, las superfortalezas B-29, estacionadas en Japón, iniciaron las primeras incursiones sobre objetivos al norte del paralelo 38. Aunque lo que realmente retrasó el avance de los norcoreanos fue el constante flujo de refugiados que bloqueaba las carreteras.
Mientras Syngman Rhee y su gobierno se trasladaban también hacia el sur, a Taejong, MacArthur solicitó del presidente Truman el envío de fuerzas de infantería para poder reorganizar el desorden observado. Ya en este punto comenzaron los roces entre ambos líderes cuando el general, probablemente por razones de rapidez estratégica, sugirió el envío de 33.000 soldados que el presidente formosano, Chiang Khai-sek, estaba dispuesto a poner a disposición de los norteamericanos. Truman se opuso tajantemente para no introducir un nuevo factor que hubiera perturbado, sin duda, las relaciones internacionales en aquel momento.
Tampoco pudo contar MacArthur con fuerzas de Hawai. Y es que el estado del Ejército de tierra norteamericano era por entonces deplorable. Tras la Segunda Guerra Mundial, confiando en sus armas nucleares, Estados Unidos había llevado a cabo su periódica política de abandono de la fuerzas terrestres. El primer contingente que envió a Corea fue la Fuerza de choque Smith, avanzadilla de las cuatro Divisiones del 8º Ejército que se encontraba en Japón: 500 hombres (apenas la mitad de su plantilla), sin reservas ni proyectiles capaces de dañar los blindados de los carros y nada para combatir a los morteros enemigos. Eran tropas que habían vivido muy bien en Japón y no estaban preparadas para entrar en combate. El destacamento enviado a Corea no se imaginaba que permanecería allí tanto tiempo. En realidad, se les dijo que llevaran consigo sólo el equipo básico y que se olvidaran del resto, porque como mucho estarían en el campo de batalla seis semanas. Pero no iba a resultar tan fácil…
En medio del caos, llegaron las primeras tropas de Estados Unidos. Sus órdenes eran unirse a los soldados surcoreanos que esperaban la llegada de los comunistas. El 4 de julio alcanzaron sus posiciones. A la mañana siguiente, una columna de tanques T-34 escoltados por la infantería, se dirigió hacia ellos. Sin ninguna ayuda de las tropas surcoreanas intentaron detener solos al ejército comunista. Fue un desastre. Los tanques les arrollaron. Sus viejos bazookas simplemente resultaron inefectivos y la artillería tenía la munición inadecuada.
Los planes de MacArthur respondían a dos objetivos:
- Uno, estratégico: evitar como fuera que el NKPA (Ejército Popular de Corea del Norte) partiese en dos el espinazo geográfico de Corea del Sur y llegase a conquistar el puerto de Pusan, en el sudeste. Si esto se producía, la reconquista del Sur hubiera sido imposible y, lo que es peor, desde Pusan los comunistas tenían una base de lanzamiento casi perfecta sobre Japón y Formosa con gravísimo peligro para la defensa del Pacífico.
- Dos, psicológico: lo importante, de momento, era una presencia testimonial. Que los norcoreanos –y los soviéticos- vieran que había llegado la ayuda de los norteamericanos sin saber exactamente, a pesar de los evidentes servicios de espionaje, hasta dónde llegaba la cuantía de esa ayuda.
Ése fue el primer triunfo de Mac Arthur. La penetración norcoreana se detuvo en el centro de la península temiendo una ofensiva aliada, dando tiempo a los norteamericanos y surcoreanos para reorganizarse a la espera de refuerzos. Retrocedieron hasta Pusan, el principal puerto del sureste de Corea. Bajo la amenaza de ser expulsado de la península, el ejército de la ONU construyó un perímetro defensivo a lo largo del río Natkong. Al cabo de unos días, llegaron otras dos divisiones al mando del general Walton Walker.
El tiempo ganado fue muy importante por dos motivos: la organización de la defensa sobre un terreno propicio y el establecimiento del Sistema Buddy o coordinación de los esfuerzos de los combatientes unidos. Se desechó la idea de que los coreanos formasen un cuerpo separado que luchaba con los norteamericanos y se cambió por la integración en unidades combatientes. En cada pelotón estadounidense se incluían cuatro soldados coreanos. Esta táctica dio un extraordinario resultado.
Estas fuerzas, desplegadas en la orilla oriental del río, junto con la masiva intervención de la fuerza aérea, lograron detener el avance comunista y contenerlo alrededor de los 220 km de perímetro de Pusan. Soldados y suministros de otros quince países se concentraron en aquel punto y, aunque no lo parecía, llegaron a superar a los efectivos norcoreanos a mediados de agosto.
Durante seis semanas, la ONU dirigió una obstinada defensa del perímetro, luchando desde posiciones preparadas, con el apoyo de la artillería y la aviación, consiguieron mejorar su posición respecto al comienzo del asedio. Sin embargo, los norcoreanos no daban muestras de flaqueza.
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viernes, 29 de julio de 2011
La Guerra de Corea (2) - Estalla la guerra
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