
La muerte de Alejandro II (el zar que había decretado la abolición de la servidumbre) a consecuencia de un atentado terrorista precipitó una reacción autocrática durante los reinados de sus sucesores Alejandro III y Nicolás II. Este proceso sólo se quebró en 1905 cuando, con ocasión

Inicialmente, los ejércitos rusos lograron algunos avances, pero al cabo de pocas semanas sufrieron desastrosas derrotas en Tannenberg y los Lagos Masurianos. En realidad, aquello sólo fue el inicio de una serie de reveses que costaron la vida a millones de rusos y que, a principios de 1917, habían colocado a la dinastía al borde del abismo, hasta el punto de que algunos de sus miembros intentaron salvarla impulsando al zar a abdicar. Si finalmente éste dio tal paso se debió no a las presiones familiares sino al estallido de la denominada revolución de febrero. Con ella, desaparecía una dinastía secular y Rusia conocía por primera vez la experiencia democrática.
La revolución de febrero constituyó uno de los escasos avatares revolucionarios que, como los experimentados por España en 1868 y todavía más en 1931, transcurrió casi sin derramamiento de sangre. Mientras la institución del soviet o consejo se iba estableciendo no sólo en Petrogrado, la capital, sino en otras ciudades, en el campo, la ausencia de mano de obra y la facilidad de arrendamiento estaban proporcionando unos beneficios al campesinado prácticamente sin precedentes. El 5 de marzo, el soviet de Petrogrado ordenó el regreso al trabajo y cinco días después llegó a un acuerdo con la Sociedad de Fabricantes y Propietarios de Fábricas para limitar la jornada laboral a ocho horas y establecer juntas de arbitraje con el fin de solventar los conflictos entre patrones y obreros.
El 19 de marzo, el Gobierno provisional (que no sólo deseaba implantar una democracia formal sino llevar a cabo importantes reformas sociales) anunció que se iba a realizar la reforma agraria, cuya regulación derivaría de una Asamblea Constituyente. En las siguientes semanas, al Gobierno provisional se debió la concesión de una amnistía, la abolición de la pena de muerte y de exilio, la eliminación de la discriminación por razones de clase o religión, la separación de Iglesia y Estado, la implantación de libertad de pensamiento, prensa, asociación y culto (sin excluir a los soldados en filas), la creación de una judicatura independiente, la institución del jurado para todo tipo de delitos, la revisión del código de justicia militar, la jornada de ocho horas, el arbitraje laboral y el autogobierno campesino.
En paralelo, el Gobierno provisional estableció un Consejo Especial, cuya finalidad era preparar la ley electoral para las elecciones a la Asamblea, que elaboraría una nueva Constitución, y dio los primeros pasos para llegar a una tregua en el conflicto que concluyera con una paz justa sin anexiones ni indemnizaciones. De esta manera, en un periodo de dos meses, había llevado a cabo una labor realmente extraordinaria que, incluso contemplada con varias décadas de distancia, produce una profunda impresión. Sin embargo, esa labor iba a verse muy pronto sometida a una subversión cuya finalidad era aniquilarla y sustituirla por una férrea dictadura.

Su llegada significó un revulsivo en primer lugar para los bolcheviques. Éstos abogaban por


A mediados de junio de 1917, el Gobierno provisional dio inicio a la denominada ofensiva de verano encaminada a aliviar la presión alemana sobre los aliados occidentales. El nuevo intento fracasó y en el mes de julio un grupo de soldados irrumpió en el Soviet de Petrogrado para instarle a que derribara al Gobierno provisional y tomara el poder. Durante tres jornadas (que serían conocidas como los Días de Julio), los bolcheviques intentaron controlar un estallido revolucionario que, como muy bien comprendió Lenin, podía significar su final precisamente a causa de su carácter prematuro.
En realidad, faltó muy poco para que así fuera. El Gobierno provisional sacó a la luz un conjunto

El Gobierno provisional sufrió una nueva crisis y emergió de ella con una composición de once

En agosto, se celebró una Conferencia de Estado previa a la constitución de la Asamblea Constituyente. Posiblemente, la intervención que obtuvo un mayor eco fue la del general Kornílov, un héroe de guerra, que insistió en que se implantara la disciplina militar en un frente que se estaba desmoronando día a día. El temor a que este personaje pudiera aglutinar la reacción de derechas llevó al socialista Kérensky, presidente del Gobierno en aquel entonces, a deponerlo el 26 de agosto. Aquella respuesta enérgica no consolidó, sin embargo, al Gobierno provisional y, en realidad, proporcionó un nuevo aliento a los bolcheviques.

Pese a todo, la situación que atravesaba Rusia en aquellos momentos era todo menos favorable.

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