En el libro del Génesis, el relato de la creación de Adán y Eva, su desgracia y su expulsión final del paraíso que Dios había dispuesto para ellos en la tierra ocupa el centro de las tradiciones judía y cristiana. La idea del Jardín del Edén ha hechizado la imaginación creativa de generaciones de pintores y escritores a través de los siglos.
El jardín más famoso del mundo era idílico, abundante en agua y alimentos. Adán y Eva tenían por compañía a “todas las bestias del campo y aves del cielo”. Los árboles ofrecían amplia sombra y un animado río recorría el terreno; una vez fuera se dividía en cuatro cauces: Pishón, Gilón, Tigris y Éufrates. Pero eso es todo lo que sabemos de él; su forma, tamaño y situación nos son desconocidos. El único árbol cuya presencia puede ser inferida con relativa certidumbre es la higuera, aunque tradiciones posteriores identificaron a la palmera con el árbol de la vida, y al árbol de la ciencia del bien y el mal, con el platanero.
Pero, ¿qué sabemos de cierto sobre el Jardín del Edén?
Tras haber formado al hombre, Dios le prepara también un lugar de residencia, y ello entraña la mención del primer nombre de lugar en la Biblia:
Génesis 2.8. Plantó luego Yahvé Dios un jardín en Edén, al oriente...
Nótese que lo que se llama Edén no es el propio jardín. No puede hablarse de «Edén» como si fuera sinónimo de jardín, lo mismo que no se puede hablar de «Aragón» como si fuese sinónimo del Parque de Ordesa.

Ha habido numerosas respuestas a esta pregunta, algunas sumamente improbables, y no existe ninguna contestación concreta que sea aceptable para todos. Sin embargo, si siguiéramos la idea más sencilla y directa posible, surgiría una solución razonable.
En primer lugar, supongamos que consideramos a la geografía de la región no como era en la época en que los antiguos judíos creían que la creación había tenido lugar (aproximadamente en el 4000 a.C según la convención cronológica moderna), sino como existía en un tiempo posterior, cuando se escribió el texto del libro del Génesis. Hasta cierto punto, el Génesis se basa en tradiciones muy antiguas, pero tales tradiciones no se pusieron por escrito hasta el siglo IX a.C como muy pronto. Algunas partes del libro no se escribieron hasta varios siglos después, y su conjunto no se unificó y no recibió la forma que ahora conocemos hasta el siglo V a.C.
Por tanto, las referencias geográficas del Génesis deben remitirse a la etapa que va desde el siglo IX al siglo V a.C (el período asirio y algo después), cuando la situación poseía sentido para el escritor y para el lector.
Así, si alguien fuera en la actualidad a escribir un libro sobre los indios norteamericanos del siglo

De modo que debemos preguntarnos dónde estaba Edén durante el período asirio; y la Biblia nos lo dice con toda claridad. En varias ocasiones se refiere a Edén no como un primitivo emplazamiento místico de un jardín por el que vagaban Adán y Eva, sino como una tierra prosaica y cotidiana que los asirios conquistaron en el siglo VIII a.C.
Así, cuando las huestes asirias de Senaquerib sitiaron Jerusalén en el 701 a.C, enviaron un mensaje a los hombres que guardaban las murallas de la ciudad, advirtiéndoles de que no confiaran en su Dios para salvarse, pues los dioses de otras naciones no habían evitado que éstas fuesen conquistadas por los asirios:
2 Reyes 19.12. Los dioses de los pueblos que mis padres han destruido, ¿los libraron en Gozán, Harán, Resef, y libraron a los hijos de Edén, que habitan en Telasar?

Esto también es probable, porque si la Biblia hace de Edén el país original de la raza humana, la arqueología ha revelado que en las orillas del río Éufrates surgió una de las primeras civilizaciones, si no la más antigua. Hacia el 3000 a.C, ciudades florecientes salpicaban las riberas del Éufrates, una compleja red de canales de irrigación estaba en funcionamiento, se inventaba la escritura y, en general, existía el hombre civilizado.
En la época en que el libro del Génesis recibió su definitiva forma escrita, el redactor que ordenaba los textos de las diversas fuentes debió comprender que «Edén» se había convertido en un término vago, y se dispuso a delimitar el emplazamiento del jardín en términos más precisos que sin duda tenían más sentido en su tiempo, pero que con el paso de más de dos mil años se han hecho mucho menos claros. Establece su definición situando a Edén y su jardín en la confluencia de ríos importantes o cerca de ella:
Génesis 2.10. Salía de Edén un río que regaba el jardín y de allí se partía en cuatro brazos.

Génesis 2.11. El primero se llamaba Pisón, y es el que rodea toda la tierra de Evila, donde abunda el oro,
Génesis 2.12. Un oro muy fino, y a más también bedelio y ágata;
Génesis 2.13. Y el segundo se llama Guijón, y es el que rodea toda la tierra de Cus;
Génesis 2.14. El tercero se llama Tigris y corre al oriente de Asiria; el cuarto es el Éufrates.
Los ríos se mencionan en orden de familiaridad creciente respecto al escritor, de manera que éste se limita a aludir al Éufrates. No cree necesario situarlo mediante la descripción de las regiones que atraviesa. Ello es comprensible porque el Éufrates era bien conocido por los judíos del período asirio e incluso de antes, y había partes de él que no estaban muy alejadas. De hecho, en tiempos de David, cuando el reino judío era más extenso y poderoso, su frontera más al norte quedaba en la parte alta del Éufrates.

El Éufrates es realmente un «río grande». Es el más largo del suroeste de Asia, y su curso mide 2.760

Es un río lento, navegable durante bastante distancia. Durante la primavera, la nieve se funde en la zona montañosa de su manantial y produce un incremento de su cauce dando lugar a una crecida lenta y potencialmente útil. Adecuadamente controlado, ese abastecimiento de agua puede emplearse para convertir las tierras aledañas en un jardín fértil y productivo, y a lo largo del período bíblico los canales de irrigación se utilizaban de esa manera.
(Continúa en la siguiente entrada)
No hay comentarios:
Publicar un comentario