jueves, 9 de julio de 2015

Los trucos de las cadenas de comida rápida






Para la realización del documental Super size me (2004), el cineasta Morgan Spurlock estuvo durante 30 días comiendo exclusivamente comida de McDonald's. La película fue un éxito y mucha gente se dio cuenta por vez primera de lo peligroso que podía ser visitar demasiado los restaurantes de comida rápida. Una de las normas que Spurlock se impuso para completar su reto era aceptar el tamaño “extra grande” siempre que se lo ofrecieran, algo que ocurrió en nueve ocasiones a lo largo de su experimento.

Empujar a los consumidores a escoger menús de tamaño gigante es sólo una de las tácticas que utilizan las cadenas para que comamos más, pero no es ni de lejos la única. Como todo gran comercio, los restaurantes de comida rápida están estudiados a la perfección para lograr que el consumidor se deje el máximo dinero posible y acuda al establecimiento cuanto más, mejor. Estas son sus tácticas.

1. Hacen que comamos por los ojos…

Podríamos distinguir un restaurante de comida rápida a varios kilómetros
Aparte del hambre, los participantes del estudio decidieron comer porque se encontraron fortuitamente con la comida –no en vano todos los restaurantes de comida rápida están situados en sitios estratégicos y su comida se anuncia en enormes carteles–, por el aspecto social
que aportan estos restaurantes –son espacios amplios, donde te puedes reunir con muchas personas– o, simplemente, porque comer les ofrecía algo que hacer.

Los restaurantes de comida rápida están siempre en lugares de paso (calles comerciales, grandes gasolineras, multicines…) y su horario es amplísimo. El diseño de los establecimientos es siempre llamativo. Utilizan el color rojo, que es el que más nos llama la atención, y se puede ver a la gente comer desde los grandes ventanales. Podríamos distinguir un restaurante de comida rápida a varios kilómetros.

Aunque no tengamos hambre, caemos en sus redes porque están en lugar adecuado y en el momento adecuado. Quizás no habíamos pensado en comer en un Burger King, pero vemos un cartel gigantesco con una apetitosa hamburguesa (de oferta, claro) y caemos rendidos.

2. …Y también por el oído y el olfato

Una vez dentro del restaurante el olor es muy característico y está pensado al dedillo para incrementar nuestro apetito. Que no exista servicio de mesas no sólo está pensado para ahorrar personal, además es una potente estrategia de marketing. Cuando estamos en la cola (y siempre hay algo de cola) estamos viendo a gente desfilar con bandejas llenas de comida, que vemos y olemos, lo que nos puede empujar a pedir más de la cuenta cuando, por fin, nos atienden.

La música que suena en los restaurantes tampoco se deja al azar. Se sabe que la música suave, a un tempo no muy rápido, empuja a los comensales a permanecer más tiempo en el restaurante y comer más. Ni el rock duro ni la música electrónica (con excepción del house más comercial) tiene cabida en un McDonald's.

3. Todo es sencillo

Los restaurantes de comida rápida están hechos para que tengas que hacer el mínimo esfuerzo:
físico y psíquico. No hay demasiada variedad para elegir, así que no tardarás mucho en saber lo que quieres. Cuando recibas la comida, sólo tendrás que usar las manos –prácticamente todo el menú se puede comer sin cubiertos: no hay nada que cortar– y te servirán la comida en unos recipientes sencillos y fáciles de usar.

Un primate cualquiera no encontraría gran dificultad en comer en un restaurante de comida rápida, y no importa que estés haciendo turismo y no conozcas el idioma, basta con señalar uno de los carteles. Ni siquiera tienes que andar para obtener tu comida, la mayoría de cadenas ofrecen servicio a los coches, para que no gastes una sola caloría.

4. Alteran nuestra percepción del tamaño de las raciones

¿Han visto alguna vez una carta al uso en un restaurante de comida rápida? No, porque no
existen. La lista completa de productos se puede leer en un cartel, no muy claro, en una esquina del mostrador. Lo que vemos en grande, enfrente de nosotros, son los menús. Todo está pensado para que pensemos que pedir artículos por separado es carísimo (y, en efecto, lo es), para empujarnos a pedir siempre el menú. Pero esto, a la larga, acaba haciendo que nos gastemos más dinero y comamos mucho más.

