(Continúa de la entrada anterior)
El tercer río de Edén es el Tigris, Hiddekel en hebreo, que es la versión del asirio «i-di-ik-lat». En el Génesis 2.14 se dice que va «hacia el oriente de Asiria»; es decir, que forma la frontera oriental de Asiria, y eso ciertamente no era así. Asiria era un imperio extenso durante los siglos en que se escribió el Génesis, y se levantaba a ambas orillas del río. Sin embargo, Asiria es la forma griega del hebreo «Asur», que no sólo se aplicaba a la nación, sino también a su capital primitiva. Aquí se hace referencia a la ciudad, y el Hiddekel rodea efectivamente la ciudad por el Este.
El Hiddekel no es tan largo como el Éufrates, pero su longitud es igualmente respetable: 1.800 kilómetros. Es más turbulento que el Éufrates y no es navegable salvo para balsas y embarcaciones pequeñas. Tal vez por el peligro de su fuerte turbulencia es por lo que los griegos le dieron el nombre de «Tigris» (tigre), nombre por el que lo conocemos en la actualidad. El hecho de que la Biblia describa a los ríos de Edén como «un río que... se partía en cuatro brazos», haría pensar que el Tigris y el Éufrates, junto con los otros ríos aludidos, tendrían una sola fuente. Y casi es así. Uno de los manantiales del Tigris al este de Turquía es un lago que sólo está a unos dieciocho kilómetros de uno de los manantiales que forman el Éufrates.
Por tanto, existiría la fuerte tentación de situar concretamente el jardín del Edén al este de Turquía, si no tuviéramos en cuenta que los autores del Génesis no empleaban necesariamente nuestras modernas convenciones geográficas.
Cuando decimos que un río se parte en dos o más brazos, imaginamos que nosotros mismos vamos avanzando corriente abajo. Pero supongamos que confluyen dos ríos a medida que bajamos por la corriente; si se sigue la confluencia aguas arriba, se comprobará que se divide en dos ríos.Veamos cómo se aplica esto al Éufrates y al Tigris. Ambos ríos corren hacia el sudeste en forma casi paralela. En un punto, a unos 540 kilómetros del golfo Pérsico, se acercan a una distancia de treinta y cinco kilómetros, y luego se separan antes de volver a aproximarse.

El Tigris y el Éufrates tuvieron que seguir fluyendo por la nueva tierra a medida que se formaba. Dio

Con ello quedan descartados los ríos primero y segundo del jardín, el Pisón y el Guijón. No es

De ese modo se describe Evila como una tierra de la abundancia donde se encuentra oro y otros minerales preciosos. Al buscar un país de riqueza legendaria que correspondiera a Evila, los europeos modernos se inclinan a identificarlo con la India debido a la proverbial «riqueza de las Indias». En ese caso, el Pisón, o Pishon, podría ser el Indo, río tan largo como el Éufrates que desemboca en lo que ahora es Pakistán, en el mar Arábigo.
El Guijón parece descrito con claridad al decirse que rodea toda la tierra de Etiopía. En tiempos antiguos, Etiopía era una tierra situada al sur de Egipto, y en nuestros días la nación que lleva ese nombre sigue situada a unos setecientos cincuenta kilómetros al sur de aquel país. En Etiopía nace un afluente del Nilo y, por tanto, parece lógico suponer que el Guijón es el río Nilo.

Pero tal argumentación no puede ser exacta. Ni el Indo ni el Nilo se acercan en modo alguno al Tigris y al Éufrates. El punto máximo de acercamiento del Indo al Tigris-Éufrates está a dos mil kilómetros, y a mil quinientos del Nilo, de manera que no concuerda con la afirmación bíblica de que los cuatro ríos tenían un origen común. (Aunque en la Biblia no todo debe tomarse en sentido literal, hay ciertamente que suponer que los autores bíblicos sabían cuándo confluían cuatro ríos en una región que ellos conocían bien.)
Consideremos primero la tierra de Evila. Cualquiera que sea, no puede ser la India, ya que la palabra que designa a la India aparece en el libro de Ester, y en hebreo es «Hoddu». Luego se menciona más veces a Evila, especialmente en Génesis 25.18, donde se describe como parte de la región donde viven los descendientes de Ismael:
Génesis 25.18. Sus hijos habitaron desde Evila hasta el Sur, que está frente a Egipto, según se va hacia Asiria.
Es casi seguro que los ismaelitas eran tribus de la frontera arábiga, al sudeste de Canán y al sudoeste

