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El 25 de junio de 1950, el ejército de Corea del Norte cruzaba por sorpresa el paralelo 38. Equipadas con artillería y carros de combate rusos, y dirigidas por asesores de esa nacionalidad, diez divisiones del Ejército de Corea del Norte invadieron el sur.
El ataque por sorpresa puso de relieve la situación de caos que reinaba en las relaciones internacionales cinco años después de terminada la II Guerra Mundial. Moscú llegó a afirmar que los fascistas surcoreanos habían agredido a la población del Norte y que ésta se había visto obligada a repeler la agresión. El argumento fue válido para la propaganda de todos los países comunistas del mundo. Pero no resistía el mínimo análisis, ni aún teniendo en cuenta las agresivas declaraciones del presidente surcoreano, Syngman Rhee, quien, para disimular las dificultades internas, políticas y económicas, amenazaba siempre con invadir el Norte.
Los soviéticos lograron disimular muy bien sus intenciones ofensivas. A lo largo del paralelo 38

Corea del Sur disponía de cuatro divisiones, integradas por hombres valientes, fieles a su Patria. Pero sólo tenían armas ligeras, sin aviación ni barcos de guerra y muy pocos carros de combate. El hecho era, frente al Ejército norcoreano, adiestrado por los soviéticos y dotado de armamento moderno, no se hallaba más que una fuerza de policía –no pasaba de ser eso- instruida por los americanos, con poco más que fusiles.


Dos días después, el 27 de junio, cuando el Consejo –a petición del delegado americano Warren Austin- aprobó una nueva resolución en la que se invitaba a todos los miembros de la ONU a prestar a la República de Corea toda la ayuda necesaria para rechazar a los asaltantes, Truman ordenó el traslado de la VII Flota, que se encontraba en Japón, al estrecho de Formosa, para evitar la posible extensión del conflicto a la China nacionalista. Los Estados Unidos se movilizaron para la guerra. Todas las reservas fueron llamadas a filas. El general Douglas MacArthur, Comandante Supremo de las Fuerzas del Pacífico en Tokio y héroe de la Segunda Guerra Mundial, fue elegido para liderar las fuerzas de las Naciones Unidas.


La séptima Flota de los Estados Unidos entró en acción. Volando en círculos, sus aviones trataron de retrasar el avance norcoreano. Los escasos aviones de Corea del Norte fueron abatidos en el curso de las primeras semanas, consolidando la superioridad aérea americana. Por iniciativa de MacArthur, las superfortalezas B-29, estacionadas en Japón, iniciaron las primeras incursiones sobre objetivos al norte del paralelo 38. Aunque lo que realmente retrasó el avance de los norcoreanos fue el constante flujo de refugiados que bloqueaba las carreteras.

Tampoco pudo contar MacArthur con fuerzas de Hawai. Y es que el estado del Ejército de tierra


Los planes de MacArthur respondían a dos objetivos:
- Uno, estratégico: evitar como fuera que el NKPA (Ejército Popular de Corea del Norte) partiese

- Dos, psicológico: lo importante, de momento, era una presencia testimonial. Que los norcoreanos –y los soviéticos- vieran que había llegado la ayuda de los norteamericanos sin saber exactamente, a pesar de los evidentes servicios de espionaje, hasta dónde llegaba la cuantía de esa ayuda.
Ése fue el primer triunfo de Mac Arthur. La penetración norcoreana se detuvo en el centro de la península temiendo una ofensiva aliada, dando tiempo a los norteamericanos y surcoreanos para reorganizarse a la espera de refuerzos. Retrocedieron hasta Pusan, el principal puerto del sureste de Corea. Bajo la amenaza de ser expulsado de la península, el ejército de la ONU construyó un perímetro defensivo a lo largo del río Natkong. Al cabo de unos días, llegaron otras dos divisiones al mando del general Walton Walker.


Estas fuerzas, desplegadas en la orilla oriental del río, junto con la masiva intervención de la fuerza aérea, lograron detener el avance comunista y contenerlo alrededor de los 220 km de perímetro de Pusan. Soldados y suministros de otros quince países se concentraron en aquel punto y, aunque no lo parecía, llegaron a superar a los efectivos norcoreanos a mediados de agosto.
Durante seis semanas, la ONU dirigió una obstinada defensa del perímetro, luchando desde posiciones preparadas, con el apoyo de la artillería y la aviación, consiguieron mejorar su posición respecto al comienzo del asedio. Sin embargo, los norcoreanos no daban muestras de flaqueza.
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