Cuando se nos ofrecen paquetes con varias comidas tendemos a comer más, pues la variedad siempre nos empuja a zampar más de la cuenta. Quizás sólo tienes hambre para una hamburguesa, pero por un euro y medio más tienes también patatas y bebida: es una oferta que no puedes rechazar y acabas ingiriendo el doble de calorías. Hubo un tiempo (muy lejano) en que los refrescos no estaban incluidos en los menús y la gente no solía pedirlos. En cuanto se añadieron a estos sus ventas se dispararon.

La manera en que se sirven las porciones también nos empuja a que comamos más de la cuenta. El ejemplo paradigmático es el famoso cubo del Kentucky Fried Chicken, enormemente popular en EEUU (aquí lo de los cubos ha triunfado para las cervezas, y el resultado es similar). Aunque la gente suele pedir el cubo para compartir, comerían mucho menos si el pollo se sirviera en, por ejemplo, tres cajas separadas. Quizás pediríamos una o dos, en ningún caso tres. Pero si hemos pedido un cubo, vamos a acabarnos el cubo. Aunque el esfuerzo físico que supone abrir pequeños paquetes es mínimo, una barrera psicológica podría prevenirnos de abrir otro ítem si ya hemos abierto anteriormente otros. En definitiva, si las raciones fueran más pequeñas comeríamos de una forma más racional.

5. Hacen del exceso la norma
 

En los restaurantes de comida rápida los menús grandes siempre se presentan como la opción ideal, aquella que merece la pena. Estos establecimientos han logrado que consumir grandes raciones sea la norma. No en vano, el tamaño de menús, sándwiches y bebidas ha ido aumentado de forma sostenida a lo largo del tiempo.

No es fácil saber qué cantidad queremos o debemos comer en cada momento. El espacio que separa las expresiones “con esto estoy comido” y “no puedo más” es alargado, y hay muchas calorías que no necesitamos entre medias. Si las raciones fueran pequeñas, pararíamos, y nos quedaríamos más cerca de lo que es saludable, pero los menús gigantes hacen que el “no puedo más” sea la norma.

6. Nos captan desde pequeños

Todos los restaurantes de comida tienen menús infantiles, espacios para los niños y enormes campañas de marketing destinadas en exclusiva a los más pequeños. No cabe duda de que se trata de una estrategia encaminada a atraer a toda la familia al establecimiento, pero tiene una función oculta. Cuando las empresas de comida rápida atraen a los niños con juguetes, juegos infantiles, personajes de dibujos animados y simpáticas mascotas, no sólo están vendiendo menús infantiles, están creando clientes de por vida, que asocian la comida rápida con la diversión. Y si algo es divertido, no importa demasiado que sea malo.


¿Por qué mezclar bebidas provoca una resaca horrorosa?


Las resacas son resultado de un fuerte golpe químico por partida doble. En primer lugar, el alcohol interfiere la liberación de la hormona diurética, la vasopresina, lo que nos lleva a hacer un montón de viajes al lavabo; luego, por cada vaso de vino que ingiramos vamos a perder dos o tres veces ese volumen en agua. Todo eso conduce a la deshidratación, que potencia las concentraciones de toxinas presentes en la bebida junto con el alcohol puro, el etanol. Dichas toxinas incluyen “congéneres”, que, como el metanol, se crean durante la fabricación y aportan a la bebida su sabor, olor y aspecto característicos junto con el potencial de una resaca angustiosa.

Hablando claro, cuanto más oscura sea una bebida, más congéneres llevará y mayor será el dolor derivado del exceso. En el puesto de cabeza de la clasificación se encuentran el coñac, seguido del vino tinto, el ron, el whisky, el vino blanco, la ginebra y el vodka. Encierra mucha verdad el dicho de que no hay que combinar vino y cerveza o, lo que es lo mismo, uva y grano, porque cualquiera de estas bebidas oscuras ya es suficientemente mala por sí misma, y el mezclarlas no trae otra cosa que interacciones y más dolor.

Respecto a los remedios para la resaca, ayuda enormemente el beber mucha agua mientras bebemos alcohol. Una vez que nos hemos tomado las copas, los analgésicos pueden ayudar, pero es mejor evitarlos si sentimos náuseas, puesto que pueden provocar irritación estomacal. Algunos científicos sostienen que la vitamina B6 puede ayudar. Al final, el único remedio probado para la resaca es el tiempo.

¿Hay tornados en las grandes ciudades?




Sin duda las extensas planicies de Kansas son un escenario más común para los tornados que Times Square, pero estos fenómenos se pueden desarrollar en cualquier lugar si las condiciones son las adecuadas.