¿Y qué hay de Etiopía? Está muy lejos, en África. La palabra hebrea, que en la versión King James se traduce por Etiopía, es «Cus». Sin duda, en la Biblia hay ocasiones en que Cush se refiere efectivamente a la región sur de Egipto, y su traducción por Etiopía es justificada. Es muy probable que no se trate de ninguno de esos dos lugares. De hecho, en la Revised Standard Version, se dice que el Guijón rodea la «tierra de Cush». La palabra se deja en su forma hebrea y no se intenta igualarla con Etiopía.

Así, pues, nos hemos quedado en la situación siguiente. El Pisón confluye con el Éufrates cerca de su embocadura, y el Guijón se une con el Tigris cerca de su desembocadura antigua. Los dos ríos dobles se unen luego en el nuevo territorio que más tarde fue formándose poco a poco. Los cuatro ríos convergen en una zona relativamente pequeña, y la civilización antigua que surgió en esa región puede representar el núcleo histórico de la historia del jardín de Edén. En el período primitivo tal región recibió un nombre que ahora transcribimos por «Sumer» o «Sumeria».

En hebreo, eden significa «placer» o «gozo», cosa que parece apropiada en relación con el jardín,


¿Puede el relato bíblico del glorioso jardín de Edén, perdido para siempre, haber sido un reflejo, cuando menos parcial, de la añoranza sumeria por un pasado que había desaparecido?
Siempre se ha dado por supuesto que el Jardín estaba cerrado, aunque ello puede deberse a que el término paradisos, versión griega del Jardín del Edén, significa “terreno cercado”. Con estos escasos elementos, poetas y pintores, comentaristas y teólogos vislumbraron imágenes del Edén, sirviéndose a menudo de otras tradiciones para completar sus propias interpretaciones.
Quizá el relato más antiguo sobre un paraíso date del segundo milenio antes de Cristo. El “Dilmun” sumerio, situado donde sale el sol, era la morada de los dioses, donde el dolor, la enfermedad y la vejez no existían, donde “el graznido de los cuervos no podía oírse”. Referencias más específicas a un jardín mágico (más parecido, sin embargo, al “jardín de Dios” del libro de Ezequiel que al Edén del Génesis) se hallan en la Epopeya de Gilgamesh, también sumeria. En ella, el héroe viaja a la cima de una montaña, “jardín de los dioses”, donde los matorrales relucían de gemas, los frutos eran de cornalina y las hojas de lapislázuli.
Las descripciones no bíblicas que más influyeron en las visiones cristianas posteriores del paraíso

Homero y Hesíodo, así como los poetas romanos Virgilio y Ovidio, influyeron en la visión del jardín desde los inicios del cristianismo hasta más allá del Renacimiento. Por ejemplo, en su obra épica “El Paraíso Perdido”, el poeta inglés John Milton (1608-1674) describió el Jardín del Edén con detalles vivos. Era una meseta amurallada sobre una montaña escarpada y boscosa, adonde se llegaba por un empinado sendero. Plantas aromáticas como el mirto y el bálsamo perfumaban el aire, pleno de cantos de aves; los árboles ofrecían sombra, las fuentes y arroyos brindaban agua de sobra. El genio de Milton consistió en tomar fuentes bíblicas y no bíblicas para crear un conjunto coherente. La perpetua primavera del jardín y sus fértiles suelos procedían notoriamente del Elíseo clásico.

En tanto que los estudiosos islámicos se ocupaban en recrear el paraíso en la tierra construyendo

Se cree que la imposibilidad de dar con el Jardín del Edén fue lo que impulsó a los cristianos a seguir los pasos del Islam e intentar recrearlo. Para ello se basaron en la Biblia y los clásicos, no en el Corán, y, efectivamente, en los siglos XVI y XVII lograron forjar el paraíso en la Tierra en los jardines botánicos de Padua, París, Oxford y muchos otros lugares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario