sábado, 12 de mayo de 2012

Siva, Parvati y Durga

Siva es el segundo dios de la Trimurti o tríada de dioses hindúes y a menudo se alude a él como “el destructor”. Ese poder de destruir está equilibrado por su capacidad creadora, de la misma forma que su salvaje danza se complementa por su afición a la meditación y su rápido juicio se atempera con la piedad. Siva siempre tuvo un gran poder, pero gracias a un engaño, aumentó sus propias capacidades.

Un grupo de demonios hambrientos de poder convencieron a Brahma para que les cediera tres de los más sólidos castillos que jamás se hubieron construido. Sólo podían ser tomados por un dios que usara una sola flecha. Una vez que los demonios se instalaron en las fortalezas, los dioses se dieron cuenta de que ninguno de ellos tenía una flecha lo suficientemente poderosa como para destruir tres castillos. Los demonios también lo sabían y pronto comenzaron a atacar a los dioses. Siva, el destructor, era el más fuerte de los dioses así que todos se volvieron hacia él pidiéndole su ayuda. Les ofreció prestarles la mitad de toda su fuerza, pero aquello no funcionó: para que diera resultado, la fuerza debía equilibrarse con el control y ninguno tenía tal habilidad.




Así que Siva ingenió otro plan. Si los dioses combinaban sus respectivas fuerzas y le cedían la mitad, él se haría mucho más fuerte. Podría utilizar ese poder para combinarlo con su propia habilidad y derrotar a los demonios. Los dioses accedieron y Siva concentró todo aquel inmenso poder en una sola flecha que, al dispararla, aniquiló al enemigo. Cuando finalizó la guerra, los dioses le pidieron a Siva que les devolviese sus poderes, pero éste se negó y ya nadie estaba en condiciones de enfrentarse con él. Siva se había convertido en el más poderoso de los dioses, condición que ha conservado desde entonces.

Uno de los mitos más famosos protagonizados por Siva cuenta la rivalidad del dios con la familia de
Brahma. El conflicto comenzó cuando Siva cortó una de las cabezas de Brahma y fue expulsado del cielo. Se dedicó entonces a causar problemas al hijo de Brahma, Daksha. Éste había organizado una fiesta de compromiso para su hija Sati, pero Siva no fue invitado. Durante la celebración, Daksha le pidió a Sati que eligiera al que sería su prometido de entre los dioses reunidos arrojando al aire una guirnalda. El que la cogiera sería su futuro esposo. Pero en el momento en que las flores estaban en el aire, Siva apareció de pronto y se hizo con ellas, así que ambos tuvieron que casarse ante el enfado de Daksha.

El odio entre Siva y Daksha entristeció a Sati hasta tal punto que acabó arrojándose a una pira sacrificial. Siva culpó a Daksha por su muerte y le atacó enfurecido, cortándole la cabeza. Entonces envió a unos demonios al cielo para que encontraran el cuerpo de Sati y se lo llevaran. Siva, profundamente apenado por la muerte de su esposa, bailó entonces el Tandav –la danza de la muerte- con su cadáver con la intención de poner fin anticipado a todo el cosmos.

Los dioses se alarmaron ante su próximo final y cuando Vishnu (el preservador) observó lo que estaba ocurriendo, intervino. Resucitó a Sati en la encarnación de Parvati, una diosa aún más bella de lo que había sido la propia Sati, además de convertirla en la esposa perfecta. Su ira y angustia aplacadas, Siva devolvió a la vida al padre de ella, Daksha, pero no pudo encontrar su cabeza –robada por unos demonios-, así que echó mano de la cabeza que encontró más a mano: una cabra. Como se puede imaginar, esto no contribuyó precisamente a predisponer favorablemente a Daksha hacia Siva y ambos continuaron siendo enemigos.

De igual forma que muchos dioses hindúes son aspectos de una sola entidad, Brahma, todas las diosas se
reúnen en una figura, la Gran Diosa Devi. De sus muchas facetas, las más conocida es la serena diosa madre Uma o la brillante Jagadgauri (“luz del mundo”). También simboliza el río más sagrado de la India en su faceta de Ganga, bendiciendo a todos los que se bañan en sus aguas. Como esposa de Brahma, se la conoce como Sarasvati, inventora del sánscrito y diosa de las artes y la lengua. Otra forma muy querida es la de Lakshmni, divinidad de la buena suerte. Pero quizá la más popular es la de Parvati, esposa de Siva, la diosa que con su dulce naturaleza compensa el poder destructivo de su marido aportando paz y armonía al mundo.

Ya hemos visto que Parvati es la reencarnación de la difunta Sati, primera esposa de Siva. La relación de la pareja no fue siempre fácil porque el genio de Siva y el espíritu juguetón de Parvati chocaban con frecuencia. En una ocasión, Parvati cubrió los ojos de Siva con sus manos, pero este simple gesto hizo caer la oscuridad sobre el mundo y enfureció a su esposo –que rápidamente hizo aparecer otro ojo en mitad de su frente.

Otras leyendas nos cuentan cómo Parvati exasperó en una ocasión a Siva durmiéndose mientras éste le explicaba las sagradas escrituras y cómo discutieron a causa de una partida de dados. Con todo, Parvati tenía una influencia balsámica sobre su marido.

El resto de los dioses temían que los descendientes de Siva y Parvati serían poseedores de un terrible poder. Así que cuando la pareja estaba haciendo el amor, los dioses les interrumpieron haciendo que el semen de Siva cayera al Ganges, donde fue fertilizado. Skanda, dios de la guerra, nació de allí y creció para derrotar al demonio Taraka que amenazaba con destruir el mundo. Su valor fue recompensado por los dioses, que le nombraron su general, y por Parvati, que lo aceptó como hijo propio.

El otro hijo de Parvati, Ganesa, también tuvo un nacimiento de lo más curioso. La diosa quería un hijo que la
protegiera, así que formó uno a partir de aceite esencial y restos de su propio cuerpo mientras se estaba bañando. Pero cuando, en su calidad de protector, Ganesha impidió a Siva entrar en los aposentos de Parvati, éste sufrió uno de sus ataques de furia y le arrancó la cabeza. Parvati tuvo tal disgusto que Siva quiso reparar el daño, pero no encontró la cabeza original y, una vez más recurrió a la primera que encontró: la de un elefante. Ganesa ha tenido desde entonces esa famosa e inconfundible figura y sus veneradores lo invocan como “el apartador de obstáculos”.

En su calidad de guerrera, la Gran Diosa Devi es conocida como Durga “la inaccesible”). En esta forma, controla el poder cósmico, encarnando la energía bélica del universo de una forma única que ningún otro dios del panteón hindú puede imitar. La mayor parte del tiempo parece calmada y serena, pero Durga tiene la habilidad de mutar su forma, utilizar cualquier arma e incluso transformarse en un poderoso ejército.

Durga se enfrentó con éxito a muchísimos demonios. Uno de los más terribles fue un rey-demonio –llamado también, curiosamente, Durga- quien había conquistado todo el cosmos y expulsado a los dioses de sus palacios. Desesperados, acudieron a Durga suplicándole ayuda y ofreciéndole toda su fuerza y gran cantidad de armas. Luchó contra el demonio sola, enfrentándose a sus ejércitos de millones de jinetes, carros, elefantes e infantes. Para ello se transformó en un ejército de millones de efectivos, masacrando las filas del rey-demonio. A continuación luchó en combate singular contra su líder, desarrollando un millar de brazos, tirándolo al suelo y apuñalándolo hasta la muerte.

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