La razón por la que el Tornado Alley (el callejón de los tornados), el área que se extiende de Texas hasta Dakota del Sur y desde las Montañas Rocosas hasta Kansas, sea el lugar donde hay más tornados de Estados Unidos –hay centenares cada año- no es porque sean unas tierras de labranza planas, sino porque los tornados se forman al colisionar dos sistemas climáticos opuestos bajo ciertas condiciones, y esto ocurre a menudo en el Tornado Alley.

Durante la primavera, una corriente de aire frío y seco que va al sudeste desde Canadá se topa con una corriente similar de aire caliente y húmedo que se dirige al noroeste desde el golfo de México. Cuando esos frentes se encuentran, forman tormentas eléctricas de alta intensidad que, si son lo bastante fuertes, pueden crear potentes corrientes de aire ascendente. Las bajas presiones al nivel del suelo y en la troposfera y la atmósfera superior interactúan con el aire ascendente y crean un vórtice arremolinado que puede finalmente extender la columna del tornado hasta el suelo.

La cuestión es que la mayoría de ciudades con rascacielos están situadas en lugares donde no suelen darse las condiciones para que se formen los tornados. Pero a veces sí que afectan a las ciudades, como han sido los casos de Dallas, Memphis, Miami y cuatro de los cinco municipios de Nueva York (hasta el momento se ha salvado Manhattan). La topografía y los rascacielos no importan. Los tornados se forman a miles de metros sobre los edificios. Los rascacielos no evitarían que se crearan, pero puede que influenciaran en su forma y que no fueran tan definidos y nítidos como en zonas llanas como las planicies. Aunque eso no significa que un tornado sea menos tornado.

martes, 7 de julio de 2015

¿Qué llena el espacio que queda cuando se extrae el petróleo de los pozos?


Se podría pensar que el magma o las rocas llenan el vacío, pero la verdad es mucho más prosaica: es agua.

Los depósitos de petróleo, que naturalmente están mezclados con agua y gas, se encuentran en el interior de la corteza terrestre en capas de roca porosa, normalmente arenisca o piedra caliza (al contrario de lo que podría imaginarse, extraer crudo se parece más a extraer líquido de una esponja que de un enorme recipiente). A esas profundidades, los líquidos están bajo una presión extremadamente alta. Si se bombea el petróleo, la presión del pozo baja. El agua que está en las rocas de alrededor, que también está bajo una gran presión, se desplaza a estas bolsas con menor presión hasta que se llega a un equilibrio. Es como cavar un agujero en la playa: el agua que está en la arena alrededor fluye a la zona de menor presión del agujero.

Aunque no mucha, la extracción de crudo puede provocar actividad sísmica. A menos que se perfore en una región con actividad volcánica (lo cual no sería muy inteligente por múltiples razones), el magma suele fluir muchos kilómetros por debajo de los pozos de petróleo más profundos, que pueden estar a unos 9.100 m bajo la superficie, de modo que no hay muchas probabilidades de desencadenar un géiser de lava. Y, aunque puede haber un desprendimiento de rocas o de sedimentos, no provocaría un terremoto importante. Los terremotos provocados por una perforación tienen una magnitud de entre -2 y -4, que es mil veces menos potente que el rugido de un tráiler que pasa a tu lado.

¿Es apta para el consumo humano de la comida para gatos?


Echemos un vistazo a los ingredientes de una típica lata de comida para gatos: subproductos de la carne, pollo y pavo, ceniza y taurina. Nada demasiado horrible, pero, en general, tampoco algo deseable para la dieta humana. Nuestro cuerpo puede tolerar ese tipo de comida, pero eso no nos dice nada. Podríamos digerir una pelota de tenis, pero eso no significa que debamos hacerlo.

El hígado, los riñones y la piel juegan un papel imprescindible en la eliminación de sustancias extrañas en el cuerpo, especialmente las que están presentes en la comida para gatos. Quizá el peor inconveniente de la comida para gatos sea el alto contenido en minerales de ceniza, aunque el cuerpo los eliminaría rápidamente.

De hecho, los ingredientes que forman parte de las marcas de comida natural para gatos parecen bastante apetitosos. La fórmula de carne para vaca de Newman´s Own, por ejemplo, usa solo carne orgánica uruguaya al 95%, certificada por el Departamento de Agricultura americano y está llena de vitaminas. Son productos de buena calidad, pero aún así se han desarrollado teniendo en cuenta la nutrición para gatos y no la salud humana.

Si te gusta disfrutar en solitario de una de estas latas, no hay problema en satisfacer esa apetencia siempre que sea ocasional. Pero no habría que convertirlas en elemento habitual de nuestra dieta. Por algo es comida para gatos.